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Columnas de opinión | Argentina: | chantajistas | Javier Milei

La victoria de Trump en la vecina orilla

Argentina: los chantajistas matan

“Los chantajistas no matan” es un cuento de Raymond Chandler donde Rhonda Farr, estrella de Hollywood, es extorsionada por haber escrito unas cartas imprudentes en una época de inmadurez.

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Al cabo de un tiempo estas misivas amorosas acaban en el mercado de los chantajes. Mallory, investigador privado, es contratado para recuperarlas. Los investigadores privados siempre recuperan las cartas de las chantajeadas. Pero eso ocurre en Hollywood, “la fábrica de sueños”. En Argentina no hay Mallory y mucho menos Philip Marlowe.

En Argentina Trump dijo: “Me votan a Milei este domingo o el lunes les destrozo lo que les queda de economía”. Y todos saben que puede hacerlo, porque Argentina está secuestrada por el negociado de deuda, por el FMI y por los fondos buitres para los que trabajan desde Luis Caputo hasta Sergio Massa. Literalmente: Massa perdió la candidatura presidencial y se fue a trabajar a un fondo buitre y a nadie le sorprendió, ni al peronismo ni al antiperonismo, que históricamente han sido intercambiables. Los mismos oligarcas que fueron peronistas con López Rega o con Menem fueron antiperonistas con Cámpora o con Kirchner. Y no hay ningún proyecto político masivo que los enfrente. Lo más parecidito a un liderazgo antiimperialista coherente (firme con la causa Palestina o denunciando los atropellos yanquis en el Caribe) y creciendo en lucha, organización, votos y resistencia es Myriam Bregman. Pero no ha adquirido todavía la masividad necesaria.

Los números proyectan el crecimiento del Frente de Izquierda para elecciones con PASO, tras la consigna de “no pago de la deuda odiosa”. Los chantajistas saben que es esa la única salida del laberinto en que tienen confinados a los pueblos saqueados.

Este año oí varias veces a Sabino Vaca Narvaja, exembajador peronista de Argentina en China, dar voces lúcidas sobre el mundo, pero cuando llega el momento de tener que hablar de Philip Marlowe le erra como a las peras. “La adhesión del pueblo chino al Partido Comunista es por los resultados económicos, no por la ideología”, dice. Tomemos por “ideología” la ciencia marxista del Partido Comunista de China: La adhesión del pueblo viene desde la larga marcha en la que el resultado económico fue ciento tres mil muertos y siete mil sobrevivientes, fue adhesión a un inmenso proyecto político que por antiimperialista, al costo que fuese, hizo la revolución. Pero vaya si fue chantajeado por el intervencionismo imperialista: la principal consigna de la revolución china fue el no pago de las deudas (en los hechos también lo fue de la rusa, aunque su slogan era “paz, pan, tierra”; lo primero que hizo Lenin, en enero del 18, fue repudiar los bonos de deuda zarista).

China fue bloqueada en cumplimiento del chantaje imperialista, “sancionada”, los imperialistas no reconocieron la existencia de la República Popular China. Ni los dependientes en política exterior de Estados Unidos, el primer peronismo (hasta 1973) y el segundo y tercer batllismo (hasta 1988).

Durante 22 años no le permitieron integrar la ONU. Por supuesto que la agredieron, la sabotearon, le provocaron hambrunas, atentaron en mil formas contra China, pero con ayuda soviética al principio y dueña de la única civilización universal cuya cultura abreva en pensadores europeos, China se apropió de sí misma, a la vez que desarrolló su rodeo, paso a paso, con cualquiera que quisiera rodearla entre todo el mundo tal cual es; no tal cual China quiere que sea.

En Argentina la soberanía no existe y, tristemente, Cristina Kirchner, la presidenta que tuvo el valor de enfrentar al grupo Clarín, cometió demasiados errores, no siempre por decisión únicamente propia, pero siempre bajo su liderazgo: entre los mayores, las candidaturas presidenciales (nada menos y por tres) de Daniel Scioli, Alberto Fernández y Sergio Massa. Pero su mayor error fue abandonar los caminos plebeyos para simplemente rosquear. En Legítima Defensa se dijo: “Si Cristina no se presenta a presidenta 2023, defrauda al pueblo argentino”, porque no enfrentó la proscripción, no levantó esa bandera que para Perón fue enorme y enterró, así, una batería antiaérea en Plaza de Mayo ante el inminente bombardeo.

La concepción de no confrontar, esconder la CGT, esperar a que Javier Milei caiga solo sin apretarlo en la calle, a que el pueblo aprenda de su sufrimiento por haber metido la mano en el enchufe es premarxista, pre Perón, pre Bakunin, presocrática… Si cuanto peor fuese mejor, si la miseria generase aprendizaje y conciencia en los pueblos, la mayoría de Latinoamérica sería socialista desde hace al menos un siglo.

Los pactos palaciegos a los pueblos no les enseñan nada. Se puede pueden cometer todos los errores del mundo menos ese, no luchar. Y Cristina no ordenó resistir al gobierno de Milei en las calles. Le dejó esa tarea a Myriam Bregman, quien (que Trotsky me disculpe por el verbo) la capitalizó.

Sin embargo, esta Cristina presa, proscripta, señalada más que nunca por sus enemigos, tenía razón cuando se peleó con Axel Kicillof para que no desdoblara las elecciones provinciales de las nacionales. Si el gobernador le hubiese hecho caso, hoy sería el líder definido del movimiento (por varios factores: el interés personal de los intendentes en movilizarse, la carencia de un aviso especular para alertar a la reacción, entre otros), pero con este resultado del domingo 26/10, de derrota también en la Provincia de Buenos Aires, el liderazgo del peronismo sigue sin definirse.

Tampoco Milei es un líder estable. Después de todo lo votó solo el 25 % del padrón y además concentrando todo el voto del centro a la derecha, haciendo desaparecer cualquier espacio electoral “centrista”.

En todo el Occidente colectivo existe una ruptura recurrente entre las encuestas-políticos-politólogos y la realidad. El “centro” no vota. Desde Berlín hasta Nueva York, pasando por París, las elecciones se polarizan entre neonazis y marxistas. En Uruguay una excepción son Factum y Bottinelli, que advierten las consecuencias del alineamiento con Washington-Londres-Bruselas-Tel Aviv. Cuando el ministro Oddone dice que nadie lo votó para hacer la revolución, debemos considerar que más allá de que en realidad son hoy esos sectores, el voto muy mayoritario a las listas 609 y 1001 corresponde a sendos imaginarios revolucionarios (tupamaros y comunistas). Y más mayoritariamente aún el porcentaje del Frente que votó el Sí al plebiscito contra la reforma previsional.

En Argentina la opción de “centro”, que según las encuestas dividía el escenario en tercios, “Provincias Unidas”, fue el mayor fracaso electoral del domingo (y los hubo por doquier). Perdió en todas las provincias en que se presentó a excepción de Corrientes, y allí ganó “a gatas”. No llegó a un tercio ni a un cuarto ni a un quinto... En tanto que Lousteau, por ejemplo, otro “centrista”, entró solo y arañando un 6 % a la diputación en Buenos Aires, donde lo daban metiendo dos legisladores. Perdiendo el puesto de tercera fuerza con el FITU (Frente de Izquierda y de los Trabajadores-Unidad), que alcanzó el 9,5 % con Myrian Bregman. Un liderazgo reafirmado, porque hasta Gabriel Solano, el anterior contendiente de Bregman de PASO, se encargó de destacar que hubo un corte de boleta del 3 % a favor de su primera candidata.

Y en definitiva, Trump ni siquiera le concedió la victoria a Javier. “La ganamos yo y Marco Rubio”. Y, por supuesto, a la economía argentina va a terminar de destrozarla igual que si hubiera perdido del todo.

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