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Sociedad 1º de Mayo | Chicago | derechos de los trabajadores

LA LUCHA POR LAS OCHO HORAS

Los orígenes del 1º de Mayo

Fue en la ciudad de Chicago, centro de enorme desarrollo industrial del joven capitalismo estadounidense, que los trabajadores alzaron la voz para reclamar por sus derechos.

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La celebración del 1º de Mayo como jornada de reivindicación de la lucha por los derechos de los trabajadores tiene su origen en los trágicos sucesos de Chicago en mayo de 1886. Por esos años los trabajadores cumplían extenuantes jornadas de 10 o 12 horas, en algunos casos hasta de 14, razón por la cual los sindicatos, el Congreso de Trade Unions, en el que se agrupaban los obreros calificados, decidió convocar a una paralización general en reclamo de las ocho horas de trabajo. No se sabe muy bien por qué el día elegido fue el 1º de mayo; lo cierto es que ese día, un sábado, se declararon en huelga centenares de miles de operarios en todo el país. Los principales centros industriales de Nueva York, Chicago, Filadelfia, Milwaukee, Cincinnati, Louisville y Baltimore vieron sus actividades detenidas y a millares de trabajadores en las calles.

Los acontecimientos más dramáticos fueron los de Chicago, ciudad ubicada en el norte de Estados Unidos, importante centro ferroviario y de la industria cárnica y alimenticia. Las crónicas de la época señalan que unas 25.000 personas se concentraron en el parque de la ciudad para asistir a un mitin. Inició la oratoria el periodista Albert Parsons, de Alabama. Era compañero de Parsons el también periodista y emigrado alemán August Spies, director del periódico obrero Arbeiter-Zeitung. Intervinieron también en el mitin Samuel Fielden, inglés, y Michael Schwab, alemán. En sus discursos se fustigó la explotación capitalista y se reclamó una jornada laboral de ocho horas.

Huelga

El lunes 3 de mayo los trabajadores de la fábrica de maquinaría agrícola McCormick Harvesting fueron a la huelga y se concentraron frente a los portones de la empresa. Alertada, la Policía reprimió a los huelguistas con el saldo de dos muertos y 50 heridos. Este acto fue motivo para que al día siguiente los huelguistas convocaran a un mitin en Haymarket. Durante su desarrollo, alguien arrojó una bomba contra la policía que dejó varios muertos.

Los hechos de Haymarket fueron el pretexto para la represión contra los trabajadores y sus organizaciones. Samuel Fielden, August Spies, Michael Schwab, Oscar Neebe, Adolphe Fischer, George Engel y Louis Lingg fueron detenidos por la Policía. El dirigente Albert Parsons se entregó voluntariamente.

Finalmente, el tribunal condenó a muerte a Parsons, Spies, Engel y Fischer y a diversas penas de prisión al resto de los acusados. La sentencia de muerte fue rechazada por una ola mundial de indignación e importantes intelectuales y gobernantes enviaron cartas al Gobierno de Estados Unidos para que se conmutara la pena. Entre quienes protestaron se encuentran los escritores Bernard Shaw y Oscar Wilde, y la Cámara de Diputados de Francia. Nada pudo evitar que se cumplieran las condenas.

Uno de los jurados, ante quien se plantea la inocencia de los acusados, dirá: “Los colgaremos lo mismo. Son hombres demasiados sacrificados, demasiado inteligentes y peligrosos para nuestros privilegios”. El día anterior a la ejecución, a Fielden y Schwab se les conmutaron las condenas por la de prisión perpetua.

Louis Lingg apareció muerto en su celda. Se dijo que se había suicidado, pero nunca se supo exactamente si fue suicidio o asesinato; tenía 27 años y desconocía totalmente el inglés.

Parsons, que será uno de los mártires junto a Fischer, Spies, Lingg y Engel, también condenados a muerte, dirá: “Si es necesario, subiré a la horca por los derechos del trabajo, la causa de la libertad y el mejoramiento de la suerte de los oprimidos”.

Fischer sorprende a los guardias por su serenidad cuando explica: “Este mundo no me parece justo y batallo ahora muriendo para crear un mundo justo”.

Engel dirá: “¿En qué consiste mi crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonan millones otros caen en la degradación y la miseria”.

Spies, al disponerse a morir, saludará proféticamente: “Al tiempo en que nuestro silencio será más poderoso que nuestras voces, que estrangula la muerte”.

En julio de 1889, cuando Francia celebraba los cien años de la Gran Revolución, se reunió en París el Congreso Internacional de Obreros Socialistas, el que terminaría por dejar establecida la Segunda Internacional. Este importante congreso proletario aprobó una moción estableciendo que el 1º de mayo de cada año los trabajadores paralizarían sus actividades para reclamar por la jornada de ocho horas y por sus derechos.

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