Los gobiernos gobiernan. Los juicios de valores, la aprobación o desaprobación corresponden a la gente. Así funciona una democracia. No basta con ser electo para ser democrático. Por suerte es más complejo que eso. ¿Por qué será que este gobierno, no puede hablar sin decir que la culpa de lo que salga mal es del gobierno anterior? ¿Por qué cuando hace algo malo lo legitima diciendo que es lo que votó la gente, pero cuando promete algo que no hace dice que es por que se equivocó? ¡Qué mareo!
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En momentos de escribir esta nota, no ha comenzado aún la interpelación a los ministros Heber y Bustillo por la expedición de un pasaporte a un narco preso en otro país y dárselo a alguien acusado por un país hermano de homicida. Por lo tanto, cualquier juicio que yo haga es “prejuicio” porque todavía no he escuchado sus explicaciones. Pero hay algo que antes del debate parlamentario quiero decir: No puede un gobierno justificar algo mal hecho por un decreto de un gobierno previo. Porque los gobiernos, si no están de acuerdo con un decreto, lo derogan.
Basta de echarle las culpas al otro. Ya estamos a mitad de mandato. Hay que hacerse cargo. Cuando inauguran obras del gobierno anterior, o sea todos los días, no dicen “esta obra es gracias a la incitativa, los recursos y las obras iniciadas por el gobierno anterior”. Pero si algo les sale mal, es porque el marco jurídico (que ellos pueden cambiar) del gobierno anterior era malo.
Un decreto. Se sienta el presidente entre selfie y selfie y firma el decreto nuevo. No abro opinión sobre todos los informes recibidos por el canciller Bustillo advirtiendo de lo que se hacía: pasaporte para un narco y entregado a uno de los responsables del asesinato del fiscal paraguayo en Colombia. Escuchemos primero qué razones tuvo para hacerlo. Pero espero no se limite a decir que los decretos del gobierno anterior lo permitían. Él pertenece a este gobierno y este debe crear el marco regulatorio que considere necesario.
¿Alguien se ha dado cuenta de que, especialmente, a (justo es reconocerlo) los integrantes del Partido Nacional, dentro de la coalición, se les pregunta la hora y no contestan sin decir algo contra el Frente Amplio o contra los sindicatos?
El tema es más alarmante porque va in crescendo. Hasta ahora, sobre todo Lacalle Pou insistía en que todo lo que hacía era porque la gente lo había votado. En esa medida, no hacerlo era una omisión. Pero ahora resulta que con la edad para jubilarse es al revés. Es muy grave. Mientras que en las tarifas, el precio del combustible, que se comprometió a no aumentar y ahora lo hace mensualmente, simplemente pone cara de póquer.
Con la edad de las jubilaciones es peor. La demagogia es la misma, pero éticamente es peor. En campaña electoral dice “no vamos a aumentar la edad para jubilarse”. Y ahora plantea el aumento de la edad. Cuando se le pregunta, dice: “Efectivamente yo fui elegido sobre la base de no aumentarlo, pero me dicen que es imposible. Que no calculé que son más los pasivos que los activos”. O sea, está diciendo que cuando se propuso no estaba estudiada su viabilidad.
Confiesa que no era una propuesta seria. Que ni siquiera hicieron las cuentas. Y lo dice con cara de “soy un presidente responsable. “Lo prometí, pero no se podía. Me ocupé de averiguar si se podía después que gané”. ¿Pero no era que iba a cumplir todo lo prometido? Ahora resulta que él mismo dice que prometió sin saber si se podía.
Dejamos para otra nota especial sobre el tema otro factor que nos preocupa del marketing que rige a este gobierno. Las “verdades absolutas” que terminan imponiendo como no discutibles.
Era una verdad absoluta que no importaban las causas de los crímenes, sino que corrieran. Ahora hay que aceptar que lo que importa es qué los causa y no cuántos son. Cosa que además el ministro nunca sabe.
Me pregunto: ¿creyó que era financiable no aumentar la edad? Ahora resulta que da pérdidas; no se puede. ¿La seguridad social es un negocio que debe regular el mercado? ¿Qué importa si es rentable o no? ¿Para qué está el Estado? Que estos argumentos se hagan en el partido de Carnelli, Fernández Crespo, Ferrer Serra y Wilson es una tragedia nacional.