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Política

Con el Dr. Julián González Guyer

Con la izquierda no se hace la venia

Para poder valorar el ajeno universo militar, entrevistamos al doctor y docente del Instituto de Ciencias Políticas de la Facultad de Humanidades, Julián González, una de las voces académicas civiles más calificadas a partir de sus estudios y maestrías en el estudio del relacionamiento entre lo civil y lo militar.

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Los últimos acontecimientos sobre la aparición de las actas con las declaraciones de Gilberto Vázquez vuelven a poner en el tapete el tema del relacionamiento de lo civil con lo militar. ¿Qué valoración hace al respecto?

Estos días estuve releyendo un trabajo de Real de Azúa titulado Ejército y Política, y en parte de ese trabajo analiza la subordinación del poder militar a lo político, explicando que el Ejército gubernamental era el Ejército del Partido Colorado en el poder y cómo se produjo todo un fenómeno de “coloradización” dentro de las Fuerzas Armadas entre 1890 y 1900. Vale recordar que a principios del siglo XX el Ejército gubernamental era colorado, y el Ejército irregular, el alzado en armas, del Partido Nacional.

Hay un periodo que va desde 1904 hasta 1973 en el que los distintos gobiernos intentaron que se reflejara en los mandos el signo del gobierno de turno, impulsando, de forma más o menos abierta, la promoción de los oficiales de sus divisas, y favoreciendo la carrera militar.

En el golpe de Terra de 1930, los militares fueron indiferentes a ese proceso de tensión que llevó a que el quiebre institucional lo llevaran adelante efectivos policiales. Los militares no estuvieron ni a favor ni en contra, es decir, estuvieron a favor.

Hubo un periodo de confrontación política entre sectores colorados de la lista 15, que promocionaban la carrera de sus oficiales con la designación de destinos, con los de la lista 14; unos se expresaron a través del diario El Día y otros a través del diario Acción, y esta confrontación impcactó en la interna de los mandos militares. Esto lo recordaron en sus memorias el general Seregni y el general Licandro.

Llegó el gobierno blanco con lo que se denominó el “blanqueo de las Fuerzas Armadas”, con la promoción de oficiales blancos, y luego vino la dictadura militar, que realizó una brutal depuración de la composición del pensamiento militar; las Fuerzas Armadas salieron muy homogéneas de la dictadura militar.

Sanguinetti en su primer gobierno se apoyó en el general Medina que se había impuesto en la interna militar, administrando la salida, hasta que llegó Lacalle y promovió a coroneles y generales blancos que lo llevaron a un enfrentamiento muy fuerte con Sanguinetti.

Esta modalidad de manejo por parte de los gobiernos ha sido muy larga en la historia del Uruguay.

El Parlamento solo asigna partidas presupuestales y unas pocas leyes, pero lo que corresponde al manejo de las instituciones queda librado a las propias Fuerzas Armadas, a la propia corporación, y a eso se refiere el concepto de autonomía, que no significa independencia. Autonomía en la carrera militar hasta que se llega a coronel, donde participa el Parlamento, y los generales y comandantes son resortes del Poder Ejecutivo. La doctrina militar, la formación de los oficiales, queda en manos de la corporación, y eso determina la disociación entre el espectro de pensamiento de la oficialidad, sus valores, sus percepciones y lo que sucede en la sociedad.

Si bien antes de la dictadura había un pensamiento conservador con respecto a la sociedad, había oficiales de todos los pensamientos. La prueba está en que, previo al golpe, la Justicia Militar metió presos o pasó a reforma a más de 60 oficiales, entre ellos generales que adherían al Frente Amplio o sectores progresistas, al igual que coroneles batllistas o liberales que debieron pedir pase a retiro.

 

Ese elemento es bien interesante porque pasaron quince años de gobiernos frenteamplistas.

Después de quince años de gobiernos del Frente Amplio, sigue sin aparecer un solo oficial retirado de pensamiento afín a la izquierda. En las elecciones del 2004, más del 50% de la ciudadanía votó al Frente Amplio, y eso marcó una discordancia muy fuerte entre la realidad interna de las Fuerzas Armadas y la sociedad. Las Fuerzas Armadas ya no reflejan a la sociedad; reflejaban, en todo caso, una imagen distorsionada, como los famosos espejos del zoológico, pero hoy ni siquiera eso.

 

¿Y cuál ha sido el rol de las logias militares?

La logia de los Tenientes de Artigas reunió y organizó a los sectores golpistas; tuvo mucho peso en la dictadura, pero no fue la única logia. También influyeron mucho los masones, pero también están muy presentes los vínculos y las relaciones que se producen entre los integrantes de una misma generación.

En aquellos años de mucha radicalización, existieron los oficiales golpistas pero también los constitucionalistas.

 

Con un manejo muy reservado que es difícil de comprender para el ciudadano común y la mayoría del sistema político.

Es que se sabe lo que se deja filtrar, y eso explica el manejo de “las actas”. El que conoce la información sabe qué cosa conviene que se filtre y qué cosas no deben filtarse. Es un terreno muy pantanoso en el que no se puede manejar información sólida, e intentar hacerlo de primera mano lleva a la posibilidad de obtener fuentes para nada confiables.

Van a decir lo que convenga decir.

 

¿O sea que no hay una subordinación del poder militar al civil?

Esa autonomía es producto de una omisión por parte de los gobiernos. La disciplina y la verticalidad empiezan en el mando superior que es el presidente, que mediante el ministro de Defensa tiene el deber de manejar las Fuerzas Armadas con las mismas potestades que un comandante en jefe, y los militares tienen el deber de obedecer. Las limitaciones por parte del gobierno en el ejercicio del mando solo se explican por desconocimiento o falta de voluntad política, o ambas. A los militares les molesta que los gobiernos interfieran en ciertas áreas de la interna militar.

 

¿Qué rol juega la presencia de Manini Ríos y Cabildo Abierto?

Hay dos fenómenos que se potencian mutuamente.

Por un lado, el empoderamiento de Manini Ríos como comandante en jefe durante el largo periodo de Fernández Huidobro, que dio otro poder a las Fuerzas Armadas, por ejemplo, con el consentimiento de algunas medidas como decidir la reinstalación, en un Estado laico, de una capilla y un capellán en el Hospital Militar, además de las declaraciones del comandante en jefe que muchas veces cuestionaba al propio gobierno.

Y hay un aspecto relativo del poder. Durante el primer gobierno del Frente Amplio, se aprobó la Ley Marco de la Defensa Nacional, una ley histórica que sacó todo lo referido a la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas y redefinió los conceptos del rol de la Defensa Nacional, de las fuerzas, de la organización y las características del Ministerio de Defensa. Sin embargo, hubo un periodo, luego de su aprobación en el 2010, con cambios de ministros, el breve lapso de Rosadilla hasta que asume Huidobro, en el que la implementación de la ley no expreó su espíritu y significó un gran triunfo de las Fuerzas Armadas. La ley había sido votada por todo el espectro político que aseguraba un control más estricto, por parte de todos los gobiernos y del sistema político, sobre las Fuerzas Armadas.

Las Fuerzas Armadas vuelven a hacer lo que quieren con la defensa. Los dos decretos sobre política de defensa y políticas militares de la defensa deforman el espíritu de la ley marco.

El otro aspecto no menor es que los partidos tradicionales, bajo la batuta de Sanguinetti, definieron la estrategia de sacar al Frente Amplio del gobierno a como diera lugar.

Para eso apelaron a un relato, a un discurso que se corre hacia el centro del espectro político, dejando a los sectores más conservadores de sus partidos más propensos a votar opciones de derecha, a Manini y a Cabildo Abierto; eso sumado a algunas carencias del Frente Amplio en el último periodo de gobierno.

 

¿El fenómeno Manini acompasa un movimiento más universal?

Es parte del fenómeno Bolsonaro en Brasil o Trump en Estados Unidos, que vino de la mano de la globalización. Manini es el correlato criollo de Trump con un discurso que intenta ser nacionalista y antiimperialista.

Brasil es el satélite preferido de Estados Unidos por su peso económico, por la cantidad de su población y por su gran extensión geográfica, con límites con muchos países de la región.

Traen el discurso del anticomunismo pero ahora contra lo que llaman la “ideología de género”, las ONG y los ricachos al estilo Soros.

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