El 4 de setiembre tendrá lugar el plebiscito para decidir si Chile aprueba o rechaza la nueva Constitución. Las encuestas muestran una ventaja del no, pero otros indicadores sugieren lo contrario. El resultado tendrá numerosas consecuencias para el país y el gobierno de Gabriel Boric.
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“Chile vota informado”, reza una garita violeta frente al Palacio de la Moneda en una tarde de invierno soleada. Una señora en un su interior reparte ejemplares de la nueva Constitución que deberá ser aprobada o rechazada el próximo domingo 4 de setiembre. En simultáneo pasa una pequeña movilización por el día internacional de los derechos humanos, llevan máscaras de los desaparecidos del centro clandestino conocido como Londres 38: “A 49 años exigimos saber dónde están”, dice la bandera principal.
La cercanía de la votación puede verse en algunas paredes de la ciudad. “Apruebo por un Estado social y democrático de derecho”, lleva escrito un cartel colgado en una pared del centro de la ciudad. Con esa frase comienza el primer artículo del nuevo texto que agrega, renglón seguido, “es plurinacional, intercultural, regional y ecológico”. Las actividades a favor y en contra del nuevo texto que cuenta con 388 artículos y 57 normas son diarias: bicicleteadas, conciertos, volantes, debates televisivos, podcast, artículos. La votación del 4 de setiembre moviliza con fuerza a quienes están a favor y quienes están en contra.
Lo que está en juego es trascendental: el fin de la Constitución escrita en 1980 bajo la dictadura de Augusto Pinochet, y la aprobación del nuevo texto entregado al país y al presidente Gabriel Boric el pasado 4 de julio por la Convención Constitucional luego de un año de trabajo. Se trata, visto en un hilo histórico, de una continuidad en las urnas del estallido de octubre de 2019, que permitió el plebiscito de octubre del 2020 donde se eligió cambiar de Constitución y crear la Convención, votada en mayo del 2021 y puesta en funcionamiento el 4 de julio de ese año.
El resultado del domingo 4 de setiembre conlleva consecuencias profundas. Su aprobación abriría un escenario de posibilidades para el gobierno que tiene solo cinco meses frente a la Casa de la Moneda. Su rechazo, en cambio, sería un freno al proceso iniciado en 2019, y es el escenario del cual se habla en numerosas emisiones que asumen que ganará el no, tal como lo indican las diferentes encuestas.
Apruebo o rechazo
“Es imposible vivir bien con una Constitución que le niega al Estado el acompañarnos para que vivamos mejor; no es justo depender de los bingos para acceder a la salud; es inhumano negar el descanso merecido a los abuelos y abuelas; retrocedemos cada vez que nos endeudamos para que nuestros jóvenes puedan estudiar; no podemos permitir que destruyan los recursos naturales. Hagamos un cambio seguro, la nueva Constitución es mejor y la podemos mejorar aún más, la vieja Constitución anula la esperanza, la nueva la siembra, aprobemos para vivir mejor”, dice un spot en favor del Apruebo.
Es uno de los tantos videos que pueden verse en televisión, en redes sociales, que explican por qué votar a favor del nuevo texto. Otros muestran conversaciones familiares, entre mujeres, un hombre mapuche frente a cámara, cada quien con una razón por el Apruebo. “Hay un artículo que es el artículo 28, dedicado a las personas con discapacidad, no está en ninguna Constitución, entonces es superbonito, lo leí y me emocioné: ‘Toda persona con discapacidad tiene el derecho al goce y el ejercicio de su capacidad jurídica, con apoyos y salvaguardias’”, dice, por ejemplo, Diego Contreras, un joven de 16 años que tuvo un infarto cerebral al nacer y hace campaña por el nuevo texto.
“¿Será que la nueva Constitución nos hace mejor? No quería que la escribieran los políticos, y los convencionales pelearon igual que los políticos; quiero caminar tranquila por la calle, y esta Constitución no siento que me proteja; ¿por qué va a haber dos tipos de justicia si se supone que la justicia es ciega? Si la vivienda que te da el Estado no puede ser tuya, murió el sueño de la casa propia; nosotros pedimos cosas superclaras y siento que escribieron lo que quisieron […] ¿Si voté apruebo y ahora no apruebo estoy siendo inconsecuente?”, dice un spot que culmina con el eslogan de “rechaza para una mejor”.
La campaña por el Rechazo no defiende la Constitución de 1980. El mensaje del plebiscito del 25 de octubre de 2020 fue claro: una mayoría de 80% votó por un nuevo texto. El discurso de la campaña es entonces oponerse al actual texto, no para quedarse con el anterior, sino para escribir uno nuevo, “una que nos una”, como dice un eslogan. “Rechazo todo lo que no provenga del amor, Chile es un país hermoso, rechacemos este texto escrito con rabia, redactemos uno nuevo, un texto que provenga única y exclusivamente del amor”, reza otro video de campaña por el Rechazo.
El peso de las encuestas
“Qué linda mañana, pero la nueva Constitución ni siquiera la menciona, con la nueva Constitución perfectamente podrían acabarse las lindas mañanas”, tuiteó irónicamente el diputado y coordinador de la bancada del Frente Amplio, Gonzalo Winter. Su mensaje apuntó a la campaña de fake news contra la Constitución que, como ocurre en casi todas las elecciones del continente, ocupa un lugar importante. Los objetivos, en este caso, fueron generar miedos sobre temas sensibles y vividos de manera directa por la mayoría, como la vivienda, las pensiones y el temor a una -falsa- posible expropiación que vendría con el nuevo texto.
¿Cuánto impactaron la campaña del miedo y las noticias falsas? El crecimiento del Rechazo en las encuestas comenzó a finales de marzo, según indica el estudio de la consultora Cadem y, a partir de allí se mantuvo siempre arriba del Apruebo. El 19 de agosto la distancia cerró en nueve puntos, 46 a 37. Ese horizonte de posible derrota en una elección determinante impregnó los análisis y percepciones políticas, aunque contrastado por los análisis realizados aguas abajo. “Ganamos, las encuestas dicen otra cosa, pero acá ganamos y hay un voto de jóvenes y de los que nunca han votado que puede desequilibrar todo”, explica, por ejemplo, una persona que lleva el día de la campaña en una ciudad de la región central.
Esa idea de posible derrota en el plebiscito impregnó también el lenguaje del presidente Boric, quien comenzó a trabajar sobre la idea de aprobar para reformar, es decir votar sí, pero aclarando de antemano que se podrían realizar modificaciones al texto originalmente redactado por la Convención. Esa idea se materializó luego en un acuerdo entre los partidos de gobierno, que firmaron un documento en el cual se anuncia que ocho elementos del nuevo texto serán modificados en caso de ganar el Apruebo, como asuntos relativos a la plurinacionalidad, sistema judicial, derechos sociales, estado de excepción o el fin de la reelección presidencial.
“Yo garantizo que como gobierno vamos a empujar lo que los partidos que forman parte de nuestra coalición han acordado, doy plena garantía de aquello”, afirmó Boric luego de conocerse un acuerdo. “No estoy de acuerdo con que se estén acordando reformas antes del Apruebo”, escribió Daniel Jadue, miembro del Partido Comunista (PC), alcalde de Recoleta, quien perdió las primarias contra Boric y, como algunos actores de izquierda, expresó su desacuerdo con lo que fue leído como concesiones antes de la misma votación.
El plebiscito y el gobierno
Los caminos del gobierno y del plebiscito están unidos. La victoria del Apruebo abriría las puertas a una progresiva implementación de la nueva Constitución: “En caso de ganar el Apruebo el camino es de mejora, quizá aclarar duda e incertidumbre y en esa línea va el acuerdo del oficialismo, reformas, legislación, y a todo un proceso de acompañamiento para la implementación”, explicó Camila Vallejos, ministra de la Secretaría General del Gobierno.
Sería, a su vez, un escenario que podría abrirle mayores posibilidades de cambios al gobierno. No solamente por el marco constitucional, sino también por el oxígeno político en un contexto donde, según Cadem, 37% de la población “aprueba la forma en cómo Gabriel Boric está conduciendo su gobierno”, contra un 56% que no.
En el caso del Rechazo “el presidente ha dicho que queremos proponer un nuevo proceso constituyente para respetar el mandato popular del 25 de octubre […] respetar el mandato popular”, explicó Vallejos. Es decir que debería elegirse una nueva Convención para redactar un nuevo texto que luego volvería a ir a un plebiscito de aprobación. “Esa es la posición política del gobierno, pero también eso tiene que pasar por el Congreso y en él el oficialismo no tiene mayoría […] vamos a tener que votar el mecanismo en el Congreso”, señaló.
El segundo caso representaría un revés para un gobierno que enfrenta varias complejidades juntas: el funcionamiento en su interior de dos coaliciones de partidos -aquella conformada por el Frente Amplio y el PC, y el llamado Socialismo Democrático encabezado por el Partido Socialista-; las dificultades en el frente económico que llevaron a solicitar una Línea de Crédito Flexible con el Fondo Monetario Internacional por 18.500 millones de dólares; conflictos en la zona sur del país agudizado por la detención del dirigente mapuche Héctor Llaitul y, articulado a eso, la renuncia de la ministra de Desarrollo Social Jeanette Vega.
El domingo indicará si las encuestas efectivamente se equivocaron. Parte de un posible error podría estar dado por la falta de precisión debido a una característica novedosa: la obligatoriedad de este voto. Algunos estiman que la participación podría escalar a cerca de 60% o más, más arriba que el ya elevado 55% de diciembre de 2021 que le dio la victoria a Boric. ¿Cómo votarán? ¿Quiénes serán esos nuevos votantes? Es una de las incógnitas que se sabrá el domingo en la noche, cuando Chile tenga la respuesta a una de las votaciones más importantes de los últimos 42 años.