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Editorial

Lacalle Pou, Larrañaga, Alonso, Antía

Busque usted las diferencias

Por Alberto Grille.

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Caras y Caretas Diario

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Es bien posible que la evolución de la  cultura capitalista y la sociedad de consumo haya contribuido a  lograr  que en las familias burguesas postmodernas, los más capaces se hayan dedicado a ser empresarios y los más burros a la política.

Tal vez por eso, entre otras cosas, partidos que jugaron grandes roles en la historia pueden decaer y convertirse en grupos humanos solamente unidos por los intereses corporativos o personales de sus dirigentes, signados por el odio mutuo, y proclives a cualquier forma de autoritarismo.

El caso más claro es el Partido Republicano de los Estados Unidos, que supo tener figuras como Abraham Lincoln y que tras pasar por los Bush padre e hijo, termina en  Donald Trump, que avergüenza a todos, aún a los conservadores de su partido, y que significa un peligro para la estabilidad  mundial.

Acá cerca tenemos el caso de Brasil que  hoy engendra a un Jair Bolsonaro que probablemente, además, nos advierte sobre la posible decadencia de la especie humana, invirtiendo las hipótesis de Charles Darwin.

En nuestro país, el Partido Colorado, que supo ser el que con José Batlle y Ordóñez construyó un «pequeño país modelo», también cumple con ese mandato oculto de derrapar desde una ideología  solidaria y democrática a un pensamiento inhumano, mercantil, neoliberal y  antiestatista, que antepone el beneficio a cualquier otra consideración moral.

El Partido Nacional, que supo ser «Defensor de las Leyes» con Manuel Oribe, resguardo contra los imperios con Leandro Gómez, escudo de las libertades con Aparicio Saravia, y tener un luchador contra el autoritarismo de Pacheco Areco y Bordaberry como Wilson Ferreira Aldunate, hoy exhibe un puñado de dirigentes que compiten por ver quién tiene el discurso más duro y representa mejor el interés de los grupos oligárquicos, representados por las grandes cámaras empresariales.

La mejor prueba es que la más poderosa de todas, la Asociación Rural, de la que son socios varios de los principales dirigentes de los dos partidos tradicionales, directamente optó por retirarse antidemocráticamente de los Consejos de Salarios, mostrando su desprecio por los mecanismos sociales y por sus contrapartes, que son los trabajadores y el gobierno legítimamente electo. Los blancos están todos peleados entre ellos, pero los unen dos causas: el interés de los grupos privilegiados y la competencia a ver quién se muestra como más «mano dura».

 

Halcones disfrazados de palomas

El domingo 13, en Trinidad, Flores, Luis Lacallle Pou, Cuquito para los “amigos” y Pompita para los adversarios,  acompañado por el filósofo neoliberal Pablo da Silveira y teniendo como estrella al educador del Opus Dei Pablo Bartol Viana (el fundador de Los Pinos, el modelo educativo con el que el neoliberalismo espera reemplazar el modelo vareliano), presentó su programa de gobierno llamado “Un gobierno para evolucionar”, que tiene 19 líneas programáticas. Parafraseando a Landriscina, el mismo es una verdadera “pinturita”.

El programa de gobierno de Lacalle Pou no es importante por lo que dice sino por lo que oculta. Siguiendo los consejos de Jaime Durán Barba que lograron la elección de Mauricio Macri en la Argentina y que se han convertido en una verdadera biblia del engaño político y de la utilización de las emociones más primitivas para imponer las políticas más reaccionarias, Pompita propone no negar los logros más reconocidos de los gobiernos frenteamplistas como el Mides, el Fonasa, los Consejos de Salarios y el Plan Ceibal, sino desnaturalizarlos.

Para eso hicieron un programa bien “paloma” para la gilada, para que llegue por las redes sociales, los fogoneen los trolls y las “granjas de robots” y para que los más ingenuos, los más inadvertidos, los más distraídos, voten por los que al final serán los enterradores de sus propios intereses.

Un programa bien “paloma” para  que  los pobres,  las empleadas domésticas, las minorías a las que se les ha reconocido sus derechos postergados, los peones rurales, los profesionales, las mujeres, los pequeños y medianos empresarios, los trabajadores, los jubilados y funcionarios públicos, se coman la pastilla y piensen que nadie les va a tocar ninguna de las conquistas obtenidas en los gobiernos del Frente Amplio.

Pero al archivo no es fácil engañarlo, porque el archivo  es el más astuto de los electores. Y el archivo sabe que Pompita es el herrerismo con maquillaje. Pompita es la “motosierra”, el “ajuste fiscal”, la reforma laboral y jubilatoria, la privatización de las empresas públicas y el fin de las políticas de ampliación de derechos.

Por eso, lejos de las luces del show y de la coreografía que le preparan los publicistas, Pompita  declara para la última edición de la revista colorada Noticias Uruguay, que está siguiendo  y le interesa mucho la gestión de Iván Duque, el ultraderechista recién electo presidente de Colombia, y devela que está preparando un proyecto de ley de urgente consideración, un reloj suizo bien complejo, de esos que tienen perillitas, resortes, manijita y que podría incluir temas como los de la seguridad, la vivienda, las tarifas públicas, los combustibles, las relaciones exteriores, las reformas dentro del Estado, la reforma laboral, la reglamentación del derecho de huelga y las ordenanzas que regulan el ingreso y la desafectación de los  funcionarios públicos.

Ahora sí queda clarito: el programa «paloma» es para la gilada y los incautos. La verdad es lo que no se muestra, lo que está en las bambalinas detrás del escenario, donde no se ve. La verdad de Pompita es la ley de urgencia en donde se ajustarán las leyes de manera de avanzar en la privatización de las empresas, los bancos, la educación y la salud pública, y la desnaturalización de los Consejos de Salarios, la seguridad social  y el sistema de cuidados.

La Ley de urgencia es lo que no se muestra, lo que oculta la tanga, es la piedra filosofal que prepara Pablo Da Silveira, el mejor alumno de Ramón Díaz, en ese proyecto de ley de urgente consideración que es como “un reloj suizo bien completo”, o más bien, como una bomba de tiempo. ¡Atenti al luppo!

La reacción del Guapo Larrañaga

Demostrando que está en marcha una carrera feroz por la precandidatura blanca, el senador Jorge Larrañaga, que sigue consumiendo sus esfuerzos en juntar firmas para una ley que apuesta a la represión, salió disparado a contestar el programa de Lacalle. Larrañaga sabe cuál es el verdadero  programa que propone el Partido Nacional y qué es lo que quiere acordar con el Partido Colorado, Novick y el Partido Independiente de Mieres, Amado y Valenti que amaga entre centro izquierda y la centroderecha.

Afirmó radicalmente, bajo el título de «Cambiar fuerte«, que «el país precisa un proyecto de gobierno bien distinto. Un cambio sustancial, revolucionario».

Porque «el país no aguanta otro gobierno del Frente Amplio.

Se preguntó también: “¿qué sería de la educación, la seguridad o la propia realidad económica con otros cinco años de gobierno del Frente Amplio?” y se contestó que «la oposición, las distintas oposiciones, tenemos la responsabilidad de construir la alternativa al Frente, construir el postfrentismo diciéndole la verdad a la gente. Y esa alternativa tiene que ser contundentemente clara y precisa. Y tiene que representar un cambio radical en temas claves».

Es un poco gracioso lo que afirma nuestro amigo  Larrañaga, porque aguantó dos gobiernos de su mejor aliado  Julio María Sanguinetti, un gobierno de su socio Lacalle Herrera y uno de Jorge Batlle al que apoyó en el balotaje. Tantos años de tragedia y nunca le oímos decir que el Uruguay se terminaba con ellos, aunque casi ocurre, en la Crisis de 2002 que hicieron entre todos, Larrañaga incluido.

«Se necesita un cambio de rumbo, cambios de fondo y no cambios de forma. La alternativa no puede consistir en maquillar las políticas del Frente; el futuro del Uruguay no es un cóctel donde se puedan diluir las políticas que hasta ahora han llevado a un estrepitoso fracaso.

La alternativa tiene que ser un cambio en serio. El cambio debe ser manifiesto».

Larrañaga no sabe de sutilezas, va directamente a los bifes. Para Larrañaga no hay Durán Barba que valga, no sabe de tácticas, de ocultamiento ni disimulos. El Guapo va directamente a la ley de urgencia, sin engaños, pero no dice cuáles son los cambios porque le da vergüenza y teme despertar dormidos, no dice cómo va a «modernizar las políticas sociales», ni cómo atraer inversiones, ni cómo aumentar el empleo o seguir reduciendo la pobreza y la desigualdad. Tampoco dice cómo va a bajar el déficit fiscal ni el endeudamiento, de dónde va a sacar la plata, cómo se propone bajarles el sueldo a los jubilados y a los trabajadores, cómo volverá eficientes a las empresas públicas, cómo adecuará los salarios de maestros, policías y profesores. En su conferencia de prensa no hay un solo número sobre la economía y la sociedad del Uruguay. Larrañaga quiere ganarle a Pompita de cualquier manera y cree que sólo puede hacerlo por “derecha”. Dice que “el cambio que Uruguay precisa sólo se logrará si somos audaces, valientes. Si no caemos en la tentación del gradualismo medio pelo, de las reformas a medias tintas. El cambio vendrá si no somos timoratos e indulgentes», dice, sin poner una sola meta, un solo número, repetimos nosotros. “Hay que cambiar fuerte -finaliza Larrañaga-,  Uruguay no soportaría un nuevo gobierno del FA».

¡Que locura que tiene El Guapo! Se fue de mambo. A veces se parece a Bolsonaro….Larrañaga participó en los cuatro gobiernos rosaditos, que terminaron en la Crisis de 2002, se larga a los gritos y olvida su propio canto, imita a Novick y a los  exfiscales Viana Reyes y Zubía, se hace el malo para darse fuerza y se olvida de decir lo que, en realidad, va a cambiar. ¿Se olvida o se hace el zonzo?

Tal vez, un cambio radical sería no votar a Pompita si, al final, Larrañaga pierde las internas.

 

Antía les pega a los dos

Pidiendo pista, el intendente de Maldonado, Ing. Agron. Enrique Antía, criticó a sus competidores, Luis Lacalle Pou y Jorge Larrañaga, por considerar que ambos eligieron priorizar sus candidaturas, adelantándose a la campaña electoral y menospreciando los problemas que sufría la gente en 2016 cuando el país se caía a pedazos. “Nos daba vergüenza ajena -sentenció Antía- cuando los veíamos haciendo campaña y perdiendo el tiempo faltando tres  años para las elecciones».

Concluyó diciendo que «nosotros armamos esto para ganarle al FA, queremos sacarlo del gobierno. Veíamos a nuestro partido estancado y los líderes dirigentes hacía dos años y medio que estaban como candidatos para la próxima elección y el país se caía a pedazos».

 

Yo soy la “morocha”….

Como para no quedarse atrás y con la nave medio escorada, la senadora Verónica Alonso salió a todo trapo para evitar el naufragio. Verónica cargó a fondo contra Lacalle Pou: «Evolución no alcanza», titula el diario El Observador, que apeló a la imagen de la bella morocha para tratar de acceder a algún lector de los pocos que le quedan. Con caracteres de  catástrofe, consigna en sus titulares  que: «La precandidata por el Partido Nacional, Verónica Alonso, rechazó la consigna «evolución» en las políticas de gobierno que proclama el favorito en la interna, Luis Lacalle Pou; «necesitamos un cambio profundo» y no «retoques», afirma».

 

Busque usted las diferencias

Los cuatro precandidatos del Partido Nacional tienen cosas en común, además del profundo encono que los separa, todos quieren cambios profundos pero no quieren decir cuáles cambios quieren. Todos dicen que el otro evita decir lo que quiere, pero nadie lo dice. Todos juegan a las escondidas y dicen que el país se cae a pedazos y la culpa es del Frente Amplio. Ninguno  pone un solo número, pero todos sus economistas asesores son neoliberales; votaron contra la «agenda de derechos» y en particular contra el matrimonio igualitario y la ley trans; quieren mano dura, y nadie habló contra Donald Trump ni Jair Bolsonaro, aunque sí manifestaron simpatía por Mauricio Macri y Michel Temer, dos expertos en «ajustes fiscales» brutales en beneficio de las clases altas.

Terminamos con lo que hemos dicho siempre, porque conocemos el paño: un gobierno del Partido Nacional sería una tragedia, más allá del neoliberalismo y el amor a la «mano dura» que une a sus precandidatos, porque viven en la pelea y la trampa mutua.

Así no se puede gobernar, y eso lo saben muchos colorados, independientes, novickistas y ciudadanos de toda bandería o independientes que van a decidir un eventual balotaje y que saben cómo son los blancos cuando se trata de repartir las achuras. Como bien decía Wilson: “Están dispuestos a dar generosamente  la vida, pero nunca menos”.

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