Son la 7 de la mañana del miércoles 26 de junio. Todavía estoy atontado por el cúmulo de gansadas que dijo Larrañaga en el promocionado debate que mantuvo con Carolina Cosse.
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Es más, quedé pensando que es posible que haya gente que crea la tontería de que cierra un tambo cada 40 minutos, es decir, 36 tambos por día, 1.080 tambos por mes o 13.000 tambos por año.
Basta abrir Google para conocer las cifras verdaderas que cuestionan no sólo la atención que este y todos los gobiernos de los últimos treinta años han prestado a la lechería, sino al propio negocio del tambo, al menos con las características, la tecnología, las dimensiones y el mercado con que se desenvuelve en Uruguay.
Pero nada que ver con las cifras que con autoridad expuso Larrañaga. Es más, a juzgar por los números de los últimos 30 años, se tardaría 120 años en llegar a los 13.000 tambos que cerró Larrañaga solamente en 2018.
La cifra de Larrañaga es una auténtica fake new, pero Larrañaga es inimputable. A nadie se le ocurriría hacer la denuncia porque esta terminaría fatalmente en un peritaje del que Larrañaga no saldría ileso. Ni que hablar que sus afirmaciones sobre salud pública demuestran una ignorancia monumental.
Tal -por ejemplo- su asombro de que la gente se muera por ACV. Yo no sé si Larrañaga sabe lo que es un ACV, en verdad creo que no tiene la menor idea. Pero para desasnarlo, trataré de explicarlo en una versión para brutos. ACV es la sigla de un accidente cerebrovascular Este puede ser la muerte brusca de un pedazo de cerebro por falta de irrigación sanguínea o la hemorragia cerebral en la que se colecciona sangre en una cavidad rígida e inextensible(el cráneo). Nadie se puede sorprender de que un persona muera por semejante incidente que, por otra parte, es la segunda causa de muerte en el mundo y la tercera en Uruguay. Es probable que se pueda hacer más de lo que se hace para actuar en una emergencia de estas características, puede culparse a la arteriosclerosis, a los aneurismas congénitos, a la diabetes, al colesterol, a la hipertensión arterial, al cigarrillo o a la obesidad, pero nadie en su sano juicio puede achacarle al gobierno ninguna responsabilidad en la muerte de 7 personas por día por ACV. Solamente Larrañaga y el nabo que le pasó el dato. Tampoco se puede atribuir al gobierno el hecho de que se escape un preso. Presos se han escapado de todas las cárceles y con todos los gobiernos del mundo. Es más, todos los presos sueñan con escaparse. Hay películas célebres que muestran el ingenio y la creatividad de los presos para imaginar y realizar una fuga, además de la incapacidad y torpeza de los guardias para evitarla. Pero ni una fuga de la memorable cárcel de Sing Sing hubiera justificado hacer responsable al gobierno de los Estados Unidos.
Podría aburrirme y aburrirlos hablando de las afirmaciones y el tono pendenciero de Larrañaga anoche en el debate, pero creo que no da para mucho más, porque su adversaria lo trató como una señora, sin caer en las provocaciones machistas de su rival y sin salirse de lo que quería decir a la audiencia en la ocasión.
No obstante, quiero hacer mención a la insistencia de Larrañaga en señalar que algunos actos de corrupción y de inseguridad sólo pasan en el gobierno del Frente Amplio. No sé si recordará que durante el último gobierno blanco se les incendió el Palacio de la Luz, que durante la huelga de la Policía el presidente Lacalle y Carlos Moreyra debieron bajar por las escaleras y a oscuras en la torre Libertad porque los habían dejado sin luz, que cuando su pollo Juan Andrés Ramírez era ministro del Interior desaparecieron a Berríos y lo mataron, ante lo cual el gobierno ocultó cuidadosamente los hechos y ascendió a por lo menos dos de los militares que luego fueron procesados en Chile por hallarlos la justicia chilena involucrados en el crimen. Que en el Filtro prepararon una emboscada que terminó con un muchacho asesinado por la Policía. Que el autor intelectual de la misma fue Gianola, el odiado ministro del Interior de Lacalle. Que el presidente del Banco de Seguros y el secretario de la Presidencia fueron a la cárcel por la estafa con la marca que numeraba los autos asegurados, que el primer ministro de Economía de Lacalle fue preso, por hallársele responsable de varios delitos, que la estafa de Focoex hizo que se trajeran a Uruguay equipos españoles que aún hoy, treinta años después, permanecen en cajones por haber resultado inservibles. Que no hay cómo no recordar la quiebra del Banco Pan de Azúcar, la entrada de los hermanos Rohm al Banco Comercial y los vínculos estrechísimos de Lacalle con la secta Moon y con el Charleta Guldenzoph.
Pero voy al grano.
En estos días lloramos, junto con otras pérdidas, como la de Carmen Tornaría y Jorge Brovetto, la partida del gran historiador Carlos Machado.
Hemos revisitado, motivados por su muerte, su libro Historia de los Orientales, publicado en el año 1973, que también fue el del golpe de Estado.
En esas páginas, el historiador socialista mostró, con ejemplar rigor y objetividad, la grandeza del general Manuel Oribe, seguidor de Artigas, defensor de los charrúas, fundador del Partido Blanco o Nacional bajo el lema «Defensores de las Leyes», fundador de la Universidad, libertador de los esclavos y víctima del primer golpe de Estado, dado en 1836 por Fructuoso Rivera, fundador del Partido Colorado.
En Machado leemos también la epopeya de la heroica Paysandú (masacrada para seguir rumbo a Paraguay, a hacer la genocida guerra de la Triple Alianza), liderada por el general Leandro Gómez, asesinado por los imperios y sus lacayos, Venancio Flores y el Goyo Jeta. Repasamos la vida de Aparicio Saravia, que les tiró a los mercaderes que infectaban el Honorable Directorio de entonces nada menos que los títulos de sus tierras para financiar la revolución por las libertades del sufragio y que después ofrendó su propia vida. A mí me han dicho familiares directos del general Saravia que fueron tiradores de ese Honorable Directorio los que lo mataron, como también dicen que fueron blancos los que terminaron con la vida de Villanueva Saravia.
El socialista Machado nos habla con sobria admiración de Luis Alberto de Herrera, que más allá de su conservadurismo, de su complicidad con la dictadura de Terra y de su simpatía por el franquismo, renunció a los honores y la riqueza para venir a pelear con Aparicio; fue un insigne historiador designado «Fundador del Revisionismo Histórico Latinoamericano» por varias academias, y murió pobre y traicionado por comadrejas coloradas y reptiles blancos.
Sobre Wilson he escrito mucho y no dudo en decir que era un ser excepcional. Creo, por lo que me ha referido Juan Raúl, que sus conversaciones conmigo en horas de exilio están prolijamente anotadas en sus notas. Espero no haberle dicho ningún disparate.
Tal vez en mis notas he omitido mencionar figuras como Carlos Roxlo, Lorenzo Carnelli, Carlos Quijano, Luis Pedro Bonavita, Basilio Muñoz, Paco Espínola, Francisco Rodríguez Camusso, Eduardo Víctor Haedo, Adolfo Aguirre González, Héctor Gutiérrez Ruiz y un largo etcétera. Algunas de ellas son enumeradas por Machado. Quizás a algunas las he mencionado alguna vez.
Deténgase el lector y repase la lista.
¿Qué tienen que ver los enormes líderes y los grandes patriotas que he señalado con gente como Pompita Lacalle Pou, Larrañaga, Enrique Antía o con Juan Sartori?
Si es verdad que todos los uruguayos tenemos un blanco o un colorado en el alma, debo confesar que mis simpatías estuvieron siempre con los blancos por su nacionalismo, su carácter patriótico, su sentido de la soberanía, su antiimperialismo. Las historias de héroes de a caballo enfrentando luchas desiguales forman parte de la mejor historia nacional. Es más, siempre pensé que cuando se creó el Frente Izquierda de Liberación, alentado por el triunfo de la Revolución cubana, este incorporó blancos como Bonavita, Aguirre González, Paco Espínola y Ariel Collazo, justamente por su fuerte convocatoria a la liberación nacional y su rechazo al imperialismo norteamericano.
Los blancos, su épica, sus levantamientos rurales, sus gestas heroicas, su defensa de las leyes, su liturgia, sus lanzas, sus divisas y sus cargas de caballería parecen salidas de un cuento. Es más, hay cuentos maravillosos escritos por Javier de Viana y canciones conmovedoras como las que canta Tabaré Echeverry, que hacen lagrimear al más duro. Sorprenden algunas de las filmaciones más que artesanales de la Revolución de 1904 que hay bien guardadas y digitalizadas en el archivo del Sodre.
Pero estos blancos de ahora dan pena.
No hay forma de comparar a Basilio Muñoz, que a los 75 años se fue a caballo a pelear a Paso de Morlán contra la dictadura de Gabriel Terra en una revolución que duró 9 días, con la mayor hazaña de Pompita, que creo que fue hacer la bandera en un poste en su primera campaña electoral, o las mejores hazañas de Ignacio de Posadas, que fue crear empresas offshore y sociedades panameñas para facilitar el lavado de activos.
No se pueden comparar estos pitucos de la Tahona con esos gauchos semidesnudos, que describe tan bien Ana Ribeiro, que iban a pelear con Saravia cuando el agua se congelaba por el frío de la madrugada.
«Estos no son blancos, el partido Blanco o Nacional murió con Wilson el 15 de marzo de 1988», me han dicho muchos amigos todos estos años, y la verdad es que viendo lo que vemos, hay que darles la razón.
Estos precandidatos supuestamente blancos dan vergüenza ajena.
Pero no solamente no son dignos de Oribe, ni de Leandro Gómez, ni de Aparicio Saravia, ni herreristas, ni wilsonistas, ni blancos; lo peor de todo es que, como han demostrado varias veces a pleno sol en estos últimos días, no son más que una bandita incoherente, patoteril, neoliberal, voraz, rapaz, totalmente incapaz de gobernar, o al menos de gobernar bien o para la gente.
¿Alguien duda de la veracidad de lo que digo?
No hay ninguna maldad y nada de lo que digo está inspirado en algo de rencor partidario.
Por el contrario, tenía hasta anoche bastante aprecio por Larrañaga. Pero era otro Larrañaga el que yo conocía….El que apoyó el voto verde no se parece en nada a este que va a ser furgón de cola del herrerismo, como lo fue en las elecciones pasadas y como lo será en los próximos cuatro años si llegaran a ganar.
Hasta ellos, que se aborrecen mutuamente, todos contra todos, saben bien la ambición y la mezquindad que los motiva y por eso esta erupción demencial y violenta contra Juan Sartori, porque les vino, reitero, a sacar una parte de un asado que ya habían repartido hasta la última achura.
Me acuerdo de una consigna colorada de 1965: «Ahora que demostraron lo que son…». Mostraron no la hilacha, sino todo el paño.
Vamos a ampliar conceptos, ayudados por profesionales.
La naturaleza de los blancos
La última magistral columna de Oscar Bottinelli en El Observador se titula « Entre libres y consanguíneos. A los blancos les queda la necesidad de debatir su naturaleza política «.
Ahí, a la luz de la tremenda conflictividad que tiene esta elección interna para los blancos, a raíz del «surgimiento de un candidato presidencial sin trayectoria anterior en el Partido, residente en el exterior hasta muy cerca de lanzar su candidatura, aunque de raigambre familiar en la colectividad blanca», reflexiona sobre la evolución de dicha colectividad y sobre «qué pretende ser hacia el futuro» .
Comienza señalando que «durante largas décadas la colectividad blanca se autodefinió como una colectividad de hombres libres, característica que llegó a su clímax durante el liderazgo de Wilson Ferreira Aldunate (…) se es blanco sin necesidad de registro. No se necesita un carné para ser blanco o ser considerado blanco».
Enseguida recuerda que se trataba de un partido de tranqueras abiertas, lo que le posibilitó abrir las puertas del lema a la Liga Federal de Acción Ruralista en 1958, y con ese gesto permitir la entrada de sujetos de origen colorado como Benito Nardone (que llegó a ser presidente del Consejo de Gobierno por el Partido Nacional), Juan María Bordaberry Arocena y Ricardo Planchón (que fueron senador y diputado por el PN, respectivamente), entre otros.
Muchos años más tarde, en 1989, la candidatura de Alberto Zumarán abrió el lema al Movimiento Social Cristiano, escindido del Frente Amplio, encabezado por los exdiputados Daniel Sosa Díaz y José Luis Veiga.
Era muy claro que no se ponían trabas a la entrada de la gente, ni por la derecha, ni por la izquierda.
En las elecciones pasadas, las de 2014, sin ir más lejos, el Partido Nacional concurrió a las elecciones internas con cuatro candidatos perfectamente «bendecidos» por todas las formalidades y liturgias partidarias: Luis Alberto Lacalle Pou («Todos»: alianza del herrerismo con otros grupos nacionalistas); Jorge Larrañaga (Alianza Nacional); Alfredo Oliú y Álvaro Germano. Este último, que tuvo sus espacios en TV y todo, es lo que antes llamábamos un «rico tipo». Un sujeto pintoresco y canchero (por no decir chanta), de unos 60 años, que fue en su juventud militante del grupo ultraderechista Juventud Uruguaya de Pie (¡sí, de la JUP!), y toda su vida integrante del Partido Colorado. Pueden verse en internet los videos que grabó y creo que alguno lo muestra tocando con su orquesta de rock en la Plaza Libertad en plena campaña. Tuvo uno o dos locales en Montevideo y ahí recibió la visita de los otros candidatos (Pompita, el Guapo, Oliú chico, y varias veces Carlos Julio Pereyra, que le había dado su bendición, como ahora se la da a Cuquito), sin negar nunca, cuando se le preguntaba, que toda su vida había sido un orgulloso y derechoso militante del Partido de Rivera. Nunca a nadie se le ocurrió patotearlo, aunque es verdad que nunca tuvo la más mínima posibilidad de ganarles a los que reparten y se reparten el bacalao.
El Partido Nacional siempre fue un partido de hombres libres. Pero, advierte Bottinelli, «en los últimos tiempos operó un movimiento inverso» (…) «el Directorio crea el registro de afiliados, reglamenta el reconocimiento de las agrupaciones nacionales y de las agrupaciones departamentales, y establece mínimas exigencias de afiliación para las candidaturas (…)».
A continuación, Bottinelli se refiere a la llegada del anticristo: «Algo más de seis meses atrás entra en escena la candidatura de un joven, afiliado como un mes antes y postulado por una agrupación reconocida muy poco antes, pero encabezada por una figura que fue por el nacionalismo presidente de la Cámara de Representantes, diputado en tres legislaturas y precandidato presidencial (se refiere al ciudadano Alem García).
Otro dato: el joven que ocupa la escena es un joven que vivió los dos tercios de su vida en el extranjero y retornó al país casi sobre el lanzamiento de la candidatura. Cabe agregar, de una fortuna personal extraordinariamente grande para las medidas uruguayas, con capacidad para financiar su propia campaña sin restricciones».
Y acá se vino el estallido: «Esta candidatura ha provocado un formidable enojo, fenómeno psicopolítico que merece más adelante -cuando el ciclo electoral haya quedado atrás y se calmen las aguas- un estudio muy riguroso. El máximum del enojo ocurrió el domingo 16 en el Puerto de Montevideo, en lo que en términos modernos cabe calificar de “ninguneo” activo y duro».
A continuación, Bottinelli destaca que al joven Sartori se le acusa de no ser blanco o no ser tan blanco, ser un advenedizo incrustado en el Partido Nacional.
A las que Bottinelli menciona, cabe agregar que es un promotor de «fake news», que promueve una campaña insultante y anónima contra Pompita Lacalle Pou, y que tiene una fortuna a su disposición que le permite ganar votos a fuerza de dinero.
Pero Bottinelli se plantea otras cuestiones: «Ahora bien, más allá de este candidato, más allá de la discusión y de los enojos presentes, lo que al Partido Nacional le queda es la necesidad de un amplio debate sobre su naturaleza política. Primero que todo, si pretende ser un partido de puertas abiertas, donde quien quiera entre, y para entrar no se necesita ser blanco (como los colorados ruralistas o los socialcristianos), o un partido de pertenencia, un partido en el cual entra quien se considera perteneciente al mismo y especialmente a lo blanco, a su historia, a su sensibilidad. Es tan legítimo lo uno o lo otro, y cada partido adopta el criterio con el que más cómodo se sienta o esté más cerca de sus convicciones políticas».
Con todo respeto por el eminente politólogo, yo creo que dio en el clavo con que lo principal es ver la naturaleza política de los que hoy se dicen herederos de las glorias y tradiciones del Partido Blanco o Nacional.
Tienen que transparentar lo que piensan, las características que va a tener su gobierno, su programa, sus aliados, y su proyecto de país. Si no lo hacen, o no lo hacen con claridad, hay que pensar lo peor.
A no engañarse, estos blancos son de mentira, vienen a recortar salarios y jubilaciones, a destruir o enajenar las empresas públicas, a aplicar la motosierra.
Vienen a restaurar el país del cual logramos salir con 15 años de exitoso gobierno del Frente Amplio.
Exitoso, porque durante ellos se reformó la salud, se protegió a los más débiles, se abatió la pobreza y la marginalidad.