En otras palabras, se trata del hambre, parte de un proceso de infantilización de la pobreza, que llegó a niveles críticos tras la crisis de 2002, pero que se venía procesando desde más allá en el tiempo.
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De esa situación desesperante partió el programa Uruguay Crece Contigo, que opera en la órbita del Mides. Pese a no haber podido erradicar un drama que es estructural, entre 2012 y 2015 subió de 28% a 45% el índice de seguridad alimentaria en niños. Pese a los esfuerzos realizados por el programa, la OPP reportó que a comienzos de 2016, 4% de los niños menores de cuatro años todavía vive en hogares con alta inseguridad alimentaria. No obstante, el programa de Acompañamiento Familiar (auxiliar del Mides), que duró tres años, mejoró 50% la diversidad de alimentos y la frecuencia en las que se consumen, 91%.
El programa permitió bajar el índice de anemia en una población de 3.680 menores de cuatro años, cifra que ahora se ubica en 11%.
A comienzos de 2016, un total de 18.659 beneficiarios directos y 28.430 indirectos habían sido atendidos por Uruguay Crece Contigo, incluyendo también trámites de documentación para embarazadas y el seguimiento del carné de vacunas.
El último informe de Unicef, de 2016, estimó que el indicador de pobreza infantil, que en 2006 era de 50%, había descendido a 18%. Sin embargo, sigue siendo más del doble de la pobreza en adultos, que en 2015 era de 7%.
La especial atención que Uruguay Crece Contigo dedica a las madres embarazadas y a los niños hasta los cuatro años se basa en que ese período es clave para el desarrollo físico, neuronal y emocional de los seres humanos. Los daños que se generan en esta etapa son irreversibles y los costos individuales, familiares y sociales de ese rezago se pagan con rezago, pero inexorablemente.