Brasil desarrolló una integración titular y un estilo de juego que configuraron un verdadero suicidio táctico en medio de una riqueza física y técnica superlativas, suicidio táctico que se fue notando a medida que la calidad de los adversarios aumentaba, desde los últimos amistosos previos hasta los partidos del mundial. Fueron actuaciones tan brillantes y lujosas en ataque como carentes de solidez en el medio, con consecuencias desastrosas defensivamente; y no por la mala performance de los jugadores que ocuparon un delirante y despoblado mediocampo, que hicieron milagros y esfuerzos titánicos para cumplir con la tarea imposible que les asignaron, arriesgando además ser culpabilizados por prensa e hinchas que no entienden mucho lo que están viendo, cada vez más lejos de poder evaluarlo en profundidad, debido a la complejidad y velocidad crecientes del juego.
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Antes de empezar el infortunado encuentro con Croacia, les escribí a un amigo en Londres y a dos acá, que tenía mucho miedo de que se reeditaran los fracasos de 1950 y 1982; que Brasil estaba viviendo el mundial y planificando los partidos y las integraciones con tanto riesgo táctico que bien podía llegar a sufrir más defensivamente que a disfrutar ofensivamente; el mismo ambiente delirantemente optimista y delirantemente ofensivo sin prudencia ni esquema de mediocampo y defensivo que arrastró a los fracasos del 50 y 82. Y nadie podía querer más que yo que a Brasil le fuese bien.
Déjeme explicarle la infalible receta brasileña para el fracaso como favorito, que parece insuperable, por eficaz y repetida. No hubo 2 sin 3; ¿habrá sido la vencida? Ojalá. Veamos.
Primer error desde 1950: ambiente y opinión de já ganhou
No solo era la prensa y la opinión pública brasileñas las que creían que Brasil ya era prácticamente campeón anticipado, sino en general también la internacional, que había acompañado el gran trabajo de Tite y las actuaciones 2019-setiembre 2022. Pero una cosa es tenerse confianza, y bien apoyada en juego y resultados, y muy otra evaluar que Brasil tenía más de 80% de probabilidades de ganarle a Croacia, como opinaron, en largo espacio periodístico, 2 excelentes periodistas verdeamarelos, 2 exjugadores internacionales brasileños y un técnico portugués. Yo podría haber considerado esos números que daba el ‘favoritómetro’ del programa, pero Tite ya había introducido sus suicidas modificaciones al esquema táctico y a la integración titular, que cambiaron drásticamente mi evaluación de sus probabilidades en la Copa; y desgraciadamente acerté. Como veremos, pasó de un 4 (Danilo-T. Silva-Marquinhos-Alexsandro) - 2 (Casemiro-Fred) - 2 (Paquetá-Neymar) - 2 (Raphinha-Richarlison) a un 4 (los mismos) - 2 (Casemiro-Paquetá) - 1 (Neymar) - 3 (Raphinha-Richarlison-Vinicius); ese catastrófico cambio de táctica y de integración titular ocurrió desde setiembre de 2022 y se mantuvo hasta la eliminación en diciembre de 2022; lo veremos en el subtítulo ‘Tercer error: el suicidio táctico y de integración del equipo titular’.
El problema con el sentimiento y creencia del já ganhou es que puede conducir a pérdidas de prudencia en el manejo de los partidos, a creerse que se es invencible y que los otros no pueden superarlos, lo que hace más difícil reaccionar ante imprevistas circunstancias adversas, para lo cual no están anímicamente preparados, y que suscitan desconcierto y malas respuestas a la sorpresa adversa. El já ganhou es el preludio a las tragedias y llantos individuales y colectivos; pasó en 1950, volvió a pasar en 1982, y como no hay 2 sin 3, se reitera en 2022. Nadie llora tanto una derrota como aquellos que no la esperaban para nada ni estaba en su horizonte de probabilidades; se cae desde más alto y duele más, como en 1950 y 1982.
Segundo error: descuidar la prudencia yendo en ventaja
En 1950, Brasil no solo era favorito para sí mismo y para casi todos (salvo para Obdulio y los suyos); era favorito y goleando, local, tendría el apoyo de la mayor hinchada jamás reunida en un estadio deportivo (el antiguo Maracaná) -el ruido que esta ruidosa hinchada haría sería también inédito dado el rebote de sonido en la enorme mole de cemento-, le bastaba con empatar para campeonar, hizo un gol que le daba más ventaja a los 62 minutos. Pero perdió el partido y el título; no varió su juego prudente y humildemente, como casi cualquiera haría, para prever un vuelco sorpresivo de último momento, y previendo el obligado ataque de quien estaba perdiendo. A los 75 minutos, empatando y aun campeones, siguieron atacando. A los 82 minutos: gol uruguayo, tragedia nacional, hasta se habían impreso diarios con títulos de campeones, y fabricado buzos con esa leyenda, El prefecto del Municipio de Río de Janeiro, en su alocución previa al partido, saludó a los inminentes campeones del mundo brasileños (lo que suscitó el comentario de Obdulio en voz alta: “Los de afuera son de palo”).
En 1982, la más lujosa y goleadora selección de la historia, esta sí goleando y no solo atacando como en 2022, jugaba el cuarto de final contra Italia, y lo jugó atacando; hizo el primer gol y no cuidó nada; Telé siguió atacando como quizás lo hubiera hecho también Tite; empata Italia, Brasil sigue atacando y hace el segundo, otra vez sin tomar precaución alguna, e Italia empata de nuevo; sigue atacando sin prudencia y comete un error defensivo con el que Italia elimina Brasil 3-2, 3 de Paolo Rossi (este gran partido se puede ver muy bien en YouTube)
No pasó algo muy diferente en 2022. El domingo 11, en un canal brasileño, muestran a un desesperado Neymar, a los 115 minutos, gritar: “No suban más, quédense atrás, ganamos 1-0 y faltan 5 minutos”. En otra imagen con sonido amplificado, durante el cambio de cancha en el alargue, Neymar insiste “No es tiempo para ‘correría’”. No tuvo suerte con las advertencias; un contragolpe croata, a los 116 minutos y con muchos jugadores ya fundidos, sorprendió a Brasil con 7 jugadores en campo rival: un tiro desviado en una pierna de Marquinhos engañó a Alison y mandó a Brasil a penales, que ejecutaron mal y los eliminó.
Se habían repetido errores que costaron mucho en 1950, 1982 y 2022: el já ganhou y la imprudencia atacante sin cuidar la ventaja ni tomar recaudos defensivos para asegurarse frente al acierto de quienes sin duda atacarían porque estaban perdiendo en un partido eliminatorio: Uruguay en 1950, Italia en 1982, Croacia en 2022.
Recuérdese que Brasil fue campeón, a veces, cuando ese excesivo voluntarismo exitista y esa imprudencia en el manejo de los tiempos en los partidos fueron controlados por técnicos o jugadores que eran criticados por ‘extranjerizantes’ y ‘defensivos’ (Zagalo, Parreira, Scolari).
Pero hubo otros errores que profundizaron los anímicos y psicosociales anteriores, que ya se habían producido en 1950 y 1982.
Tercer error: suicidio táctico y de integración, cambio sin suerte, penales más adjudicados
Primero: suicidio táctico y de integración del equipo. Ya vimos cómo pasó de un 4-2-2-2 con determinados jugadores a un 4-2-1-3 con otros jugadores y en otras funciones. ¿Y qué pasó con esto?
Uno. Acumuló excesivos delanteros que apretaban al fondo rival y se sacaban espacio de acción todos ellos (esto fue trágico contra Serbia).
Dos. Nadie en el mundo puede cumplir con las funciones de un mediocampo con solo un volante de marca y contención (el pobre Casemiro), y peor si el otro es un ‘media punta’ (Paquetá) que no siente ni acostumbra hacer eso; aunque su sacrificio y solidaridad lo hizo intentar esa utopía equivocada (pobre Paquetá también). Así desperdiciaban a Paquetá marcando sin especialización contra voluntad, y perdiendo su aporte en toques, llegada y tándem con Neymar -estaban felices de jugar cerca-; y recargaba sádicamente el trabajo sobrehumano que cayó sobre Casemiro.
Tres. Se hacía imposible el control del mediojuego y así del ritmo del juego, fundamental para poder imponer un ataque con posibilidades; peor aún si se enfrentaba quizás al mejor trío de mediocampo del mundo (Brozovic, Modric, Kovacic), jugando en los mejores clubes y juntos en la selección vicecampeona de 2018 y desde antes; maestros en dominar el medio e imponer su ritmo; y así fue.
Cuatro. Desprotegían el fondo defensivo, buena parte de cuya efectividad descansa en la tarea de recuperación, acompañamiento y control del espacio del mediocampo anterior al extremo defensivo (así, por ejemplo, pese a golear a Corea, Alison fue figura importante frente a las múltiples llegadas de los coreanos, que ganaron el 2º tiempo 1-0).
Cinco. Ese exceso de delanteros apretó a los rivales hacia su área, más aun usando una obsesiva presión alta, que le quitaba espacio y claridad a los ataques y compactaba a los defensores; recuérdese que contra Serbia solo se abrió el score avanzado el segundo tiempo, que a Suiza solo le hizo Casemiro un gol pasada la mitad del segundo; que a Camerún no se le hizo ni un gol; y que a Croacia solo a los 15 del primer alargue se le hizo el único gol. Se atacó mucho, pero se concretó poco, por exceso de ataque y falta de espacios, que se autoclausuraron creándose embudos con muchos jugadores y poco espacio, sin dejarlos ‘salir’ y crear espacios, todo en beneficio de las defensas y perjuicio de los atacantes; la marca de recuperación de los delanteros brasileños fue tan exagerada que estos perdieron efectividad ofensiva y facilitaron el agrupamiento defensivo rival y el cierre de los espacios (sin hablar de cómo se desgastó y perjudicó la lujosa efectividad de Paquetá, jugando como segundo volante en la contención).
Téngase en cuenta que un mediocampo controlado y marcado por 3 mediocampistas especializados y experientes es muy diferente de uno de 2 con un mediapunta esforzándose por cumplir (y perjudicado en lo mejor suyo); tampoco es lo mismo la marca de los delanteros, que los desgasta para atacar si marcan demasiado, como fue el caso por ejemplo de Raphinha. Un muy moderno desastre, táctico y de utilización de jugadores. Croacia tuvo, en cambio, un mediocampo clásico, completo, sobrado, marcando el ritmo e intentando transiciones rápidas, todo y exactamente lo que un partido con Brasil necesitaba y que Brasil le había facilitado.
Seis. Este desastre y suicidio táctico, y en la integración inicial, creo que empezó a bullir en la mente de Tite cuando el gran momento de Vinicius en Real Madrid lo llevó (con la prensa siempre instigando sin saber mucho) a probarlo en el ataque, sin sustituir para ello a ninguno de los delanteros que habían rendido y se habían estabilizado como titulares: Richarlison por izquierda, Raphinha por derecha, sin 9 de punta y con Neymar de falso 9, llegando ellos y Paquetá a los espacios creados por el arrastre de marcas de Neymar. Pues bien, el excelente rendimiento individual de Vinicius le hizo pensar a Tite en agregarlo a los delanteros corriendo a Richarlison como 9, Raphinha seguía de 7 y Vinicius ahora iba de 11. Pero con 12 no podía jugar, a alguien tenía que sacar para dejar a Vinicius. El elegido fue Fred, el segundo mediocampista de contención; muy equivocadamente llevó a Paquetá a hacer lo de Fred, que no le conviene ni gusta, con lo que lo apartaba del tándem con Neymar y de sus propias llegadas a los espacios. Con esos 3 delanteros, el espacio del que disponía y los que creaba Neymar quedaron cerrados por un 9 de punta a su frente, y a la izquierda por Vinicius, además de la llegada de Alexsandro por adentro. Neymar arrinconado y sin espacio, y sin poder arrastrar marcas con su presencia porque un 9 de punta clásico lo impedía; Paquetá disminuido y Casemiro a destajo en un medio insuficiente por cantidad y calidad de jugadores; una verdadera catástrofe táctica que sería el secreto de la eliminación, dando esas ventajas y facilidades al mejor mediocampo del mundo, que tomó las riendas del juego inmediatamente y por la mayor parte del juego. Pero, ojo, no estoy diciendo ni proponiendo que no jugara Vinicius, pese a que el gol de Neymar fue sin él ya en la cancha; en todo caso podía sacar a Raphinha o a Richarlison si quería mantenerlo; pero nunca, nunca, dejar a los 3, convertir a Paquetá en volante de marca, minimizar el mediocampo y tapar a Neymar, compactando a la defensa; Brasil se cortó las venas. Y para mí fue la crónica de una muerte anunciada, que temía intensamente, aunque casi se salva Brasil de esa condena provocada por esos varios desaciertos: 4 minutos más y ganaba 1 a 0, pese a todo. Pero hubo más errores, aunque no tan gruesos e importantes.
Segundo. Resultó mal la salida de Militao para la entrada de Alexsandro por la izquierda, pasando Danilo a la derecha. ¿Qué quiso Tite?
Uno. Sacar y reservar a Militao, que tenía tarjeta amarilla; el cansancio provoca imprecisiones físicas y técnicas, y algún excesivo ímpetu mal controlado (Militao juega con gran intensidad y velocidad) podía provocar su expulsión y suspensión.
Dos. Rehacer la pareja de laterales titular, Danilo por derecha, Alexsandro por izquierda.
Tres. Atacar por la izquierda, salido Vinicius, con Alexsandro fresco.
Pero el plan no salió porque Danilo se acalambró y su lateral fue usado para contrataques. El infalible técnico croata cambió el lateral y el delantero izquierdos, y Tite quizás quiso responder a esa maniobra, cambiando un lateral y poniendo (tarde piaste) a Fred; eso originó todas las jugadas peligrosas de Croacia al final del alargue (entre ellas la del gol). También porque se atacó excesivamente, como se desesperó Neymar por evitar, sin suerte.
Tercero. Tampoco se actuó con inteligencia para reaccionar a los avatares de la ejecución de los penales. En primer lugar, y aunque me imagino que habrá sido evaluado el asunto, que la tanda de penales la haya iniciado el jugador más joven del plantel (Rodrygo, 21) no parece lo mejor: aunque Rodrygo puede haberlo querido, y haya sido un ingreso fundamental para la copa europea de Real Madrid, un mundial es un salto cualitativo, y si había tantos buenos ejecutores experientes, quizás debieron haber sido preferidos; recuérdese que las ejecuciones en entrenamiento no permiten predecir en nada las ejecuciones y emociones al final; cansado, con la presión de la instancia, el público, los compañeros y rivales expectantes. Pero lo peor fue no utilizar al mejor ejecutor, y quizás el mejor del mundo en la serie: Neymar. Él fue elegido para ejecutar el último penal porque podría ser el más adecuado para tomar el más decisivo y estresante, eventualmente el quinto; de acuerdo, muchas veces se planifica así, y es comprensible. Pero eso supone que se llega en paridad a ese momento supremo; pero si se erran los dos primeros y se arriesga no llegar a ese quinto penal para usar al mejor ejecutor, entonces lo que hay que hacer es alterar el orden preestablecido y adelantar el turno de los mejores ejecutores, preservados para un orden teórico de los penales que no se daba en la práctica; haber muerto con los ojos abiertos, sin usar al mejor ejecutor de penales en un turno de penales clasificatorios para las semifinales del mundial de fútbol, es otro de los errores que no deben repetirse, y que desde 2022 parece sumarse a la receta brasileña para perder partidos siendo favorito y con trámite inicial favorable. Que no se consolide como un ingrediente nuevo de esa ya añeja y eficaz receta.