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MUNDO URUGUAY

Argentina: el eco de los cacerolazos

Este pasado mes de diciembre se cumplieron 15 años de las jornadas recientes más trágicas de la Argentina, que terminaron con 39 personas muertas y una crisis social y económica devastadora. El vecino país hoy se enfrenta con algunos de estos fantasmas, y se llama a reflexión.

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Por Leo Nicolini

Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes. La frase que suele atribuírsele a Einstein, pero que forma parte de erario colectivo, repica en Argentina con más fuerza que nunca. Solo pasaron 15 años de los acontecimientos que en 2001 llevaron a la crispación social que inmediatamente asociamos con las palabras corralito, saqueos y cacerolazos, y que derivó en 39 personas muertas, víctimas de represión. Las fechas 19 y 20 de diciembre del año 2001 se recuerdan en Argentina con profundo dolor: El de un pueblo que vivió la impotencia de no poder evitar llegar a tal extremo de distanciamiento por parte de sus gobernantes. Se vincula con el desencanto por la política; por la torpeza y mezquindad de la clase política que dejó al país llegar a una de las peores situaciones sociales de la historia argentina. Este diciembre se conmemoraron 15 años de aquellos trágicos y repudiables acontecimientos, y los argentinos, en este año que tiene mucho en común con aquél que se creía completamente superado, hoy recuerdan, se lamentan y se preocupan por la posibilidad de no haber aprendido tamaña lección. Traer a la memoria aquellos hechos, que tanto afectaron a nuestro país a su vez, directa e indirectamente es prácticamente una obligación. MUNDO URUGAYO recorre hoy en forma de crónica aquellas horas de incertidumbre y amargura.   A LA CALLE EN DICIEMBRE Para el despertar del 19 de diciembre de 2001, a dos años apenas de asumir el Poder, el presidente Fernando De la Rúa gobernaba con saqueos, estado de sitio, por lo menos cinco muertos, el Congreso activamente opositor y sin una salida política o válvula de escape por el agotamiento del modelo económico neoliberal aplicado, sobretodo enfocado en la ilusión de la Convertibilidad, que ponía en igualdad de valor la moneda nacional frente al dólar y se venía aplicando desde hacía 11 años. Ante su agotamiento y la crisis generada por la falta de moneda extranjera (el eterno problema económico argentino de atesoramiento en moneda extranjera por parte de la población), se había dictaminado la aplicación del Corralito, una disposición que restringía la extracción de billetes de los bancos, implementada a comienzos de diciembre, diseñada por el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo, había llenado las calles de filas de gente desesperada y desesperanzada que rogaba por su dinero. De los miles de desencadenantes puntuales de los saqueos se puede mencionar, una promesa incumplida de entrega de bolsones de alimentos por parte del Ministerio de Desarrollo Social impulsó, el 13 de diciembre, la organización de la séptima huelga de las dos CGT y la CTA, a la que adhirieron sectores de clase media ―que no solían participar de manifestaciones― y también de aquellos que no tenían sindicatos. Comenzaban saqueos en todo el país. El conurbano bonaerense ardía en el conflicto. También se unieron los grandes centros urbanos de otras provincias, como Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero, Santa Fe, hasta Tierra del Fuego y ciudades del Gran Buenos Aires como La Plata, Mar del Plata, Quilmes, Lanús, Ramos Mejía y Castelar. Los saqueos en pequeños y medianos supermercados comenzaron en la madrugada. En todo el país, desencadenados por la desesperación, en busca de comida. De la Rúa era insultado y golpeado su auto mientras la Cámara de Diputados desconocía los superpoderes del ministro de economía. De madrugada con la renuncia de Cavallo, se desataba el cacerolazo masivo. El poder estaba quebrado. Los números rojos de la economía alcanzaban niveles récord, con una desocupación del 18 % y más del 40 % de pobreza. Con una industria paralizada y la desilusión de todo un país, la enorme recesión económica culminó en ese cacerolazo masivo que duró toda la noche y que sería el factor desencadenante de la renuncia del presidente De la Rúa al día siguiente. Imágenes de desbordes sociales que se multiplicaban espontáneamente, con testimonios de personas que alcanzaron el límite total de contención y se lanzaron a conseguir comida, pero principalmente a demostrar el grado de indignación y desborde tomando todo a su paso. En Buenos Aires miles de personas se reunían frente a supermercados mientras la Guardia de Infantería de la provincia se aprestaba a reprimir. Al final del día los comerciantes habían bajado las persianas en todas las grandes ciudades de la Argentina, por miedo a oleadas de personas saqueando masivamente los negocios. Los cuadros eran de ese tipo en todo el país: En Concepción del Uruguay 1.000 personas reclamando alimentos. Los supermercados sacaban a la calle los productos para evitar violencia. La gente recogía y saqueaba como niños rompiendo una piñata mientras que la Policía trataba inútilmente de ordenar una distribución. Ya se había superado el punto de quiebre. La Policía comienza a reprimir con balas de goma y plomo y gases. En rosario se comete uno de los asesinatos más emblemáticos de las jornadas: Claudio Lepratti, profesor de Filosofía y auxiliar de cocina en una escuela es asesinado en la terraza de un comedor lleno de niños, al que había empezado a balear la Policía. Al grito de “no disparen, acá hay solo pibes comiendoˮ cayó muerto por un escopetazo en la tráquea. Hacia las 17:30, De la Rúa estaba desbordado, y aferrándose al sillón presidencial llama a una reunión de ministros para decir que Cavallo renunciaba, pero se manejó tan mal la información que se especuló con este hecho durante demasiado tiempo. Además, la gente no se contentaría con la ida de Cavallo. Hacia las 22:30 el presidente toma la nefasta medida de declarar “el Estado de Sitio en todo el territorio nacional”. Después del discurso de De la Rúa la irritación se concentró en el presidente. Miles de personas salieron a la calle con cacerolas, sartenes, espumaderas y tapas lo cual provoca la salida masiva de la gente a la calle caceroleando al grito de “que se vayan todos”. Hacia las 24:00, queriendo sacar a los manifestantes de las calles la medida, que ya cargaba con 100 heridos y 300 detenidos, no consigue más que enfurecer a la gente. Todo el país había tomado las calles. En Rosario, mil personas marchaban a medianoche al Monumento a la Bandera. En Plaza de Mayo se concentraba San Telmo. En Parque Chacabuco los vecinos eligieron el gran árbol de Navidad para protestar juntos, y cuando se sumaron vecinos de la villa 1114 y se juntaron miles, decidieron marchar hasta José María Moreno y Rivadavia. En Juan B. Justo los vecinos cortaron la calle, y lo mismo en Boedo. Del pánico se había pasado al repudio, incluso cuando muchos habían interpretado absurdamente el estado de sitio, que restringe las libertades, como un toque de queda, que impide caminar de noche. El estado de sitio, y el discurso anunciándolo, habían pasado a la historia, cada vez más patéticos a medida que avanzaba la noche. “Qué boludos / qué boludos / el estado de sitio / se lo meten en el culo”, gritaban los miles que rodeaban el Congreso. En Ocampo y Libertador cientos se juntaron frente a la entrada del edificio donde vivía Cavallo y cortaron parte de la calle. Otros miles caminaban para engrosar las columnas en Plaza de Mayo. Para esa medianoche la incertidumbre sobre la renuncia de Cavallo era general. Funcionarios, políticos del oficialismo y dirigentes de la oposición lanzaban hipótesis: Cavallo seguiría en el cargo, incólume a pesar del rechazo social y del voto de los diputados en favor de quitarle sus superpoderes; Cavallo había renunciado y solo seguía en el cargo a la espera de su reemplazante; Cavallo no había renunciado porque no quería, y nuca lo haría. La Plaza de Mayo recibió el amanecer del 20 de diciembre con manifestantes que habían protestado toda la noche. Seguían los balazos, los gases y los disparos, lo que convertía al centro porteño en un verdadero campo de batalla, con edificios cerrados, locales con persianas bajas y corridas permanentes. Entre las víctimas se encontraban las Madres de Plaza de Mayo, reprimidas cuando participaban de la histórica ronda de los jueves. Las especulaciones terminaron al mediodía del 20 de diciembre, cuando se difundió la renuncia de Cavallo al superministerio de Economía. A esa hora, como si estuviera calculado, la Policía Federal llenó la plaza de un gas lacrimógeno que descomponía, sin respetar viejos, mujeres embarazadas o chicos. Ya sin Cavallo, De la Rúa había logrado el mérito de concentrar el odio solo en su persona. A las 17:00 horas, De la Rúa escribe su renuncia, que anunciaría una hora más tarde por cadena nacional. A las 19:52, un helicóptero desciende al techo de la Casa Rosada, alcanzado por un grupo de personas que salían del edificio, entre ellos Fernando De la Rúa. El mandatario se subió y escapó a la quinta presidencial situada en Olivos. Dejó atrás 39 muertos. Salvo en la Patagonia, no hubo ningún rincón del país sin saqueo. La Argentina de ayer y hoy Durante los siguientes 15 años se ha reflexionado, analizado, producido una enorme cantidad de publicaciones y estudios sobre el tema. El elemento en común siempre era el rechazo a volver a pasar por una situación de la cual se tardó muchos años es salir. Cuando un argentino habla del 2001 y de los años posteriores de esfuerzo para recuperarse, expresa bien claro su rechazo. Sin embargo, el fenómeno argentino del triunfo de Mauricio Macri en las elecciones, de haber transitado un año de gobierno en el cual todas las medidas adoptadas remiten, y tienden indudablemente a los mismos resultados, o son un calco de lo que derivó en aquella brutal crisis social, y todo esto sucediendo sin un freno por parte de la oposición política, de los sindicatos mayoritarios, es insólito. Actualmente, en Jujuy se mantiene prisión preventiva a una opositora al gobierno, Milagro Sala, sin ninguna seguridad jurídica, por haber manifestado ―por eso, por haber hecho un escrache. No se la encarceló por corrupción―en contra el actual gobernador Gerardo Morales. La detención es tachada y condenada por los principales organismos internacionales de derechos humanos. Bajo este caso emblemático se esconden múltiples casos de intimidación y hostigamiento que no llegan a difundirse. Recientemente, en la iniciación del juicio a Sala una diputada nacional opositora, Mayra Mendoza, fue brutalmente golpeada por la policía en la entrada la sala de audiencias. En varias manifestaciones sociales la Policía ha reprimido duramente a quienes reclaman, principalmente por derechos laborales en un año en el que aumentó el desempleo brutalmente, lo cual afecta a más de un millón de personas, cifra que debe ser muy superior, considerando los difícil que es conocer los datos reales en la Argentina. Quién no recuerda de aquella época en que se hablaba de riesgo país día a día, del Fondo Monetario Internacional marcando constantemente qué hacer por medio de sus recetas, las cuales nunca dieron resultado a país en desarrollo alguno. Véase Grecia. Hoy Argentina se volvió a endeudar salvajemente y a tocar a las puertas del Fondo, el mismo organismo al que Cavallo echó la culpa de haber negado el préstamo, desatando la corrida bancaria. Hoy el FMI pide a la Argentina cosas como subir la edad de la jubilación de las mujeres. Vuelve a marcar los pasos a condición de préstamos. No se podía esperar otra cosa de un gobierno integrado por las mismas caras que ocuparon aquélla Alianza que se fue en helicóptero. Patricia Bullrich es ministra de Seguridad, la misma que con De la Rúa bajó la jubilación y el sueldo a estatales en un 13 %; Federico Sturzenegguer, Secretario de Política Económica de Cavallo, procesado (luego exculpado) por el Megacanje de 2001, antes del corralito decía que la convertibilidad estaba totalmente respaldada. Después hablaba de que bajando los sueldos se resolvería la situación y el FMI volvería a respaldar. Nada de eso sucedió. Hoy es el presidente del Banco Central; Carlos Melconián es presidente del Banco Nación; Miguel de Godoy, actual jefe de prensa de la Ciudad de Buenos Aires, fue nada menos que el vocero de De la Rúa. El propio Cavallo salió en diciembre a provocar y a apoyar las medidas económicas que se están llevando a cabo en Argentina durante este último año, generadoras de una inflación del entorno del 40 % anual. Así las cosas, en este diciembre en Argentina se recuerda a aquél del 2001 con mucho temor de repetir la historia.  

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Me tendrían que hacer un monumento

En un país que lo permite todo, el ex ministro de Economía Domingo Cavallo negó tener responsabilidad en la caída del Gobierno de Fernando De la Rúa en el 2001, y aseguró que deberían hacerle “un monumentoˮ por haber puesto en juego su “prestigioˮ y el “apoyoˮ que tenía. “Me tendrían que hacer un monumento por haberme jugado todo el prestigio que traía y todo el apoyo que tenía. Las encuestas de popularidad daban que era una de las personas con mayor apoyo de la gente, y todo el mundo me pedía que ayudara al Gobierno de De la Rúaˮ, lanzó Cavallo, el pasado 20 de diciembre en declaraciones a Radio Nacional, mientras se cumplían 15 años de la renuncia de De la Rúa. A su vez, Cavallo afirmó que luchó “para que De la Rúa pudiera cumplir con su mandatoˮ, y culpó al Fondo Monetario Internacional de lo sucedido, quien “quitó el apoyo en un momento críticoˮ.

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