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Columna destacada | Palestina | Greta | cambio climático

El recorrido de Greta y una generación

Del cambio climático a la defensa de Palestina

El giro de Greta hacia la defensa de Palestina no es aleatorio, sino una extensión lógica de su crítica al sistema que explota tanto el planeta como a las personas.

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Todos los viernes un grupo de niñas y niños suecos faltaban a clases para protestar por el cambio climático frente al parlamento de su país. No tenía sentido asistir a la escuela si el mundo se estaba terminando. Allí estaba Greta Thunberg, una niña que en un principio era la cara visible de una generación que se paraba frente al mundo y denunciaba que los Estados no hacían lo suficiente para combatir el cambio climático. Se hizo muy famosa por sus discursos fervientes gritándole a la generación de baby boomers “¡¿cómo se atreven?!”, refiriéndose a la inoperancia de toda una generación que derrochó los recursos que nos pertenecen a todos viviendo cómodamente y por encima de las posibilidades de los límites planetarios.

Al principio, esa niña no parecía amedrentar a nadie, simplemente gritaba en eventos de la ONU y Conferencia de las Partes del cambio climático y no asistía a clase los viernes. Greta muchas veces señaló a las “hadas del crecimiento económico eterno” como las responsables del deterioro ambiental y las emisiones que provocan el cambio climático, generando grandes detractores como Jair Bolsonaro, que la llamó mocosa en 2019. Pero para muchos se transformó en un problema cuando la niña enojada empezó a señalar a los verdaderos generadores de los gases de efecto invernadero: las empresas de combustibles fósiles y el capitalismo financiero. Particularmente, comenzó a señalar a los bancos que financian las empresas de combustibles fósiles, así como otras actividades dañinas al medio ambiente de forma poco transparente, que explicaremos más adelante. En ese momento se la empezó a ver cada vez menos en actividades convocada como la niña tierna que hablaba del cambio climático, y se la empezó a ver como una joven adulta que empezaba a causar problemas. Fue arrestada múltiples veces en sus manifestaciones pacíficas en contra del subsidio de los combustibles fósiles y pronto la empezamos a ver detenida por otras manifestaciones pacíficas, esta vez por su postura ante la respuesta desmedida de Israel al ataque del 7 de octubre de 2023.

Del pánico del cambio climático al señalamiento de los verdaderos culpables

En otras columnas hemos hablado de energía, combustible y cómo los combustibles fósiles son los principales causantes de emisiones de gases de efecto invernadero. La contaminación del aire, generada sobre todo por la quema de combustibles fósiles, está causando más de 7 millones de muertes prematuras cada año, 1 de cada 5 muertes en el planeta. Esta contaminación contribuye a enfermedades cardiovasculares, afecciones respiratorias y cánceres. Los incendios forestales, cada vez más intensos y comunes debido al cambio climático, se suman a esta carga.

Pero, ¿cómo se financia la explotación de combustibles fósiles y qué tienen que ver los incendios forestales con la financiarización del capitalismo? Primero, la financiarización puede entenderse ampliamente como el poder y la influencia crecientes del sistema financiero global. Su objetivo principal es crear beneficios financieros por medio de la extracción de riqueza y la transferencia de flujos de ingresos sustantivos de los sectores reales o productivos de la economía al sector financiero. La financiarización cambia fundamentalmente la forma en que se crea el valor financiero y dónde se generan los beneficios. Los beneficios se obtienen cada vez más a través de transacciones en los mercados financieros (el dinero genera más dinero) y no de los productos. Esto requiere cada vez más el control de los recursos naturales y otros recursos materiales como posibles energéticos, minerales, entre otros. Es entonces que los alimentos, el agua y la tierra se conciben como activos financieros en lugar de como bienes comunes y derechos humanos. Para la defensa de esos activos financieros aumenta el autoritarismo y la militarización de los territorios. Los territorios más conflictivos en América Latina se encuentran donde hay riquezas como minerales o combustibles fósiles, así como recursos hídricos para generar energía o para realizar monocultivos de diferentes intereses.

Entonces existen actores que financian la apropiación de recursos naturales, tierra y, además, que financian la extracción de combustibles fósiles para poder hacer girar la rueda que mueve al mundo. Las cajas de pensiones, también conocidas como fondos de pensiones, desempeñan un papel significativo en el sistema financiero global debido a la gran cantidad de activos que gestionan. Estos fondos acumulan billones de dólares en activos, y su búsqueda de diversificación de carteras y rentas en entornos con bajos tipos de interés ha hecho que su entrada en inversiones en la tierra sea cada vez más apremiante.

La privatización de las pensiones en países como Estados Unidos, Reino Unido y Chile ha creado una nueva y vasta reserva de capital de inversión que debe ser colocada en algún lugar, lo que ha contribuido a la financiarización de la economía y ha alimentado la especulación financiera improductiva. Aunque los fondos de pensiones a menudo afirman que sus inversiones son a largo plazo y que no participan en actividades especulativas, su influencia en el acaparamiento de tierras y el beneficio directo del aumento de los precios de la tierra o la vivienda es notable. Por ejemplo, algunas empresas del agronegocio han creado o invertido en fondos que adquieren tierras agrícolas y otros "activos", convirtiéndose así en actores financieros globales. En resumen, las cajas de pensiones juegan un rol crucial en la financiarización de la tierra y la naturaleza, transformando estos recursos en activos financieros y generando impactos significativos en los mercados de tierras y bienes inmobiliarios.

¿Cómo se financian los combustibles fósiles?

La industria de los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) depende de un complejo entramado financiero que incluye bancos, fondos de inversión, compañías de seguros y gobiernos. Estos actores proporcionan el capital necesario para la exploración, extracción y distribución de estos recursos, a pesar de su impacto climático. Grandes bancos internacionales, como JPMorgan Chase, Citigroup y Bank of America, son los principales financiadores de proyectos fósiles. Según informes del Rainforest Action Network, entre 2016 y 2022 estos bancos invirtieron más de $4.6 billones de dólares en empresas de combustibles fósiles. Fondos de cobertura (hedge funds) y fondos de pensiones, como BlackRock y Vanguard, poseen acciones en empresas como ExxonMobil o Shell. Estos fondos priorizan la rentabilidad a corto plazo sobre la sostenibilidad, perpetuando la dependencia de los fósiles. Finalmente la especulación en bolsas de commodities (como el NYMEX) infla el precio del petróleo e incentiva su extracción. Además, los bonos de carbono y otros mecanismos de "capitalismo verde" suelen ser utilizados para lavado de imagen (greenwashing).

Es por estas cosas que muchas personas que defienden la tierra, los territorios y el ambiente están en contra de los fondos de pensiones, de los bancos que soportan el capitalismo financiero y han decidido moverse de las típicas manifestaciones por el ambiente a hacer bloqueos en distintas entidades financieras que depredan el ambiente y ponen en riesgo el modo de vida de cientos de comunidades.

Este sistema económico no solo perpetúa la crisis climática, sino que también está ligado a conflictos geopolíticos y guerras. La relación entre energías fósiles y conflictos bélicos es histórica y estructural. Desde la Guerra del Golfo (1990-1991) hasta la invasión de Irak (2003), el control de reservas petroleras ha sido un factor clave. El petróleo financia ejércitos, milicias y grupos insurgentes (ejemplo: ISIS se financió con la venta de crudo en mercados negros). Por otra parte, las grandes potencias (EEUU, Rusia, China) protegen sus intereses en regiones ricas en petróleo (como Oriente Medio) mediante ventas de armas. Por ejemplo, Arabia Saudita, principal exportador de crudo, es el mayor comprador de armas estadounidenses. La producción de armas requiere energía intensiva (acero, aluminio) y depende de combustibles fósiles. Según el Stockholm International Peace Research Institute, el sector militar genera el 5.5 % de las emisiones globales de CO2.

La disputa por gasoductos (como el Nord Stream en Europa) o rutas marítimas (Estrecho de Ormuz) tensiona las relaciones internacionales. La guerra en Ucrania, por ejemplo, está ligada al gas ruso y su uso como arma geopolítica.

Greta Thunberg y la conexión con Palestina: coherencia de una generación

El giro de Greta hacia la defensa de Palestina no es aleatorio, sino una extensión lógica de su crítica al sistema que explota tanto el planeta como a las personas. Desde sus inicios no ha sido solamente un llamado a la acción climática sino un pedido humanitario, para las generaciones de hoy y las que vienen. El movimiento climático global ha evidenciado que la crisis ambiental afecta más a comunidades vulnerables (indígenas, refugiados, países del sur global). Palestina, bajo ocupación israelí, sufre escasez de agua, destrucción de tierras agrícolas y contaminación por bombardeos, agravadas por el cambio climático. También han logrado detectar el complejo entramado entre el capitalismo extractivo y las lógicas de ocupación; Israel explota recursos naturales en territorios ocupados (como gas en Gaza), con complicidad de empresas internacionales. Bancos que financian fósiles (como HSBC) también invierten en empresas vinculadas a asentamientos ilegales.

Para estos grupos, que siempre se los quiso presentar como monotemáticos del ambiente, existe una resistencia interconectada. La generación de Greta ve el ecocidio y el colonialismo como caras de un mismo sistema. Su apoyo a Palestina refleja la consigna "No hay justicia climática sin justicia social", denunciando que la opresión política y la degradación ambiental tienen los mismos beneficiarios: élites financieras y corporaciones.

Es por esto que en esta semana donde Greta Thunberg está en la flotilla de la libertad, hay que reconocer su recorrido y su valentía. El activismo de Greta Thunberg evoluciona porque el capitalismo financiero, los combustibles fósiles y la guerra son eslabones de una cadena. La lucha climática no puede separarse de la defensa de los pueblos oprimidos, pues ambos son víctimas de un modelo que prioriza el lucro sobre la vida. Su voz, como la de su generación, amplifica la urgencia de transformar un sistema que quema tanto el planeta como los derechos humanos. Si hoy no defendemos a Palestina, nadie nos defenderá a nosotros del avance del capitalismo financiero sobre nuestros territorios y derechos.

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