Caras y Caretas Portal entrevistó a Gonzalo Civila, de cara a las elecciones internas del Frente Amplio. El dirigente socialista competirá por la presidencia de la coalición de izquierda, lugar al que también aspiran llegar Fernando Pereira e Ivonne Passada.
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Sobre las necesidades de cambio en el FA, los debates que el candidato pretende impulsar y el peso de la mentada autocrítica en su postulación, trata este diálogo.
¿Qué peso tiene en tu candidatura la evaluación o autocrítica realizada sobre la derrota electoral de 2019?
Un peso crucial. De la autocrítica surge la necesidad de un cambio en el Frente Amplio. De buscar superar liderazgos personalistas y lógicas de la política tradicional, de construir desde la cercanía y el poder popular, de tener un Frente con posiciones más claras para enfrentar a la derecha y construir una alternativa, de levantar ideas valientes de cambio social, de apelar al movimiento frenteamplista y menos a los acuerdos entre 4 o 5 grupos, de cambiarnos a nosotros mismos para cambiar el país. Y ese sentido transformador y disruptivo es el que le da origen a esta candidatura. Hay mucho frenteamplismo enojado con el Frente Amplio y hay que convocarlo e integrarlo para construir lo nuevo.
¿Cuál es la mayor particularidad de tu candidatura?
Que es una propuesta de cambio, de cambio profundo. Que busca impulsar un liderazgo colectivo y un liderazgo de ideas, apelar a la participación más amplia posible, producir un recambio generacional integrando generaciones, dar debates de fondo para que el Frente fortalezca una visión estratégica sobre su proyecto de país.
¿Qué debates hacia la interna del Frente Amplio debe impulsar el organismo de conducción que aspirás a presidir?
Los debates sobre los temas que le importan a la mayoría de nuestro pueblo: la tierra, el techo, el trabajo. El debate sobre el modelo productivo y la distribución de la riqueza, sobre la relación entre la producción y el ambiente, sobre un proyecto educativo transformador, sobre un modelo de convivencia alternativo al punitivismo, sobre el cumplimiento estricto de nuestros compromisos con memoria, verdad y justicia. También los debates sobre cómo abrimos el Frente a una mayor incidencia de sus bases y del pueblo frenteamplista, a una participación crítica y transformadora, sobre cómo construimos una democracia paritaria que deje atrás los modos machistas y patriarcales que nos atraviesan, sobre cómo descentralizamos los recursos y la acción política apelando a los territorios.
Has mencionado que la izquierda debe impulsar debates cuestionen las estructuras de poder. ¿El cuestionamiento a esas estructuras incluye retomar “viejas” o “históricas” reivindicaciones de la izquierda que han quedado por el camino?
Claro, retomar viejas reivindicaciones y repensarlas en función del contexto actual. Pero no resignarnos a las lógicas del capital y del poder dominante. Mover los límites de lo posible, rebelarnos contra el adaptacionismo.
¿Cuáles son los cambios necesarios que se deberían aplicar al organismo de conducción del FA?
Desburocratizar las discusiones, poner los temas incómodos arriba de la mesa y no eludirlos, no penalizar los disensos, evitar la creación de espacios más reducidos e informales para la toma de decisiones y darle contenido real a la discusión de la dirección del Frente Amplio. El equipo de conducción debe ser además equilibrado entre movimiento y coalición, en corrientes ideológicas, en géneros, en generaciones, en territorios, y coherente en su accionar.
Has dicho también que la gente percibe “un FA con una voz un poco timorata frente a la acción de un gobierno que está aplicando una política antipopular” (la diaria). En este sentido, ¿Creés que el FA ha reaccionado tímidamente o de manera insuficiente ante la agenda neoliberal del gobierno?
Nos ha faltado contundencia. No tenemos que pedir perdón ni permiso para denunciar la política antipopular que está practicando el gobierno. El desafío es practicar una política donde prime más la verdad y menos el cálculo, más las convicciones y menos la comodidad o la competencia por pequeñas parcelas de poder. Ese es también el desafío de la unidad.