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Columnas de opinión | pobres | pobreza | Uruguay

Más que datos

Los pobres en disputa

La discusión a cielo abierto sobre los números de la pobreza en Uruguay deja expuesta un par de interesantes situaciones.

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Hay una cuestión en disputa acerca de quién está más cerca de los pobres –la izquierda o la derecha–, y lo otro interesante: no se debaten los temas de la riqueza.

Es brutal: se discute el 0,3 %, o sea, nada. Entonces, ¿qué es lo que se discute?

Los datos difundidos: medida por nivel de ingreso, correspondiente al año 2023, la pobreza alcanza al 10,1 %, dos décimas porcentuales mayor a la del año anterior, o sea 0,2 %, la quinta parte del 1 %. Lo de “nada” es porque ese 0,2 % está dentro del 0,3 % del error estadístico normal en este tipo de estudios.

De vuelta: ¿qué se discute?

La violencia debajo de un techo de chapas

El análisis de pobreza en Uruguay se basa tradicionalmente en el enfoque de ingresos, que mide si el ingreso per cápita del hogar es suficiente para cubrir las necesidades alimentarias y no alimentarias consideradas mínimas.

Sin embargo, la pobreza no afecta por igual a los diferentes grupos etarios. Los niños claramente son los más afectados y, aunque la pobreza en este grupo ha disminuido significativamente, al día de hoy impacta en un número significativo de niños. En el otro extremo están los adultos mayores, para los cuales la pobreza es casi inexistente.

Entonces, esa “nada” es algo. Tiene cara de niño, se puede llamar Yonatan o Yamila. Y si uno afina más el lápiz, esa violencia de la pobreza e indigencia en la niñez se transforma luego –con unos años más– en un pibito con una pistola disparando a un almacenero o cuidando –sin miramientos– una boca de venta de droga. Otra violencia.

Uruguay venía del derrumbe del 2002 y en el 2005 –cuando el Frente Amplio ganó– la pobreza se ubicaba en el 40 % de la población. En 15 años –con una política económica firme y heterodoxa–, se diseñó un esquema de crecimiento con equidad. Así bajo la pobreza al 10 %.

Los valores de cada uno

Históricamente, la izquierda se observa y es observada como velando por los intereses de las grandes mayorías, preocupada por la pobreza, la injusticia y la exclusión. Todo lo desarrollado por la izquierda en los 15 años de gobierno tuvo ese vértice, dinamitando en el camino algún tótem adorado por algunos sectores de izquierda en Uruguay y el mundo, de que el Estado era la herramienta para combatir la pobreza y la marginalidad. Lo fue, pero en una resignificación del Estado con políticas activas, diseñando reglas claras en donde el actor privado –amparado en esas políticas públicas– jugó un rol fundamental. Entonces, el Estado no dio empleo público, sino que creó las condiciones para el desarrollo de empleos en el sector privado.

La izquierda es eso: una identidad marcada a sangre y fuego por ese compromiso histórico contra la injusticia y la desigualdad.

En cambio, la derecha –en el mundo y aquí– tiene otros valores y es observada y se observa más cerca del libre mercado –como una opción absurda frente al “estatismo”– la libre competencia y la teoría del derrame. Esperá que ya te tocará. No se necesita leer libros y ensayos sobre el tema. Alcanza con revisar las primeras definiciones del presidente Luis Lacalle en el inicio de la pandemia en el año 2020: hay que apuntalar a los “malla oro” y ellos sacarán adelante el país.

No hay que leer mucho. En cada gobierno de las derechas en Uruguay la estructura del Estado –ministros, subsecretarios, direcciones de ministerios y otras unidades estatales– quedaron en manos de empresarios, la mayoría representando a las élites del agronegocio. (En los gobiernos de Julio María Sanguinetti y Jorge Batlle hubo también representación de las élites industriales).

El expresidente José Mujica ha dicho por estos días: No se trata de una opción pecaminosa jugar con los “malla oro”. El presidente Lacalle “con honradez intelectual, cree que esa es la mejor solución”.

Pero Mujica dijo algo más, que sintoniza con lo hecho por la izquierda en el país: Uruguay es el país con la menor desigualdad de América Latina, que "crece a los tumbos" y "reparte mal". Agregó que la solución no radica en aumentarle impuestos a los que más tienen, sino en hacer crecer la economía a través de la inversión para contar con mayor cantidad de recursos. En otras palabras: los “malla oro” tienen cabida, pero no de la manera que impulsa el presidente Lacalle. Mujica agregó: la deuda social del país comenzará a saldarse si Uruguay tiene un crecimiento económico del 5 % por varios años y “este es el debate que nos debemos”.

La historia y la cuestión social

La polémica sobre los niveles de pobreza en Uruguay –acompañada de un desmejoramiento del índice de Gini, que mide la desigualdad– permitió observar una suerte de “satisfacción” en la izquierda por ese “aumento” de la pobreza y la desigualdad. En esencia, el dato para la izquierda confirma la “perversidad” de un gobierno que gobierna, dicen, para los “malla oro”.

Los blancos –los únicos que salieron al ruedo en este debate– se manifestaron en diversos sentidos (algunos diciendo que el Frente Amplio creaba pobreza porque vivía electoralmente de ellos, Graciela Bianchi dixit), pero fue Luis Calabria –exdirector general del Ministerio del Interior– en El Observador del 28 de febrero de 2024, en una columna titulada “La cuestión social en disputa”, quien dijo que: “¿Alguien puede pensar que la sensibilidad social, la solidaridad, la búsqueda de igualdad sea patrimonio exclusivo de un solo partido? ¿Sensibilidades que tienen raíz en el humanismo solo fluirían por las venas y las arterias de quienes tienen una cosmovisión de izquierda? Uruguay es y ha sido modelo en amparo social y lo ha sido por el aporte de todos los partidos; en Uruguay no hay dueños de la ‘cuestión social’”.

Lo interesante del asunto es que esa disputa por la “cuestión social” es bastante antigua. Este tema está estrechamente ligado al trabajo, a su organización, a la movilización de la clase trabajadora y a la reacción capital/trabajo. En el siglo XX, la clase trabajadora urbana estuvo vinculada al batllismo y el agro, el campo, al Partido Nacional. Sin embargo, en tanto los partidos fundacionales fueron “frentes políticos”, en su seno fueron expresándose distintas sensibilidades. En ese marco, Lorenzo Carnelli –dirigente blanco que reflexionó sobre la “cuestión social”– escribió: “Las agrupaciones partidarias de la República, las agrupaciones madres, los verdaderos partidos, en fin, no coinciden con determinada orientación ideológica. Por el contrario, cada uno de ellos ofrece en su estructura políticamente uniforme y compacta una inmensa variedad de facetas. Sobre una misma base tradicional ostentan una variada multiplicidad de tendencias. Ante la tradición no hay más que dos grandes partidos: blanco y colorado. Ante la cuestión social no hay tampoco más que dos grandes tendencias: avanzada y conservadora”, y el “avancismo” lo vincula con el concepto de “obrerista”, más afín históricamente al batllismo.

Adviértase que esas reflexiones del siglo XX –que sacudían la interna blanca– asomaron nuevamente en esta coyuntura sobre las cifras de pobreza.

Álvaro Delgado, precandidato nacionalista, dijo el 11 de marzo pasado: “La sensibilidad social no es patrimonio de ningún partido”. “Tenemos que generar en Uruguay puntos de encuentro donde nos permita mirar para adelante en algunos temas, sobre todo en temas sociales”. Laura Raffo, también en disputa por la presidencia dentro del Partido Nacional, reaccionó en el mismo sentido: "No es patrimonio de la izquierda defender a los grupos que más necesitan; no es patrimonio de la izquierda el feminismo, no es patrimonio de la izquierda atender a personas en situación de vulnerabilidad, no es patrimonio de la izquierda hacer políticas sociales. La sensibilidad social no es patrimonio para nada de la izquierda, y está mal que así se considere".

En agosto de 2019, el Directorio del Partido Nacional reivindicó la “sensibilidad social” del partido en el homenaje al brigadier general Manuel Oribe.

En diciembre del 2017, el entonces senador Luis Lacalle expresó: “Los supuestos portadores de la sensibilidad social se han convertido en los más economicistas”.

Lo interesante que deja el debate sobre la pobreza es que no se discute sobre la riqueza. Hay esfuerzos desde la izquierda –los trabajos de Vivián Trías hasta el último coordinado por Juan Geymonat, llamado “Los de arriba”–, pero esas reflexiones quedan circunscritas al mundo de las élites progresistas. La derecha no debate sobre esto.

*Raquel García Bouzas. “Lorenzo Carnelli y la influencia del ‘“Socialismo Jurídico’”.

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