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Editorial

La corruptela

Bendito Hernandarias

Por Ricardo Pose.

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Caras y Caretas Diario

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Cuando el Adelantado español soltó los vacunos en estas suaves onduladas llanuras, jamás pensó que incidiría tanto en nuestro futuro. Matrizó nuestra economía para varios siglos y permitió tantísimos siglos después, con el negociado de esos rumiantes, revelar buena parte de las prácticas delictivas y fuentes de corrupción.

La derecha política, al fin y al cabo la expresión política de los sectores dominantes, de los empresarios capitalistas entre ellos, a partir de la asunción de gobiernos de corte progresista, empezaron a imponer la Idea de que corrupción es esa práctica exclusiva de dirigentes políticos o funcionarios de gobierno.

Así, corrupto es el político o funcionario que recibe dineros para su campaña o para acelerar alguna aprobación de ley o vericueto burocrático y no es corrupto el empresario que da dinero.

Esto públicamente al menos no siempre fue así, y ni siquiera fue su origen. Los fabulosos márgenes de ganancia de algunos capitalistas no solo tenían que ver con la plusvalía y la explotación de sus trabajadores.

También se aumentaba con la evasión fiscal, con las boletas en negro, con la falta de fiscalizaciones, en la fiesta paradisíaca de la libertad de mercado.

Siendo la corrupción del político tan grave como la de los empresarios, el empresario corre con la ventaja que no le caerá encima la condena social que lo sentencie con no repetir su elección al frente de la empresa  o destituirlo. Los empresarios no cargarán siempre con la mancha de la corrupción sino procesados por algún delito penalmente tipificable y, como se pudo ver en este caso de pública notoriedad en Rocha, siempre con un margen para negociar.

La receptación como delito no es condenable y negociable en los mismos términos  para quienes habitan en el Marconi que para los empresarios, faltaba más. Y así como existe el narcomenudeo, también hay un vacuno menudeo de empresarios que tienen la ganadería como un rubro adicional.

Entre bueyes                                           

Si alguna duda quedaba por qué en bloque los partidos tradicionales no votaron la Ley sobre Financiamiento de los partidos políticos, como una fina ironía, este escándalo vacuno en Rocha desnudó una de sus no públicas argumentaciones.

Esa convivencia entre empresarios y cierta clase política siempre existió; fuente y usufructo de la corrupción.

El 20 de abril de 1965 se firmó el decreto de intervención del Banco Transatlántico; catorce políticos blancos y ocho colorados estaban implicados en los negociados financieros entre más de 2 sociedades anónimas y el ente bancario que significó la rapiña de más de quince mil ahorristas. Jorge Batlle era uno de los nombres en aquella carpeta negra que el Poder Judicial y la Policía, con la respectiva renuncia de su jefe, no pudieron obtener para investigar.

En febrero de 1969 un comando tupamaro toma el 4º piso del Banco de Crédito donde funcionaba a puertas cerradas la Financiera Monty; otra vez la sombra ancestral de Hernandarias sobre aquellos seres ya que sus actividades financieras tenían que ver con los excedentes de ganancias de empresarios de la industria frigorífica.

Traemos a colación estas dos denuncias de alto impacto en la opinión pública en el siglo pasado para hacer el ejercicio de pensar cuántas maniobras fraudulentas que no tomaron estado público se vinieron desarrollando hasta nuestros días, y como algunas de ellas fueron posiblemente abortadas con las leyes de Transparencia, de la Trazabilidad del ganado, de la intervención estatal posible y permitida en operaciones financieras, en las políticas Impositivas.

For export del Uruguay

Hasta no hace mucho, algunos desleales veterinarios eran los encargados de controlar, como funcionarios del MGAP, todo el proceso de faena en los frigoríficos. Una oportuna intervención policial en el período que Agazzi era ministro de Ganadería, allanando las cajas fuertes y los libros, permitió descubrir un escándalo donde empresarios de dicha industria -con las firmas habilitadas de los veterinarios- fraguaban números de reses faenadas, condiciones sanitarias y, por supuesto, viáticos de traslado, estadía y otros rubros de salidas presupuestales, muchos a cuenta del Estado.

Para una buena parte del empresariado y su expresión política, lo peor de un gobierno de izquierda no es su voluntad de repartir más equitativamente el ingreso y la riqueza, sino sus controles. Hablan de libertad cuando lo que reclaman es la falta de controles.

En un país como Uruguay, distribuir ingreso y riqueza depende además de las condiciones económicas puntuales, más allá de voluntades; pero sí de la voluntad política depende controlar que la cantidad de vaquillonas y novillos levantados del campo sea la misma que la que suben al camión y entra al frigorífico, que coincidan los kilos de peso en todo el proceso de faena, el número de animales con las caravanas, el estado sanitario de los bichos con los que registran formularios, etc.

Hernandarias nos dio los mugientes sin sospechar que lo que sería la riqueza de la Corona y de una futura nación se prestaría también a todo tipo de maniobra fraudulenta.

Las marcas, el alambramiento de los campos, las guías de propiedad y los certificados sanitarios vinieron a intentar poner orden en un caótico y rentable universo, que permanentemente le buscó la vuelta para achicar el margen de costos.

Hoy, con el desarrollo de la tecnología y la trazabilidad, algunos le siguieron buscando la vuelta y esos algunos incluyen productores, rematadores, escritorios, ferias ganaderas, transportistas, prestamistas, ladrones y contrabandistas, ya que varios oficios permite el herbívoro animalito.

Del campo a la campaña

¿Con cuántas vaquitas se financia una campaña electoral personal o del grupo que se apoya?

Por lo pronto unas buenas reses de carne vacuna, de pique nomás, asegura unos buenos asados de confraternidad o lanzamiento de candidatura. Hablamos de buenos cortes de carnes, parrilladas completas con ‘merca’ de primera, esos que se exportan en general pero que aquí agasajan a comensales de estirpe del mundo empresarial, políticos, funcionarios de gobiernos, legisladores y, por supuesto, dueños de medios de comunicación.

Desde cabañeros a productores de ciclo entero o parcial, una parte del saldo de ganancia financiará las aventuras electorales de varios candidatos.

La amortización vendrá por nuevas leyes que desregulen el negocio, o beneficie de quita de impuestos, colocación de mercados, refinanciamientos, flexibilidad laboral, etc.

Es una inversión, claro, y como toda inversión puede dar ganancias o pérdidas; y no todo el mundo se encuentra en su camino de repente con una solícitas vaquillonas pidiendo dueño. Además, cuando el negocio es próspero en el rubro de finanzas o de servicios, no hay como invertir en ladrillos o ganado.

Cuán Dourado era mi Batlle

La liga senior de la corrupción, esa por la cual los políticos se tiran por la cabeza quién alberga más corruptos entre sus partidarios, es una de las prácticas que permiten que otros corruptos, los de siempre, bah, los que financian pero no asumen como dirigentes políticos, tengan su festichola privada, sin cámaras ni periodistas inoportunos, sin fiscales preguntando el origen y destino de los fondos.

Porque además la corrupción en Uruguay es como el flagelo de la violencia doméstica, naturalizada y socialmente consentida  como un problema de la intimidad de la gente. El secreto bancario es casi un precepto moral como la inviolabilidad del hogar.

Algún día, la corrupción será tan públicamente denunciada y ojalá castigada como la violencia doméstica. Abusar psíquica y físicamente de integrantes del hogar, como ciertos manejos financieros, serán igualmente aberrantes para una sociedad mejorando en su salud.

Mientras, como en los crímenes no aclarados, pero que la opinión pública exige aclarar y la Policía se obliga a entregar a un presunto culpable, aparecen chivos expiatorios; en su momento Jorge Batlle fue el infidente que permitió sobrevivir a la sombra de ese estigma a una legión de políticos y empresarios corruptos.

Hoy ese chivo parece ser Oscar Dourado; podría negociar, igual que su condena con el fiscal, con el resto de la sociedad los datos filiatorios de la red delictiva y todos sus vínculos.

Lo puede hacer asado mediante, por supuesto.

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