¿Por qué habría que prestarle atención al álbum Urutopías (Bizarro Records, 2023) de La Tabaré? ¿Qué sentido tiene lanzar un álbum en vinilo con un repertorio concebido como una opereta, más una novela gráfica creada en sociedad por Tabaré Rivero (textos) y Nicolás Peruzzo (guion y dibujo)?
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Al filo de los cuarenta años de trayectoria, con la banda funcionando como cooperativa, ¿por qué este proyecto roquero ruge con la idea de provocar una fisura en ese estado de cosas tan "cómodo", en el que dominan los consumos culturales correctos, que luego se apilan en las listas de reproducción del "todo vale"?
¿Por qué Tabaré sigue preocupado “en que el rock sea un hecho artístico" en oposición al rock "que habla de motos, rulemanes, nenas y drogas, que me parece una imbecilidad"?
Los manuales añejos del periodismo sentencian: no es acertado comenzar un texto con preguntas. Las dudas, las interrogantes, se sabe ya, son las que provocan descubrimientos, mucho más que las certezas enunciadas con valor de dogma. Por esta razón, ante las ofertas musicales que circulan bajo el “control de calidad” del marketing digital, sería bueno levantar algunas (viejas) preguntas que generen otra noticia. Y mucho mejor si el propio Tabaré y Nicolás ensayan algunas respuestas para entender de qué van estas Urutopías cantadas y contadas en plan opereta.
Tabaré: “Si quisiera tener éxito no habría hecho este disco”
Cuando muchos se han hartado de proclamar la muerte de las utopías, el rock (o ciertas porciones de lo que llamábamos rock) aparece como un espectro que recorre el planeta sin siquiera inquietar con sus rugidos afónicos.
Con la camiseta sudada y el pie en el pedal de la distorsión, los veteranos héroes del género gastan la energía que les queda en atizar la nostalgia de sus fans (tan veteranos como ellos) en giras eternas. Y los más jóvenes se debaten entre seguir los astutos planes industriales para (intentar) asegurarse la futura jubilación, o dejarse llevar por esa “mala costumbre” (para la industria, claro) que suele colarse cada tanto: quemar (todas) las naves en el intento de ‘decir algo’ con el arte, en asumir que el hecho creativo es al mismo tiempo un hecho político que viene a sacudir el árbol hasta sus raíces.
Pero es cierto, esa visión del género que fue clave (junto al jazz, junto al tango) en la construcción de lo contemporáneo, es una utopía y resulta que las utopías han sido enterradas. ¿Muertas las utopías, vivan las guarangadas?
Ni una mitad es tan negra, ni la otra mitad es tan blanca: los grises juegan, y hasta se podría decir que para bien.
Afuera, en la calle, todo y todos corren a la velocidad de las últimas horas de la tarde. Adentro, frente a la ventana que da a la transitada calle Colonia, en el Centro de Montevideo, Nicolás y Tabaré hablan con la pasión de quienes dedican mucho tiempo a pensar el mundo. Y el mundo, ese mundo pensado, discutido, tiene sus urgencias, sus desastres, sus hallazgos, hasta momentos clave atesorados en la memoria, la memoria reciente y la que llega hasta sus dos juventudes (saquen sus cuentas: Nicolás nació en 1980; Tabaré, en 1957).
Así, en la mesa que los reúne (otra vez) se apilan, como en una suerte de índice ansioso de la contemporaneidad, la MTV, los ídolos del rock que sucumbieron a exhibir sin pudores sus facetas más patéticas, el personaje Pomelo; la rebeldía que quedó olvidada en alguna gira, esa “rebeldía que ahora se volvió de derecha” (dice Nicolás al recordar el libro ¿La rebeldía se volvió de derecha?, de Pablo Stefanoni); las mezcolanzas absurdas, la “lógica de ser honesto con uno mismo” (Tabaré dixit) que engrosa el ranking de los grandes olvidos; también el asombro y la incertidumbre que están provocando la emergencia de personajes como Javier Milei; o que el arte también es política, incluso cuando los cultores del arte se esmeren en negarlo y los funcionarios de la política desplieguen sus mejores discursos para sepultar la creación en mera acción decorativa.
Afuera todos corren. Adentro, frente a la ventana que da a la calle Colonia, los pensamientos corren con la velocidad de las urutopías.
Otra vez las preguntas. ¿Por qué en tiempos de fragmentación, cuando el concepto de disco se ha diluido en simples destinados a las plataformas, La Tabaré saca un disco en vinilo, con una fuerte estructura narrativa, y, para colmo de bienes, con una novela gráfica?
Dice Tabaré: “Es cierto, este proyecto es totalmente demodé; es una apuesta porfiada. Desde que comencé en esta historia de hacer música, de hacer poesía, teatro, no me interesó tener éxito. Muchos menos ahora, de viejo. Si quisiera tener éxito no habría hecho este disco. Entonces, sí, es un anacronismo. No tiene otra lógica que la de ser honesto con uno mismo, que es lo que siempre valoré en otros artistas”.
Todavía, dice, “hay un público que valora esto”. La propuesta no tendrá alcance masivo, “no llenará el Antel Arena, pero la banda tiene un público”. Y este emprendimiento se sostiene con un desafío: “O aceptamos que esto (la realidad, tan real como temida) se convierte en un gran chiquero o empieza a resurgir de alguna manera la inquietud de la gente por el arte. Para eso hay que seguir laburando, hay que seguir buscando los caminos que lleven a sensibilizar a la gente de otra manera”.
Nicolás coincide: “Estamos en un tiempo complejo. Desde que volví a escuchar vinilos, (re)comencé a valorizar la música como un acto en sí mismo y no como algo que hago mientras lleno formularios o pago el BPS en la computadora. Entonces me parece que este disco, Urutopías, es muy contracultural. Fijate, me siento y empiezo a escuchar el lado B, desde que arranca hasta que termina, y encima tiene un arco narrativo y musical, que es muy emotivo, que yo lo comparo mucho con la segunda parte de Tommy, la ópera rock de The Who, que tiene un potente arco narrativo, que va como un in crescendo y termina con con todo”.
Esta forma de escuchar, sigue Nicolás, “permite revalorizar inclusive la versión digital. Pero con la edición en vinilo la escucha está más concentrada, demanda otro tiempo, otra atención. Y sabés, como en este caso, que estás escuchando a un artista que tiene algo para decir y que vale la pena prestarle atención”.
Nicolás: la novela gráfica contiene “como un videoclip para cada canción”
“Como contaba recién, con la idea de sacar el disco en vinilo, surgió la idea de hacer una novela gráfica”, cuenta Nicolás. “La idea primera fue incluir en el disco, como un insert, las letras de las canciones con ilustraciones. Pero esto fue mutando y, confieso, se nos fue un poco de las manos en lo narrativo. Quedó con demasiadas páginas y era inviable incluirlo en el disco”.
Agrega Tabaré: “Además, cuando compuse las canciones de este disco me las imaginé para llevarlas a escena en el teatro, como una opereta. Mi idea era ponerla en escena con la Comedia Nacional, con mucha producción, algo distinto a lo que hicimos en el Teatro Circular con La ópera de la mala leche, allá por los noventa (y habría que agregar a esta historia de ofertas roqueras: ¿Qué-te-comics-te?, Putrefashion, La Sinphonetta Inphinitta, La Micción, y, la más reciente, La euforia de los derrotados). Y con el intercambio que generamos con Nicolás, el proyecto se fue convirtiendo en una especie de musical, algo muy visual. Con La Tabaré siempre buscamos distintas formas de integrar distintas expresiones artísticas. Así exploramos con la poesía, con malabaristas, y titiriteros. Y ahora, en este proyecto, con la ilustración, con el cómic. Nicolás tuvo la genialidad de entender la idea y plasmar su propia opereta ahí”.
Dice Nicolás: “El proyecto gráfico quedó con una estructura bien clara, con una narrativa en la que cada canción tiene su historia en la ilustración. Esto es como un videoclip para cada canción: el objetivo es que se escuche cada canción siguiendo las historias gráficas”.
Los nexos entre el cómic y el rock, recuerda Nicolás, tiene una historia muy larga, con proyectos icónicos como los de The Archies, The Beatles, Janis Joplin, Morrisey, Metálica. “Acá en Uruguay está como referencia el histórico disco de Días de Blues, que fue ilustrado por el dibujante, caricaturista y viñetista uruguayo Celmar Poumé, uno de los padres del cómic uruguayo. Su obra, afortunadamente, no hace mucho se pudo rescatar. Porque como todo el cómic uruguayo, Poumé publicaba en revistas, en diarios y Montevideo cómics hizo un trabajo muy interesante de curaduría de su obra y la publicó en un único volumen. Esta tradición continuó en la década del ochenta, por ejemplo con Pedro Dalton, que ilustraba para la revista Gas Subterráneo, después Turcatti ilustró cosas para Los Chicos eléctricos. Ni qué hablar de Jaime Roos que tiene el disco Hermano te estoy hablando, que está ilustrado por Eduardo Barreto”. Sin embargo, “nunca se ha intentado hacer algo parecido a lo que hicimos ahora”.
“Yo estoy contentísimo con este proyecto”, dice Tabaré. “Después de todos los discos que editamos hasta ahora, esto fue darme el gusto, otro gusto más”.
“Bueno, que yo también me di un gusto”, sigue Nicolás. “Porque, además de las historias de cada canción, la novela gráfica tiene como un apéndice sobre todo el proceso laburo que hicimos en la portada del disco, en en los simples. Y todo esto también es un poco autorreferencial, porque en realidad yo quería contar lo que esta banda significó para mí desde los 14 años, y ahí también están los primeros dibujos que hice en aquellos años. los primeros dibujos que hice Tabaré y la banda”.
“Si bien el guion es de Nico, siempre tuvimos un ida y vuelta para crear los textos”, complementa Tabaré. “Y esos intercambios fueron muy fluidos, cosa que no siempre se logra. Sobre todo en el último tiempo, a mí me gusta que todos los proyectos funcione así, con intercambios, integrando opiniones. Así funciona la banda, que desde hace tiempo funciona como cooperativa, sumando las opiniones de todos, y esto es muy valioso porque se enriquece con los aportes de los otros integrantes, que son mucho más jóvenes que yo. Antes, la cosa era diferente. Antes era más tirano: se hacía lo que yo quería. Pero he aprendido que así uno se gana enemistades y mucho dolor de cabeza. Ahora es diferente, y todos quedamos contentos”.
Tabaré: “Acá nos jugamos las entrañas”
El repertorio que integra Urutopías comenzó a gestarse hacia 2018, recuerda Tabaré. “Ya tenía algunas canciones, que las habíamos tocado en vivo, canciones de siete u ocho minutos, con solos, cambios de ritmo, cosas así. Y en la pandemia empecé a joder con el grabador y a cantar y registrar canciones, y empezaron a salir cancioncitas cortas con el plan de alargarlas después”.
Pero todas las ideas viven también procesos de ida y vuelta, “y entonces me dije: ‘¿por qué le voy a alargar?’? Así fue madurando el plan, sobre todo al reescuchar el disco Durazno sangrando, de la banda argentina Invisible. Ahí hay un tema de (Luis Alberto) Spinetta que se une con otro y con otro, y todo dura, no sé, unos catorce o quince minutos. Y ese plan formal fue lo que me inspiró: un encadenamiento de composiciones cortar”.
En estos procesos, reconoce, “siempre discuto conmigo mismo”. “A veces digo que tengo ganas de hacer un disco absolutamente experimental, pero ahí, en esas ideas, la banda no me sigue la cabeza. A ellos les gustan las canciones que comienzan y terminan en dos minutos y poco más. Canciones contundentes, breves. Por eso funcionó bien este proyecto que terminó madurando y concretándose en Urutopías”.
A esto agrega Nicolás: “Tenés otro ejemplo en el Abbey Road, de The Beatles, que tiene una estructura parecida, porque el lado A tiene más canciones y el B son como una mini opereta”.
Tabaré: “Es verdad, a mí me gusta esa idea y la tuve muy presente. A mí me encantan también las canciones con tres acordes; me fascina, por ejemplo el blues rural estadounidense de los años diez: tres acordes, ritmo marcado, pero todo muy intenso, potente. Lo experimental, lo reconozco, también me atrae; buscar algo que rompa con los esquemas formales de la canción, con sus duraciones, las texturas, la elección de los timbres. Me encantaría hacer un disco así, pero también sé que no lo escucharía nadie”.
Este nuevo disco, valora el veterano líder de la banda, quedó redondo. Es directo, con canciones que remiten claramente a subgéneros del rock, sus parentescos con el blues, con las baladas. Y la banda, con la atenta producción de Alejandro Ferradás (“Un viejo amigo de La També”, recuerda), logró un sonido crudo, directo, que potencia los aportes de todos los integrantes. “Y ahí están, como parte fundamental de la obra, Leo Lacava en guitarras, Enzo Spadoni en trombón, Marcelo ‘Chelo' Lacava en batería, la voz de Pamela Cattani, que me encanta, y José ‘Bota’ Suárez en bajo. También me di otro lujo: contar para este disco con invitados como Jorge ‘Flaco’ Barral, un ídolo de mi juventud, que canta en ‘La calentura global’; Andrea Davidovics, que pone su voz en ‘El nuevo orden’ y Alejandra Wolff que canta en ‘El nuevo orden’, dos artistas que tiene mucho que ver con la historia de la banda. También estuvieron Guillermo Cervetto, que cantó en ‘Bicho ‘e mal agüero’; Sebastián Gagliardi, que tocó teclados en todos los temas; Franco Polimeni, quien hizo los arreglos orquestales para ‘El nuevo orden’”.
Este es un disco, un proyecto, remarca Tabaré, que se la jugó a reivindicar el valor del arte como motor de cambio, de sensibilización. Para una época en que todo está revuelto, en el que todo vale, que el negocio controla lo estético y se ubica por encima de la honestidad en la creación, Urutopías termina siendo, además de anacrónico, un planteo disruptivo, algo que cuestiona, que fisura el statu quo.
En este contexto, “hay arte comercial para hacer plata y arte que no. Hay arte que se juega las entrañas, el corazón y el alma y hay otro que se hace para ganar plata y decir dos o tres tonterías para recaudar. Nosotros no vamos por la recaudación: aquí nos jugamos por ser honestos con nosotros mismos, nos jugamos a que el arte tiene mucho para decir en una época donde pululan las guarangadas”.
Por Alexander Laluz.
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