Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
Columnas de opinión | opinión | izquierdas |

Batalla discursiva

Twitter y la teoría del "foco"

Las izquierdas vertebran nuevas respuestas en esos escenarios y las derechas prefieren no tensar las sociedades, aunque buscan herramientas para consolidar posiciones y sus élites exploran la mejor manera de dar la batalla en la opinión pública.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

En los años 60, América Latina y buena parte del mundo se sacudió por el triunfo de la Revolución Cubana. Los rebeldes del Granma –que combatían el garito en que se había convertido la Cuba de Batista– no solo irrumpieron en un campo de batalla inhóspito con su escaso armamento; los barbudos sacudieron también el discurso y la práctica política de las izquierdas en una América Latina empobrecida y asediada por los golpes de Estado en el marco de la “guerra fría”.

El médico asmático, Ernesto “Che” Guevara –triunfante de la sierra–, lanzó un marco teórico que llamó “foquismo”. Su idea –acompañada del éxito en Sierra Maestra– tuvo tres aportes centrales: 1) las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército; 2) no siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución, el foco insurreccional puede crearlas; 3) en la América subdesarrollada, el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo.

Las dos primeras jaquean lo que denominaba “actitud quietista” de los izquierdistas “que se refugian (…) en el pretexto de que contra el ejército profesional nada se puede hacer y algunos otros que se sientan a esperar a que, en forma mecánica, se den todas las condiciones objetivas y subjetivas necesarias, sin preocuparse por acelerarlas” (Guevara, 1970).

El “foco guerrillero” parece hoy no existir. ¿Desaparecieron las diferencias sociales? ¿Se eliminaron las contradicciones en las sociedades? ¿La riqueza en pocas manos fue eliminada? ¿La pobreza es un tema de la prehistoria? Los datos son elocuentes. Nada de eso ocurrió. (Hace 25 años estuve en La Higuera, el poblado boliviano en donde mataron a Guevara. Estaban más pobres que en 1967; las papas que producían eran compradas por un mayorista que les pagaba migajas).

Las izquierdas –sufrientes sobrevivientes de los años de plomo– vertebran nuevas respuestas en esos escenarios y las derechas –aún con inocultable perfume miliquero en sus trajes– prefieren no tensar las sociedades, aunque buscan herramientas para consolidar posiciones y sus élites exploran la mejor manera de dar la batalla en la opinión pública.

Crear muchos Vietnam

Ernesto Guevara definió la guerrilla en 1963 como “la vanguardia combativa del pueblo, situada en un lugar determinado de algún territorio dado, armada, dispuesta a desarrollar una serie de acciones bélicas tendientes al único fin estratégico posible: la toma del poder”. La guerrilla debía tener determinadas características: golpear con sorpresa, moverse, mimetizarse con los ciudadanos comunes, ser creativos en las acciones. Con eso –“política con armas”, decía el MLN– buscaba el apoyo del pueblo y, con él, lograr el poder. “Sin esas premisas no se puede admitir la guerra de guerrillas”, escribió Guevara en 1970.

A través de la Tricontinental, Guevara dijo en 1967 que había que crear "dos, tres... muchos Vietnam" con el fin de combatir al imperialismo estadounidense.

Hoy, inmersos en una “batalla cultural” sin cuartel, las derechas –sobre todo las nuevas– y las izquierdas incursionan en diversos campos de batalla; los fusiles, los máuser, las metralletas de fabricación estadounidense o las AK rusos dejan paso a otro tipo de herramientas de combate y de aniquilamiento. Las izquierdas, desde las redes, intentan crear “muchos Vietnam” y las derechas también. La “eliminación del otro” –tan presente como pulsión vital del ser humano– adquiere otras características. “Una bala, un muerto”, decían en Sierra Maestra; hoy es “un tuit, un muerto”. Esto que los analistas de la comunicación describen como el fenómeno de la “cancelación” no es otra cosa que la estrategia de eliminar al contrario o divergente aunque sin sangre.

Esta fase 2.0 de la batalla ideológica entre bloques y sensibilidades diferentes muestra –en Twitter, por ejemplo– que la lucha no es cuerpo a cuerpo, más bien que los violentos de esta red evitan el contacto físico y más si son anónimos. Estos, en la clandestinidad total, son los más violentos y su violencia se escuda precisamente en su anonimato. Sólo usan un alias. Y las tribus de ambos bandos se exponen y se identifican; compañeros de un batallón tóxico de aniquilamiento. Miles de Vietnam; de un lado, conservadores, terraplanistas, chamanes del whiskey, antiabortistas, nacionalistas ortodoxos, fachos, reaccionarios, militantes de los cleros; y, del otro lado, zurdos, anticapitalistas, feministas, ambientalistas, estatistas, revolucionarios, progresistas e izquierdistas a granel. (Dejo afuera a los musulmanes y a todo el Oriente, o sea: a la mayoría del mundo).

La “batalla cultural” –término acuñado por el comunista italiano Antonio Gramsci y paradojalmente ahora empleado por las derechas– extrema el debate político y eleva los niveles de violencia. Los militantes de ideas son sustituídos por fanáticos que disfrutan la crueldad (que también contiene una idea).

Entienden –como lo dijo Santiago Caputo, asesor estrella de Javier Milei– que al elevar el tono la derecha logra alcanzar altos niveles de visibilidad por quienes la combaten. O sea: mis contradictores serán mis mejores propagandistas.

Esta interesante estrategia construye “dominación comunicacional” o “centralidad” con el único fin de defender posiciones y statu quo social. (Recientemente, el presidente Milei estuvo en Rosario frente a empresarios del agronegocio. Un periodista dijo: a los empresarios les rechinan las formas de Milei, pero están de acuerdo con el fondo de sus planteos. La casta, la verdadera, aplaude).

Graciela en Sierra Maestra

Viene del Prado, viaja por Agraciada y escucha el tableteo de los tuits de los “zurdos”. Se detiene, piensa un instante y opta entre inventar una mentira, decir “no pasarán” o expresar, fastidiada, “me tienen cansada”. En Sierra Maestra había que estar atento con el dedo índice en el gatillo para eliminar al enemigo. Graciela Bianchi, ya casi llegando al Palacio Legislativo, comienza a escribir con su pulgar, con la mira puesta en un enemigo. Está rodeada y casi sola. Apunta, escribe y aprieta el ícono de “publicar”. La bala sale disparada con esa crueldad amparada en los fueros. Graciela disfruta.

Graciela Bianchi es una exponente radical que cada vez tiene menos seguidores. Quiso construir un batallón desde su iracundia y su rebelde cabellera teñida con Koleston. No pudo. Está casi sola, tanto que es probable que integre un lugar en una lista en donde no se asegura que salga electa. Es más: se especula que el 15 de febrero de 2025 quedará sin fueros. (Ahí se verá qué hace esta “partisana” de Twitter). Muchos no comparten su estilo y sus formas, pero –de ese lado de la “batalla cultural”– comparten el fondo de su lucha. Es, hoy, casi una solitaria guerrillera de Twitter. Pero la batalla de principios de Bianchi va más allá de ella. El “discurso del odio” llegó para quedarse, pero en este país de suaves penillanuras se prefiere la “polarización amable” y no la “polarización estúpida”, aunque Gracielas Bianchis hay en todos lados.

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO