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Columnas de opinión | mercado | colaboración |

Renovando audiencias

La estética del oído y el mercado

La colaboración entre artistas de distintos géneros es un interesante ejercicio que busca que la audiencia de un artista contemple otros talentos

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Caras y Caretas Diario

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Se reventó la cabeza contra un auto. Iba en su moto nuevecita, sin casco. Murió hace pocos días tras varios días de agonía. Se trata del cantante de cumbia argentino El Noba. Era un pibe formado en la calle, hijo de albañil y ama de casa y amante de las motos. Un día se puso a hacer canciones, las subió a las plataformas y comenzó a trepar en las audiencias jóvenes. Con 25 años tocaba el cielo con las manos; era conocido, realizaba giras por todo el país, facturaba como loco y disfrutaba. Es la misma historia del cantante L-Gante, que tantos jóvenes siguen con emoción y amor.

El primer hit de El Noba fue “Tamo Chelo”, una canción acerca de la felicidad que siente el obrero de la construcción cuando cobra su quincena. En Instagram El Noba tenía 1.300.000 seguidores.

La palabra de Julieta Venegas

En reciente posteo en Facebook, el sociólogo Fernando Errandonea incursionó brevemente sobre la música uruguaya y cita un texto exquisito de la cantante mexicana Julieta Venegas que pronto actuará en Uruguay.

Dice Julieta: "Yo siento que la música en Uruguay se piensa desde una manera muy distinta que en otros lugares. Hay algo muy especial en la música uruguaya, raro; son muy personales. Y eso me parece superatractivo, que se enfocan y se vuelcan en lo artístico sin pensar en modas ni estilos. Incluso Eli, que hace hip hop, creo que tiene mucha personalidad; es una hiphopera rara y especial, con mucho discurso. A mí me parece interesante, siento que no están atados a una cosa de moda, genérica, sino que cada quien tiene algo individualmente muy interesante y persigue eso. Y eso me gusta mucho".

Venegas describe con exacta profundidad la calidad de los músicos uruguayos y destaca a una hiphopera, Eli. Lo interesante de ese texto es que incursiona en varios géneros que tienen distintas audiencias, aunque como se verá más adelante, es posible hacer cosas entre exponentes de varios géneros. El asunto es que Fernando Cabrera, por ejemplo, no es un artista de masas; y que Leo Maslíah tampoco. Pertenecen a un mundo -respetado y respetable- ajeno a las “modas y los estilos”, como dice Venegas. ¿Tiene algo que ver la cantante Tini -que agotó sus entradas en un espectáculo en Montevideo- con Maslíah?

En un fantástico libro sobre la industria del entretenimiento en el mundo, se describe el impacto económico y en el empleo de esa industria. Y la música está allí, con todo su potencial desarrollado y a desarrollar. “Es todo muy comercial”, dicen algunos. Y es verdad. Pero en esa lógica comercial -de sellos discográficos usureros y de prácticas non santas- se cuelan artistas valiosos, como Residente, de la banda Calle 13. Y también Sabina, Serrat, Silvio Rodríguez, Jorge Drexler, etc.

El compositor Jorge Alastra -de finas letras y cuidadas ejecuciones musicales- se mostró molesto con esa espectacularidad de Tini y escribió un texto en Facebook bajo el título “Tini o la imposibilidad de aceptar la realidad”.

Más allá de un eventual encare filosófico sobre el tema -si no acepto la realidad, ¿ella no existe?-, Alastra dice que se siente “como aquellos ingenuos anarcos, que pretendiendo acabar con la industria que se avecinaba destruían los telares”. Y agrega: “No se puede hacer nada contra la brutal maquinaria propagandística y política que está detrás de estos fenómenos culturales. Ganan por goleada. Desde los mismos centros educativos, en Primaria, se abona esta moda en las fiestas de fin de cursos, por ejemplo, con el criterio de abandonar lo educativo en pos de agradar a los alumnos. Resulta incómodo apuntar esto, pero es la cruda realidad. Los padres -cercados por la magnitud del fenómeno- se pliegan dóciles a que sus niñas y niños consuman todo esto como se consume una hamburguesa de McDonald's”. (Olvida Alastra las fiestas de fin de curso en escuelas estatales y privadas en donde se canta murga, canciones de Ruben Lena y hasta No Te Va Gustar).

-¿Vos que pensás sobre esto?- le pregunto a mi hija Andrea, de 15 años, tras explicarle detalles de la polémica.

-Son géneros distintos. Yo me crie viendo a Violeta (personaje de Tini Stoessel en una tira televisiva. Tini tiene 25 años, hace mucho que trabaja en televisión y su padre es productor televisivo).

“Desde mi humilde lugar me niego a aceptar esta basura y lo denuncio. Me parece un fenómeno dañino para los niños y adolescentes. No es inocente. No es luminoso […] Considero que hay música para todo y no todo es alegría y danza. Existe algo interior, profundo, que demanda otros placeres y felicidades”, dice Alastra. (Venegas parece responderle, al reconocer la calidad de los artistas uruguayos, ella que es hija de su talento y también de la maquinaria audiovisual mundial).

“El sistema crea basura, los individuos buscamos belleza. Y esa es la pelea de hoy en día”, escribe Alastra. Y ahí la cuestión se complica, cuando se trata de definir “belleza”. (A favor de Alastra hay un tema interesante: muchos reguetoneros están “tuneando” electrónicamente sus voces con el único objetivo de ocultar que son malos cantando. Pero el mercado parece haberse dado cuenta de la treta y las audiencias comienzan a alejarse de esas propuestas).

Los cruces de géneros

Hay una cuestión interesante que está pasando en el mundo de la música en Uruguay y supongo que en otros países. Se trata de la colaboración entre artistas de distintos géneros. Es un interesante ejercicio que busca que la audiencia de un artista contemple otros talentos.

Un ejemplo uruguayo. Lucas Sugo es un artista que viene de la música tropical. Su primer gran hit fue cuando presentó el 14 de enero de 2014 el tema “Cinco minutos”. La canción alude a la necesidad de darle, aunque sea, 5 minutos de atención a tus hijos como forma de combatir las adicciones.

Hoy tiene una gran banda y recorre todo el país, Argentina y en estos días actuó en Madrid. Hijo de una maestra que escribe canciones, Lucas Sugo y el dúo Larbanois-Carrera cruzaron los alambrados de los géneros, grabaron juntos y actuaron en varias capitales; también La Vela Puerca ha versionado a Zitarrosa.

En Argentina se ha hecho otro tanto. Por ejemplo, el productor y compositor Bizarrap con 12,9 millones de seguidores en Instagram, actuó en el festival Lollapalooza con un tema del Indio Solari. El Biza tiene 23 años; el Indio -que accedió a que se le versionara “Jijiji”-, cerca de 70. El rapero argentino Lit killah -con 22 años, con 7,7 millones de seguidores en Instagram- hizo una versión de una canción del Chaqueño Palavecino, cantautor del interior de Argentina, con 62 años, que hace folklore desde siempre. El Chaqueño tiene 19.000 seguidores. (Lucas Sugo también cantó con el Chaqueño).

La palabra de Tiago

Viene de la villa miseria en Buenos Aires. En su ADN están las ausencias y las carencias. Desde esos territorios, Tiago PZK compone. No tiene mas de 25 años y posee un historial musical apabullante. (Estará en el Antel Arena en breve).

Una de sus primeras canciones exitosas habla de su padre golpeador y de una madre sufriente.

“Perdió las ganas y está sola, noches con sangre en la boca

Por la culpa de un idiota que su furia desemboca en su ser

Los moretones no los tapa el rímel

Grita llorando y se pregunta: ‘¿por qué?’”

Tiago tiene 4,8 millones de seguidores en Instagram e integra una nueva camada de reguetoneros que tienen una particular relación entre ellos: se ayudan, colaboran entre sí, cantan canciones entre varios, ayudan al que está naciendo. (Tini ha colaborado con la reguetonera argentina María Becerra, al tiempo que juega en las grandes ligas con Lady Gaga y Cristina Aguilera).

Mientras tanto, en el marco de la revolución feminista, varios raperos, traperos y reguetoneros incursionan en temas relacionados con el patriarcado, el feminismo y los derechos de las minorías. En algún caso, incluso, con autocrítica frente a canciones realizadas en el pasado.

Con una música de fondo que proviene de la cantante francesa Zaz, intento decir que hay autores que eligen un camino expresivo, con profundidad estética y que, a veces, por razones hasta misteriosas, no dan el gran salto hacia la popularidad (quizás no la quieren). Quedan encorsetados en un pequeño, aunque fuerte nicho de mercado o audiencias. Hay otros artistas -con calidad artística controvertida- que eligen otro camino: quieren jugar en la cancha grande, pagan el peaje de copiar estilos, quieren tener millones de seguidores y vivir de la facturación de YouTube o Spotify. También es misterioso cómo llegan a esos niveles. Hay millones de gurises haciendo canciones en sus dormitorios y con sus computadoras, pero pocos logran sus propósitos de trascender. El asunto es que hay audiencias para todos. Vivir de la música es de titanes (y suertudos). Siempre fue así. Y vivir de la música es, también, una cuestión de mercado.

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