De acuerdo a Fieglitz, que además de psiquiatra es docente universitario, en su calidad de profesor agregado de Clínica psiquiátrica, el preceptible deterioro de la salud mental de la sociedad «es multifactorial. Incide mucho el contexto de la pandemia, que pone de manifiesto el malestar emocional que generaron todos los cambios referidos a un entorno de emergencia epidemiológica. Se han disparado situaciones se ansiedad, angustia y temor vinculadas al confinamiento. Ese contexto ubicó el tema de la salud mental en un primer plano».
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«Uno de los temas fundamentales para comprender el rezago de la atención psiquiátrica ante el curso de la realidad es que cuando se votó la Ley de Salud Mental, no se le asignó un presupuesto adecuado para implementarla. Entonces tenemos una ley que se votó hace tres años cuyas implementaciones han sido muy tímidas, básicamente por carencias presupuestarias que no permiten cambiar el modelo de asistencia y comenzar, por ejemplo, el proceso de desinstitucionalización de la gente en situación asilar».
«Es teniendo en cuenta este contexto que el nuevo Directorio de ASSE y en particular, el Dr. Cipriani, empezaron a priorizar el tema de salud mental y la implementación efectiva de la ley. Tenemos indicadores que revelan que estamos ante un problema grave, como por ejemplo el incremento de los suicidios, el consumo de sustancias psicoactivas o la violencia intrafamiliar. Se trata de una problemática que ya estaba instalada, pero ahora se potencia en sus efectos. Se refleja por ejemplo en la disminución de los equipos de psiquiatras actuando en el territorio».
«A diferencia de lo que sucede con otras patologías, los indicadores sobre la salud mental suelen ser más difíciles de precisar, pero hay elementos suficientes como para medir la eficacia o no de las medidas que tomemos. Me refiero a aspectos como los tiempos de internación, las tasas de reingreso, el tiempo de espera para que una persona pueda ser derivada a un psiquiatra. Son indicadores que tiene más que ver con la gestión, pero que son mensurables. Algunos de ellos han sido particularmente problemáticos. Por ejemplo, los intentos de autoeliminación tienen un subregistro considerable. Eso no sucede con los suicidios consumados, que al pasar por la Policía y por el Instituto Técnico Forense (ITF) son más certeros. Pero en el caso de los intentos de autoeliminación no tenemos datos fiables».
«Más allá que lo que dijo Cipriani al respecto haya tenido aristas polémicas el contenido de su mensaje fue explícito: ‘Tenemos que hacernos responsables de que si no mejoramos la accesibilidad al tratamiento, van a haber personas que se van a seguir matando porque no los atendimos’. Dicho así es muy crudo, pero puedo testimoniar que eso responde a una realidad que tenemos instalada».
«Obviamente que el suicidio no es solamente una cuestión que tenga solamente que ver con la psiquiatría, pero si la psiquiatría, cuando se la requiere no responde, el problema se agudiza. Por ejemplo, hay policlínicas que antes tenían cinco psiquiatras y que hoy tienen sólo uno. Eso lleva a que la primera tarea sea fortalecer los equipos de territorio, que son los que sostienen la asistencia».
«En definitiva, hay problemas que no son nuevos, pero que en lo que tiene que ver con la dirección de Salud Mental de ASSE, procuraremos dar respuestas adecuadas, continuando con políticas que han sido acertadas y corrigiendo otras que no están a la altura de lo que hoy vivimos. Cuando digo que hubo cosas que se hicieron muy bien, podría referirme a aspectos como los programas en el área de rehabilitación de los pacientes psicóticos o en el tratamiento de niños con trastornos de aprendizaje, pero en otros temas hemos quedado rezagados».
En lo referente a la lucha contra el «estigma» que pesa sobre los pacientes con trastornos psiquiátricos, Fielitz reflexionó: «En ese camino va la intención de generar salas de psiquiatría en los hospitales generales. Es decir, que si alguien tiene un quebranto en su salud mental vaya a un hospital y no a un manicomio. Espero que pronto comience a implementarse esa obra en el hospital Pasteur. Sería un paso importante».
«En el interior del país ya está integrada la psiquiatría a los hospitales. Hay al menos 16 hospitales generales que tienen su sala de psiquiatría. El problema mayor se da en la capital, donde paradojalmente hace más de treinta años que la clínica psiquiátrica quiere tener una sala. Yo soy docente universitario y me duele que el hospital de Clínicas no haya instrumentado esa sala, como si esa institución emblemática fuera el último bastión del estigma. Una institución que, además debería de ser vanguardia en todos los aspectos. Es que además de salas de internación para los pacientes necesitamos salas para impartir docencia y el Clínicas, en ese aspecto, es fundamental»