Nicolás Cendoya es un abogado poseedor de un importante currículum que no necesita defensa del lego que garabatea estas líneas. Cendoya sabe defenderse solo y así lo ha venido haciendo en cuanto programa de televisión, radio y medio escrito que lo ha entrevistado con relación a una presunta destrucción de documentos de la Unidad Reguladora de los Servicios en Comunicaciones (Ursec).
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Cendoya se ha defendido de esas acusaciones con un aplomo y calma admirables.
No me refiero a su defensa legal en las causas investigadas por Fiscalía, en donde se dilucidará el entuerto de fondo, sino al acoso orquestado de espadas al servicio de las poderosas patronales de los medios masivos de comunicación: Teledoce, radio Sarandí, Canal 4, El País y El Observador, entre otros.
La relación entre la Ursec y los grupos económicos que controlan a los grandes medios no ha sido armónica, especialmente durante la pasada administración frenteamplista. La Ursec multó reiteradamente a televisoras y radios por excederse en los espacios publicitarios previstos en la Ley de Medios, ley que determinaba tandas de 15 minutos por hora de programación.
Las sanciones aplicadas por la Ursec fueron apeladas por los grupos empresariales ante el Tribunal de lo Contencioso Administrativo, organismo que confirmó, a través de la sentencia N.º 185/019 de fecha 9 de abril de 2019, la sentencia dictada el 23 de diciembre de 2015, que impuso una multa de 280 UR a un canal de televisión por 600 minutos de exceso en tandas publicitarias.
Claro está que cuando hablamos de “minutos”, en el fondo, en los costados y en el frente, estamos hablando de dinero. De mucho dinero.
“Los excesos de las tandas también se pueden medir en relación al beneficio económico que obtiene el canal. Tomando en cuenta las distintas franjas horarias y la cotización del minuto de publicidad en cada uno de estos tramos, el canal recibió unos seis millones de pesos por el total de excesos cometidos en el correr de ese año. En particular, solo por las infracciones acumuladas en el horario prime time, que fueron 126, el canal obtuvo cerca de 3,4 millones de pesos”, informaba la diaria en una nota de la periodista Mariana Cianelli el 7 de julio de 2018.
Y el dinero es común fuente de conflictos. De conflictos y ajustes de cuentas. En reverencia a la síntesis, el doctor Nicolás Cendoya, en el ejercicio de su función, se ganó poderosas antipatías.
Esta afirmación es objetiva, más allá de la cuestión de fondo a dilucidarse ante la Justicia.
Periodismo de periodistas
El periodismo es una labor que intenta, básicamente, coleccionar, desarrollar, producir y distribuir información de utilidad pública, al menos en los papeles y en la Academia.
Para ello, los periodistas utilizamos fuentes de información, individuos que por algún interés a veces obvio, a veces oculto, nos confían sucedidos o interpretaciones subjetivas de acontecimientos noticiables, o sea, de interés público.
Para cumplir con nuestra tarea, los periodistas debemos profundizar los elementos de los que disponemos, contrastarlos con otras versiones, actividad que puede insumir horas o meses bajo la presión de una escala jerárquica que necesita llenar hojas o minutos en blanco para transformarse en un producto comercializable.
Esa dedicación y la vocación narrativa hacen que los profesionales de la prensa, más que en otras ramas de actividad, propendamos a la autocontemplación, al egocentrismo, la pomposidad del propio relato y la exageración de nuestra propia importancia, como bien sabe cualquier ciudadano que haya padecido una cena junto a un periodista.
Los periodistas llamamos al presidente de la República por su nombre de pila: Julio, Luis Alberto, Julio, Jorge, Tabaré, Pepe, Luis. Estamos en la antesala del Poder, recorremos sus pasillos.
Es difícil caer, ante tanta confianza y acercamiento, en que hay una diferencia notable: quienes son llamados por su nombre de pila se van a su casa en el coche número uno de Presidencia y nosotros nos tomamos el ómnibus que nos deje más cerca. Y claro, muchos periodistas se marean. Es humano.
Luego de extensas jornadas laborales, los periodistas solemos encontrarnos con… otros periodistas.
Puede tratarse de reuniones privadas o cafés. Por lo general, se trata de encuentros con colegas afines en lo profesional, así como también en lo político. El periodista que diga que carece de ideología miente. Todo periodismo es militante, sea consciente o no de esa militancia, se encuentre en situación de conflicto interior con esa militancia determinada por la línea editorial o sea un bobo alegre.
Por último, en este país pequeño, en el que los medios de importancia se concentran en Montevideo, la “familia periodística” se conoce, no hay secretos, el “periodismo de periodistas” está mal considerado.
Gabriel Pereyra, el 3 de enero de 2013, comenzó el año dedicándole una columna en El Observador: “Periodismo de periodistas, una bazofia”, tituló. Y añadió en la bajada: “Una de las modalidades periodísticas de peor calidad, incluso por debajo del periodismo policial”.
La afirmación es injusta con cronistas como Humberto Dolce, una elegante pluma que informó en exclusiva la Batalla del Río de la Plata con veinticuatro horas de antelación (empardame esa primicia), con Nelson Laco Domínguez, hombre de amplísima cultura y fino estilo, con Mario Delgado Aparaín y con tantos otros periodistas policiales.
Pero es sobre todo injusta con el propio Gabriel Pereyra, que ha recurrido sin respiro a obvias fuentes de Inteligencia policial desde páginas de El Observador.
Así que, pese a quien le pese, haremos periodismo de periodistas. Dios nos perdone.
La venganza será terrible
El pasado martes, Nicolás Cendoya fue entrevistado en Informativo Sarandí por Gabriel Pereyra y Aldo Silva, conductores de ese espacio. Calificar el no diálogo mantenido entre Cendoya y ambos periodistas como “entrevista” es una licencia, una muestra de amplitud en un país que ha tenido excelentes cultores del género, tales como Ramón Mérica, César Di Candia o María Esther Gilio.
Para el caso, “provocación” define más acertadamente que “entrevista”.
¿Qué otra cosa que una provocación es aludir al entrevistado como “Superman” con “un ego bastante grande que se le nota a cada salida”, como pronunció Pereyra dirigiéndose a Cendoya?
En ese tramo, Cendoya reclama respeto al periodista. Lo hace con buenos modales en una situación en la que cualquier otra persona hubiera dado por terminada la comunicación.
Pereyra alza la voz, se superpone a la protesta del acusado, ya no entrevistado.
Dice Pereyra: “Le voy a decir más, le voy a decir el respeto que usted me tiene a mí, antes que saltara toda esta basura (sic) de la Ursec. Estas son palabras suyas en un seminario en el que participó con periodistas y otros políticos. Dijo esto: ‘Nos están persiguiendo hasta debajo de la cama. Hay compañeros que han sufrido en carne propia episodios de censura’”, clamó Pereyra.
Extrañamente, el periodista no se detiene a preguntar por esos “episodios de censura”, asunto de interés público y grave señalamiento, sino que sigue de largo: “Criticó [Cendoya] el sometimiento de facto a tres horas de cadena oficial diaria en los medios privados. Hay que ver los rostros de los informativistas de televisión, a veces da pena ver cómo tienen que someterse a los designios de los jefes editoriales”. Y añade un Pereyra autorreferencial: “Está habando de mí”, aludiendo a su labor como jefe de noticias en VTV, aunque expresándose desde radio Sarandí.
A continuación, Pereyra tilda al entrevistado de “atrevido por meterse con los periodistas”.
Vayamos por partes.
Los oyentes de Informativo Sarandí no escucharon una entrevista. Los oyentes de Informativo Sarandí asistieron a un ajuste de cuentas con quien había osado criticar a los periodistas, en especial a los jefes de noticias, a esos intocables que seleccionan los temas que integran la agenda, qué se dice y, sobre todo, qué no se dice a la hora de las noticias.
Ya en la cúspide de la agresión, Pereyra dio por sentado lo que aún es investigado por la Fiscalía: «Lo vamos a traer de secretario de redacción para que nos enseñe a quemar los papeles», dijo.
Además de agredir al acusado-entrevistado, Pereyra se sintió agraviado porque los canales privados de televisión fueron criticados por Cendoya en una apreciación obvia: durante los primeros días de la pandemia, los noticieros televisivos y las radios estuvieron al servicio de cadenas encubiertas del gobierno.
Y se hace el distraído en un aspecto sustancial que hace al ejercicio de la profesión: las conferencias de prensa fueron instrumentos antidemocráticos, en las que los periodistas sorteados (sí, se realizaba un sorteo previo) no podían repreguntar a pesar de que sus preguntas fueran groseramente eludidas por el Poder Ejecutivo. “Gracias por tu pregunta, Fulano. Posiblemente llueva”, ¿recuerdan?
Por último, acusa a Cendoya de algo intolerable: juzgar la labor de los periodistas.
Antes de Gabriel Pereyra, había una sola casta no sujeta a la crítica: los árbitros de fútbol. Después de Gabriel Pereyra, tampoco los periodistas podemos ser criticados. ¿Por qué? ¿Cuál es el fundamento de ese supuesto? ¿Somos depositarios de alguna verdad absoluta?
Dos contra uno
A los exabruptos de Pereyra, se sumó el coconductor de Informativo Sarandí, Aldo Silva. Con un estilo calmo, reposado, que intentó contrastar con la irascibilidad de Pereyra, Silva sostuvo que, a pesar de expresarlo en radio Sarandí, él trabajaba en Telemundo.
El conductor del noticiero de Canal 12 se mostró indignado de que se criticara la extensión del informativo. “Lo grave sería que el dueño del medio entrara a la redacción y dijera esto va y esto no va”.
Esta afirmación de Aldo Silva es, por decir lo menos, grotesca. ¿Aldo Silva espera que Adolfo Cardoso (h) baje del paraíso empresarial y le diga qué leer y qué dejar de leer en el teleprompter?
¿Aldo Silva pretende ignorar que toda empresa periodística responde a una organización piramidal altamente jerarquizada? ¿Aldo Silva intentó engañar a la audiencia de Informativo Sarandí afirmando que no existe una selección y jerarquización de noticias realizada por alguien especializado y responsabilizado por los dueños del canal en lo que refiere a contenidos?
¿Podría Aldo Silva informar libremente sobre alimentos vencidos en la cadena Disco?
La respuesta es no. Aldo Silva y su jefe de noticias tienen la misma independencia que un remarcador de precios en la cadena de supermercados Disco porque sus sueldos salen de la misma caja: el Grupo Cardoso. Que el dueño de Teledoce le dé órdenes directas y personales a Aldo Silva, o a su jefe de noticias, equivale a que Alexandre de Rothschild dé órdenes personales y directas al portero de su banco.
Aldo Silva sabe perfectamente que las decisiones en torno a los contenidos -“qué va y qué no va”- las adoptan los periodistas Gastón Solé y Federico Sierra, gerentes de noticias de Telemundo, cargos de confianza político-editorial, mucho antes de que a él le lleguen por el teleprompter para que las lea.
Como sea, si algo puede ser definido como fracaso profesional, es que dos periodistas debatan con un entrevistado, lo descalifiquen, lo agredan y discutan con él al aire.
Teledoce, la emoción de estar juntos
Debemos a Edison Lanza y Gustavo Buquet uno de los primeros estudios sobre la concentración del mercado de medios de comunicación, La televisión privada comercial en Uruguay, obra de 2011.
Más recientemente, Gustavo Gómez, Facundo Franco, Fernando Gelves y Nicolás Thevenet, en una publicación de la fundación alemana Friedrich Ebert, titulada En pocas manos, aportan los cambios en los tres grandes conglomerados mediáticos y su relación con otros sectores empresariales.
La investigación ubica a los tres principales grupos mediáticos: los grupos Villar-De Feo, Romay-Salvo y Cardoso-Scheck.
El informe señala que los tres medios que actualmente son de exclusiva propiedad del grupo son Canal 12 (y su repetidora de televisión digital en el canal 28), la televisión para abonados Nuevo Siglo, en Montevideo, y el semanario Búsqueda. En sociedad con los otros dos grandes grupos poseen parte de la propiedad de la televisión paga PuntaCable, en Punta del Este y Maldonado, y Multiseñal, en Montevideo, así como de la empresa Equital, “lo cual les permite ampliar su dominio en programación, audiencia e ingresos en todo el país, a través de cables asociados o propios”, advierte el documento.
El grupo Cardoso, por intermedio de Adolfo Cardoso, exministro de Industria y Energía de la dictadura, en 2006 tenía 38% de las acciones de Canal 12. En 2010, Adolfo Cardoso falleció y asumieron el control del grupo dos de sus hijos. Uno de ellos, Adolfo, concentra su actividad en Canal 12, y el otro, Luis Eduardo, en el semanario Búsqueda. Los Cardoso controlan Búsqueda por medio de la editorial Ágora SA, junto con la familia Pombo. Luis Eduardo Cardoso y Cecilia Pombo de Arrillaga integran el consejo editorial del semanario junto con Atanasio Aguirre, socio de los Scheck en el diario El País. Los Scheck mantienen la propiedad de ese diario y tienen la mayoría accionaria de Nuevo Siglo.
El grupo Cardoso es también propietario de Grupo Disco Uruguay, que controla la cadena de supermercados Disco, Devoto y Géant. En tanto, Nuevo Siglo es propiedad de Riselco SA, controlada por varios integrantes de las familias Cardoso y Scheck, pero también de las familias Pombo, Vivo, Beltrán, Aguirre, Lalanne, Restano y Campomar, entre otras. “Algunos de estos apellidos también aparecen en la conformación societaria de la mencionada cadena de supermercados”, afirma el informe.
Canal 12, así como también el resto de los canales pertenecientes al Grupo Cardoso, han sido reiteradamente multados por burlar las regulaciones establecidas en la ya casi fenecida Ley de Medios. La unidad encargada de los controles y de la ejecuciones fue la Ursec, organismo que incrementó la fiscalización y las multas bajo la presidencia de Nicolás Cendoya.
Los dioses no descansan el séptimo día
El programa periodístico Séptimo día va por Canal 12 los domingos. Es conducido por el veterano periodista Nelson Fernández Salvidio, también conductor de Claves políticas de NSTV; columnista de El Observador y de radio Sarandí, experiodista y editor de Búsqueda; director periodístico de NSTV-Nuevo Siglo. Un antiguo empleado del Grupo Cardoso.
Séptimo día tiene el formato clásico de un conductor y un panel de periodistas, integrados entre otros por Valeria Superchi (quien también se desempeña junto a Pereyra y Silva en Informativo Sarandí); Leonardo Haberkorn, colaborador de El Observador) y Juan Hounie, “comunicador” y periodista.
Séptimo día también realizó una entrevista-juicio sumario a Nicolás Cendoya.
Nelson Fernández y su panel no partieron de la presunción de inocencia del “acusado”, sino de todo lo contrario: su “evidente” culpabilidad, su responsabilidad “criminal” en la destrucción de papeles de la Ursec.
Fernández, cuyo hijo Pablo se desempeña en El País y en Santo y Seña cubriendo el caso Ursec, llegó al extremo de impedir que Cendoya viera un “documento” en el que se le aludía.
“Rompe los ojos”, dijo Fernández con relación a la supuesta responsabilidad de Cendoya, quien, ni lerdo ni perezoso, replicó: “’Rompe los ojos’ es una expresión de [Mercedes] Aramendía”. Pareció quedar en evidencia que la fuente de Fernández es Aramendía, actual presidenta del organismo.
Luego, la metodología aplicada en la entrevista fue indecorosa. Cendoya era interrogado por un aspecto concreto y, antes de que finalizara su exposición, era interrumpido de forma constante.
La televisión, como medio, además de la exposición oral, permite la expresión gestual. Y los gestos de duda abundaron en cada una de las explicaciones que Cendoya brindó, haciendo gala de una paciencia y autocontrol envidiables.
A pesar de las constantes interrupciones e intentos de bifurcar las exposiciones de Cendoya, el exjerarca de la Ursec pudo delinear la campaña de acoso en su contra comenzada en páginas de El Observador y continuada por los medios y periodistas que responden a la derecha política.
En resumidas cuentas, el conductor de Séptimo día hace el papel de fiscal y el panel “periodístico” se confunde con un tribunal.
¿Es un procedimiento ingenuo? ¿Inocente, tal vez? No. Y no tiene derecho a serlo porque lo que se intenta desde esos procedimientos no es informar, sino intervenir en la formación de opinión, de subjetividades y hasta en la creación de un sentimiento de alarma pública.
El partido de verdad se está jugando en la cancha de la Fiscalía y, hasta el momento, es de resultado incierto. Las principales afirmaciones del complejo mediático presidencial fueron hasta ahora desmentidas por los hechos: la misteriosa carpeta verde de la que hicieron enigmático uso los matutinos de la derecha fue encontrada… en la Ursec. Contenía datos de un juicio de divorcio.
Mientras tanto, el “periodismo” enjuiciador no se plantea la más elemental de las preguntas: ¿por qué motivo el expresidente de Ursec, Nicolás Cendoya, llamaría a una persona que dos meses antes había cesado en el organismo cuando él mismo podría haber destruido la supuesta documentación?