A todas luces, Beijing es hoy el perno donde convergen las dimensiones estratégicas y económicas del Sur Global, cuya representación está confirmada por las estadísticas así como por los aproximadamente 120 países en la ONU —de un total de 194— que pertenecen al "Grupo de los 77”, que se remonta al Movimiento de Países No Alineados, y que ahora se ha fortalecido por la no adhesión a las sanciones contra Moscú tras su “operación militar especial” en Ucrania.
Para el Gobierno del gigante asiático, la cumbre de Tianjin —la mayor hasta la fecha— debía ser “uno de los encuentros diplomáticos más importantes del año para China”, una oportunidad única para exponer ante decenas de líderes su visión alternativa del orden internacional.
Desde el apretón de manos en Tianjín con Modi y Putin, hasta los encuentros bilaterales con sus homólogos invitados, el presidente chino, Xi Jinping, utilizó la cumbre de la OCS para tejer la red de una revolución geopolítica que progresivamente desplaza el corazón del poder global de Occidente a Oriente, del Atlántico a Eurasia, lo que el mismo Xi, desde la Conferencia sobre el Trabajo de Asuntos Exteriores del Partido comunista de China de diciembre 2017 llama “cambios en el orden mundial nunca vistos en el último siglo”. “Cambios” que se dan en un contexto donde, bajo el liderazgo de Donald Trump, Estados Unidos sigue obsesionado con recuperar la grandeza del pasado con una guerra arancelaria indiscriminada, sus exigencias de vasallaje, extorsiones y amenazas anexionistas que han sumido a buena parte del mundo —aliados incluidos— en el desconcierto político, económico y diplomático.
Al mismo tiempo, el presidente estadounidense está destrozando las instituciones multilaterales que desde el final de la Segunda Guerra Mundial habían servido para construir la hegemonía de Washington, dejando un vacío geopolítico que la República Popular está ocupando de modo cada vez más evidente y, en muchos casos, incontestable.
El prestigio e influencia de China, expresado por la cumbre, se corresponde con el éxito de su resistencia ante la agresividad comercial y diplomática de Trump, por representar el gobierno de Xi una “fuente de estabilidad y certeza”, y por su reivindicación del rol de las Naciones Unidas y su defensa a ultranza del multilateralismo.
China siempre será un socio confiable de las Naciones Unidas y está dispuesta a profundizar la cooperación con la ONU, apoyarla para que desempeñe un papel central en los asuntos internacionales, manifestó Xi Jinping al reunirse con el secretario general de la ONU, António Guterres. “La historia nos enseña que el multilateralismo, la solidaridad y la cooperación son la forma correcta de abordar los retos mundiales”, señaló Xi, para quien la creación de este organismo hace 80 años “fue la decisión más importante tomada por la comunidad internacional al final de la II Guerra Mundial”.
La globalidad con características chinas
Sin duda el momento más esperado fue el discurso del presidente chino. Xi no defraudó las expectativas y, abriendo la sesión plenaria, lanzó su propuesta para construir “un sistema internacional más justo, basado en la igualdad soberana de los Estados, el respeto al derecho internacional, el multilateralismo y un enfoque centrado en los pueblos”. "La gobernanza global ha llegado a una nueva encrucijada", afirmó y propuso la que llamó la Iniciativa para la Gobernanza Global (IGG), la respuesta china al déficit de la gobernanza global, una nueva globalidad “con características chinas”.
La IGG, tras la Iniciativa de Desarrollo Global (IDG), la Iniciativa de Seguridad Global (ISG) y la Iniciativa de Civilización Global (ICG), constituye otra propuesta significativa de China, basada en cinco principios: adhesión a la igualdad soberana, respeto al estado de derecho internacional, práctica del multilateralismo, defensa del enfoque centrado en las personas y en la adopción de medidas concretas. Busca coordinar esfuerzos globales frente a problemas urgentes como cambio climático, brecha digital, inteligencia artificial, ciberespacio y espacio exterior. China promueve la adhesión de todos los países y actores progresistas para construir un futuro compartido de paz, desarrollo y prosperidad para la humanidad.
“Los asuntos globales deben ser debatidos por todos, el sistema de gobernanza debe ser construido por todos, y los frutos de la gobernanza deben ser compartidos por todos (...). Debemos vernos los unos a los otros como miembros de la misma gran familia, perseguir una cooperación en la que todos ganemos y ponernos por encima de disputas ideológicas y no caer en la trampa de la guerra de civilizaciones”, ya había señalado Xi en su recordado discurso ante la 75ª Asamblea General de la ONU en septiembre de 2020.
Para la República Popular, las instituciones internacionales existentes han mostrado tres deficiencias. Primero, la grave subrepresentación del Sur Global, que no refleja el ascenso colectivo de mercados emergentes y países en desarrollo y necesita elevar la representatividad y rectificar la injusticia histórica. Segundo, la erosión de la autoridad y la inobservancia de los propósitos y principios de la Carta de la ONU. Las resoluciones del Consejo de Seguridad han sido desafiadas. Las sanciones unilaterales, entre otras prácticas, han violado el derecho internacional y socavado el orden internacional. Tercero, la necesidad urgente de mayor efectividad y remediar el atraso en la implementación de la Agenda 2030 de la ONU para el Desarrollo Sostenible.
Por más de dos milenios la perspectiva natural de China fue su dominio sobre Tianxia (“todo bajo el cielo”), un concepto de la doctrina confuciana para la gobernabilidad del mundo. La concepción global del mundo, la visión “el mundo nos pertenece a todos” es casi tan antigua como la civilización china. Mientras para Occidente el mundo es la suma de las partes o de los Estados, China concibe al mundo como un todo. Esta visión confuciana se sustenta en la construcción de relaciones no conflictivas, las cuales deben evolucionar formando una síntesis armoniosa, mediante la cooperación. No es difícil hallar la vinculación entre la búsqueda de la sociedad mundial armónica que proclamaba el Tianxia confuciano, y la IGG que propone Xi. El presidente sostiene que su diplomacia busca promover “un entorno nacional armonioso y estable y un entorno internacional de paz y tranquilidad”.
Desde esta perspectiva, la “globalidad con características chinas”, conceptualmente es el resultado de un largo proceso de maduración y reflexión del pensamiento chino. Estratégicamente responde a una posición más protagónica de China en el escenario global que obliga a sus dirigentes a elaborar una teoría y una práctica de las relaciones internacionales para la nueva era.
Según Beijing, a diferencia del pensamiento del “juego de suma cero” de Washington y países occidentales, el concepto de construcción de “una comunidad de futuro compartido para la humanidad”, el fundamento de la cosmovisión china de las relaciones internacionales, aboga por el beneficio mutuo y la cooperación beneficiosa para todos, por utilizar el desarrollo pacífico para prevenir el conflicto y la confrontación, sustituir la seguridad absoluta por la seguridad común, y evitar el choque de civilizaciones con intercambios y comprensión mutua.
“Hoy la humanidad vuelve a enfrentarse a la disyuntiva entre la paz o la guerra, el diálogo o la confrontación, el beneficio compartido o el juego de suma cero”, manifestó Xi en su discurso durante el imponente desfile militar por el 80º aniversario de la rendición de Japón en la segunda guerra sino-japonesa (1937-1945), la mayor exhibición de poderío militar y global de los últimos años. Ante las principales autoridades del gobierno y del partido comunista, 23 jefes de Estado del sur del mundo y líderes de las principales organizaciones internacionales, miles de soldados atravesaron la plaza de Tiananmén entre tanques y armamento de punta, misiles hipersónicos con capacidad nuclear y sistemas antidrones de última tecnología”.
“El gran rejuvenecimiento de la nación china es imparable”, dijo Xi, repitiendo su llamado a la construcción de un ejército “de clase mundial”.
El éxito de las jornadas para China es inversamente proporcional al fracaso de la estrategia de relaciones internacionales de la administración Trump. El cónclave de jefes de Estado en Tianjín puso en evidencia la derrota de su diplomacia para la región: limitar la influencia de China en el mundo, separar a Moscú de Beijing y que India —su hasta ahora baluarte para contener la expansión de la hegemonía china en Asia— deje de comprar petróleo ruso por el mayor arancel (junto al de Brasil) impuesto recientemente por EEUU. En la reunión bilateral mantenida, el primer ministro indio Modi calificó la asociación con Moscú como “especial y privilegiada”, y Putin se dirigió a Modi como un “querido amigo” y elogió los lazos de Rusia con India como especiales, amistosos y de confianza.
El mensaje de la cumbre de la OCS es contundente y de alcance planetario: una parte significativa del mundo se está organizando para acabar con el orden internacional centrado en la Pax Americana y reconoce el protagonismo de China en la construcción de un nuevo mundo, cada vez más posible. La respuesta inmediata de Trump fue también contundente: China y sus aliados “conspiran contra Estados Unidos”. (FIN)