El otro día escuché a un ministro de Estado decir: “Cuando veas arder las barbas de tus vecinos”. No se me había ocurrido que a un vecino se le prenda fuego la barba. Habrá querido decir “las bardas” o medianeras. Pero la moraleja se entiende.
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Cuando era chico, hace más años de los que quisiera recordar, corría un chiste muy elocuente. El Papa citaba a los principales líderes del mundo para decirles que se venía el fin del mundo. Rompía el silencio la Reina Isabel II y decía “vámonos todos al Uruguay”. Interrogada sobre el por qué de eso, respondía: “Allá ocurre lo mismo que en el resto del mundo, pero treinta años más tarde”.
Si. Acá pasaron tres décadas entre el discurso de Wilson “se puede ser blanco, se puede ser colorado, pero no se puede ser las dos cosas al mismo tiempo”, antes de que en el 2019 triunfara un candidato blanco, en coalición preelectoral con los colorados, para ser presidente, habiendo obtenido en primera vuelta solo el 28% del electorado. Todo después de ganar una interna donde un outsider entró segundo en su Partido llevando a líderes históricos como Larrañaga a un tercer lugar.
Solo unos años, como los calculados por la Reina en el cuento, desde que Wilson dijera “no se puede pensar en cambiar las injustas estructuras sociales del país sin la activa participación de las fuerzas sociales organizadas. Y ello en el Uruguay se llama PIT-CNT”, a que un Senador del que había sido su partido dijera que la organización gremial era puro “versos frenteamplistas”.
Hubo elecciones en Argentina, habrá el domingo próximo en Ecuador. Observamos incluso las de EE. UU. el año próximo y vemos patrones de conducta que se repiten en una dirección peligrosa. No vamos a opinar de los resultados electorales. Ya lo hizo el golpista Bolsonaro, y no nos pareció bien. No es un ejemplo a seguir. Ese es tema de argentinos, ecuatorianos, y aún del pueblo americano, cuyo gobierno se presentó tantos años como modelo de democracia liberal. Hoy el ejemplo hace agua.
Los actos finales de las PASO argentinas (salvo el de Milei, que ya lo había hecho) se suspendieron tras el horrendo crimen de Morena, una niña que iba a la escuela. Tras robarle su mochila, un patada en el estómago le causa la muerte. Antes de que se votara, habían muerto cuatro más. Uno en una manifestación pacífica frente al Obelisco.
En Ecuador asesinaban a Fernando Villavicencio, candidato presidencial en las elecciones del domingo próximo. Cinco días más tarde mataron a Pedro Briones, dirigente del Partido de Rafael Correa, en la localidad de San Pedro, provincia de Esmeralda. En EE. UU. Trump es formalizado (por tercera vez en cuatro meses) por conspirar contra el resultado electoral, y el hijo de Biden es investigado por defraudación fiscal en tiempos en que rondaba el mundo de la droga.
Nuestro canciller y nuestro ministro del Interior están imputados por el otorgamiento del pasaporte a Marset. Es en este contexto que El Observador, no precisamente un diario de izquierda, publica un reportaje a Alejandro Montesdeoca, quien llegó para hacer una evaluación de riesgos de lavado de activos para la Presidencia de la República.
¡Está asombrado! Cuando ocurrió lo de Marset, él ya había notado que mientras que el problema se extendía en la región, en Uruguay no había ni idea. “El país no valora adecuadamente el tema”, dijo, agregando que “no se le da importancia al riesgo de la corrupción”. Cuando se les habla del fenómeno de la corrupción, en vez de reprimirla, se ofenden.
En Uruguay, ante una negativa a todo traspaso de rubros en la Rendición de Cuentas reclamados para salud, vivienda y educación, el gobierno sostiene la ilegitimidad de toda medida de lucha. Pero Cabildo Abierto anuncia su voto en contra de la misma, cede y dice que si se vota como está, que el gobierno “se las arreglará” para subirle el sueldo a los militares. (¿¿??)
La democracia hay que cuidarla todos los días. Hoy su riesgo ya no son las marchitas militares por radio, ni las tanquetas… son otros, tan peligrosos como aquellos. Ojalá aprendamos de las crisis de estos tiempos. Menos selfies y más instituciones.
Finalmente, para nosotros Argentina es la que este año cumple 40 años de democracia, que fueron tan importantes para Uruguay. A ella nos debemos.