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Sociedad

Deconstruir para sobrevivir: Rita Segato en Uruguay

La antropóloga y activista argentina Rita Segato es portadora de un discurso que la posicionó como una de las intelectuales feministas más importantes de Latinoamérica. En el mes de julio se transformó en Visitante Ilustre de Uruguay y recibió tal distinción brindando una contundente conferencia en el marco de las Jornadas de Debate Feminista organizadas por Cotidiano Mujer y el Encuentro de Feministas Diversas.

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Por Meri Parrado

La conferencia tuvo lugar en el Salón Azul de la Intendencia de Montevideo y contó con la participación del intendente de Montevideo, Christian Di Candia, la presidenta de la Junta Departamental, Adriana Barros, la directora de la División Asesoría para la Igualdad de Género, Solana Quesada, y la coordinadora de Cotidiano Mujer, Lilián Celiberti. Ante una sala colmada de mujeres y hombres, Rita Segato compartió su opinión sobre una de las problemáticas más recurrentes que atraviesa la sociedad actual: la violencia de género.

Antes de comenzar, la flamante Visitante Ilustre celebró la condición de pluralidad del feminismo, razón que, a su entender, lo enriquece. “El debate es más divertido que un mundo de opiniones únicas. Hay diversos feminismos, y esa es la fuerza del movimiento y no su debilidad como algunas personas quieren hacer pensar”, señaló.

La activista contó que su trayectoria en el estudio de la violencia se inició en una penitenciaría de Brasilia. Durante este tránsito, varias veces se topó con discursos centrados en lugares comunes de los cuales decidió sospechar. Según Segato, el pensamiento relacionado a la violencia y la cuestión de género muchas veces se ve atravesado por expresiones o clichés que tienen como objetivo condicionar o interrumpir el ejercicio de pensar. Para desarrollar esta idea se refirió a los mentados “crímenes de odio”, expresión que confesó no la satisface porque “transforma el problema de la violencia en un problema de la emoción cuando lo considero un problema político”, expresó.

“No podemos dejarnos capturar por estos baluartes. Nuestro problema está muy lejos de ser resuelto a pesar de las leyes, organizaciones y políticas públicas; no hay señales de que el problema de violencia contra las mujeres está disminuyendo, sino que aumenta todos los días”, agregó.

 

Una hermandad peligrosa

En su primer trabajo sobre violencia, que desarrolló en la cárcel, en 1993, la activista pasó mucho tiempo escuchando a presos sentenciados por violación y realizó uno de sus primeros descubrimientos. Todos estos conceptos que colectivizó la antropóloga derivan de sus charlas con hombres procesados por violación y están relatados en su libro Estructuras elementales de violencia en el cual manifiesta cómo funcionan estas relaciones entre el agresor y su víctima, de forma vertical, y así también en el plano horizontal, entre el agresor y sus pares. “Me di cuenta de que por detrás de las agresiones a las mujeres había una hermandad masculina, una cofradía, un club de hombres”. A entender de Segato, en este grupo el violador oficia como un sujeto que recibe el mandato de mostrarse hombre ante sus pares. “Hay una demanda por parte de otros hombres de que esa figura merece ser reconocida como miembro en esa cofradía de varones. No se trata de una relación entre el violador y su víctima como muchas veces se piensa, sino que hay otro eje, tanto más importante, y que es la relación entre los hombres que se ven perteneciendo a un grupo de prestigio que exige una titulación que depende de un tributo de la posición femenina a la masculina, constituyéndola como una posición potente capaz de controlar un territorio que, en este caso, es el cuerpo de la víctima”, explicó.

La estructura corporativa de la que habla Segato implica un fuerte y peligroso valor de lealtad y los varones aprenden a mantener este tipo de relación con otros hombres en su temprana socialización. La activista insistió en que esa estructura corporativa constituye una amenaza letal para la sociedad, ya que se replica en todas las otras estructuras corporativas que existen en la sociedad, como la policía, las fuerzas armadas, el Poder Judicial, la Academia, entre otras. “Una corporación  tiene que obedecer a dos características sin las cuales no hay estructura corporativa. La primera es que el valor supremo que está por encima de todos los otros valores pensables, como el de la vida, la dignidad, la propiedad, es la lealtad corporativa”. De acuerdo al pensamiento de Segato, infringir esta lealtad representa una traición inadmisible en estos clubes de hombres y, por tal razón, es que el hombre siempre tendrá miedo de aliarse a la queja femenina porque estaría traicionando esa lealtad imperativa.

“La otra característica es que esta corporación es internamente jerárquica, hay jerarquías de posiciones masculinas. Todo hombre lo sabe de alguna forma. Conocen las características del macho, que se encuentra un poco más arriba en la jerarquía de masculinidad”, continuó explicando.

Otro de los conceptos importantes sobre los que disertó la antropóloga es el llamado “mandato de masculinidad”, al que definió como conductor en el comportamiento de los hombres. “La obediencia a ese mandato es inevitable, salvo que consigan tomar conciencia y reflejarse en un espejo no narcisista”. Al hablar de narcisismo, Segato enfatizó en la incapacidad de los hombres de exhibir sus carencias. “Las mujeres podemos exhibir nuestras faltas. Estamos más libres de la honra que los varones. Los varones no pueden enfrentarse a un espejo que no sea narcisista porque desde chicos deben reproducir  una imagen de completud”. Para graficar esta idea, Segato recordó el conocido cuento de Blancanieves, en el cual aparece el instrumento del espejo en el que se refleja la bruja convocando al ser mágico que habita en él para consultarle sobre sus cualidades. “Ese espejito es un instrumento importante en la vida, está en manos de una mujer y siempre le dice que es fea y mala. Una nueva masculinidad tiene que asomarse a un espejo que le hable de sus carencias”, reflexionó

 

El verdadero enemigo

Por otro lado, la activista se expresó sobre la afinidad que existe entre el orden patriarcal y el orden del capitalismo del presente. “El patriarcado no es una cultura, es mucho más, es un orden político fundacional de esa corporación que mencioné. Se disfraza de moralidades culturales y de religiones que son de civilizaciones y de culturas diferentes”. Para Segato, la expresión discursiva que ese orden patriarcal tiene por detrás se funda con la historia de la especie. “Existe una estructura mítica adánica, presente en el origen de muchos pueblos, que consiste en la infracción femenina que debe ser castigada; en el momento en que se le coloca un límite preciso, comienza la historia de ese pueblo”, explicó.

“Este orden político no es natural y por eso necesita una narrativa de justificación que siempre es la misma: la desobediencia de la mujer”. Siguiendo la línea de pensamiento de la feminista, el patriarcado se basa en una narrativa que denomina la “dueñidad” de la moral y del mundo por parte del patriarca. En la historia de cada sociedad están claramente identificados quiénes son los dueños del prestigio y de la moral.

En este escenario, Segato cuestiona un presente en el que la violencia contra las mujeres crece día a día, en todos los países. “La violencia de género es la incubadora de todas las demás violencias”, aseguró. Para ella, la problemática actual de la violencia está íntimamente ligada con un mundo estructurado por esa dueñidad, por el poder económico y por la concentración de la riqueza. “El ritmo acelerado de esa concentración de la riqueza y esas personas dueñas de la riqueza hacen que cualquier ley de Estado o institucionalidad sea posible. Ya no solo es un mundo desigual, sino que hay dueños del planeta y son dueños de la vida y de la muerte”, expresó. En este sentido, remarcó que puede observarse la afinidad entre el orden patriarcal y el capitalismo. “Esa es una de las razones que está por detrás del patriarcado. Así como el orden patriarcal se traviste de narrativa religiosa, también hoy este patriarcado, que está en la base del poder de sus dueños, pasó a ser protegido de una manera inesperada”.

Segato valoró y enfatizó en la relevancia del movimiento feminista en esta lucha contra el orden patriarcal. “Nuestro movimiento feminista está en las calles. 70 años de movimientos, publicaciones, crítica feminista -en todos los órdenes- y luchas, y de repente, en diez años, hay un implante en la calle que es el movimiento de los fundamentalistas cristianos, católicos y evangélicos, intentado bloquear el avance de los feminismos”. La explicación de este avasallamiento en contra de la efervescencia feminista es para Segato un valor positivo. “Probablemente hemos tocado el centro neurálgico de la reproducción de la dueñidad que es una de las bases fundamentales del patriarcado y del capitalismo en la fase contemporánea.  Algo hemos puesto en riesgo de esa arquitectura de la dueñidad que coloca en riesgo al poder económico también”. En palabras de la activista, esa reacción y el invento de categorías, como la idea de ideología de género, y la frase “con mis hijos no te metas” o el discurso sobre los derechos de la familia, que irrumpe en las calles, tienen el objetivo de detener algo.

El pensamiento de Segato nos invita a transitar un tramo de la historia reciente en el que podemos observar que hasta hace algunos años no existían movimientos con la pretensión de trastocar el proyecto histórico del capital. Con el auge del feminismo, estas estructuras parecen tambalearse y es aquí que germinan esos cristianismos fundamentalistas que pretenden frenar los avances del movimiento feminista. “Lo que pasó es que la estructura patriarcal y la dueñidad mantienen una afinidad pedagógica importantísima. Clausurando el patriarcado, se desequilibran todas las estructuras de dominación, jerarquía y desigualdad en la sociedad. El movimiento feminista y todo lo que infringe el orden patriarcal, como las sexualidades disidentes, son entendidos como una posibilidad de desorden en el orden económico”, explicó.

Sobre este punto, agregó que hay un problema de la construcción del feminismo como una política del enemigo. “Toda política del enemigo tiene una estructura fascista que es la construcción de un enemigo para producir el mancomunamiento. El feminismo no puede proceder así. Nuestro enemigo no es el varón, nuestro enemigo es el orden patriarcal, es el orden político del cual muchos hombres y mujeres se colocan en la posición de defender», sentenció.

 

Binarismo y Estado

Otra de las ideas que la activista expresó en su magistral tiene que ver con el concepto de binarismo y su relación con el estado. Antes de desarrollar este tema, consideró que es un error del feminismo pensar que el binarismo es la relación hombre mujer. «El binarismo es la estructura colonial moderna del uno y sus otros», explicó.

«La historia del estado es la historia de los hombres. Representa la historia de la masculinidad. Todo lo que es la politicidad de las mujeres propia del espacio domestico es residualizado. La política de los hombres es una esfera que engloba y secuestra todo. Crea un espacio modelado a imagen y semejanza de la historia de los hombres, y nosotras vemos despolitizado por completo nuestro espacio”, explicó.

Segato es partidaria de que hemos experimentado una transición de una estructura dual a una binaria. El mundo dual que ella describe constituye una jerarquía de lo político público y lo político doméstico. Son dos mundos de politicidades propias. “En la transición al mundo binario, uno de ellos se transforma en la norma, en el espacio donde se enuncian verdades de valor universal, y el mundo de la domesticidad se transforma en un residuo despolitizado donde las mujeres nos morimos. Es por esto que cuando se comete un crimen, nunca puede dejar de ser un crimen menor porque nuestra existencia está asociada a un espacio que se ha despolitizado y despublicitado. El binario no es un mundo de dos, sino del uno y sus otros, donde la figura de esa esfera es un cuerpo de hombre. Todas las otredades son anomalías transformadas en minorías en relación al sujeto imperante. Esto se traduce en las finanzas, en la economía, en la política, salud, educación. Existen temas de interés general y, por otro lado, temas de minorías, en los que entran las mujeres, los negros, los indios, que son ese otro, ese anómalo. La construcción minoritaria de identidades políticas nos impide salir del binarismo”.

 

Crímenes políticos

Al describir el panorama actual, Segato señaló que las sociedades están perplejas por la virulencia que se está manifestando en las relaciones de género y las agresiones de los hombres hacia las mujeres. Se especula mucho sobre los motivos de esta violencia, pero sigue costando derribar hipótesis y conceptos que solo entorpecen el análisis y la búsqueda de soluciones. Una de las teorías más recurrentes que señaló la activista es la que justifica la violencia machista como reacción a los avances del movimiento feminista y los derechos y conquistas de las mujeres en los espacios públicos. Según la activista, se trata de un modelo de comprensión impensable si uno solo observa que las mujeres continúan ganando menos dinero por esfuerzos y tareas iguales a las de los hombres. “En las relaciones de pareja sería posible aceptar que la posición de una mujer en relación a su cónyuge, su avance, tener una mejor carrera o salario puede causar una reacción violenta en este par. Pero fuera de esa relación, decir que alguien sale a la calle, captura a una mujer desconocida, la viola y la mata no se puede pensar en términos de venganza de los hombres por el avance de las mujeres”, razonó.

De acuerdo al discurso de Segato, para poder comenzar a pensar cómo frenar estas violencias es necesario derribar algunas falacias y llamar a las cosas por su nombre. En tal sentido criticó la idea de que se siga hablando de “crímenes menores” cuando se trata de una mujer. “La violencia institucional es lo que hace que los crímenes contra nosotras sean menores. Son crímenes de esa otredad, de ese resto. Así nos ve el juez cuando juzga los casos de femicidios contra las mujeres”.

Además, enfatizó en que es preciso comprender de una vez que los crímenes contra las mujeres no son crímenes de la libido ni del deseo, son crímenes plenamente políticos. “La violación no es un crimen de deseo de los hombres. Es de poder, de potencia, impuesta por el mandato de masculinidad que demanda ese espectáculo de poder para que ese sujeto sea aceptado como miembro de la corporación masculina”.

“La masculinidad está sufriendo, pero no en consecuencia de nuestras posiciones como mujeres, sino por la economía y su imposición por el mandato de masculinidad de mostrar potencia de algún tipo. Su capacidad de dominación está siendo vulnerada por la precarización económica caracterizada en el presente, este hombre precarizado se restaura mediante la violencia”, agregó.

 

¿Cómo se frena esa violencia?

Al cierre de la exposición, Segato se cuestionó cual es el camino para frenar la problemática de la violencia de género y el resto de las violencias que la secundan. Solo hay una forma posible: es necesario derribar el mandato de masculinidad. “La historia se transformaría si los hombres son capaces de revisar el mandato de masculinidad, lo que los hace actuar en la búsqueda de potencia, tener que espectacularizar todo el tiempo su capacidad de dominio por el poder económico, político o intelectual y, cuando eso no funciona, por el poder violento, físico o sexual”, explicó.

Esta propuesta culminaría siendo útil para los propios varones que, aunque lo niegan, padecen a raíz de este mandato de masculinidad que oficia como la voz mala de la conciencia. Hay que silenciar esa voz. “Los hombres deben formularse de otra forma porque les conviene a ellos también. En lugar de estar colaborando con las mujeres, es completamente al contrario; nosotras estamos ayudándolos a que consigan libertarse de ese mandato de masculinidad que los sacrifica y los destruye. Los hombres son conducidos al ejercicio de la violencia porque han adherido a la corporación masculina. La necesidad de exhibir potencia mata a los hombres y mata a las mujeres”, concluyó.

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