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Sociedad

La afirmación del papa Francisco a los movimientos sociales del mundo

El pueblo que no se resigna, se organiza y lucha contra las injusticias sociales

En el sistema capitalista, los que más tienen son cada vez más ricos y los que menos tienen, cada día son más pobres.

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El 20 de setiembre de este año se cumplieron 10 años del primer encuentro del papa Francisco con los movimientos populares en Bolivia. En 2024, con el contexto de un mundo que ha crecido en desigualdad y exclusión para los más pobres y vulnerabilizados, tanto por la pandemia como por las lógicas del efecto Mateo que se ha hecho exponencial en el sistema capitalista. Los que más tienen son cada vez más ricos y los que menos tienen, cada día son más pobres.

Centrado en la trilogía que dio origen al encuentro con los movimientos populares en 2014, “Tierra, Techo y Trabajo”, a la que el Dicasterio de Desarrollo Humano Integral, quien convocó la reunión, agrega la T de Tecnologías para la Igualdad, Francisco evaluará no solo el momento actual, sino el posicionamiento y visión para trastocar el sistema injusto que viven los más pobres, excluidos y descartados del sistema hegemónico.

En un momento donde las izquierdas, los progresistas y los movimientos alternativos, ante un statu quo guerrerista, individualista, meritocrático, xenófobo y regresivo en derechos conquistados, no logran poner en la agenda imaginarios de un futuro mejor, emerge la voz de un líder religioso con perspectiva secular y emancipadora. El papa no ve la reserva ético-política, para una mejor sociedad, en los movimientos de las extremas derechas que buscan caducar la democracia, ni en la cultura de los satisfechos que no trastocan estructuras injustas. Sino en aquellos que buscan ampliarla en equidad, derechos, fraternidad y sustentabilidad. "Nuestro camino sigue soñando y trabajando juntos para que todos los trabajadores tengan derechos, todas las familias techo, todos los campesinos tierra, todos los niños educación, todos los jóvenes futuros, todos los ancianos una buena jubilación, todas las mujeres igualdad de derechos, todos los pueblos soberanía, todos los indígenas territorio, todos los migrantes acogida, todas las etnias respeto, todos los credos libertad, todas las regiones paz, todos los ecosistemas protección".

Plantea un método y estrategia de compromiso para los cambios “de abajo a arriba”, “de los márgenes al centro”, desde los excluidos, para que todas las personas, colectivos y pueblos sean parte de una casa común y no buscando expandir el modelo hegemónico que es excluyente y depredador. Reafirmará su paradigma metodológico que lo diferencia de otros abordajes: “La realidad es superior a la idea”.

Estructura su intervención desde una mirada política, no partidaria, pero sí social y comunitaria, que provoca el trastocar la desesperanza de los excluidos: “Si el pueblo pobre no se resigna, el pueblo se organiza, persevera en la construcción comunitaria cotidiana y a la vez lucha contra las estructuras de injusticia social, más tarde o más temprano, las cosas cambiarán para bien”.

Como ya destacamos en el artículo sobre los Movimientos populares en diálogo con el papa Francisco | La Diaria | Uruguay en 2021, sus afirmaciones pueden ser abordadas desde las contradicciones entre los discursos y la institución desde la que los dice, que es parte del statu quo de mucho de lo que se quiere cambiar, o se puede leer desde lo que provoca como externalidad para la pretensión de inevitabilidad de la tragedia que viven los más pobres, los pueblos masacrados, los desheredados de la tierra. La pregunta es qué favorece y desencadena esta visión antisistema. Parece evidente que favorece que se organicen y luchen las personas, colectivos y pueblos excluidos, tema que hace reaccionar virulentamente a conservadores, nuevas derechas y liberales.

La voz de Francisco, fiel al mensaje revolucionario del cristianismo, el clamor de los profetas bíblicos, como la tradición social de la Iglesia Católica y la práctica pastoral de la Iglesia Latinoamericana, que manifiesta la intrínseca relación de privilegiar a los pobres con la justicia social y el amor. Dirá: “No es el papa, sino Jesús, quien los pone al centro, en ese lugar. Es una cuestión de nuestra fe y no se puede negociar. Si vos no aceptas eso, no sos cristiano”. Afirma: “Si se elimina el amor como categoría teológica, categoría ética, económica y política, perdemos el rumbo”.

No se puede obviar que en las preocupaciones de Francisco está la situación de Argentina, que de forma explícita dirá que la respuesta a las protestas sociales debe ser “la justicia social, no el gas pimienta”, con la presencia en el Vaticano de varios líderes sociales y políticos, con clara alusión también a varios lugares de occidente y oriente: “Que nadie quede tirado, por favor. Y hay tantos tirados por la calle, tanta gente que no tiene qué comer y que está ahí por la calle pidiendo algo, que perdió la casa, que perdió el trabajo o que simplemente es gente que no tuvo la capacidad de andar adelante. Puede ser gente enferma, lo que vos quieras, pero están tirados. Miremos al tirado, que nadie quede tirado, y ahí sí mirar de arriba abajo para levantarlo”.

Su discurso de carácter ético-religioso-político, no de carácter técnico, dará pautas para pensar una nueva economía política, impacta directamente tanta en la teología de la prosperidad, como en las lógicas de la meritocracia y sobre todo en la ideología ultraliberal de la insolidaridad social, el individualismo egoísta y el desconocimiento del ser social intrínseco al ejercicio de posibilitar la libertad de todas las personas, para lo que se requiere tanto la participación de las organizaciones sociales como del Estado.

En la más clara tradición católica, cuestionará la avaricia y la apropiación desigual de los bienes materiales, sociales y culturales. Interpelará a los ricos con que “salgan del aislamiento, rechacen la falsa seguridad del dinero y se abran para compartir bienes que tienen un destino universal porque todos derivan de la Creación”. Pero, consciente que no depende solo de la buena voluntad, y no teniendo una ingenua mirada de la conversión de los corazones, las prácticas y las estructuras, planteará a los movimientos populares: “¿Ustedes creen que los más ricos van a compartir lo que tienen con los demás o van a seguir acumulando insaciablemente?”. Convoca a crear una correlación de fuerzas distintas para una sociedad en la que todas las personas, colectivos y pueblos puedan ser parte equitativamente, siempre desde la práctica social organizada, no desde la violencia que es la que genera las estructuras injustas. Reafirma la enseñanza social de la iglesia, tan desoída por muchas personas que se reconocen católicas: “Las riquezas son para compartir, para crear, para fraternizar”.

En una intervención en parte escrita y en parte espontánea, define la justicia social como una “expresión creada por la Iglesia”, ligándola teológica, social y culturalmente a los tres atributos de Dios: cercanía, misericordia y compasión. Por lo que “la justicia social es inseparable de la compasión”.

Plantea la paradoja de que muchas veces las grandes fortunas poco tienen que ver con el mérito, sino que son rentas, herencias, fruto de la explotación de personas, de la expoliación de la naturaleza, de la especulación financiera o de la evasión impositiva, derivan de la corrupción o del crimen organizado.

“Que nadie quede tirado, por favor. Y hay tantos tirados por la calle, tantos tirados, tanta gente que no tiene qué comer y que está ahí por la calle pidiendo algo, que perdió la casa, que perdió el trabajo o que simplemente es gente que no tuvo la capacidad de andar adelante. Puede ser gente enferma, lo que vos quieras, pero están tirados. Miremos al tirado, que nadie quede tirado, y ahí sí mirar de arriba abajo para levantarlo”.

Construir una perspectiva humanizadora “es generar una sociedad distinta, pero no desde las lógicas refundacionales que, en definitiva, terminan reproduciendo la cultura del descarte, en este caso, del descarte cultural”, y pidió mirar con gratitud la memoria histórica que nos ha precedido. “Que nadie nos robe la memoria histórica y el sentido de pertenencia a un pueblo, aun la memoria histórica de las cosas salvajes, de las brutas (…) Memoria histórica total”.

Valorando los beneficios y los riesgos de la tecnología, reclama buscar un equilibrio que no puede quedar librado a la lógica de la ganancia y la manipulación. Y es contundente con los empresarios de la tecnología informática, de las plataformas digitales, de las redes sociales y de la inteligencia artificial, llamándolos a dejar de lado “la arrogancia de creer que están por encima de la ley”. Llama a respetar los países donde funcionan y a ser responsables de lo que pasa en las plataformas que controlan, siendo de ellos la obligación de evitar la propagación del odio, de la violencia, las falsas noticias, la polarización extrema y el racismo (en clara alusión a Brasil y X).

También retoma la propuesta de un salario o renta básico universal “para que, en tiempos de automatización e inteligencia artificial, en tiempos de informalidad y precarización laboral, nadie esté excluido de los bienes básicos necesarios para la subsistencia. Eso es compasión, sí, porque no se explica sin amor… pero además es de estricta justicia”.

Frente a tantas dificultades e incertidumbres, Francisco reafirma que “la esperanza no defrauda, es la virtud más débil, pero no defrauda. No nos cansemos de decir: ¡Ninguna persona sin dignidad! ¡Ninguna persona sin esperanza!”.

Su visión, de carácter utópica, es consistente tanto con la ética de la dignidad humana como con las perspectivas emancipatorias que convocan a las grandes mayorías sociales a buscar un mundo mejor al funcionalismo desigual, en el que las minorías o mayorías satisfechas contenten su bienestar a costas de los descartados o de la naturaleza. Vuelve a unir ciencias sociales, compromiso ético, fe religiosa y plan de acción en una perspectiva que da capacidad para innovar en un mundo en cambio desigual y depredador que debe ser trastocado para el bien de toda la humanidad. Se puede escuchar en https://youtu.be/GcVp6FSEKrs

Nelson Villarreal Durán; Filósofo, cientista político, docente universitario, presidente de Observatorio del Sur (OBSUR).

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