Siendo ambos presidentes esta fue la primera vez que se dieron la mano y se miraron a los ojos sin necesidad de una pantalla.
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En cambio, durante sus 8 años como vicepresidente de Obama, Biden se encontró con Xi Jinping 67 veces y, confesó el presidente norteamericano, han recorrido juntos más de 27.000 kilómetros por China y Estados Unidos.
La última vez fue en enero de 2017, en el Foro Económico Mundial (FEM) de Davos, cuando el mandatario chino, hizo una defensa intransigente de la globalización y del libre comercio, tres días antes de que Trump asumiera la presidencia, y cuando ya comenzaban a insinuarse las amenazas y las hostilidades de Estados Unidos que hipotecaron seriamente las relaciones entre ambos países.
El fundador del FEM, Klaus Schwab, dijo entonces que la presencia de Xi era una señal de la “transición de un mundo unipolar dominado por Estados Unidos a un sistema más multipolar en el que las potencias emergentes como China tendrán que dar un paso adelante y jugar un papel más importante”. Los años que siguieron confirmaron esa profecía.
Finalmente -a solicitud de la Casa Blanca y luego de meses de trabajo preparatorio de los respectivos asesores- el lunes pasado los líderes de las dos potencias más influyentes del mundo, se encontraron durante 3 horas y 12 minutos en la isla de Bali, Indonesia, en la víspera de la cumbre de países del G20.
En los hechos el brillo del foro de las 20 economías avanzadas y emergentes más importantes del mundo fue empañado por ese G2, habida cuenta de la trascendencia y las expectativas creadas por la cumbre bilateral, sin duda el acontecimiento geopolítico más importante del año.
A la cita los dos jefes de Estado llegaron en un buen momento y fortalecidos en sus respectivas posiciones. Xi Jinping reelecto por tercera vez como la máxima autoridad del Partido Comunista de China (PCCh) y Biden reforzado políticamente por un resultado en las elecciones legislativas mejor de lo previsto para los demócratas, que han logrado retener el control del Senado, y anunciando su muy probable postulación para un segundo mandato.
Muy por el contrario, el summit presidencial se realizó en el peor momento de las relaciones bilaterales desde que en 1979 ambos países s establecieron relaciones diplomáticas formales y Estados Unidos mudó su embajada de Taipéi, en Taiwán, a Beijing, completando el reconocimiento de la legitimidad de la República Popular, que fuera negada durante 30 años desde que Mao Zedong proclamó la República Popular China, luego de que las fuerzas comunistas triunfaran en la guerra civil.
“Yo creo firmemente que no tiene por qué haber una nueva guerra fría”, declaró a la prensa Biden apenas terminada la reunión.
El escenario de guerra fría que podría desembocar en un posible conflicto militar entre EE.UU y China es hoy, quizás más que la guerra de Ucrania, el gran tema que conmueve (o debería conmover) a todas las cancillerías del mundo.
Según el comunicado de prensa del gobierno chino, su presidente le enfatizó a su homologo estadounidense que “en las circunstancias actuales, China y Estados Unidos comparten más, y no menos, intereses comunes” y citó como ejemplos la recuperación global posterior a la covid-19, abordar el cambio climático y resolver los problemas regionales a través de la coordinación y cooperación entre los dos países.
“El mundo ha llegado a una encrucijada” y “espera que China y Estados Unidos gestionarán de forma adecuada su relación”, dijo el dirigente chino.
En sintonía con su colega, para Biden “ la competencia no debe dar lugar al conflicto y subrayó que Estados Unidos y China deben administrar la competencia de manera responsable y mantener líneas de comunicación abiertas”.
Los “5 noes”
A pesar de asumir su propia responsabilidad, Beijing endilga a Washington el deterioro de las relaciones y reafirma que solo si EEUU toma la actitud correcta y toma medidas prácticas, las relaciones entre China y EEUU pueden volver al camino correcto. Como enseña un viejo proverbio chino: "Quien comienza un problema debe terminarlo”.
Para ello Xi pidió a Biden que sea consecuente con su compromiso con los llamados llamados “5 noes”: no buscar una nueva guerra fría; no buscar cambiar el sistema de China; que la revitalización de sus alianzas no será contra China; no apoyar la "independencia de Taiwán"; no buscar conflictos con China.
Estados Unidos no busca una nueva guerra fría, no busca alianzas contra China, no apoya la "independencia de Taiwán" ni conceptos como "dos Chinas" o "una China, un Taiwán", y no tiene intención de tener un conflicto con China, respondió Biden.
Según se supo, un repaso del cumplimiento efectivo de las cinco promesas ocupó una buena parte de la reunión.
A cada uno su propio sistema
“Ninguna de las partes debe tratar de remodelar a la otra a su propia imagen, o buscar cambiar o incluso subvertir el sistema de la otra parte. En lugar de hablar de una manera y actuar de otra, Estados Unidos debe cumplir sus compromisos con acciones concretas”, señaló Xi. Las diferencias seguirán existiendo dado que Estados Unidos es un país capitalista y China es socialista, como fue confirmado en todo su alcance y extensión en las resoluciones del reciente Congreso del Partido Comunista.
En clara contraposición con la Casa Blanca, para Zhongnanhai (la oficina central del PCCh en
Beijing) la llamada narrativa de "democracia versus autoritarismo" no es la característica definitoria del mundo de hoy, y menos aún representa la tendencia de los tiempos.
Biden, desde que asumiera, se ha referido con frecuencia al estado actual de la política mundial como un “punto de inflexión”, un momento, sostiene, en que debemos elegir entre los sistemas democráticos de gobierno y las dictaduras o “ver el mundo cambiado para siempre”.
Precisamente el cambio de “mundo” es la madre de las obsesiones de Biden y así quedó consagrado en su nueva estrategia nacional de seguridad, publicada el mes pasado, que considera a la República Popular como “el único país con la intención de reconfigurar el orden internacional y, cada vez más, el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para impulsar ese objetivo”.
"Así como EEU tiene una democracia al estilo estadounidense, China tiene una democracia al estilo chino. Ambas se ajustan a sus respectivas condiciones nacionales", dijo Xi, y agregó que su sistema de gobierno, su constitución y sus instituciones reflejan la voluntad del pueblo y tienen sus raíces en la historia y la cultura del país.
La línea roja
Como ha venido ocurriendo en todas las conversaciones entre China y Estados Unidos, la situación de Taiwán ocupó los primeros lugares en la agenda.
Propios y extraños, tirios y troyanos son contestes en que la ex-Formosa es el factor más irritante y sensible en las relaciones sino-estadounidenses y se extiende la conciencia de los peligros que comporta para la paz mundial.
Según Biden, su gobierno “está comprometido con la política de “una sola China”. No busca utilizar la cuestión de Taiwán como una herramienta para contener a China, y espera ver la paz y la estabilidad en el estrecho de Taiwán, agregó.
El mandatario chino expresó su esperanza de que la parte estadounidense haga coincidir sus palabras con la acción y cumpla con la política de “una sola China” y respete los tres comunicados conjuntos que fundamentan las relaciones diplomáticas entre los dos países.
En tono duro y decidido, el mismo usado en su informe al XX Congreso, Xi advirtió a Biden que Taiwán "es la primera línea roja" que Estados Unidos no debe cruzar.
“Cualquiera que busque separar a Taiwán de China estará violando los intereses fundamentales de China y el pueblo chino jamás lo permitirá. Esperamos ver paz y estabilidad en el estrecho de Taiwán, pero la paz y la 'independencia' de Taiwán son irreconciliables, como el agua y el fuego”, dijo el jefe de Estado.
Beijing acusa a Washington de enviar señales ambiguas que contradicen, en los hechos, su respeto al principio de “una sola china” y de alentar de múltiples formas a los sectores independentistas de Taipéi.
La última fue protagonizada por Jake Sullivan. Apenas oficializado el encuentro presidencial, el asesor de seguridad nacional y gran estratega de EEUU, dijo que su país informará a las autoridades de Taiwán de todos los detalles de la reunión para que se sientan "muy seguras y cómodas". Para el Ministerio de Relaciones Exteriores de China esto representó un ulterior ejemplo de la violación grave del principio de “una sola China” por parte de Washington. La única forma de hacer que la gente de la isla de Taiwán esté "segura y cómoda" es renunciar a cualquier apoyo y estímulo para la "independencia de Taiwán”, fue la respuesta de la cancillería.
Mirarse en el espejo de la historia
A pesar de que el antagonismo y la rivalidad entre EEUU y China se mantienen, el ministro de Relaciones Exteriores, Wang Yi -catalogado en Occidente como un "lobo guerrero" y recién ascendido al Buró Político del PCCh-, calificó el encuentro como “un nuevo comienzo”.
Los editoriales de la prensa china subrayaron que el cordial apretón de manos y el tan esperado encuentro cara a cara entre los dos líderes "traen alivio al mundo”. Y la portada del Diario del Pueblo, el periódico oficial del PCCh, tituló la reunión entre Xi Jinping y Biden: "Discusiones francas y profundas”.
“Debemos usar la historia como un espejo”, exhortó Xi Jinping, una metáfora para resaltar la obligación de no exhumar la sepultada guerra fría y, en cambio, rescatar la “simbiosis” de las dos más grandes economías del mundo de 30 años de globalización.
Para Beijing, “las economías de China y Estados Unidos están profundamente integradas y ambas enfrentan nuevas tareas de desarrollo, por lo que es de nuestro interés mutuo beneficiarnos del crecimiento paralelo”.
Para Washington, China “es al mismo tiempo un competidor estratégico y uno de nuestros más importantes socios comerciales”.
Para ambos, y para todos los países, un divorcio comportaría costos económicos exorbitantes y una amenaza a la paz mundial.