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Recurrir al mapa

Perdieron el rumbo

La propaganda oficial es, siempre fue, una delicada frontera entre un servicio público y propaganda electoral.

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Recuerdo de niño a un joven ministro de Ganadería y Agricultura que decía que “por las dudas, en tiempo electoral, más vale que el Gobierno suspenda la propaganda oficial”. Era un poco exigente, pero lo preconizaba y practicaba.

No sé si serán esos recuerdos de niñez, pero a mí esto de la propaganda oficial me viene preocupando desde antes de la campaña electoral. Una cosa es el presidente usando su tiempo en la Fiesta de la Torta Frita en algún remoto lugar rural; uno ve más gente que pobladores, porque el equipo de marketing es de 15 personas que se trasladan con él. No hacen pastafrola, no sacan selfies, sacan muy buenas fotos del presidente sacando selfies… Es un estilo donde el marketing juega un papel clave en este gobierno.

El día que el presidente dedicó a visitar la Exposición del Prado, al cabo del mismo, la información entregada a los periodistas incluía la cantidad de selfies que se habían sacado (miles). Bueno, el día del natalicio de Artigas se hizo lo mismo. La pobreza infantil, el desempleo, la criminalidad, el atraso cambiario… son temas menores en los actos públicos, lo más importante es la cantidad de selfies.

Sale a caminar “solo” por 18 de Julio, compra chicles en un quiosco, obviamente se saca selfies con cara de sorprendido cuando la gente lo reconoce… Así por lo menos lo vemos por televisión. Los informativos no muestran las decenas de camarógrafos y asesores de imagen que van dirigiendo la parodia. A este Gobierno se le va a recordar como el que utilizó estos mecanismos de marketing haciendo de ellos un fin y no un medio.

Pero cuando se trata de la propaganda paga por Presidencia, debería de ser otra historia. Una cosa es avisar el nuevo límite de velocidad en determinado tramo, advertir de una ruta más corta al destino, pero cuando se hacen avisos oficiales diciendo que la gente está mejor, que se reformó la educación, el tema es otro. No son avisos para ayudar a la gente, sino para hacer propaganda política. Esos no los debería pagar el Estado. Los mapas son para dar orientación geográfica…

Por ejemplo, la Intendencia de Montevideo sacó un mapa digital en una aplicación para asistir a los discapacitados. Es un servicio público. Pueden, antes de salir, saber de antemano qué lugares tienen acceso universal y cuáles no. Es un servicio de información pública, literalmente. El Gobierno saca un mapa que solamente indica los supuestos éxitos de una gestión que ha llegado a inaugurar varias veces la misma obra a medida que avanza. Y todo termina con placa y audio que le pone la firma: “Uruguay, Presidencia”.

Las autoridades de la educación han editado un nuevo mapa y le han dado mucha difusión. Con esta herramienta se localizan geográficamente los centros educativos de los distintos subsistemas de la ANEP. Se puede conocer la ubicación de un centro e identificar la oferta o modalidad educativa que brinda. Pero ahora los mapas llegaron a manos de la potente estructura de marketing del actual Gobierno. Es decir, a la propaganda oficial con ánimo proselitista que no agrega una sola información a los usuarios, han llegado los mapas.

Al “alcance de todos”, se anuncia e informa en su publicidad, que se puede adquirir “en todas las tiendas de Google Play y Apple Store”. Pero, ¿qué muestra el mapa? Es lo que hace el Gobierno, no lo que me beneficia de ello. No es “vaya por acá que es más corto” o “ahora hay un puente que embalsa dos carreteras”. No, se trata de que el ciudadano monitoree la gestión del Gobierno. Así es, pero, además, así se presenta. Porque se incurre en dos altos gastos, cuando se dice que no hay recursos para la educación y para políticas sociales; uno, la difusión (propaganda) de su existencia; luego, a través de una aplicación, se puede obtener el mapa. Repito, por Google o Apple Store. El aviso se puede ver varias veces en cada tanda de horario central en todos los canales de aire y alguno más, ¿a razón de cuánto? Entre 2.000 y 3.000 dólares el minuto. Pero el Gobierno lo paga porque nos dice que es una app muy importante. Veamos qué dice textualmente el aviso…

UyMap es la app del Estado uruguayo para encontrar y conocer todas las obras y servicios del Gobierno nacional, desplegadas en forma territorial” (sic). Luego dice cómo se debe proceder en Google y Apple y sus tiendas de aplicaciones para obtenerlo.

Luego agrega: “Hay más de 1.500 puntos para conocer. Esta aplicación permite acceder de forma actualizada a las obras de infraestructura y nuevos servicios en todas las áreas de gestión y visualizar la ejecución de todas las obras viales del país. UyMap es una herramienta que brinda información personalizada y transparente para saber cómo se invierten los recursos que aportan todos los uruguayos”. Textualmente.

Finalmente, cierra con una apelación publicitaria, no del Gobierno sino de la aplicación misma, que les es funcional: “Descubrí UyMap, un mapa para descubrir lo que importa. ¡DESCARGALA!”.

De no ser casi patético (costos, prioridades, concepción en la que el relato mate al dato), daría para esbozar una sonrisa. Quedé pensando y finalmente vino la sonrisa recordando a Wilson cuando parafraseaba a Torrijos: “De que se van… ¡se van!”.

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