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Señor balón

Biografía de la pelota

De trapo o con cinco medias, como la de Chiquillada; de plástico, como aquellas que se pinchaban enseguida, de goma o de cuero, como las que en la infancia soñábamos tener y con suerte nos las traían los Reyes Magos, hasta que una noche, a mis siete años, escuche a escondidas que en verdad se la debía agradecer a un tal “aguinaldo”.

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Caras y Caretas Diario

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Por Javier Zeballos   Fueran como fueran, lo cierto es que la pelota nos ha hecho correr desde hace mucho tiempo. Y también mucho ha cambiado, desde el origen que la sitúa en la antigua China del siglo IV antes de Cristo, hasta esta Copa del Mundo que acaba de comenzar y promete tener por un mes al mundo hecho pelota. A la mayoría de los uruguayos no es necesario explicarle nuestro romance con la redonda. Antes se decía que, más que con un pan, los uruguayos nacíamos con una pelota bajo el brazo. En el manejo simbólico de la mitología futbolera, ese romance con la pelota se fue convirtiendo en divorcio, cuando Maracaná se iba alejando en el tiempo y las derrotas nos dejaban fuera de los mundiales. Faltaba mucho para este enamoramiento actual. Según cuenta Julián García Camdau, la leyenda alude a que “la primera pelota utilizada en Inglaterra, país al que se atribuye la paternidad del moderno fútbol, fue la cabeza de un soldado romano muerto en la batalla del año 55 antes de Cristo, en la que los bretones expulsaron a las huestes de Julio César”. Aunque en el mismo país se relata también otra leyenda que afirma que la cabeza impulsada por el empeine que parte a cada inicio de Carnaval en Chester recuerda el antecedente del cráneo de un vikingo también muerto en batalla cuando los antiguos escandinavos se aventuraron a pisar las islas británicas. Es que en el tránsito de juego a deporte, el correr tras un balón pasó por diversos enfrentamientos en los que la esfera en disputa acarreaba todo tipo de desmanes y el tendal de muertos no era la excepción. La historia del fútbol según la FIFA recuerda que gracias al descubrimiento de la vulcanización del caucho, Charles Goodyear creó en 1855 el primer balón específico para la actividad deportiva del fútbol, que fue utilizado por primera vez de forma oficial en 1863 en la ciudad de Boston. En 1872 las reglas marcan las dimensiones: circunferencia de entre 27 y 28 pulgadas y un peso de entre 13 y 14 onzas. En la evolución, se fueron mejorando los balones, utilizando nuevos materiales disponibles. El sociólogo español Vicente Verdú publicó un libro sin desperdicios titulado El fútbol: mitos, ritos y símbolos (Editorial Alianza, 1980), en el que analizaba las transformaciones del fútbol, afirmando que en la batalla que libraba el fútbol posmoderno por borrar los resabios feudales y agropecuarios del juego, se podía rastrear una suerte de biografía de la pelota. Verdú describía el tránsito desde aquel balón marrón, casi un bulbo extraído de la tierra, con gajos y piripicho a manera de una raíz cortada, hasta la pelota blanca hermética, de esferidad perfecta y matemática, hija del laboratorio tecnológico y ya no de la tierra labrada, que, sin embargo, aún reaparece en el palimpsesto de las franjas que matizan el verde de las canchas. El sociólogo amante del fútbol explicaba que el antiguo balón marrón era más bien un producto hortícola. Mientras aquel balón expresaba los valores de la nutrición, la nueva pelota reflejaba la anorexia, mientras que uno simbolizaba al sol y se disputaba como una esfera sagrada, la pelota high-tech era asociada a la luna y su inaprensión calórica. “La pelota luna sólo es un reflejo de luz y lanzada al aire ya no tiene nada que ver con el fragor de la tierra arada, sino que su referente es la luz de mercurio frío y halogenado de los partidos nocturnos” que se empezaban a disputar. Verdú recordaba que aquella pelota tenía sus partes bien notorias, “un adentro inflado a puro pulmón y un afuera de cuero al que se le dispensaban cuidados revitalizadores, embadurnándola con grasas y dejándolo secar al sol”. En la nueva pelota, el cuero ha sido disuadido tras el ahogo de milimétricas capas sintéticas más un baño que la vuelve liviana e impermeable. Si antes tenía corporeidad y peso, ahora pasaba a ser casi un concepto abstracto inscrito en las leyes perfectas de la geometría con su circularidad exacta. En 1963 -según un extracto de un documento de Adidas- la empresa de artículos deportivos comenzó con la producción de balones de alta competición. Gracias a un jugoso contrato con la FIFA, a partir de 1970, sus pelotas se convirtieron en balón oficial de los mundiales. El contrato se ha extendido hasta 2030. Sus sucesivos diseños pasaron a reflejar las características de la cultura identitaria de cada país anfitrión. Para el mundial de México 70, Adidas creó la pelota Telstar, un nombre que homenajeaba al satélite que permitía las transmisiones de la cada vez más omnipresente televisión. Fue el primer modelo formado por 32 paneles cosidos a mano. Estaba formado con pentágonos negros y hexágonos blancos que parecían quebrar su circularidad, pero en en favor de una mayor geometrización. El mismo modelo fue utilizado para el siguiente Mundial, Alemania 1974, ya que era el balón con esferidad más perfecta hasta el momento, aunque hay que recordar que los holandeses se la hicieron ver cuadrada a casi todos. Nosotros no fuimos la excepción. Para el Mundial de Argentina 78 la empresa mantuvo los hexágonos y pentágonos, pero todos en blanco, para imprimirles un diseño en negro que se superponía sobre esos polígonos con una suerte de triángulos de lados curvos que en su concatenación formaban círculos que dejaban en su centro a cada uno de los pentágonos. Se la denominó Tango y perduró incluso en el Mundial de España 82. Para el mundial de México 86 se mantuvo ese diseño, pero aquellos triángulos curvos llevaban diseños que aludían a guardas y frisos aztecas. Fue el primer balón realizado con material sintético en vez de cuero, aunque mantenía costuras cosidas a mano. Para Italia 90 se creó la Adidas Etrusco, que reproducía una guarda de volutas encadenadas que rodeaba a un león de tres cabezas. Según el marketing de la empresa, se consiguió el primer balón de competición con una capa interna de espuma negra de poliuretano, de modo que la impermeabilización era total. La capa inferior consistía de tejidos impregnados de látex para asegurar la forma estable y la resistencia a la rotura; la cobertura exterior de capas de poliuretano aseguraba la resistencia al roce. El balón era más liviano y rápido que nunca. Para el Mundial de EEUU, en 1994, se fabricó la Adidas Questra. El nombre proviene de una antigua palabra que significa la “búsqueda de las estrellas” y precisamente en los triángulos incluían estrellas y planetas. Tenía cinco materiales diferentes envueltos en espuma de poliestireno, lo que le dio una mayor resistencia al agua, volviéndose más suave al tacto. En Francia 1998 se creó la Tricolore, abandonando el blanco y negro para pasar al azul y al rojo sobre el blanco en homenaje a la bandera de la Revolución francesa.  Los símbolos elegidos fueron el gallo, un tren de gran velocidad y una turbina, simbolizando a la Francia moderna. Para el Mundial de Corea y Japón 2002, la marca de las tres tiras inventó la Fevernova, que proclamaba su nuevo colorido, en oro y rojo, con dibujos de turbinas en una interpretación de la innovación tecnológica de los dos países organizadores. Su revolucionario diseño glorificaba un sistema de capas de espuma sintética con una serie de microceldas de gas altamente comprimido para que el balón recuperara rápidamente su forma tras un impacto. Las quejas por ser demasiado liviano -pesaba entre 420 y 445 gramos- lo dejaron en el olvido. El nombre Fevernova era por la “fiebre” que la Copa Mundial causa y “nova” en referencia a las estrellas muy brillantes, pero que brillan por un tiempo muy breve. Una metáfora válida para tantos jugadores y, por qué no, para la profesión de futbolista. En Alemania 2006 se creó la Teamgeist, que significa “espíritu de equipo” en alemán y fue creada en conjunto con la Bayer Material Science. Mantenía las microesferas de gas. Fue el primer balón sellado térmicamente y sin costura alguna y sólo estaba confeccionado por 14 paneles en vez de los antiguos 32. Se vendieron diez millones de Teamgeist, batiendo los récords de venta de la Fevernova, que había sido comercializada seis millones de veces. Para Sudáfrica 2010, Adidas lo fabricó tras ser desarrollado en la Universidad de Loughborough, en el Reino Unido. La palabra Jabulani significa “celebrar” en zulú. Sus 11 colores eran un un reflejo simbólico de los 11 jugadores de cada equipo, de los 11 idiomas oficiales de Sudáfrica y de las 11 comunidades sudafricanas que dieron la bienvenida al primer Mundial de fútbol jugado en África. El discurso de la marca, en su presentación, prometía que la nueva forma en 3D de los paneles ofrecía un balón con un vuelo excepcionalmente estable y un agarre perfecto bajo todas las condiciones posibles. Sin embargo, fue el modelo más polémico de todos los mundiales por su viboreo en el aire en los disparos desde lejos, que dejó boquiabiertos a los arqueros. Posteriormente al mundial, un estudio de la NASA analizó el comportamiento y la aerodinámica del esférico, llegando a la conclusión de que a una velocidad superior a los 72 kilómetros por hora, el Jabulani era impredecible. Para Brasil 2014 se creó la Brazuca, un nombre elegido por 77% del millón de brasileños que participaron de la votación digital. El diseño tenía mucho colorido y detalles basados en el logo del evento. Contaba con seis paneles simétricos que ayudan a mejorar el control y el contacto, así como la estabilidad y la aerodinámica sobre el terreno de juego, acallando las críticas al modelo anterior. Fue la pelota más testeada y en las pruebas participaron muchos futbolistas de primer nivel. Para Rusia 2018, Adidas fabricó la Telstar 18 y su nombre vuelve a ser un guiño a la primera pelota mundialista fabricada por la marca en 1970. Su precio en Europa es de 24,95 euros para el modelo más barato, hecho con materiales económicos. La réplica exacta con la que jugarán en el Mundial asciende a 299,95 euros. También hay una línea intermedia que se puede adquirir por 149,95 euros. Tiene paneles asimétricos y de formas poligonales con un retorno al blanco y negro y motivos pixelados que le dan un toque estético ligado la cultura digital. Según informa la BBC, los pixeles no son caprichosos. Por primera vez una pelota mundialista incluye un chip NFC (Comunicación de Campo Cercano por su sigla en inglés) que permite a los usuarios interactuar con Telstar 18 usando un smartphone o tableta. Al leer el chip insertado, el usuario puede acceder a más información sobre el balón y a una serie de desafíos auspiciados por la FIFA. “Según explica Adidas en su página web, la mayoría de los dispositivos Android, así como también los modelos Apple del iPhone 7 en adelante, incluyen la tecnología para leer etiquetas NFC. No se necesita de una aplicación específica”. Para completar el eslogan de los tiempos, Adidas asegura que está fabricada con elementos sustentables y cuenta, faltaba más, con un envoltorio de materiales reciclados. En 2006 Adidas fue denunciada por las mismas prácticas que aun suelen aplicar las grandes marcas de productos deportivos. Para aquel Mundial, la empresa alemana encargó la fabricación de todas las pelotas Teamgeist a un fabricante japonés, la empresa Molten. Pero resultó que su principal factoría estaba en Tailandia, donde más de 1.000 empleados, en su mayoría mujeres, apenas cobraban 3,8 dólares al día, trabajando entre 12 y 14 horas diarias sin siquiera recibir pago por horas extras. No alcanzaban los 100 dólares al mes, mucho menos que el precio de venta de una sola pelota. Para 2014 Adidas también tercerizó su producción y la Brazuca fue fabricada en Pakistán, en el pueblo de Sialkot, una ciudad situada al noreste de la provincia de Punjab. Un proveedor chino de Adidas no pudo cumplir con la demanda de balones que se solicitaron, por lo que una fábrica pakistaní intervino y consiguió el contrato. Según los empresarios de Sialkot -que oportunamente negaron la existencia de explotación infantil, como sucedía antes- entre 80 y 90 por ciento de los millones de balones que se vendían anualmente se fabricaban en Pakistán, pero India y China surgieron como fuertes competidores. “Parte de la producción se ha ido a China y con los balones de baja calidad podríamos tener problemas. Aunque aquí la mano de obra es más barata, ellos nos ganan en productividad“, exponía Khawaja Masood Akhtar, presidente de la compañía Forward Group. A pesar del paso de los años, de los aumentos de precios de los escasos bienes de consumo de estos trabajadores, hoy siguen recibiendo apenas más de 100 dólares por mes, cuando algunos balones mundialistas duplicaron su precio de venta y hasta los modelos más baratos inflaron sus precios. Las grandes marcas, como Adidas, Nike, Puma, Reebok, New Balance y otras buscan asociar sus logos a los grandes eventos deportivos en una guerra de contratos gracias a las lucrativas ganancias obtenidas en estas zafras globales, donde pujan por aumentar sus cuotas de mercado y su posicionamiento de marca asociada al glamur de los mejores atletas mundiales. Su largo brazo publicitario permite acallar cualquier comentario sobre las atroces condiciones laborales, la persecución sindical, las cuotas de productividad y la exposición a productos químicos tóxicos que sufren generalmente jóvenes mujeres trabajadoras, pero son el lado oculto de la industria de la vestimenta deportiva tras el laberinto de sus cadenas globales de suministro con fábricas subcontratadas y talleres clandestinos que producen algunas de sus partes. Con algunos de esos balones se jugarán los partidos del Mundial que acaba de comenzar. Sólo unos pocos privilegiados los llevarán con sus pies en los grandes estadios y la televisión nos mostrará hasta sus más ínfimos detalles. En algún rincón del mundo alguna trabajadora los habrá tenido en sus manos durante el proceso de producción, pero seguramente sus condiciones de trabajo no aparecerán en los interminables reportes de los grandes medios de comunicación.  

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