Algunos de los tópicos de esta campaña –relevada en El País de Madrid- es que artistas y feministas fomentan la pedofilia, que el expresidente Fernando Henrique Cardoso, responsable del mayor programa de privatizaciones de la historia de Brasil, y el multimillonario estadounidense George Soros son patrocinante del comunismo. Que las escuelas públicas, la Universidad y la mayoría de los medios de comunicación están dominados por una “patrulla ideológica” de inspiración bolivariana y que el nazismo nació de la izquierda. El líder de esa cruzada ultrarrevolucionaria es el ex militar, diputado y candidato a la presidencia, Jair Bolsonaro. A Bolsonaro se deben frases como que los artistas “merecen ser fusilados”. Llevando su retórica criminal más lejos, Bolsonaro lamentó que el ex presidente Cardoso, no fuera fusilado por la dictadura que gobernó Brasil durante dos décadas. Por añadidura, Bolsonario dedicó su voto a favor de la destitución de Dilma Rousseff a uno de los mayores torturadores de la dictadura. Para que no existan dudas acerca de su postura recalcitrante, se paseó por las calles de Río de Janeiro con una camiseta que lucía estampada la frase: “Derechos humanos, estiércol de la escoria social”. Pero lo alarmante es que este personaje, cuyo perfil es similar al de un psicópata, tiene una intención de voto del 20%, estando en esa materia, solo por detrás del ex presidente Lula Da Silva. Más grave aún es el hecho que, de acuerdo a los relevamientos realizados por el Instituto Datafolha (el mayor de Brasil), el 60% del apoyo que recibe Bolsonaro proviene de jóvenes menores de 34 años. En tanto la impopularidad del gobierno de Temer crece, igualmente crecen los índices de criminalidad y los partidarios de la venta libre de armas crecieron, desde 2013, del 30% al 43%.
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