Fieles seguidores de la célebre máxima de George Clemenceau, el controvertido jefe del gobierno y ministro de Guerra de Francia en el final de la Guerra Mundial, “la guerra es un asunto demasiado serio para dejarla en manos de los militares”, tanto Donald Trump como Joe Biden habían reservado para sí y para sus principales exponentes y estrategas partidarios e institucionales (Blinken, Pelosi, Pompeo, Sullivan, Bannon, por citar solo a algunos) la espiral de acciones, declaraciones y provocaciones que EEUU ha venido desplegando contra China en relación a Taiwán. Estos días los tambores de guerra volvieron a sonar, pero esta vez fue el turno de los militares y lo hicieron con un nivel altísimo de decibeles que podrían causar daños irreversibles a los “oídos” del mundo.
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“Instinto” guerrero
El viernes pasado, la cadena NBC News hizo público un memorando del jefe del Comando de Movilidad Aérea de la Fuerza Aérea estadounidense, Michael Minihan, dirigido a los aproximadamente 110.000 miembros del cuerpo militar que comanda, para que aceleren sus preparativos para “un posible conflicto” en Taiwán, citando las aspiraciones del presidente chino Xi Jinping y la posibilidad de que los estadounidenses “no presten atención hasta que sea demasiado tarde”. “Mi instinto me dice que combatiremos en 2025. Xi (Jinping) se aseguró su tercer mandato y fijó su consejo de guerra en octubre de 2022. Las elecciones presidenciales de Taiwán son en 2024 y ofrecerán a Xi una razón. Las elecciones presidenciales de Estados Unidos son en 2024 y darán como resultado para Xi una América distraída...el equipo de Xi, la razón y la oportunidad están alineados para 2025″, advirtió el general, que hasta hace menos de 2 años ocupó el cargo de comandante adjunto del Comando del Indo-Pacífico, que tiene a China y Taiwán entre sus competencias. El “consejo de guerra” al que hace referencia Minihan es el nuevo Buró Político del Partido Comunista de China (PCCh ) de cuyos 24 miembros 15 han tenido una experiencia directa en la gestión (política o militar) de la cuestión de Taiwán. Por su parte la “razón” que, según el militar, ofrecerán las elecciones presidenciales en la ex Formosa, sería el triunfo de Lai Ching-te, actual vicepresidente de Tsai Ing-wen, quien, según los analistas, jamás ha renunciado al “gran objetivo” de la independencia de la isla. Se trata de la alarma más dramática y perentoria jamás lanzada por un tan alto oficial del Pentágono en relación a China y que se suman a las del almirante de la Armada Charles Richard, jefe del Comando Estratégico de EEUU, que semanas atrás había declarado que la crisis de Ucrania es “solo el calentamiento” y que “se acerca la guerra más grande”, refiriéndose a un posible enfrentamiento bélico con China. Diversos estudios han calculado que, desde su independencia en 1776, Estados Unidos ha lanzado cerca de 400 intervenciones militares y 25% de ellas luego del fin de la Guerra Fría, pero todas ellas “asimétricas”, dadas las debilidades de las fuerzas del enemigo que hacían imposible un daño a la potencia militar más imponente del planeta. Sin embargo, un enfrentamiento con Rusia en el caso de Ucrania y con la República Popular por Taiwán, desembocaría en una guerra nuclear de consecuencias catastróficas para toda la humanidad.
La línea roja
En noviembre y en ocasión de su primer y hasta ahora único encuentro presencial desde que Biden asumió la presidencia, Xi Jinping advirtió a su homólogo de que Taiwán es “la primera línea roja que no se debe cruzar” y aseguró que espera que EEUU haga “honor a su promesa” de no apoyar una eventual independencia de la isla. “Taiwán forma parte de los intereses centrales de China, y son la base de las relaciones políticas entre China y Estados Unidos. Esta es la primera línea roja que no se debe cruzar. Cualquiera que busque separar a Taiwán de China estará violando los intereses fundamentales de China y el pueblo chino jamás lo permitirá. Esperamos ver paz y estabilidad en el estrecho de Taiwán, pero la paz y la 'independencia' de Taiwán son irreconciliables”, subrayó el mandatario chino. Taiwán -adonde se retiró el ejército nacionalista chino tras la derrota contra las tropas comunistas en la guerra civil- se ha gobernado de manera autónoma desde 1949, aunque China reclama la soberanía de la isla, que desde siempre considera una parte integrante de su territorio y cuya reunificación ha sido uno de los principales temas de la agenda política del gigante asiático. Las relaciones entre Bejing y Washington, (refrendadas en los 3 comunicados firmados por ambos países en 1972) al igual que con el resto de los países del mundo, se basan en el principio de una sola China -reconocido por la Resolución 2758 de 1971 de la Asamblea General de las Naciones Unidas- que establece que Taiwán forma parte inalienable del territorio chino, y el Gobierno de la República Popular China es el único Gobierno legítimo que representa a toda China.
El encuentro presidencial -celebrado en el marco de la cumbre de los países del G20- tuvo lugar semanas después de un viaje a la isla de la presidenta de la Cámara baja de EEUU, la demócrata Nancy Pelosi, a lo que Beijing respondió con los mayores ejercicios militares en torno a la isla en décadas, además de sanciones comerciales sobre Taipéi. Estados Unidos está dispuesto a redoblar su apuesta, y la semana pasada medios de prensa norteamericanos divulgaron que el Pentágono se encuentra en las “primeras fases” de coordinación de la próxima visita que haría a Taiwán Kevin McCarthy, el legislador ultraconservador republicano, connotado antichino, recientemente electo como sucesor de Pelosi al frente del Congreso. Para China, lo que dijo Minihan en su memorando no es simplemente una “intuición”, sino que representa la actitud real de los altos mandos del ejército estadounidense. Detrás de los frecuentes despliegues militares de Washington en la región de Asia y el Pacífico bajo el lema de la “paz”, se están gestando fuerzas beligerantes de este tipo, afirmó el principal vocero de su Ministerio de Relaciones Exteriores.
OTAN y el “desafío sistémico chino”
La misma preocupación y rechazo suscitó esta semana la visita a Corea del Sur y Japón realizada por el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. El objetivo principal de la misión del jefe de la alianza militar atlántica era convencer a ambos países, que hasta ahora han enviado asistencia humanitaria a Ucrania y equipamiento militar no letal, a cambiar su propia legislación que lo prohíbe, y así incrementar la ayuda militar a Ucrania. “Si no queremos que ganen la autocracia y la tiranía, entonces ellos (los ucranianos) necesitan armas, esa es la realidad”, dijo Stoltenberg, ex primer ministro noruego. Para el número 1 de la OTAN es “extremadamente importante” que Rusia no gane esta guerra, no solo por los ucranianos, sino también para evitar enviar un mensaje equivocado a los líderes autoritarios, específicamente Beijing, de que pueden conseguir lo que quieren por la fuerza. “Esto es peligroso. China está observando atentamente y aprendiendo lecciones que pueden influir en sus decisiones futuras”, declaró Stoltenberg en conferencia de prensa con el primer ministro japonés Fumio Kishida, en clara referencia -pero sin nombrar- a Taiwán.
“Creemos que debemos comprometernos con China en cuestiones como el control de armamentos, el cambio climático y otros asuntos. Pero al mismo tiempo, tenemos muy claro que China supone un desafío a nuestros valores, a nuestros intereses y a nuestra seguridad”, había afirmado dos días antes en una conferencia en Seúl. China es un socio de los países, no un desafío, y que no amenaza los intereses ni la seguridad de ninguna nación, fue la primera respuesta del Ministerio de Relaciones Exteriores.
“También esperamos que la OTAN abandone su mentalidad de Guerra Fría y el concepto de confrontación de bloques, y haga más por la seguridad y la estabilidad de Europa y del mundo”, declaró a la prensa el vocero de la Cancillería. El año pasado, los líderes de Tokio y Seúl asistieron a la cumbre de la OTAN en Madrid, y confirmaron su posición contra Rusia que atacó a Ucrania, y China, que expande cada día más su influencia. Dicha cumbre aprobó su nuevo concepto estratégico en el que se identifica a China, por primera vez, como un "desafío sistémico para la seguridad euroatlántica, sus intereses y valores” y se le endilga su “ansia de subvertir el orden mundial”. Según los países miembros de la Alianza, China estaba “aumentando sustancialmente sus fuerzas, incluso en armas nucleares, intimidando a sus vecinos, incluido Taiwán”. Para el gobierno y el PCCh una orientación hacia la región de Asia-Pacífico “solo exacerbará la confrontación” y alertaron sobre los peligros para la seguridad de la región de una participación activa de Japón y Corea del Sur.
“Las cinco expansiones de la OTAN hacia el este tras la Guerra Fría no solo no han conseguido que Europa sea más segura, sino que han sembrado la semilla del conflicto (en Ucrania)”, declaró en su momento Zhang Jun, enviado chino ante la ONU, antes de la cumbre de la OTAN de 2022. Hoy más que nunca la semilla está plantada en Taiwán, el mundo espera que los tambores de guerra que volvieron a sonar esta semana los altos mandos militares estadounidenses no anuncien la cosecha de una nueva guerra.