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Editorial

Ya sos más pobre

Por Leandro Grille.

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Es muy importante darse cuenta de lo que va sucediendo en tiempo real y no ser avasallado por la inmensa cantidad de distracciones que ofrece la cotidianidad, multiplicada por la histeria informativa de las redes sociales que, como si fuera la materialización del Aleph de Borges, nos presenta todo al mismo tiempo, sin superposiciones, y desde todos los puntos vista, sin la posibilidad de jerarquizar y simplemente descartar lo que no hace a la cosa que va a afectar el rumbo del país y la vida de la gente. Nuevamente parafraseando a Borges, ahora en “Funes, el memorioso”, hay que pensar, y pensar es generalizar, abstraer y olvidar detalles y anécdotas intrascendentes.

El primer acontecimiento insoslayable de la semana de asunción fue la despedida de Tabaré Vázquez el viernes pasado en la plaza Lafone de La Teja. Tabaré deja su segundo gobierno con un nivel de popularidad histórico y en un acto de masas imposible para ningún otro mandatario fuera del Frente Amplio de los últimos 50 años. Para colmo, su discurso no fue de jubilación y despedida, sino de afirmación de la militancia, repaso de conquistas y de las condiciones en la que deja el gobierno. Su oratoria, por cierto, concluyó declamando un poema que transporta un mensaje de resistencia directo al pensamiento y corazón de los frenteamplistas: no se rindan. Que es básicamente decir que lo que viene es un tiempo de lucha y no de retirada a cuarteles de invierno.

El segundo gran acontecimiento es la propia asunción del nuevo mandatario en una celebración de la ultraderecha continental. Es imposible obviar que los mandatarios que vinieron a acompañar a Lacalle Pou conforman el club selecto y diminuto de lo más reaccionario de América Latina: en particular, Jair Bolsonaro, Sebastián Piñera e Iván Duque, tres verdaderos fascistas, y el secretario general de la OEA, Luis Almagro, un converso alineado directamente con el Departamento de Estado del impresentable de Donald Trump. Este marco de la asunción se reprodujo en las calles, donde el público presente reflejaba lo más a la derecha de la base social de la coalición, desde el ruralismo conservador, la pituquería más rancia y hasta apologetas de la dictadura.

Dentro de la ceremonia de asunción, el contenido del discurso del presidente, salvando naderías y lugares comunes, fue claro en objetivos económicos de ajuste fiscal y devaluación. Es más: la insistencia en las últimas semanas en expresiones tanto por parte de Lacalle Pou como de sus colaboradores y los medios afines sobre el valor del dólar están detrás de la devaluación. ¿Qué otra cosa puede esperarse si en sus primeras declaraciones como mandatario el mismísimo presidente afirma que “el dólar debería estar más arriba”? Lo que podía pasar, sucedió. Un conjunto de actores con capacidad de incidir en el tipo de cambio armaron posiciones en dólares, el Banco Central se cuidó mucho de intervenir y el dólar se disparó en cuestión de días.

El tercer componente central para el análisis es la enorme dificultad de la coalición para concertar una política de gobierno. Hay que observar con detenimiento cómo se desenvuelven los actores políticos de ahora en adelante, pero, para poner un ejemplo, mientras un fanático como Isaac Alfie mandó de arranque una carta imperativa y hasta insolente a los directorios de las empresas públicas, todavía conformados mayoritariamente por las anteriores autoridades -porque las nuevas todavía no fueron designadas-, para forzar un aumento de tarifas, el propio ministro de Ganadería se comportó como un representante directo de los intereses de las patronales del campo y les pidió que posterguen el ajuste para su sector. Hago notar que este mismo señor Uriarte se había referido pocas horas antes a la ley de 8 horas para los trabajadores rurales, aprobada durante el gobierno de José Mujica, ratificando la vigencia de su oposición a esa legislación que protege a los peones del campo. Y tampoco olvidemos, además, que Uriarte hace bien poco, ya habiendo sido designado para el gabinete de Lacalle Pou, había justificado al propietario de un establecimiento rural que había conectado a 220 voltios el alambrado de su campo derivando en la muerte por electrocución de un chiquilín de 15 años.

No hay un verdadero gobierno de coalición porque la coalición no tiene ningún tipo de funcionamiento orgánico. Hay un gobierno de un presidente que representa a un sector del Partido Nacional, el herrerismo, y que se conduce con los partidos que conforman su armado multicolor mediante diálogos bilaterales con sus principales dirigentes. Diálogos que evidentemente incluyen cambios de figuritas, y esa es la razón de peso por la cual no se han podido designar multitudes de responsabilidades claves. El funcionamiento de esta coalición es imprevisible, sus verdaderos acuerdos son un misterio, y por ese motivo la Ley de Urgente Consideración todavía no ingresó al Parlamento.

En síntesis: es notable la velocidad de los acontecimientos. El domingo asumió Luis Lacalle Pou y el inicio del gobierno de coalición no podía ser más caótico en su desempeño, pero, por el contrario, la orientación de la política económica es tan clara que ya ha logrado que el conjunto de la población uruguaya sea más pobre para final de mes. Vos podés preguntarte cómo lo hicieron si todavía no enviaron ni la farragosa Ley de Urgente Consideración, y es tal la desorganización que una cantidad impresionante de cargos claves en el gobierno central y en las empresas públicas ni siquiera han sido designados. Pues bien, todo eso es cierto, pero en pocas horas de gobierno han promovido y permitido que la cotización del dólar suba unos cuantos pesos y, a la vez, están orquestando un aumento general de tarifas que va a encarecer la economía de los hogares y los costos de producción. Si sumamos la devaluación en curso con el aumento tarifario inminente, el impacto sobre la inflación por la vía directa e indirecta va a ser sustancial. En otras palabras: tu sueldo real ya se redujo, y se reducirá aún más. Y no han pasado ni siete días.

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