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Editorial

Talvi: Ajuste fiscal sin anestesia

De las peores caras de la derecha

Por Alberto Grille.

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Caras y Caretas Diario

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«La vida imita al arte», dijo Oscar Wilde, el autor de La importancia de llamarse Ernesto, nombre que evidentemente trae una carga importante.

En estos días, el gran éxito cinematográfico en Uruguay es It, capítulo dos, film basado en la conocida novela de Stephen King de 1986, que recrea la lucha de un puñado de jóvenes pobres (que se llaman a sí mismos «el club de los perdedores») contra una fuerza malvada sobrenatural que adquiere la forma de un payaso desorbitado y asesino, que vuelve cada 27 años.

King, que pasará a la historia como uno de los grandes escritores de nuestro tiempo, es un reconocido militante del Partido Demócrata, y es muy fácil asociar esa fuerza malvada con el recurrente retorno del gran poder económico estadounidense encaramado en el Partido Republicano, y con presidentes como Ronald Reagan (actor), los Bush, padre e hijo, y el monstruo que les ganó a todos, Donald Trump, también actor magnífico, con una fuerza y violencia huracanada.

Ernesto Talvi, o Ernesto de Chicago,  cuando se desorbita y parece que se le saltan los ojos, sobre todo en sus accesos de vanidad, es merecedor de un Florencio.

En honor a la verdad, no solo es un gran actor, también es un formidable embustero, pero eso es cosa de escribir en otra entrega, para no abusar del tiempo del lector.

La gente dice que los políticos fingen y mienten, pero no es del todo verdad, porque el buen observador verá que a cualquier político la verdad de su pensamiento se le escapa a borbotones hasta por los  poros. En el caso paradigmático de Talvi, las mentiras se van filtrando entre las verdades de manera que a veces hasta podemos creerlas.

Luis Alberto Pompita Lacalle Pou, por ejemplo, trata de ocultar que lo que más quiere es un ajuste fiscal que transfiera ingresos de pobres, trabajadores y jubilados a los más ricos, eliminar todo lo que se parezca a Consejos de Salarios y hasta el Ministerio de Trabajo. Sin embargo, pretende parecer gradualista y hasta cierto punto inofensivo, lo que buscó usando los lemas «la positiva» en 2014 y «un gobierno para evolucionar» hasta hace un rato.

Pero bastó que lo agarraran los muchachitos de El Observador, que últimamente no lo quieren nada, y rápidamente  vomitó que «las cosas hay que hacerlas de una» porque a “él lo eligen para mandar”, sobre todo en materia laboral, y que su único programa económico es un ajuste fiscal, en principio, por 900 millones de dólares, pero que en los números da 1.700 millones de dólares.

Cómo ven, Pompita es un poco tonto, pero no es como Talvi, un gran actor. En la actuación, como en otras cosas, Pompita es mediocre. Un actor de reparto.

En cambio, Ernesto de Chicago -a quien llamé en su momento «el gran simulador», homenajeando a The Platters- es un sujeto darwinista feroz que en la Crisis de 2002 convocó a la destrucción de los débiles y que dice haberse transformado en «un batllista de don Pepe Batlle o, en sus propias palabras, en un «liberal, humanista, progresista e internacionalista». Es bastante curioso este cambio vertiginoso, aunque parece evidenciar que la estrategia de Talvi es algo así como infiltrarse en el batllismo, con base en las mismas mentiras con las que fue trepando durante su vida y que se transparentan en algunos de sus currículums publicados.

A propósito, a Ernesto de Chicago lo vi online en el debate que tuvo con los otros tres candidatos en la Masonería del Uruguay y recibí muchos comentarios de su exposición en la B’nai B’rith el 20 de agosto. Realmente han hecho con él una obra maestra.

Hubo momentos en los cuales solamente le faltó levantar el puño izquierdo y gritar: «¡Proletarios de todos los países, uníos!». Parecía un afiche del realismo socialista en negro y rojo y con caracteres cirílicos.

Por momentos hasta podía creerse que sentía lo que decía, tal el poder del sentido de actuación que se le ha metido en el alma y en el cuerpo a este reaccionario radical de 62 años que va por el mundo con una mochilita para hacerse el pendejo y que le hace creer a la gente que Uruguay se arregla con 136 liceos más. Naturalmente, de derecho privado y fuera de la órbita de ANEP.

Pero Talvi tiene detrás de sí a alguien que en su nombre dice su verdad descarnadamente, sin anestesia. Una doña de apellido Zerbino, como tenía que ser.

Ana Inés Zerbino, la verdad detrás del zorro

El 22 de agosto, El País, primero siempre, organizó un desayuno de negocios en la Torre 4 del World Trade Center, en el que habrían participado numerosos empresarios de primer nivel, y una de las presentaciones refirió al perfil de los posibles ministros de Economía y Finanzas a partir del 1º de marzo de 2020. Allí se dijo algo que «todo París conoce» y es que «Talvi ha mostrado que Ana Inés Zerbino (economista, exgerente de Inversiones de República AFAP, exgerente financiera de Pronto! y actualmente directora del fondo de inversión InCapital) es su referente en materia económica, (e) incluso ha dado charlas y entrevistas».

Su CV oficial dice que la economista Ana Inés Zerbino Vanrell (5 de enero de 1969, tres hijos), actualmente es directora de InCapital, un fondo de capital privado en Uruguay. Tiene una extensa experiencia en inversiones que desarrolló durante los diez años que ocupó el cargo de gerente de cartera de República Afap. Como CFO de Pronto!, una de las principales compañías financieras de Uruguay, lideró el primer fideicomiso de securitización emitido en el mercado local en 2009 y estuvo profundamente involucrada en la adquisición de Pronto! por Scotiabank. En 2011, fue nombrada co-CEO de Nuevo Banco Comercial (Scotiabank en Uruguay) y en 2012 decidió abandonar el banco y unirse a InCapital. Es licenciada en Economía por la Universidad de la República en Montevideo y MBA por la Universidad de Montevideo, sobrina del exdirector de Planeamiento y Presupuesto (1972-1973) y exministro de Economía (1985-1990) Ricardo Zerbino y, por tanto, miembro del Grupo Zerbino que integra, además, el patriciado uruguayo. Como se puede ver, una CEO como para integrar el mejor equipo de CEO.

Ana Inés Zerbino (AIZ) es la que canta la justa en  la barra de Talvi y por eso es tan importante saber lo que piensa, según sus propias declaraciones.

  1. El mercado sobre todos. Su definición esencial, formulada en un reportaje otorgado a La Diaria el 12 de agosto, es que «el mejor asignador de los recursos es el mercado, no obstante, hay ciertas salvedades en las que hay que intervenir». Así que adiós intervención del Estado, de los consejos tripartitos, de la Academia. Esto es Chicago y sin anestesia. No obstante, como hemos repetido hasta el cansancio en otros artículos, este «liberalismo» sobre el que volveremos es una gran mentira de los grupos privilegiados: no existe el mercado neoclásico, o neoliberal, como lugar ideal de encuentro de la oferta y la demanda, actuando en igualdad de condiciones y posibilidades y con toda la información disponible. Lo que existe es un grupo dominante y, debajo de él, los pobres, los trabajadores y los jubilados.

Para intermediar como «escudo de los débiles», como decía y quería precisamente José Batlle y Ordóñez, está el Estado.

Esta señora lo elimina nominalmente de la ecuación nacional de la misma manera que elimina al batllismo de su biblioteca.

Quiere solo mercado y enseguida vamos a ver cómo lo concibe.

Pero que nadie se olvide que estos «liberales», hijos de Ramón Díaz, manejan el Estado con puño de hierro en todo momento. No por nada el «liberal» Milton Friedman asesoró al entonces dictador Augusto Pinochet en persona y llenó de  funcionarios afectos a las dictaduras argentina y uruguaya de la década de los70. Flor de «liberales» son estos partidarios del «libre mercado.

  1. Regla fiscal. Como primera medida, Zerbino dijo a La Diaria: «La regla fiscal se ha aplicado en Chile desde 2001, en Perú desde 2013 y en Colombia desde 2011. Obviamente, cada país lo hace a su manera, pero la idea es establecer por ley un gasto estructural que te permita abstraerte de la situación extraordinaria, tanto por arriba como por abajo. Para eso se conforma un tribunal de expertos, integrado por la Academia, por políticos, por el gobierno y por el sector privado, y ahí es donde se determina en qué situación estamos: para ahorrar o para gastar un poquito más». Preguntada inmediatamente sobre si el sector privado también integraría ese comité, respondió: «Gente de las cámaras [empresariales]. Esto sería deseable porque es súper importante tener el termómetro de quienes están invirtiendo y arriesgando su capital. Cada uno presenta su visión y tendrá que primar la de la mayoría».

Caras y Caretas ya habló de la «regla fiscal» y la definió como otra falacia neoliberal para decir que no se puede gastar por encima de determinado tope, y vulnerarlo cada vez que ellos quieran, como hacen en el admirado Chile de Ernesto de Chicago;  pero acá tenemos una definición todavía más linda: la regla fiscal la fijaría «un tribunal de expertos, integrado por la Academia, por políticos, por el gobierno y por el sector privado», definido como las cámaras empresariales. Esto lo que en ciencia política se llama corporativismo (la doctrina de Francisco Franco en España y de Pinochet en Chile, que quiso imponer Juan María Bordaberry en Uruguay), un gobierno de los grupos privilegiados sin  ninguna participación de los trabajadores, los jubilados ni los partidos políticos, que son las expresiones populares del soberano en una democracia republicana).

A tomar nota de lo que quiere en verdad el «liberal» Ernesto de Chicago y su principal asesora, la que si Dios quiere, no será la próxima ministra de Economía.

  1. Ajuste fiscal. Es obviamente, para ella y su barra, el problema central y casi único de nuestra economía. En un editorial anterior señalamos que Zerbino había declarado a Búsqueda el 22 de agosto que el resultado fiscal óptimo o razonable es «un déficit global entorno a 2% del Producto [Interno Bruto]». Dado que ellos afirman que el déficit fiscal hoy está en 4,9% del PIB, esto significa que plantean un recorte de erogaciones del orden de 2,9% del PIB, o sea, unos 1.600 millones de dólares, más o menos los mismos 1.700 millones de dólares que nos dan las cuentas de Azucena Arbeleche, la candidata a ministra de Economía de Pompita, si las hacemos bien.

A La Diaria le dijo exactamente eso: «Hay que tener el Estado que se puede mantener. Hay un exceso de empleo público y muchas ineficiencias. No lo decimos solo nosotros: un estudio del BID [Banco Interamericano de Desarrollo], que se llama Mejor gasto para mejores vidas, estima el exceso de gasto en 3,5 puntos del PIB, entre gastos duplicados, superfluos e ineficiencias, que se deberían poder corregir. No se hace de la noche a la mañana, pero queremos un Estado mucho más austero y mucho más magro, y creemos que hay mucho para recortar. Además, tiene que mejorar la productividad del Estado”.

Lo que estos neoliberales o dirigistas de derecha no dicen es que retirar US$ 1.600 millones de dólares de un presupuesto total que ella estima en US$ 18.000 millones significa reducir el país en esa masa de recursos, o sea, más contracción de la economía, recesión, aumento del desempleo, con sus consecuencias de violencia e inseguridad.

Con respecto a disminuir el empleo, la señora AI Zerbino es tajante como siempre: «Los vínculos que no se renovarían por año, serían 8.000 o 9.000», salvo los que entren por designación directa, como entró su mentor, Ernesto de Chicago, en el Banco Central de la mano de Ramón Díaz, que le dio un alto cargo del que luego fue justicieramente desalojado.

Ya lo hicieron con Pacheco, Bordaberry, la dictadura que nos llevó a la Crisis de 1982, y los gobiernos de Sanguinetti, Lacalle, Sanguinetti y Batlle, que nos llevaron a la Crisis de 2002. Saben cómo hacerlo y pueden volver a hacerlo.

  1. Admiración por Macri y Bolsonaro. Afirma en La Diaria: «Los problemas que han tenido los gobiernos de Argentina y Brasil en los últimos años son bastante gráficos. Tanto el kirchnerismo como el PT [Partido de los Trabajadores] aplicaron políticas macroeconómicas muchísimo peores que las de Uruguay. Acá, mientras tuvimos el viento de cola, las políticas estaban medianamente ordenadas, pero, cuando empezó el viento de frente, no se logró tener la voluntad política para hacer los ajustes que había que hacer y mejorar la eficiencia del gasto. Nuestros problemas son de menor nivel porque Uruguay siempre tuvo otra institucionalidad, dimensión y seriedad. […] Bolsonaro está intentando hacer una reforma de la seguridad social que tratan de hacer desde el año 2000. Tienen mucho desorden en ese tema, sobre todo en la parte del servicio público, en el que la gente se jubila con 10 o 15 años de trabajo. También está logrando cierto orden en materia de déficit fiscal, intentando bajarlo. O sea que está ordenando un poco la casa, más allá de otros temas de Bolsonaro que nosotros no compartimos. Y Macri recibió un país que era un caos, en una situación muy crítica, con los desbalances de las tarifas públicas; un país sin acceso al crédito, con una destrucción social muy grande y un asistencialismo muy fuerte. También está ordenando, pero quizá perdió un poco de tiempo. Tuvo que recurrir al Fondo Monetario Internacional, que lo está ayudando a ordenar las cuentas y dándole el aire que necesita para lograr las transformaciones. A nadie le gusta tener la devaluación a la que llegó. Creo que hicieron cosas mal, pero una vez que se produce la devaluación, se está recomponiendo. Están haciendo las cosas medianamente bien para recomponer el crecimiento y bajar la inflación».
  2. Autodefinición: liberal. Preguntada sobre cómo se define en materia económica, Zerbino responde: «Liberal, que implica creer en la iniciativa privada, en la apertura de mercados y en el funcionamiento de los mercados, en los que siempre hay algunas ineficiencias. Sobre todo en Uruguay, que es un país chico donde se generan monopolios naturales, que obviamente hay que atender con buenas unidades reguladoras y controlar para que esas empresas sean eficientes. Pero creo en la capacidad de las personas para diseñar sus futuros si se les dan las herramientas en materia de educación. Creo en la iniciativa privada y en la autosuperación personal».

Esto me trae a la memoria la frase del gran economista John Kenneth Galbraith, que afirma que «la libertad de la que hablan los neoliberales es la libertad de morirse de hambre».

  1. Definición de Ernesto Talvi: liberal. Consultada sobre cómo se articula esa visión con el batllismo, que es lo que Talvi reivindica, Ana Inés Zerbino responde sin anestesia: «Talvi también es liberal y cree mucho en la iniciativa privada, pero obviamente que hay espacio para el Estado de bienestar, que es atender la protección social de las personas más desfavorecidas. A aquellos que no han logrado la autosuperación personal, por distintas razones, hay que asistirlos, pero no perder el foco de que las personas tienen las capacidades, y lo que hay que darles son los medios y las posibilidades».

Si el lector recuerda, los republicanos norteamericanos acuñaron una expresión que usaron los dos Bush, de triste memoria: «Conservadurismo compasivo».

Yo lo interpreto como capitalismo salvaje y limosnas para los más infelices que todavía molesten en las calles.

La señora Zerbino es de terror, ni siquiera caritativa, autosuperación personal sin piedad, ni siquiera la que se enseña en las misas del Opus Dei entre clases de yoga y silicio.

Para que no quedaran dudas, lo que dijo en La Diaria el 12 lo desarrolló en el reportaje de Búsqueda del 22 de agosto:

«Pregunta: Talvi dice ser un liberal progresista, mientras que usted en La Diaria se definió como liberal y en Océano FM aseguró que no entiende el concepto de progresista en lo económico. ¿Puede explicar mejor esto que parece ser una diferencia de pensamiento con el candidato?

Respuesta: “El liberal progresismo es una definición con un punto de vista más político. Liberal también tiene una concepción económica. ¿Por qué liberal y progresista? Como forma de organización, creemos que las libertades de las personas deben estar por encima de todo, y que el Estado debe garantizarlas. Y siendo conscientes de que [alguna] gente nace con menos oportunidades, darle -a través de la educación, de la salud- todas las oportunidades para que puedan desarrollarse. Pero creemos en la iniciativa privada, en la propiedad privada y en que las personas pueden salir adelante por sus propios medios».

Acá ni siquiera habló de caridad. Pa’ que aguanten…

  1. Empresas públicas: privatización vía cotización en Bolsa. En el reportaje otorgado a Crónicas económicas el viernes 6, AI Zerbino afirmó que «en referencia a la gestión de las empresas públicas, hay que trabajar para que las mismas «se financien con emisión de deudas en el mercado de capitales». Y argumentó: «Eso ayuda en el contralor, en la medida en que al tener que emitir tendrían una calificación de riesgo». En este sentido, resaltó que «sería muy bueno que una importante parte de su financiamiento no sea a través de bancos u organismos como es hoy, sino a través del mercado de capitales», o sea, poniendo todo o parte de su capital en acciones y cotizando en Bolsa, donde sería rápidamente adquirido por los capitales privados nacionales y extranjeros, que los estarían esperando, seguramente avisados por la eficientes consultoras «uruguayas».

Se concretaría de a poco el viejo sueño de Ramón Díaz, padre putativo de Ernesto Talvi y su banda: privatizar las empresas, los bancos y la educación estatales; que impere la ley del más fuerte, sin cortapisa alguna, como propone honestamente Ana Inés Zerbino, la «liberal» a la Macri y Bolsonaro.

Confesiones de un dolorido

Confieso que después de haber escrito este editorial siento dolor. Dolor de que haya en nuestro país grupos privilegiados que han llevado vidas regaladas, que se han enriquecido fabulosamente en estos 15 años de gobiernos del Frente Amplio y, pese a todo, no han generado ningún sentimiento de afecto o siquiera de igualdad hacia sus compatriotas no integrantes de la oligarquía o el patriciado, y que practican una impiedad, incluso verbal, que exime de toda consideración. Causa dolor.

Con respecto a Talvi, su ministra y su programa, lo de siempre: no hay medidas de expansión de la actividad económica, del empleo, mucho menos de desarrollo nacional y menos de políticas sociales. Que de eso se encargue el mercado, o sea ese consejo corporativo de señores, que planteó sin ninguna vergüenza. «Conservadurismo compasivo», o sea capitalismo salvaje para beneficio del 1% más rico de la población, con algunas limosnas.

Ninguna participación en las decisiones de trabajadores, jubilados o académicos no afines.

Talvi y su ministra Zerbino, que nadie se engañe, son el equivalente a Donald Trump, Mauricio Macri y Jair Bolsonaro en Uruguay. Y ya sabemos a dónde llevan estos caballeros a sus países.

Están todos avisados. Que nadie diga después «yo no sabía que votaba esto».

Es verdad que el envoltorio ha sido cuidadosamente amarrado como para regalo, pero yo veo cada vez más difícil que este mitómano, casi psicopático, batllista de la última hora, logre engañar a la gente. Habría que preguntarles a los auténticos batllistas que opinan, al menos en la intimidad, de este personaje y de lo que dicen sus principales asesores. A los batllistas y a los que no lo son tanto, a los colorados como Sanguinetti, a los pachequistas y hasta algunos jorgistas que lo conocen, a Ricardo Pascale, que lo echó del Banco Central, a los liberales como Isaac Alfie, que lo conoce de cerca, a Tabaré Viera, a Tabaré Hackenbruch y a Amorín Batlle. Da pena verlos atrás del Opus Dei, acompañados por el diario de los Peirano.

A veces las frases más sencillas son las que encierran las verdades más grandes.

Decía mi madre que es más fácil alcanzar a un mentiroso que a un cojo.

No digas que no te avisé.

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