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Sociedad jornada laboral | productividad |

Tiempos modernos

Reducción de la jornada laboral está en la palestra

En Uruguay, la implementación de la jornada laboral de seis horas, que además buscaba generar más puestos de trabajo, se aplicó en la industria cervecera.

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Caras y Caretas Diario

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La propuesta del Pit-Cnt dada a conocer en el acto del Primero de Mayo de reducir la jornada laboral, sin pérdida de salario, retumbó como aquella vieja consigna que reivindicaba las 8 horas para el trabajo, las 8 horas para el descanso y 8 horas para el ocio que aún es un horizonte lejano para muchos trabajadores, pero por algunas de las expresiones públicas dadas, sobre todo desde el sector empresarial, la resistencia parece estar en mantener el salario que, entienden, podría ir en contra de la productividad.

Hace pocos días el Congreso Chileno aprobó la reducción de la jornada laboral en un proceso que estiman se irá aplicando a lo largo de cinco años y aunque no es igual a la propuesta lanzada por la central sindical uruguaya, parece haber avivado el debate.

En el acto del 1º de mayo, el presidente del Pit-Cnt, Marcelo Abdala, manifestó que “ya entrados en la segunda década del siglo XXI”, y en vista de que la Ley de ocho horas de 1915 “ya está vieja”, es necesario considerar “la reducción de la jornada de trabajo sin reducción del salario”. Según Abdala, “ya estamos quedando atrasados no solamente en el concierto europeo, sino de nuestros países vecinos de América Latina”.

Fundamentó que reducir la jornada laboral, manteniendo la productividad y el mismo salario, es “permitir una vida más plena del trabajador, estar más con su familia, poder ir a buscar a sus hijos a la escuela, desarrollar actividades de capacitación o disfrutar de otras actividades que hacen a la riqueza de la vida”.

La birra exitosa

En Uruguay, la implementación de la jornada laboral de seis horas, que además buscaba generar más puestos de trabajo, se aplicó en el rubro de la industria cervecera.

Consultado por Caras y Caretas, el histórico dirigente de la bebida y del Pit Richard Read recuerda que “el proceso arranca en 2006, ya con Consejos de Salarios instalados; la empresa nos plantea una reestructura en el área de envasado donde había tres turnos de ocho horas con 25 personas por turno, y como por la reestructura que se planteaban iba a haber una pérdida de 25% de los puestos de trabajo, decidimos estudiar toda la línea del proceso de producción, estudio que llevó unos siete meses, planteamos hacer cuatro turnos de seis horas, mantuvimos los puestos de trabajo y se agregó un compañero más. Empezamos con un plan piloto de tres meses que luego pasó a seis y luego ya estamos en 15 años. Los trabajadores pasaron a trabajar seis horas, pero manteniendo el sueldo de ocho horas. Aumentó la productividad con la mejora de la organización de las líneas de producción y de la maquinaria, logrando una optimización de la mano de obra, todo el mundo trabaja holgadamente sin ‘morir abrazado a la máquina’”.

Esta experiencia hoy es reconocida como una de las exitosas por parte de algunas cámaras empresariales.

«Me matan si no trabajo»

Sobre el valor del trabajo como valor en la sociedad, el poeta cubano Nicolás Guillén planteaba la contradicción en uno de sus poemas expresando: “Me matan si no trabajo, y si trabajo, me matan”.

Laura Sandoval, que integra la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Udelar, recuerda en un artículo para Brecha que el concepto de la "obligación del trabajo" nació con la necesidad de regulación de las políticas laborales en Inglaterra en la baja Edad Media. Así, en la Ordenanza de Trabajadores, una suerte de estatuto del año 1349, se establecía la obligación del trabajo, prohibir la vagancia, estableciendo el trabajo asalariado coercitivamente para niños, mujeres y hombres jóvenes y solteros, sin propiedades y menores de 60 años. Estableció socialmente las categorías entre sirvientes, trabajadores artesanos y vagabundos. Se impuso desde la lógica de las bondades del trabajo asalariado contra la servidumbre y la esclavitud, esa esclavitud del nuevo proletario que Marx describió después.

Sandoval recuerda que ya en el siglo XIX Marx adelantaba un futuro del mercado mundial donde, gracias al desarrollo tecnológico, se obtendrían niveles altísimos de producción, no siendo tan necesario el trabajo humano. Sin embargo, señala Sandoval, "la automatización se realizó en forma arbitraria y discreta por parte de grupos empresariales, es decir, se hizo una sustitución de trabajadores por máquinas, pero sin socializar los beneficios y sin ningún marco de una política planificada. Así el plus de productividad fue apropiado por el capital que utilizó la automatización para reducir el valor del trabajo".

Primeras reacciones

Consultado al respecto, el ministro de Trabajo, Pablo Mieres, dijo en conferencia de prensa que el tema “no está en la agenda del gobierno”. No obstante, aclaró que “eso no significa que en la negociación colectiva, en los distintos sectores de actividad, pueda acordarse la posibilidad de modificaciones al respecto”. Mencionó que, por lo general, la reducción del tiempo de trabajo “está asociada a un componente, que es la productividad”.

A estas expresiones de Mieres, algunos abogados laboralistas de las empresas argumentan que una definición sobre la propuesta no debe llevarse en cabo en los Consejos de Salarios.

Algunas autoridades del gobierno parecen estar afines a generar una instancia en el Parlamento, donde trabajadores y empresarios puedan sentarse a valorar la propuesta, aunque ya las primeras expresiones van mostrando los “nudos” en el debate.

Desde el mármol

Para el senador nacionalista Sebastián da Silva, el problema este en el “cómo”, “para que no se dé una apropiación en el sector privado en la pretensión de que la gente trabaje menos y gane más. Todo lo que tenga que ver con flexibilización laboral va a tener nuestro apoyo y de hecho en muchas empresas el tarjetero (para marcar horarios) ya no existe y se trabaja a productividad, por objetivo, se trabaja en home office pasando a ser las 8 horas un tema del pasado. Debe pasarse al papel para no generar falsas expectativas”.

La senadora Carmen Sanguinetti sostiene que “una reducción de la jornada de trabajado implica un aumento de salario y tenemos que estudiar que tan productivos somos en el país con respecto a otros países, no tenemos espalda para abordar una situación de éste tipo”.

Los legisladores que integran las comisiones laborales consultadas por Caras y Caretas coincidieron en al menos abrir una instancia de debate.

El senador de Cabildo Abierto Raúl Lozano expresó que “si bien no está en la agenda del gobierno, entiendo que es una propuesta digna de analizarse”.

La senadora frenteamplista Amanda Della Ventura lo ve con buenos ojos, priorizando la posibilidad de que implique la generación de nuevos puestos de trabajo.

Por su parte, en la cámara baja, la diputada colorada María Eugenia Rosselló expresó que “en mi caso, estoy de acuerdo en que hay que poner el tema sobre la mesa y empezar a dialogar. Es necesario poder pensar en una transformación de ese estilo, tomando en cuenta que la multiplicidad de sectores y dificultades, tomando en cuenta a los empleadores, un diálogo plural con todas las partes involucradas, hay evidencia muy positiva al respecto”.

El diputado frenteamplista Gabriel Otero dijo que “el futuro del trabajo depende de muchos factores, generalmente se habla de los cambios tecnológicos y su incidencia en los aspectos productivos y en la mano de obra que podría verse perjudicada abruptamente. Entiendo que la reducción de la jornada laboral es una posibilidad cierta. En los ámbitos en que se pueda aplicar, podría traer nuevos desafíos y aportes a una mirada integral y necesaria a la cuestión del trabajo. Trabajo mejor remunerado, jornadas más cortas y Consejos de Salarios que puedan poner sobre la mesa toda la información necesaria por parte de las empresas y sindicatos. Esto podría redundar en un acuerdo sobre productividad que conforme a todas las partes”.

Los empresarios

Diego O’Neill, de la Confederación de las Cámaras Empresariales, expresó que “la mayoría de las empresas redistribuyó las horas de los días sábados entre los otros días de la semana, en la construcción redujeron de 48 a 44 horas semanales; para algún sector puede plantearse, pero con carácter general nosotros no lo vemos, no creemos que el sector productivo pueda soportar una reducción de la jornada laboral con la misma remuneración”.

Consultado por Caras y Caretas, el vicepresidente de la Cámara de Industrias, Gabriel Murara, fue enfático al expresar que “rebajar el horario implica un encarecimiento del salario de un 33% de entrada y Uruguay arrastra de hace años un problema de competitividad, habiendo mejorado la productividad y la tecnología que se necesita una inversión de entre un 4% o 5%, con una legislación laboral no flexible, y en todo caso hay que ver si es aplicable a los bienes no transables. Hubo experiencias exitosas como en la cerveza, pero donde la concentración de la producción resolvió el tema de la competitividad por falta de competencia, y otras industrias como el plástico donde terminaron desapareciendo”.

El presidente de la Cámara de la Construcción, Alejandro Ruibal, prefirió no hacer declaraciones hasta debatir el tema en la cámara.

El presidente Luis Lacalle Pou, aunque no expresó un no rotundo, dijo a los medios que lo consultaron que “una reducción de la jornada laboral “a rajatabla” no le parece adecuada. “No tendría problema en discutirlo si discutimos todo, la carga horaria, la productividad y el salario”.

El mundo que nos vino

Mario aceptó casi con naturalidad las ventajas de trabajar desde su hogar (home office), evitando el traslado hasta la oficina con los costos económicos y el tiempo que implica y a pesar de los primeros dolores de cabeza que implicaban darse cuenta que los costos que evitaba con el traslado se compensaba con los del aumento de internet y el desgaste de su propia computadora, a pesar de que su tarea administrativa a distancia se ejerce gracias al desarrollo tecnológico de las comunicaciones, Mario cayó en la cuenta de que su jornada laboral es más extensa.

Contra todo pronóstico, el desarrollo, lejos de disminuir la jornada laboral, la aumentó, y si bien en Uruguay la legislación es fuerte como para "obligar" a las multinacionales a tomarla en cuenta, el monto del salario finalmente impone las condiciones. Mario trabaja para la multinacional 9 horas diarias en promedio para obtener un salario apenas por encima del mínimo y las horas extras de más que deberían serle computadas se las canjean para no trabajar los domingos.

Tiempo libre, tiempo humano

Aunque el debate de la ley de reforma jubilatoria se centró en los años necesarios para jubilarse y los "ruidos" entre los integrantes de la coalición de gobierno, el debate filosófico sobre el valor del trabajo y el tiempo libre estuvo sobrevolando. Las organizaciones sociales fundamentaban la importancia del tiempo libre para, por ejemplo, poder ejercer el rol de abuelos, expresando en otras palabras lo que el francés Jean-Luc Melénchon, de cara a discutirse la reforma jubilatoria en Francia, argumentaba: "El tiempo libre es cuando tenemos la posibilidad de ser plenamente humanos. Marx afirmó que la libertad solo comienza allí donde cesa el trabajo determinado por la necesidad". "Reducir la jornada laboral o los años de aportes exigidos no significa bajar la productividad", recuerda Laura Sandoval, advirtiendo que en general se asocia la productividad con la cantidad de horas humanas trabajadas. Como ejemplo cita que tres de los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con mayor productividad y altos niveles de bienestar de su sociedad como son Noruega, Dinamarca y Alemania, tienen un promedio de horas por persona trabajadas anualmente inferior a 1.390.

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