Por Víctor Carrato
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Los principales dirigentes regionales buscan generar una agenda común, que analice los fenómenos que limitan el acceso de una parte significativa de la población al goce efectivo de sus derechos y al bienestar, y que reproducen la desigualdad, obstaculizando el avance hacia un desarrollo social inclusivo.
Tal fue el objetivo de la Tercera Reunión de la Conferencia Regional sobre Desarrollo Social de América Latina y el Caribe que se llevó a cabo en México, entre el 30 de setiembre y el 3 de octubre pasado. Ella fue organizada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el gobierno de México y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
La Cepal considera que existen al menos ocho nudos críticos a considerar en esta agenda. Entre ellos la persistencia de la pobreza, las desigualdades estructurales, el déficit de trabajo decente y de protección social, la insuficiente inversión social, las diversas formas de violencia y los desastres y el cambio climático están impidiendo a la región alcanzar un desarrollo social inclusivo.
Pobreza en América Latina
Según los últimos datos de la Cepal, en 2017 el número de personas en situación de pobreza en América Latina ascendió a 184 millones, equivalente al 30,2% de la población, de los cuales 62 millones (10,2% de la población) se encontraban en situación de pobreza extrema.
En Uruguay la pobreza llegó a 40,96% en el año 2004 y la indigencia era del 6%. Sin embargo, los últimos tres gobiernos lograron llevar la pobreza al 8,1% y la indigencia al 0,1%, en 2018, según los datos publicados en marzo de 2019.
Nuestro país está más de 22 puntos porcentuales por debajo del promedio regional en cuanto a pobreza y más de 10 puntos porcentuales en indigencia.
De todas maneras, Uruguay tiene aún 279.393 pobres y 3.449 indigentes, según las cifras oficiales.
Uno de los principales problemas actuales es la desigualdad en la distribución del ingreso en la región. Entre 2002 y 2017 hubo una reducción del índice de Gini (de 0,534 a 0,466), aunque el ritmo de descenso se enlenteció a partir de 2014.
El coeficiente de Gini es una medida de la desigualdad. El coeficiente de Gini es un número entre 0 y 1, en donde 0 se corresponde con la perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y donde el valor 1 se corresponde con la perfecta desigualdad (una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno). El índice de Gini es el coeficiente de Gini expresado en referencia a 100 como máximo, en vez de 1, y es igual al coeficiente de Gini multiplicado por 100.
América Latina y el Caribe sigue siendo la región más desigual del mundo, y las desigualdades asociadas al estrato socioeconómico se suman a las desigualdades de género, étnicas, raciales, territoriales y aquellas relacionadas con las diferentes etapas del ciclo de vida de las personas, conformando los “ejes estructurales de la desigualdad social en la región”, dice la Cepal.
Uruguay, el menos desigual
Uruguay, de acuerdo a las estimaciones de la Cepal en 2017, es el país que registra un menor porcentaje de pobreza, con un 2,7% de su población viviendo en esta condición, mientras que el gobierno uruguayo estimaba esta cifra al 7,9%.
La Cepal explica que la baja en Uruguay es producto de las pensiones y transferencias recibidas por los hogares de menores recursos, el mismo modelo adoptado por Costa Rica (15,1%) y Panamá (16,7%).
Chile, con un 10,7% (frente al 8,6% de la medición oficial) es el segundo país con menor pobreza de la región. Una disminución que estuvo asociada al aumento de los ingresos laborales en los hogares de menores recursos.
La menor diferencia entre los ingresos extremos de la población en Uruguay respecto a la región se explica no solo porque a nivel local los más pobres concentran un mayor porcentaje del ingreso generado en el país, sino también porque los ricos concentran el menor porcentaje en comparación con el resto de los países. Los casos extremos en el continente se dan en Honduras -donde al 20% más pobre de la población solo le corresponde 3,5% del ingreso generado-, y Brasil -donde el 20% más rico concentra 55,1% del ingreso total-.
La pobreza en el modelo Macri
Los recientes datos oficiales dados a conocer en Argentina muestran que, mientras en el mundo la pobreza disminuye, en el vecino país aumenta.
La pobreza alcanzó al 35,4% de la población durante el primer semestre de 2019, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).
La población que vive por debajo de la línea de pobreza estaría afectando a 15,9 millones de habitantes, entre los cuales se encuentran 3,4 millones de personas que son indigentes, en base a una estimación de habitantes del orden de los 45 millones de argentinos.
Es decir, que hoy en la Argentina hay más de ocho veces la proporción de pobres que había en 1974 (4%). Uno de los datos más duros, que además condiciona el futuro del país, es que uno de cada dos niños es pobre, según los datos a 2018 del último informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA); estos datos se estiman que aumentarán, ya que la situación económica empeoró.
Brasil, con más pobres
La pobreza de Brasil crece y alcanza a 55 millones de personas.
Equivale al 26,5% de la población e implicó que unos 2 millones de personas pasaran a esa condición, según datos oficiales.
En Brasil, el número de personas en la línea de extrema pobreza aumentó del 6,6% de la población en 2016 al 7,4% en 2017, pasando de 13,5 millones a 15,2 millones. Los porcentuales significan variación de 52,8 millones de personas a 54,8 millones, según los últimos datos de diciembre 2018, según datos revelados por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE), basados en parámetros del Banco Mundial.
Esa cifra de pobres en Brasil supera a la población total de países como Colombia, Argentina o España.
Casi la mitad de los pobres están en la región nordeste, donde ese porcentaje sube al 44,8% de la población.
Los datos del estudio están basados en parámetros del Banco Mundial, que considera en situación de pobreza a aquellos ciudadanos que sobreviven con hasta US$ 5,5 al día o menos de 406 reales al mes (unos US$ 127 al tipo de cambio promedio de 2017).
Brasil, un país de 208 millones de habitantes, vivió en los últimos años una de las peores recesiones de su historia, con una gran destrucción de puestos de trabajo, tras una década de vertiginoso crecimiento gracias, en gran parte, al auge del precio de las materias primas.
Según el IBGE, la extrema pobreza, aquellos que viven con menos de US$ 1,90 al día, pasó de 13,5 millones en 2016 a 15,2 millones en 2017, el 7,7% de la población.
El estudio también destaca el alto índice de desigualdad en Brasil: en 2017, el 10% más rico ganó unas 17,6 veces más que el 40% más pobre.
Los ocho nudos críticos y desafíos emergentes del desarrollo social inclusivo identificados por la Cepal son:
1) la persistencia de la pobreza y de la vulnerabilidad a la pobreza;
2) las desigualdades estructurales, injustas e ineficientes y la cultura del privilegio;
3) las brechas en el desarrollo de capacidades humanas -educación, salud y nutrición- y de acceso a los servicios básicos;
4) los déficits de trabajo decente y las incertidumbres asociadas a los cambios tecnológicos en el mundo del trabajo;
5) un acceso aún parcial y desigual a la protección social;
6) una institucionalidad social en construcción;
7) un nivel de inversión social insuficiente; y
8) nudos emergentes: diversas formas de violencia; creciente exposición a desastres y a los efectos del cambio climático; transiciones demográfica, epidemiológica y nutricional; migraciones, cambios tecnológicos y nuevas capacidades requeridas.