Once jefes de Estado confirmaron su presencia en Brasilia, aunque la presidenta de Perú debió bajarse porque el parlamento de su país le prohíbe abandonarlo. Viajó el presidente del consejo de ministros. Lacalle Pou partió el lunes por la tarde. No nos dijo a los uruguayos qué iba a decir.
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Es legítimo que nos preocupe. Está, entre otros, el presidente argentino. Hasta ahora nunca ha estado en una reunión multilateral en presencia del presidente Fernández sin polemizar, en mal tono, con él. ¿No irá a cometer semejante descortesía con el presidente anfitrión o con el propio presidente argentino, una vez más?
La llegada de Lula marca un antes y un después en la inserción internacional de la región. Hasta ahora Uruguay no ha querido aprovechar esa oportunidad.
Habiéndose manifestado a favor de que estuviera preso, pidió a los presidentes Sanguinetti y Mujica que le acompañasen a la asunción de Lula para un tercer mandato. Allí fueron y, en presencia de sus antecesores, más allá del apoyo expreso y explícito de Bolsonaro a su candidatura, Lula da Silva le recibió en tono de “miremos para adelante…”.
El pasado, pisado. Como si el 29 de octubre de 2019, con Lula preso Bolsonaro, no hubiera dicho: “En Uruguay hay una oposición que está más alineada con nuestros pensamientos liberales y económicos”, agregando: “Hinchamos porque se elija a alguien asociado a nuestras ideas, así tendríamos a Uruguay más alineado con nosotros”.
Como si no hubiera habido una reunión del Parlasur en la que un diputado bolsonarista dijo: “Venimos a manifestar nuestro apoyo al candidato de la derecha, Luis Lacalle Pou”. Lula tiene un papel que jugar para la historia de la región y no se detiene en esas cosas que rápidamente dejó atrás. Un grande, y los grandes no reparan en cosas pequeñas, por definición. Pero ahora Cuquito va solo. Peor, va con Bustillo y Arbeleche.
El primer viaje que hizo Lula tras asumir la presidencia fue a Argentina (una reunión del Mercosur en la que Lacalle se volvió a pelear con sus pares) y de allí a Montevideo. Su visita, corta y concreta. Le pidió que no insistiera con el tratado bilateral (fuera del Mercosur) con China hasta que no se concretara el acuerdo regional con Europa. Le tendió su mano y se fue a abrazar a su “entrañable amigo, Pepe Mujica”.
Aconsejado por su canciller, Lacalle insistió con China, a donde, de forma muy descortés, Bustillo viajó el mismo día que llegaba Lula. Los chinos se dieron cuenta de que no entendía ni el idioma local ni el lenguaje diplomático y se lo pusieron, como pedía, por escrito. Al fin un documento sobre el TLC firmado por China: “No nos interesa negociar con Uruguay fuera de la región y el Mercosur”. ¡Ufff!
La política exterior quedó sin rumbo. O, mejor dicho, quedó en evidencia que nunca lo tuvo. Ahora, a la convocatoria de Lula… El presidente levantó la apuesta y fue acompañado por su canciller y su ministra de Economía. ¿Qué fueron a decir? Los uruguayos merecíamos saber. Salvo alguna broma (de mal gusto antes de un viaje) a la prensa por parte de Bustillo, no sabemos nada.
Si va, es porque algo de lo que plantea Lula le interesa. El rumbo del mandatario brasileño es conocido: renacer de la Unasur, no ideologizada, sino con pragmático realismo. No excluir por ideología a ningún país de la patria grande. No negociar acuerdos bilaterales. Fortalecer las negociaciones multilaterales de la región.
¿De dónde se agarrará? Porque para solamente pegar un portazo podría haber ido solo o mandar a alguno de sus ministros y seguir sacándose selfies acá.
A dos años de dejar el mando, llegó la hora de la verdad. No podemos seguir navegando por el mundo sin un timonel de pulso firme. El “no” chino ha dejado a nuestra diplomacia sin brújula ni rumbo. Bustillo ha definido su diplomacia como “de cóctel”; es, dijo, “el sacrificio de los diplomáticos, que les restan horas a sus familias para la actividad social, donde negocian cosas para el país”.
Para ello hay que saber a dónde se quiere llegar. El “cómo” es posterior. Hoy no tenemos ni una cosa ni la otra.