Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
Columnas de opinión | elefante | sociedades | ciegos

Exploración y reflexión

Los cuatro monjes ciegos, el elefante y la patria

Las sociedades son como el elefante. Presentan texturas diversas, capas, sensibilidades, miradas, sensaciones, convicciones, valores.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

“Un grupo de ciegos escuchó que un extraño animal, llamado elefante, había sido traído al pueblo, pero ninguno de ellos era consciente de su figura y forma. Por curiosidad, dijeron: ‘Hay que inspeccionarlo y conocerlo al tacto, de lo que somos capaces’. Entonces, lo buscaron, y cuando lo encontraron, lo buscaron a tientas. La primera persona, cuya mano se posó en la trompa, dijo: ‘Este ser es como una serpiente gruesa’. Para otro cuya mano llegaba a su oreja, dijo que parecía una especie de abanico. En cuanto a otra persona, cuya mano estaba sobre su pata, dijo, el elefante es un pilar como el tronco de un árbol. El ciego que puso su mano en su costado dijo que el elefante ‘es una pared’. Otro que sintió su cola, lo describió como una cuerda. El último sintió su colmillo, indicando que el elefante es lo que es duro, liso y como una lanza”.

Las sociedades son como el elefante. Presentan texturas diversas, capas, sensibilidades, miradas, sensaciones, convicciones, valores. Hay imágenes muy nítidas vistas desde muy lejos, hay otras que es necesario acercarse para ver el detalle y hay cuestiones -quizás las más difíciles de observar y analizar- que están ubicadas debajo de la superficie. Y estas, además, son mareas, capas tectónicas que se mueven, se acomodan o estallan y afloran en la superficie.

Entonces, acercarse a la sociedad o sociedades, exige un esfuerzo de exploración y reflexión en donde lo primero que hay que desalojar es el prejuicio y el juicio.

Real de Azúa algún día escribió que si uno quiere cambiar la sociedad, lo primero que tiene que hacer es conocerla.

Tantear y reconocer

Veamos este temita de los monjes ciegos. “Los ciegos y el elefante” es una parábola originaria de India, desde donde alcanzó una importante difusión. Desde distintas disciplinas se la utiliza para advertir que muchas veces es insuficiente la información que poseemos o que la enorme información que se puede tener carece de orientación y corpus, unidad.

“Los ciegos y el elefante”, entonces, se ha utilizado para ilustrar la incapacidad de los seres humanos para conocer la totalidad de la realidad. Leo una caracterización de esta parábola: “En distintos momentos se ha usado para expresar la relatividad, la opacidad o la naturaleza inexpresable de la verdad, el comportamiento de los expertos en campos donde hay un déficit o falta de acceso a la información, la necesidad de comunicación, la falta de objetividad y la necesidad de respeto por las perspectivas diferentes a las propias.”

Esta figura ha penetrado diversas tradiciones religiosas y es parte del acervo jainista, budista, sufi e hindú. El relato es muy conocido en Europa y América.

En algunas versiones, los ciegos descubren sus desacuerdos, sospechan que los demás no están diciendo la verdad y llegan a las manos. “Las historias también difieren principalmente en cómo se describen las partes del cuerpo del elefante, qué tan violento se vuelve el conflicto y cómo (o si) se resuelve el conflicto entre las personas y sus perspectivas. En algunas versiones -quizás las más interesantes- dejan de hablar, comienzan a escuchar y colaboran para ‘ver’ el elefante completo. En otro, un hombre vidente entra en la parábola y describe al elefante entero desde varias perspectivas, los ciegos luego se enteran de que todos estaban parcialmente en lo correcto y parcialmente equivocados. Si bien la experiencia subjetiva de uno es verdadera, puede que no sea la totalidad de la verdad.”

La parábola se ha utilizado para ilustrar una serie de verdades y falacias. En términos generales, la parábola implica que la experiencia subjetiva de uno puede ser verdadera, pero que tal experiencia está inherentemente limitada por su incapacidad para dar cuenta de otras verdades o una totalidad de la verdad. En varias ocasiones, la parábola ha proporcionado una idea del relativismo, la opacidad o la naturaleza inexpresable de la verdad, el comportamiento de los expertos en los campos de las teorías contradictorias, la necesidad de una comprensión más profunda y el respeto por las diferentes perspectivas sobre el mismo objeto de observación.

Más acá de los monjes

Wilson Ferreira Aldunate es, quizás, el que mejor definió a Uruguay y sus uruguayos. “Es una comunidad espiritual”.

Esa comunidad no tiene territorio, no es un mapa definido por límites, arroyos y mojones. Esa comunidad son los valores de la nación, y es un territorio indefinido, y sus integrantes se pertenecen y pertenecen a una comunidad, constituya o no un Estado. Por tanto, la nación no solo se expresa en el territorio. Va más allá. La comunidad opera en los uruguayos de Sídney, París o Catamarca. Y entonces, así cobra sentido la patria, vínculos históricos y afectivos, pertenencia, saberse de un lugar y de un tono de cercanía así uno esté en la Aguada o en un barrio de Nueva Jersey. Más todavía: el micromundo territorial. Ejemplo: los que vivimos y eventualmente puteamos en Montevideo bajamos nuestros decibeles cuando nos encontramos con un uruguayo a los pies de la Acrópolis en Atenas, con termo, mate y camiseta de Uruguay. Eso, entonces, es la “comunidad espiritual”; eso es la nación como expresión de las tripas muchas veces misteriosas de la patria.

La oreja de los monjes

Ahora bien. Para conocer Uruguay, ¿de qué sirve que yo solo conozca el pensamiento y el comportamientos de la Asociación de Cultivadores de Arroz, del sindicato metalúrgico o del comercio? Sirve, como parte de una unidad; estaría conociendo una parte mínima del elefante. Conocer cada parte del elefante, descubrir qué es un elefante, es conocer al elefante. Lo que es interesante es constatar que cada parte de nuestro “elefante” tiene conductas egoístas que se expresan en los mentados corporativismos. Así se pueden observar los reclamos de la Unión de Exportadores, del sindicato del transporte o los cañeros de Artigas. Legítimamente se sostiene -y con razón- que defienden sus intereses, pero ellos no necesariamente sintonizan en clave de unidad. Son representativos y está bien que lo sean, pero la patria es otra cosa. Es una cuestión a descubrir en los pliegues de la sociedad y debajo de la superficie pública. Y, por supuesto, la patria es una comunidad espiritual con sensibilidades diversas y únicas. Esa patria está lejos de la retórica cuartelera. Es otra cosa.

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO