No es algo nuevo, pues ha sucedido otras veces que personas que figuran como suplentes en las sábanas de las listas electorales terminan ocupando una banca producto de más de una carambola política.
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No parece ser el caso de una elaborada jugada a tres bandas en la que, por renuncias sucesivas, termina emergiendo alguien casi oculto en la maraña de nombres y apellidos que se suman en horizontal cuando la lista correspondiente opta por el sistema de suplentes respectivos. Esas mismas líneas que casi nadie mira pero suelen ser muy importantes en las duras negociaciones que deciden complejas arquitecturas que aterrizan las ingenierías de listas, sectores y sublemas técnicos dentro de un gran lema común.
Hasta la pasada elección, Patricia Kramer tenía una interesante trayectoria como artista de la música y el canto y una militancia consecuente, aunque muy discreta, en la actividad del movimiento estudiantil universitario, en sus tiempos de estudios de Facultad de Química, donde cursó cinco años, o luego en la de Humanidades, donde incursionó en la filosofía. Lo mismo incluso para su participación en el vasto y diverso campo feminista o en la militancia política referida a las artes.
Nacida en 1979 y crecida en una familia con fuerte compromiso político, por parte de madre frenteamplista de base y padre integrante de los Grupos de Acción Unificadora (GAU) devenidos en Izquierda Democrática Independiente primero, y derivados después en Vertiente Artiguista. Sin duda, mamó de cerca la mística del Frente Amplio, sobre todo tras la larga acumulación histórica que desembocó en el primer gobierno de la izquierda a nivel nacional. En ese sentido, es parte de una generación de recambio, con lo complicado que es eso para la izquierda uruguaya, tan aferrada a patriarcas y patriarcados.
En algunos círculos más estrechos se conocía su trabajo en campañas electorales desde el lado de la comunicación. Por ejemplo, dirigió la campaña de Mónica Xavier en la elección interna del FA del año 2012 con la que la senadora del PS obtuvo la presidencia de la fuerza política frente a las candidaturas de Ernesto Agazzi, Enrique Rubio y Juan Castillo. Luego fue llamada por Yamandú Orsi para ocupar un puesto de dirección en la Intendencia de Canelones, en el área de la Cultura que, tras un primer año de gestión, trocó en la Dirección de Planificación Estratégica de la comuna canaria.
Tras su vinculación como independiente en el grupo El Abrazo, siendo primera candidata al Senado en 2019, ocupó una posición a todas luces figurativa dada la mínima posibilidad de que la lista alcanzara los votos para la Cámara Alta. Ya para la elección de 2024, su nombre quedó como suplente de Cristina Lustemberg, pero en el cuarto lugar de la lista del MPP al sumarse a ese sublema. Como la titular fue designada al frente del Ministerio de Salud Pública, Kramer ascendió desde las sombras a una banca senatorial, algo que para la enorme mayoría de votantes fue una sorpresa. Con el agregado de que, en estos primeros meses de gobierno, también había mantenido un perfil muy bajo. Hasta ahí una Kramer.
Pero hace unos pocos días se viralizó un fragmento de la entrevista que Petinatti le hizo a otra Kramer, que es la misma pero muy lejos de su perfil anterior. La indignación en tantas personas de izquierda con algunas de las expresiones fue mayúscula. Entre otras frases, Kramer afirmó que hubo dirigentes del FA que fomentaron el odio hacia los judíos uruguayos, repitiendo lo que afirmaba el entrevistador y, algo peor, esquivando el ataque para escudarse sin siquiera nombrarles. Al menos para aclarar a quiénes se refería en semejante acusación al barrer.
Otra de sus frases fue la de que "es un hit la bandera palestina". Frase pronunciada con sorna y una media sonrisa que llega a la risa y carcajada cuando Petinatti agrega que "espero que haya sido un judío el que vendió todas las banderas". A lo que Kramer retroalimenta con un "quiero creer, qué desilusión, si no", y su interlocutor dice, señalando las venas de su brazo, "la sangre", en el sentido de la identidad judía vinculada, expresado así por él mismo, como una exacerbada codicia para realizar lucrativos negocios. El tema no deja de tener su lado humorístico, pero, contra lo que una mente abierta podría disfrutar, en tanto profunda autocrítica y capacidad para reírse de uno mismo, como la cultura judía históricamente ha tenido, en realidad allí no había nada de humor. Mucho menos cuando la sangre, y desde hace mucho tiempo, corre por cuenta del pueblo palestino y no hay manera de equiparar eso por más relato que valga por parte del poderoso lobby israelí en el mundo.
Era una entrevista por momentos amable pero, en otros, muy agresiva, incluso con insultos, aunque Petinatti los diga con una media sonrisa falsa y esa voz aflautada que expresa la dosis exacta de genuina fallutez. Además, fue una entrevista muy dramatizada. Es decir, buscando cierto morbo, algo muy guionado pero no por eso menos medio pelo, y con una sobreactuación de una seriedad acartonada. No porque sea un cómico destacado y le cueste salir de ese encuadre (su comicidad se basa en la burla chabacana y el acoso), sino por su mediocridad como comunicador.
Del licenciado Orlando Petinatti no voy a escribir su nombre y apellido reales para que no lo pretenda usar como ataque antisemita. Una táctica que lo más reaccionario de la colectividad judía, y la embajadora de Israel en Uruguay inmiscuyéndose en asuntos internos de nuestro país, vaya si la han convertido en el hit de la temporada. Porque ya sabemos cómo es capaz de escudarse, cuando le conviene, en la ambigüedad de la persona cómodamente resguardada tras el personaje. En su caso, a diferencia de artistas con real valía en el humor, no se protege una actitud valiente para decir verdades a contracorriente de la sociedad sino con una pose cobarde para decir mentiras a favor del poder y propagar el odio en la sociedad uruguaya. Petinatti es una expresión, y de las peores, de lo que pretendió denunciar como una actitud de la izquierda al acusar al Frente Amplio de fomentar el odio contra los judios uruguayos.
Pero volviendo a Kramer, uno de los misterios que sería interesante dilucidar es saber por qué algunas personas con evidentes responsabilidades políticas, incluso las de representación, concurren al programa de Petinatti. La primera señal de alerta sería la prueba de que ese descenso al barro termina embarrándoles. Vaya si este ha sido el caso.
Otro aspecto insondable consiste en la tonta legitimación que realizan de un programa con escasos valores. Si acaso alguien pretende captar votos, probablemente debería comprender que, actuando así, con ese nivel de pleitesía y tan poca capacidad de refutar en vivo las variadas barbaridades afirmadas por el conductor, seguramente se perderán muchos más votos que los que siquiera se pudiera soñar con obtener.
El nivel de superficialidad hablando de lo que no se sabe, ante el cuestionamiento de Petinatti sobre la cantidad de gente sin saneamiento, ocultando que mayoritariamente eso ocurre en ciudades del interior, le hizo decir a Kramer que en Montevideo el saneamiento es responsabilidad de OSE, cuando en verdad es de la Intendencia de Montevideo. Y, por cierto, tal vez por eso sea la capital más saneada de América Latina, al menos desde hace tres décadas, llegando al 93 % de cobertura. Otro gafe, ante esas típicas preguntas que fermentan en la antipolítica por parte del conductor, tan cercano al lumpenburguesismo de un pequeñoburgués poco ilustrado, fue afirmar: "¿Vos podés creer que en el Palacio hay todo un tema de cuál es el despacho, de cuál es el lugar del estacionamiento? Hay algunas cosas raras, viste, pero hay como tipo... como algunos valores, como una escala de importancia". Todo dicho con una risa algo socarrona, como si ella estuviera por fuera de toda esa burocracia, faltaba más. A lo que Petinatti agregó que "claro, los estacionamientos que están más cerca de la puerta... como cuando compras una entrada, ¿no?", siguiendo ese razonamiento tan fuera del recipiente.
Hay que saber, sobre estos temas tan acuciantes, que en el estacionamiento del Senado, entre el lugar que ocupan los autos particulares ubicados más cerca de la puerta y los que quedan más lejos, la diferencia llega a la friolera de 35 metros, lo que muestra la abismal desigualdad a la hora de realizar el terrible esfuerzo de caminar, según la escala de valores a la que aludió Kramer con tanta capacidad de denuncia.
Pero uno de sus pifies mayores fue el de afirmar que el Frente Amplio no convocó a la marcha en solidaridad con el pueblo palestino, cuando sí lo hizo y llamó a manifestarse. Aunque la peor actitud de oportunismo fue la de decir, también con una mueca que quiso ser sonrisa pero quedó como lenguaje no verbal que adelantaba el derrape disfrazado de gozosa altanería: "A mí me invitaron, pero ¿vos me viste en la foto?". Es decir, enorgulleciéndose de no haber estado junto a miles personas que expresaron su solidaridad ante el horror del genocidio que Petinatti siguió negando ferozmente, a la vez que mantiene aquella frase monstruosa de que "en Gaza no hay inocentes". O también cuando niega la hambruna y afirma la existencia de un cese del fuego que ese mismo día, y también en los posteriores a los anuncios, el Ejército de Israel violó matando a decenas de personas y provocando nuevos enfrentamientos.
Claro, Petinatti pretendía sumar otra mentira asegurando que tenía datos y no tiraba fruta, ante lo que una "Pata" Kramer celebró de manera por demás condescendiente con un enternecedor "nunca tirás fruta vos, lo tengo claro", haciendo lugar para meter su apodo hasta el cuadril.
Debo decir que la mayor parte de la entrevista es interesante, a pesar del bajo nivel de Petinatti y de más de una superficialidad y entrevero de Kramer. Porque en otras logra exponer algunas ideas o propuestas con fundamento o sus comentarios dan indicios de un razonamiento compartible, más allá de cierta pose que pretende ser contracultural o disruptiva. Como si acaso hubiera lo del título, una Kramer que quiere expresar de manera creativa y lúdica algunas imposturas que bien vale que la izquierda asuma, pero otra Kramer se sitúa en una posición con escaso espíritu crítico y demasiado servilismo ideológico con el poder de turno, aunque sea nuestro gobierno, porque en eso la izquierda uruguaya supo colocar la vara bastante más alta. Bienvenidas las contradicciones, si mueven y remueven, en vez de aquietar porque alguna élite lo imponga. Aquí se discute hasta la dirección del viento.