A pesar de registrar su resultado más bajo en casi medio siglo, China se mantuvo como una gran economía a pesar de la crisis sanitaria.
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Los datos publicados en la mañana del lunes por la Oficina Nacional de Estadística (NBS, de acuerdo a sus siglas en inglés) el PIB del gigante asiático puede verse como el vaso: medio vacío o medio lleno.
El país no avanzaba tan despacio desde 1976. En aquel año aciago, a los estertores de la Revolución Cultural se sumó la muerte de Mao Zedong, la de su primer ministro Zhou Enlai y la de otro cuarto de millón de personas más –cifras extraoficiales elevan el recuento hasta 750.000– a causa del devastador terremoto de Tangshan. La economía se contrajo un 1,6% y su vertiginoso desarrollo se ha mantenido inalterable desde entonces.
Ante el contexto pandémico, no obstante, la lectura optimista se impone. China ha logrado dar la vuelta a un año que comenzó con el virus amenazando con convertirse en su particular Chernóbil. Tras un desplome histórico del 6,8% en el primer trimestre, escapó de la recesión y ha ido acelerando con un repunte del 3,2% en el segundo y del 4,9% en el tercero. Tanto es así que ya se expande más rápido que antes del desastre: el cuarto trimestre de 2019 registró un 6% frente al 6,5% actual.
“Está previsto que China se convierta en la única gran economía del mundo que obtenga un crecimiento positivo a lo largo del año”, ha celebrado Ning Jizhe, director del NBS, al tiempo que aseguraba que el PIB “ha recuperado su nivel normal”. El resultado es también superior al 2,1% que pronosticaba la encuesta de expertos de Bloomberg. Estimaciones recientes del Fondo Monetario Internacional (FMI) apuntaban que China seguirá ganando terreno, elevando su ritmo hasta el 7,9% en 2021.
El organismo internacional publicó hace dos semanas el artículo IV dedicado al gigante asiático, documento anual por el que evalúa la situación de sus países miembros.
En él, el FMI apuntaba que “las reformas estructurales han avanzado a pesar de la pandemia, aunque no de manera uniforme”. El texto alababa la apertura del sector financiero al tiempo que señalaba que “el progreso en la reforma del sector inmobiliario ha sido lento, en particular en el área de las empresas estatales y la neutralidad competitiva con firmas privadas”. De cara al futuro, “las políticas fiscales, monetarias y estructurales deben aspirar a fortalecer la demanda privada” para paliar un “crecimiento todavía desequilibrado”.
Fuente: Con información del El País (Madrid)