Potestad
Potestad es, para él, un reencuentro con una voz que lo marcó desde los ochenta. “Tuve la suerte de estrenar en Uruguay El señor Galindez de Pavlovsky en 1983, en plena dictadura”, recuerda. Aquella obra se convirtió en un símbolo de resistencia, sostenida en temporadas que cruzaron fronteras.
Ahora, con Potestad, el desafío es otro. Se trata de un texto de densidad psicológica y moral, casi sin respiro, en el que un hombre reconstruye su propia historia, la de haber “adoptado” a una niña en circunstancias oscuras y que luego un día “un hombre toca a la puerta y ella se va con él”.
La obra no lo dice explícitamente, pero el espectador sabe, esa niña es hija de desaparecidos. El padre adoptivo, un médico de profesión, formaba parte —directa o indirectamente— del entramado represivo. El drama humano de la pérdida se mezcla con la atrocidad política. “Está la trama íntima”, explica el actor, “pero también la trama histórica, porque la historia de ese hombre está atravesada por la dictadura, por los años de plomo, por el silencio”.
En Potestad, Pavlovsky invirtió la mirada. No es la víctima quien narra el horror, sino uno de los victimarios. Un represor que se cree “padre amoroso”, un hombre que intenta justificar su delito desde una ética distorsionada. El propio Pavlovsky lo escribió en el prólogo: “Eran los nuevos papás buenos. Los salvadores de niños del infierno rojo”.
En ese espejo incómodo, Solarich encontró el pulso de la obra. “Es un texto enorme, brutalmente vigente”, afirma. “Porque el teatro no es arqueología. Nos permite reflexionar sobre el pasado, pero también sobre este presente tan intolerante, tan cargado de discursos de odio”.
Su lectura de Potestad es también política, en el sentido más amplio, la necesidad de pensar la democracia, su fragilidad, su amenaza constante. “Uruguay fue siempre visto como un país democrático”, recuerda. “Y sin embargo tuvimos una dictadura cívico-militar de 12 años. Nadie lo imaginaba. Las intolerancias, los autoritarismos, los fundamentalismos se reproducen en todas partes, incluso bajo el rótulo de progresismo”.
“El teatro es una misa laica”, cita Solarich al maestro italiano Eugenio Barba. “Cuando se completa ese combo —actor, espectador, texto, entrega— somos las personas más felices del mundo”. Esa entrega total, ese “estar de cuerpo y alma brindado”, es la brújula de su trabajo. “A esta altura de la vida hay una ética de la actuación”, afirma. “Encontrarse con la honestidad en escena, con una entrega real, eso tiene un valor enorme.”
En esta versión uruguaya, la ambientación sonora de Sandy Olsson y el diseño de Federico Gallardo crean una atmósfera íntima, casi espectral. Las luces, el vestuario y la cercanía del público construyen una experiencia contenida, pero profundamente emocional.
Entre la memoria y el presente
Solarich no duda, Potestad es una obra para este tiempo. En un mundo falto de memoria, el teatro puede ser el espacio donde las preguntas vuelvan a tener peso. “El teatro debe entretener, sí, pero también ser honesto”, dice. “Debe permitirnos pensar, encontrarnos con nosotros mismos. Porque si no hay verdad en la escena, no hay nada.”
En un país que conmemora 40 años de democracia recuperada, volver sobre los crímenes es una necesidad ética. “Todos los uruguayos, sin importar filiación política, debemos bregar por no perder las libertades”, advirtió.
A horas del estreno, Solarich confiesa que la expectativa es enorme. Las entradas se agotan rápido, son nueve funciones, solo 60 localidades por noche, en un espacio donde la cercanía entre actor y público se vuelve parte del lenguaje.
Después, el actor viajará a Estambul como dramaturgo invitado por el Instituto Cervantes. Pero por ahora, todo gira en torno a este texto. “Había que hacerlo, aunque fuera una temporada breve. Teníamos que estrenarla.”
Potestad se presenta los jueves, viernes y sábados a las 19:30, hasta el 1º de noviembre. Las entradas están en RedTickets.
Ficha técnica
Dirección: Florencia González Dávila y Vital Menéndez
Actuación: Iván Solarich
Dramaturgia: Eduardo Pavlovsky
Ambientación sonora: Sandy Olsson y equipo artístico
Vestuario: Equipo artístico
Diseño gráfico: Federico Gallardo
Fotografía: Naomi Ferreira
Comunicación y redes: María Eugenia Margalef Dotti
Gestión de medios: Mariano Solarich
Producción general: Kajamarca Producciones
Duración: 60 minutos
Lugar: Palacio Taranco (Museo de Artes Decorativas, ingreso por jardín frente a Plaza Zabala)
Funciones: Jueves, viernes y sábados, 19:30, hasta el 1º de noviembre
Entradas: RedTickets y locales RedPagos