¿Qué festejan?, se preguntó azorado un educador al observar el insólito alborozo del ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira, de la presidenta del Codicen de la ANEP, Virginia Cáceres, y de la directora de Planificación Educativa, Adriana Aristimuño, cuando conocieron los resultados de las pruebas PISA 2022, en cuyo marco fueron evaluados 6.700 estudiantes de 15 años de 220 centros educativos de todo el país.
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Realmente, pese a los estragos provocados por la pandemia -que impactaron a todo el planeta- no hay nada para festejar, ya que Uruguay cayó en dos de las tres asignaturas evaluadas: Matemática (obtuvo nueve puntos menos que en 2018) y Lectura (obtuvo tres puntos menos que hace cinco años). En tanto, en Ciencias avanzó diez puntos con respecto a la última evaluación del decenio anterior.
Si bien es cierto que el covid-19 incidió a nivel global y la desmejora no es tan dramática como se esperaba, festejar estos guarismos es como si Peñarol se conformara con ser subcampeón del fútbol uruguayo y Nacional se alegrara por ser tercero y clasificar apenas a la fase 2 de la Copa Libertadores de América.
Aunque los resultados conocidos no pueden sorprender y a priori no darían para cargar las tintas sobre una administración que afrontó una crisis que obligó a cerrar centros educativos durante 2020 y 2021, sin dudas están lejos de ser motivo de orgullo.
Aunque no lo valore este Gobierno tan soberbio, los números conocidos hubieran sido peores si no existiera el Plan Ceibal y la conectividad no fuera tan buena como la heredada del Gobierno frenteamplista, lo cual permitió impartir los cursos a distancia y mantener el vínculo entre educadores y educandos.
Las pruebas PISA, que son gestionadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), siempre fueron una farsa, porque no miden los aprendizajes, que en materia educativa son lo más trascendente, sino las competencias y habilidades de los adolescentes en las tres disciplinas.
Sin embargo, durante los 15 años de gobierno del Frente Amplio, la derecha se dedicó a engañar a los uruguayos y a fustigar el supuesto fracaso de las políticas educativas, que no es mensurable a través de esta herramienta, cuyo único propósito es evaluar las destrezas de los jóvenes para adaptarse a la sociedad y al mercado laboral, y no los aprendizajes.
Ahora, la realidad les explotó en la cara, pero no quieren reconocerlo. Aunque pudieron ser peores, los resultados son malos, porque el país sigue sin avanzar en las tres asignaturas evaluadas e incluso tuvo retrocesos en dos de ellas.
En efecto, en Matemática el 57 % de los estudiantes está en el nivel bajo, el 38 % en el medio y sólo 6 % en el alto. En síntesis, menos de la mitad de los estudiantes (44 %) demuestra las competencias mínimas exigidas por la OCDE.
En tanto, en Ciencias, que es el ítem en el cual hay una mejora, y en Lectura, casi seis de cada diez estudiantes uruguayos sólo alcanzaron los desempeños mínimos, con un 59 %. En ese contexto, en Lectura el 41 % estuvo en el nivel bajo, el 48 % en el medio y el 11 % en el alto. En tanto, en Ciencia un 41 % se situó en el nivel bajo, un 50 % en el medio y un 10 % en el alto.
¿Estos guarismos pueden considerarse medianamente satisfactorios? Rotundamente, no. Este Gobierno debería bajarse de su pedestal y reconocer que la mejora educativa es un tema complejo y producto de un proceso de largo aliento, del cual no deberían ser excluidos los educadores. Sin embargo, el oficialismo eliminó a los docentes de la estructura de gobernanza de la ANEP y los marginó de participar en la elaboración de la mentada “transformación educativa”.
Empero, otro resultado también preocupante -que no puede sorprender- es la radical diferencia de desempeños entre estratos socioeconómicos. Al respecto, los estudiantes de liceos públicos llegaron en promedio a 406 puntos en las pruebas, situándose a años luz del promedio de la OCDE, que es 480. Empero, al analizar los puntajes por quintiles de ingreso, las inequidades son aún más radicales. En efecto, la diferencia en los desempeños de los alumnos entre el quintil 1 (el más pobre) y el 5 (el más rico) es de 73 puntos (379 y 452 respectivamente). Por ejemplo, en el quintil inferior (1) apenas un estudiante de cada cuatro alcanza el nivel de suficiencia en Matemática, lo cual está lejos de las metas proyectadas por las autoridades.
En otro orden, el país tuvo el “peor” puntaje en el índice de autonomía de los centros y es el octavo país de la lista con mayor porcentaje de alumnos con repetición previa (24 %).
Si bien Uruguay sigue segundo detrás de Chile en el ranking regional -lo cual no tiene nada de novedoso- quedó demostrado, fehacientemente, que uno de cada tres adolescentes presenta insuficiencias en las tres disciplinas evaluadas y que el 80 % de los estudiantes entrevistados revelaron falta de motivación para estudiar.
Esta tendencia del oficialismo a maquillar sus propias ineptitudes mediante una variada batería de medidas funcionales a sus propósitos se observó, en el pasado mes de setiembre, en la presentación del Monitor Educativo 2022 de Secundaria.
En efecto, según lo informado por la ANEP, la tasa de promoción ha mejorado en todos los niveles de la Dirección General de Educación Secundaria. Sin embargo, esta situación coyuntural, que tiene variados componentes que hacen al siempre complejo proceso de enseñanza y aprendizaje, admite diversas lecturas que trascienden a la mera percepción y frialdad de los números.
La primera conclusión, realmente muy pertinente, es que, con respecto al primer ciclo de Educación Media (1º, 2º y 3º), el exponencial aumento de la promoción data por lo menos de 2015, durante el último gobierno del Frente Amplio. Por ende, ese fenómeno es una mera tendencia histórica.
Al respecto, el presidente del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEED), Javier Lasida, explicó que el aumento de la promoción es un fenómeno de larga data, que se origina en el incremento de la cobertura en ese nivel educativo.
Incluso, por más que sean líneas de trabajo que no son análogas, el reporte del Monitor Educativo 2022 no sintoniza en lo sustantivo con el Informe Aristas Media del INEED, el cual mide los aprendizajes en tercer año del Ciclo Básico, que es el último antes de comenzar a cursar el Bachillerato.
El informe de dicho organismo agrupa los desempeños en seis niveles y, en tal sentido, concluyó que el 60 % de los estudiantes tiene desempeños en Matemática que corresponden al nivel 2 o inferior, de forma similar a la medición de 2018. Del mismo modo, en el caso de los desempeños en Lectura, Aristas Media corrobora que, de 2018 a 2022, el porcentaje de estudiantes de liceos públicos en los niveles 1 y 2 pasó de 21,4 % a 24,5 %, guarismos que tampoco justifican el triunfalismo exhibido por la cúpula de la enseñanza. Es decir, por más que aumentó la promoción se observa una desmejora en los aprendizajes.
La clave es el cambio en el régimen de evaluación y pasaje de grado que se tornó menos exigente, a raíz de la emergencia sanitaria que interrumpió las clases presenciales. Sin embargo, esas facilidades, que blanquean las promociones, se han mantenido en el tiempo bajo el pretexto de que lo primordial es retener a los adolescentes en los centros educativos, lo cual es pertinente, aunque en este caso funge como mero pretexto.
En efecto, en el primer ciclo de Educación Media ahora se permite promover el curso con cuatro asignaturas previas, cuando en el pasado eran tres. En tanto, en el Bachillerato, la calificación para promover bajó de 8 a 6. Estas modificaciones posibilitaron que numerosos adolescentes accedieran a la promoción sin haber alcanzado el nivel de suficiencia.
En síntesis, el Gobierno sigue festejando sus fracasos y ensayando lecturas engañosas de los números, con el propósito de estafar la credibilidad de los uruguayos.