Tanto en la literatura académica occidental como en la prensa masiva -también occidental- nos estamos acostumbrando a leer trabajos que nos informan sobre los vaivenes de la opinión pública (nacional y mundial agregada) respecto de la democracia, y acerca de la descripción evaluada de sus variantes desde la investigación académica en el espacio-tiempo.
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La inclusión conjunta de calificaciones de la democracia a cargo de personas académicamente especializadas, junto a las de personas no especializadas, es como combinar opiniones sobre manzanas para opinar sobre peras, tal la distancia que separa a la conceptualización de la democracia sobre la cual descansan las investigaciones a su respecto, y la vaga e imprecisa conceptualización sobre la democracia que ostenta la mayoría no especializada, tanto para su actuación cotidiana ciudadana como para su respuesta a preguntas de investigación sobre la democracia y yerbas vecinas.
Sin hablar siquiera de la tan imperfecta como sesgada difusión que la tóxica prensa informativa hace, tanto de las ideas y trabajos académicos como de los sondeos hechos sobre ideas de la gente común, no académica ni especializada.
¿Qué es la democracia para la academia y para la gente?
En primer lugar, un problema insoluble respecto a la validez, tanto de las encuestas nacionales como de las regionales y de las internacionales comparadas, es, precisamente, ese de sumar toda clase de frutas para concluir sobre una sola clase de ellas. No tanto en las comparaciones inter-nacionales y en las mundiales constituidas por la agregación y manipulación estadística de las más desagregadas, como en las más desagregadas, aunque el defecto las abarque a ambas. ¿Cuáles son esos defectos conceptuales y metodológicos con los que lidian, sin poder superarlos, investigaciones y conclusiones académicas?
Uno. Si se le pregunta a una persona cualquiera, como se hace sin remordimiento conceptual ni metodológico desde siempre, qué opina de la democracia, si funciona bien o mal y si la democracia -o alguno de sus ítemes académicamente definidos- se cumplen o no, se están coleccionando las más diversas frutas para concluir respecto de una sola variedad de ellas.
En efecto, ¿qué pueden tener en común las concepciones acerca de los contenidos de la democracia entre las tribus del África subsahariana, los campesinos chinos, los mosaicos multiculturales milenarios que son los indonesios desde sus miles de islas constituyentes, la clase media del oeste europeo, el nordeste brasileño y microgrupos multiculturales de la India, por mencionar solo algunos de los componentes caleidoscópicos de algo a lo que se le llama, con excesiva temeridad falaz, como ‘opinión pública mundial o global’?
Semánticamente sería un milagro de confluencia que los respondentes tuvieran una mínima homogeneidad conceptual y evaluativa respecto de la democracia, de sus ítems componentes y del grado de su cumplimiento, tales como para autorizar su agregación como opiniones de gente homogénea respecto de fenómenos homogéneos. Se necesita solo pensar un instante en ello para concluir que ambas homogeneidades no existen, y que son frágiles e inconclusos constructos académicos y periodísticos. No obstante su precariedad conceptual y metodológica, pasan por ser ‘sondeos’ de la opinión de diversos universos poblacionales, ninguno de ellos, probablemente, mínimamente homogéneos semánticamente como para ser agrupados en el análisis.
Pero, sin embargo, los que son muy imprecisos y frágiles sondeos son, ellos mismos, poderosos constituyentes de opinión, en mucho mayor medida que la que son sondeos válidos de la misma.
Los sondeos, entonces, sondean muy imperfectamente, pero conforman muy eficazmente los diversos niveles de la opinión pública, desde ese gato por liebre de la conceptualización y métodos del sondeo. Porque cuando algunos respondientes -o incluso simples curiosos- leen en la prensa que hay determinados acuerdos y vaivenes de las opiniones y contenidos democráticos en el espacio y en el tiempo, están siendo llevados a opinar lo que las coyunturales mayorías construidas por el análisis académico, artifactual, han concluido, tan aventurada como excesivamente, respecto de contenidos y evaluaciones homogeneizadas mucho más allá de su heterogeneidad real, natural.
Los sondeos de opinión son muchas veces constructores de opinión, más y mejor que sondeadores de ella.
Propaganda etnocéntrica de neoimperialismos y neocolonialistas
La construcción de rankings de democracia y de tendencias de cumplimiento de ítems de performance democrática son constructos hiperreales y propaganda etnocéntrica de conceptos muy poco compartidos, y de una idealidad muy restringida espaciotemporalmente, pero que quiere creerse e imponerse como universal; aunque, antropológicamente, los regímenes políticos y las ideas a su respecto sean multiculturales, pluriversales y ligados a trayectos espaciotemporales tan variados en sus criterios y raíces que quizás no deberían ser agrupados como clases de realidades homogéneas comparables e indicadores de la presencia o no, o gradual, de dimensiones, realidades ni criterios comunes acumulables, tanto al preguntar como al analizar lo respondido.
Prácticamente todos los sondeos de ese tipo que existen, en los niveles nacional, regional y mundial, tienen esas carencias metodológicas de validez externa e interna.
Las definiciones de criterios e ítems de estímulo para respondientes son semánticamente simplificados y homogeneizados, y producen un también tan simplificado como homogeneizado análisis de las respuestas dadas a esos cuestionables estímulos confeccionados. Ese tan imperfecto como totalitario estímulo metodológico producirá respuestas que se agregan en índices compuestos que ‘concluyen’ sobre el objetivo de los sondeos. Dicha conclusión se volvió tal debido a las más que dudosas homogeneizaciones llevadas a cabo por los investigadores, tanto al producir los estímulos como al analizar las respuestas, inocentes respondientes invadidos por temas sobre los que no tienen formación ni reflexión habitual, y forzados a opinar y responder sobre cosas sobre las que no tienen creencia firme ni criterios de evaluación consistentes; además, en medio de situaciones muy diversas a las de su comportamiento cotidiano, que no contribuyen tampoco a asegurar tampoco validez metodológica en las respuestas.
Artefactualidad constructiva académica, vehículo de impenitente etnocentrismo político-ideológico y moral, entonces; hiperrealidad, diría Baudrillard, alucinaciones colectivas impuestas, se temería Le Bon. Porque, antropológicamente, ¿qué trayecto vital común, qué experiencias espaciotemporales semejantes deberían llevar a que todos los ricos pluriversos culturales y civilizatorios confluyan en la superior idealidad y en la comunalidad de ítems por medio de los cuales sofisticados académicos occidentales, urbanos, cristianos, toman como patrón de medida cultural, política y moral cosas absolutamente ajenas a la experiencia conformadora de conceptos y criterios en gente que no pasó por esa cadena de experiencias conformadoras? ¿Por qué los 174 países que son ranqueados en las instituciones de investigación más abarcativas deberían ser ‘democráticos’, cultores preferenciales de ella y adherentes a las instituciones y conceptos por medio de los cuales son evaluados como más o menos democráticos (o sea ni locos, ni inmorales, ni atrasados, ni malditos)? ¿Tienen que ser ‘convertidos’, ‘conquistados’, como fuimos los latinoamericanos invadidos ‘para nuestro bien’, por la cruz y la espada ibéricos, así como otros continentes se sometían a otras cruces europeas y a otras espadas? ¿Tienen todos los países y pueblos del mundo que ser democráticos, como tuvimos que cederle las tierras a los reyes de España y creer en el dios monoteísta que la Reconquista de los reyes católicos y la Contrarreforma imponían entonces?
Las investigaciones, los análisis, los ránking de países, la detección de tendencias respecto de la ‘democracia’, son todas, absolutamente, expresión y propaganda de etnocentrismos culturales y de construcciones académicas que podrían ser perfectamente respetables como aproximaciones imperfectas si expusieran, con sincera autoconciencia autocrítica, los inevitables sesgos que integran sus conceptos, trabajos académicos y comunicaciones públicas de resultados de análisis de investigaciones. Y que hacen que, más que sondeos sean conformaciones de opinión, y más que descripciones de realidades, sean proyecciones de etnocentrismos larvados. ¿Por qué todos los pueblos del mundo tienen que ser democráticos y según los ‘componentes’ de las democracias que figuran en los sondeos mundiales o en las agregaciones de sondeos sub-mundiales que contribuyen a resultados tan construidos como hiperreales y sesgados? Miren la lista de los académicos participantes, tanto en los sondeos componentes como en los análisis resultantes.
¿Cuántos países hacen parte de esas conceptualizaciones, investigaciones y concluyentes análisis, que una prensa también culturalmente parcial reproducirá, más simplificada e imperfectamente a su turno?
Porque todos esos trabajos y sus divulgaciones podrían ser válidos como progresivas aproximaciones, cuyas imperfecciones de artefactualidad conceptual y metodológica, y sus fuertes sesgos conceptuales y político-ideológicos, si no morales, deberían ser internalizados y expresados para no caer en etnocentrismos y parcialidades político-ideológicas tan flagrantes. Y sin confundir tampoco la conceptualización de la democracia que sostienen los académicos especializados con las que pueda tener la gente común sondeada. Cuidado con hacerle decir a la gente cosas que ni sabe ni siente, y menos para generalizarlas para una propaganda neocolonialista de democracias que no hay por qué vivir ni valorar como las élites neocoloniales lo hacen; peor aun cuando los países que se erigen en sus custodios no solo la violan crecientemente, sino que basan buena parte de su prestidigitación ideológica en esa dicotomía afirmación vs. acción real. Hay mucho gato por liebre y mucho gato encerrado en esos pseudominuciosos procesamientos y análisis de montañas de datos; son propaganda etnocéntrica y de globalizadores neoimperiales y neocoloniales enmascarados.