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Asistencia a la persona con discapacidad: fuimos, vimos y contamos

Caras y Caretas visitó el Centro Nacional de Ayudas Técnicas y Tecnológicas, del Pronadis, programa del Mides, donde se realizan prótesis, órtesis y férulas, un servicio gratuito para que personas con discapacidad tengan una mejor calidad de vida.

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Caras y Caretas Diario

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El Pronadis es el Programa Nacional de Discapacidad, que depende del Ministerio de Desarrollo Social (Mides). Allí se trabaja en el diseño de políticas sociales con el fin de lograr la inserción de las personas con alguna discapacidad.  En la zona del Prado, por Camino Castro, pegadito al Liceo Militar, funciona el Centro Nacional de Ayudas Técnicas y Tecnológicas (Cenatt), dependiente de Pronadis. Caras y Caretas lo visitó, habló con Begoña Grau, la directora del Programa, y con varios trabajadores, entre profesionales, técnicos y ayudantes, que realizan el aporte de su conocimiento.   LO QUE VIMOS En el Cenatt hay tres áreas importantes: el laboratorio de ortopedia, en el que se fabrican prótesis (extensión que reemplaza una parte faltante del cuerpo), órtesis (apoyo externo para mejorar aspectos funcionales o estructurales), férulas y todo tipo de instrumentos ortopédicos; otra de calzado ortopédico y una tercera que es donde se entregan las ayudas técnicas: sillas de ruedas, bastones, camas articuladas y todo lo que una persona precisa para mejorar en su autonomía. Grau afirmó a Caras y Caretas que la mayoría de las consultas son por prótesis debido a amputación de miembros inferiores. Lo primero que se hace en esos casos son las tomas para realizar los moldes y, a partir de ahí, se fabrica el producto. Consultada sobre cuáles son los motivos más comunes que llevan a que una persona necesite los servicios del Cenatt, la directora explicó que, entre la población adulta, las causas más frecuentes de la amputación son problemas vasculares y diabetes; en los más jóvenes, lamentablemente, son los siniestros de tránsito: “Obviamente, al depender del Mides, el tratamiento que se brinda es integral. O sea, aparte del problema físico específico, se pueden detectar otras carencias, y se deriva a donde sea conveniente para su atención”, indica Grau. También deja constancia que el servicio es gratuito: “Atendemos personas que no tengan cobertura por otros servicios. El costo de una prótesis en el mercado es muy alto. Una familia de trabajadores muchas veces no lo tiene a ese dinero. Para poner un ejemplo, en un hogar pueden tener un ingreso de $ 50.000, pero si son cinco integrantes, y uno de ellos necesita una prótesis, se hace muy cuesta arriba Así que no solo es para población vulnerable. Aquí se estudia si la familia puede hacer frente a una situación como esta”, explica. “Se preparó a técnicos uruguayos para que aprendan a hacer prótesis. Los primeros técnicos terminaron en el 2014, que fueron a Cuba a estudiar y ya están trabajando acá. Ahora trajimos un docente médico en ortoprótesis acá para que capacitara a estudiantes. En Cuba es una carrera de 5 años, acá hicimos un llamado de estudiantes, la mayoría son de la escuela de tecnología médica (podólogos, fisioterapeutas, etc.) que ya tiene la parte médica, pero les faltaba la de la confección. Este curso ha durado casi un año. Se hará un llamado para que se puedan presentar y luego veremos. Nosotros queremos que la universidad se ponga a tiro con este tipo de estudios. También hay egresados de tecnicaturas de UTU, como la de Vestimenta, que trabajan en confección de calzado”, dice Grau, quien agrega que no solo se realizan prótesis nuevas, sino también reparaciones, siendo la más habitual la de rodilla. Adonis es uno de los profesionales que integra el equipo técnico. Su espacio de trabajo es una suerte de consultorio-taller. Cuando el equipo de Caras y Caretas entró, Adonis hizo un movimiento espontáneo: agarró el mate y puso el termo bajo el brazo. Lo que haría cualquiera de nosotros si vamos a iniciar una conversación y tenemos un mate cerca y pronto. Sin embargo, cuando Adonis comenzó a hablar su acento caribeño delató la nacionalidad: se trataba de un cubano. Así, entre cebada y cebada, cuenta: “Previamente, con el traumatólogo o la fisiatra se le hace una valoración al paciente y si está en condiciones, se le realiza una toma de molde, que viene siendo la valoración del muñón del paciente, le hacemos todas las medidas para la hora de la confección del envase. Se le realiza una impresión con vendas de yeso y se hace un vaciado y un modelaje, que es con las medidas que se habían tomado previamente. Al estar eso bien conformado y liso para que no quede ningún tipo de incongruencias dentro de la cavidad, es cuando vamos al área donde se hace todo el proceso de laminado, que es con resina acrílica, endurecedor donde la resina fragua y demás”. Adonis informa que hacer una prótesis, si todo está bien, puede llevar desde tres días a una semana. Consultado sobre cuánta vida tiene, el profesional dijo que eso depende de varios factores, entre los que se encuentran factores tan dispares como el metabolismo del paciente o el lugar donde se encuentre: “Un paciente joven que esté muy activo, o es muy musculoso puede ir reduciendo y se le van haciendo rellenos, pero llega un momento en que ya no se puede y se debe fabricar una prótesis nueva. Claro que hablamos de un proceso largo, de meses. Si la persona es mayor, que ya no tenga tanto músculo, la adecuación de la prótesis será más extensa en el tiempo, no tan seguida”, dice Adonis, aclarando que lo que cambia es el diámetro de la cavidad, pero el resto queda intacto. En el recorrido se ven máquinas y Begoña explica: “Las prótesis pasan de ahí a la sala de laminado, estas son las bombas de vacío, es informatizado, tú lo pones en marcha. Se coloca acá, se hace el vacío y con eso es como se termina el envase ese. Esto es enchufar, ponerle el tiempo y se pueden hacer cinco a la vez”. Entre muestra y ‘enseñanza’ nos vamos cruzando con gente que saluda de manera amable y cálida. Supongo que el trabajo cotidiano en un área tan sensible vuelve al ser humano afable y esperanzado. Grau sigue mostrando tecnología y dice sin reparos: “Esto nos tiene muy orgullosos porque compramos toda esta maquinaria nueva hace muy pocos meses. Todo lo que ves es de última tecnología. Somos el primer laboratorio público de América Latina en tener este tipo de maquinaria. Fue una inversión muy grande, pero valió la pena”, afirma Begoña casi a los gritos para que su palabra sea escuchada por sobre el ruido de una herramienta que, a mí, se me hace una pulidora. “Ahí arriba -dice Begoña señalando a lo alto- se fabrican adaptaciones para las sillas y demás. Me refiero a pechera, cinturones. Bueno, todas cosas que se necesitan y se fabrican aquí mismo”. Continuamos caminando hasta llegar a una sala que huele a cuero: “Aquí es donde se fabrica el calzado ortopédico”. Grau presenta a Michel y a Pablo, mientras Nina, técnica bachiller en Vestimenta, corta cuero supervisada por Michel. A pedido de Begoña, Pablo explica: “En este departamento fabricamos todos los calzados que salen del Cenatt. Atendemos desde el caso más sencillo, que es el plantar para soporte longitudinal interno, hasta el zapato más complicado, que es el pie equinovaro, que es el que se muestra en punta con la planta girada hacia adentro. El paciente que necesita de este calzado, no lo encuentra en ningún lado por la dificultad que tiene. Nosotros nos damos a la tarea de fabricarlo”, dice Pablo con acento caribeño, y agrega: “Este calzado es un trabajo bonito que devuelve sonrisas al paciente”. Unos zapatos, tipo mocasín, muy vistosos llaman mi atención. Está confeccionado con cuero de distintos colores, dentro de una gama de pasteles. Pablo lo saca del soporte, que simula un muñón. O sea, el trabajo consistió en hacer de cuenta que el pie continuaba, a pesar de terminar ahí nomás: “Esta ‘continuidad’ de pie ayuda al equilibrio del paciente”, sentencia. Señalamos otro zapato: “Ahí realizamos una bota tipo quirúrgica porque el paciente no realizaba los ejercicios de extensión ni de flexión. Este paciente nos llegó con unos trapos porque nunca se había puesto calzado por su enfermedad”, aseguró visiblemente emocionado Pablo. Begoña nos lleva hacia otro lado, donde hay un maestro tornero de UTU, Oscar, y un trabajador especializado en esa materia, Fernando. Pero sus nombres los conoceremos cuando lleguemos a ellos. Antes, vemos los gestos, un ir y venir constante de explicaciones con las manos. Es evidente que intentan ponerse de acuerdo. Ya junto a ellos, y luego de las presentaciones, Oscar cuenta lo que hace con palabras sencillas: “Reparamos y adaptamos sillas, andadores, triciclos, etcétera. Ahora estamos adaptando una transmisión para triciclo que no había y bueno…. Pensando cómo hacer para que quede bien y funcione. Con lo que tenemos, debemos darle solución a las cosas para que el trabajo salga”. Mientras ellos miran el aparatejo de tres ruedas, ‘nuestra guía’ complementa: “Cuando hay que hacer algunas adaptaciones, ellos se reúnen con el médico y con el terapeuta, que les dicen lo que se precisa, y ellos bajan a tierra lo que el resto imaginamos”. En el camino encontramos a Magalí, ortoprotesista y licenciada en enfermería, y Betiana, que es fisioterapeuta. Ellas son las responsables de ‘Ayudas técnicas’, porque tienen formación en tecnología asistida. Primero valoran la situación del usuario y ven qué equipamiento necesita. En base a eso, estudian la adaptación. Para entenderlo, pongamos un ejemplo de alguien que precisa una silla: bueno, son las encargadas de decir lo que hace falta para que la persona se sienta cómoda, ya sea una pechera o un cinturón pélvico o un lateral o un control cefálico, pero también si la silla precisa más propulsión o una goma para tener más adherencia en el agarre, etcétera. El recorrido continúa y tiene mucho de visual: en una salita hay una silla sobre una tarima, abajo utensilios varios: “Acá [por el sector más elevado] es donde se sienta quien necesita un zapato especial, y abajo el técnico”, explica Begoña. También hay un muestrario de cuero de varios colores que llama la atención: “Es que el paciente elige cómo quiere que luzca su zapato”, remata Grau. Luego vienen las donaciones. Una gran habitación con decenas, si no un centenar, de sillas de ruedas. Algunas son usadas, otras nuevas, pero todas esperan su momento de ser adaptadas cuando alguien lo precise. Muchas vienen de otras partes del mundo, como Noruega, mientras otras tienen una inscripción en su franja posterior: Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días: “Recibimos muchas donaciones, pero también el Estado invierte mucho dinero en compras y en adaptaciones, porque de acá no se va nadie sin el equipamiento que necesite. Si lo tenemos lo adaptamos y si no lo tenemos, lo compramos”. Terminamos la visita en el mismo lugar donde nos presentamos ante Begoña Grau y sus compañeros de oficina. Con Dante salimos al parque comentando lo bueno de que este servicio tenga cobertura nacional. Por el camino flanqueado por los árboles del Prado, estaban estacionadas dos ambulancias, y a una de ellas subían a una adolescente con discapacidad que estaba en silla de ruedas. La acompañaban dos adultos; sus padres posiblemente. Por algún motivo iban alegres. La risa llegaba hasta nosotros, confundiéndose con el trino de los pájaros en la fría mañana montevideana.  

Importante tener en cuenta
En el Cenatt, que tiene cobertura nacional, se atiende a toda persona que lo precise. Basta acercarse a cualquier oficina Mides y desde ahí hacer la petición, que también se puede realizar online. Y, si se prefiere el teléfono, se debe marcar: 24000302 internos 5555 y 5557.
 
Historia
La directora de Pronadis, Begoña Grau, recuerda que en el año 2009 se firmó el primer convenio: “Encontramos personas que hacía más de 20 años que estaban amputados y que no conseguían llegar a un ortopedista privado para realizarse la prótesis. Por lo tanto, detectamos serias dificultades en esa área. Fue entonces que hicimos un convenio con la República de Cuba porque Uruguay no tiene la especialidad dentro de la Universidad de licenciados en esta materia. No existe”, explica. Por medio del convenio marcado firmado, Cuba envió a tres licenciados en ortoprótesis, “y se puso en marcha el primer laboratorio, inaugurado en el año 2010, frente a donde era Traumatología. Fue quedando chico, por lo que se creó este centro donde pusimos todo, incluido el taller de calzado que se inauguró el año pasado”, concluye.
 
Pronadis en números
Durante el año 2017, el Pronadis brindó 1339 ayudas técnicas; 125 por adaptaciones para las actividades de la vida diaria y sujeciones; se aplicaron 212 prótesis de miembros inferiores; 262 intervenciones tuvieron que ver con órtesis de miembros superiores e inferiores; se realizaron 72 calzados ortopédicos y soportes; 88 reparaciones a cargo de UTU; 415 servicios prestados en el taller de calzado; 1843 servicios prestados por el laboratorio de ortopedia, realizando 384 reparaciones.
 

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