Por Alfredo Percovich
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Delfina está feliz y ríe con ganas. Cada vez falta menos para el estreno de la obra que la tiene como una de las protagonistas del tránsito hacia algo nuevo. Por momentos se pone seria, cambia el tono de voz y habla de los temas que le preocupan y le duelen. Su rol como activista y protagonista del proceso de elaboración de la Ley Integral para Personas Trans la colocaron en un espacio de visibilidad infrecuente. Tal vez por ello, se detiene a repasar las asignaturas pendientes, «que son muchas» en materia de derechos para las personas trans.
Habla de su vida con cierta perspectiva, la que suele dar el paso del tiempo cuando de a poco las cicatrices que van cerrando. Hija de padre curtidor y madre empleada doméstica, no tuvo más remedio que ir a jugar baby fútbol primero y cuando crecía más que nadie en toda Villa Española, la llevaron a jugar al basquetbol en el Club Cordón. No quería. Pero fue igual. Cuando podía y a escondidas, se vestía de mujer y eso le removía todo. La discriminación lo envuelve todo en su vida. También ahora que ya recorrió un camino público en la militancia política y el arte considera que ese es un aspecto clave para hablar en términos de honestidad cultural, si queremos mirarnos en el espejo de nuestra identidad. Precisamente en relación a discriminación y diversidad dice que hay que analizar las cosas con ojos de clase: «no es lo mismo un gay blanco empresario que una travesti de Cerro Norte que está changando en Bulevar Artigas».
En pocos días partirá rumbo a Barcelona para actuar en la obra Tránsitos de David Teixidó, que tiene el objetivo de «no poner en el centro del relato la propia experiencia trans, sino poner a personas trans en el centro para que hablen de otros tránsitos vitales, pero sin obviar la experiencia trans cuando sea necesario hablar de ello».
El personaje de Delfina Martínez en la obra de Teixedó lo compuso la dramaturga Mariana Percovich, a quien conoció a través de las actividades de la Semana de Arte Trans de Montevideo, organizada por la Secretaría de la Diversidad de la Intendencia de Montevideo con apoyo del Departamento de Cultura. «Mi personaje es el de una experiencia relacionada con el cáncer. Tengo que contar el dolor de alguien que sabe que se está por morir, todo ese tránsito. Pero como yo no sé mentir, trato de conectar con la idea de que me estoy muriendo. No solamente con el morir físicamente, sino también como esta cuestión de la sociedad que margina, porque hay que entender que la discriminación es una forma de ir matándonos de a poco. Por algo la expectativa de vida de las personas trans oscila entre 35 y 40 años».
Durante los ensayos, preparando su papel, Delfina también trató de conectar «con esa frustración que sentía cada vez que tenía que ir a Bulevar, cuando estaba tan expuesta al peligro». Los ensayos los termina agotada. Y muchas veces llora por tanta carga emocional. En las artes escénicas encontró una veta artística que le atrae, pero especialmente halló «una posibilidad de laburo concreta, en relación a nuestro medio donde las posibilidades casi no existen. A veces se tiene como una idea de que el mundo de lo artístico es la ‘panacea’, pero la realidad es que también la cultura y las artes escénicas siguen siendo ambientes súper hostiles, clasistas y trans excluyentes».
Delfina Martínez asegura que la oportunidad laboral que se le presenta le permite mostrar algo de su trabajo aunque sea en un festival pequeño en Europa. Es trabajo, dice. «Seguimos en las márgenes de todos los ámbitos, no es un mega festival. Pero me gustó mucho la idea y representa una posibilidad de ingreso que acá no tendría».
¿Está complicado el tema laboral en Uruguay?
Claro, muy complicado. En mi caso, y por más que lo necesite, no pienso trabajar en una casa de hamburguesas ni como empleada pública que puedo llegar a aspirar para, supuestamente, quedarme tranquila en una oficina por ejemplo del Mides. No iría.
¿Eso también sería como morir un poco?
Algo así. La realidad es que no me veo en esa, ya me pasó de tener que laburar en algo que no me gustaba y no quiero eso para mi vida, no quiero ser una fichita más funcional al sistema y encima laburar para el Estado que es algo recontra funcional.
¿La inmensa mayoría tienen o tuvieron que realizar el trabajo sexual para sobrevivir?
Sí, porque las oportunidades son nulas, hay algunas que han podido alcanzar algunos lugares pero siguen siendo cuatro o cinco personas, no más. En mi caso, antes de la transición trabajé en un supermercado, también vendiendo libros puerta a puerta, hice un taller de serigrafía textil, me la rebuscaba. Pero después de la transición fue más difícil, empecé de nuevo a no conseguir laburos y de alguna manera como todas las trans que conocí en ese momento estaban en el comercio sexual y estaba bastante naturalizado, me fue facilitando a sentirme en cierta medida ‘habilitada’ a hacerlo. Esa primera vez fue bastante fácil, porque era una persona que no le parecía desagradable, él era joven, educado, buena onda. Porque en términos generales, se tiene la idea de que los clientes son todos viejos merqueros, sacados, re locos, pero el espectro es mucho más amplio que lo que la gente se imagina.
Imagino que dejar ese trabajo no fue sencillo
Si no tenés otro laburo, es muy difícil el proceso cuando tomás la decisión de ir saliendo. Tenés que asumir que vas a acceder a menos cosas y yo lo pude hacer porque me volví a la casa de mis padres, que también me acompañaron en ese proceso. Ahí sabía que un plato de comida caliente, techo y ducha caliente no me iban a faltar. Muchas veces no podía tener para un boleto, pero no fue problema, caminé mucho.
Cuando volviste a tu casa porque tus padres te abrieron las puertas, además de comida y abrigo, ¿recibiste abrazos?
Sí, en ese sentido tuve mucha suerte en la vida porque siempre recibí por parte de mis padres mucho cariño. Obviamente que también recibí muchas cuestiones que no estuvieron buenas, como eso de querer hacerme encajar con los roles asignados, ir al jugar al fútbol y todo lo que se espera de un varón. Esas cosas que de alguna manera tienen que ver con no saber, falta de información. Si el contexto hubiera sido otro, hoy creo que hubieran tenido las herramientas para poder evitar ese tipo de violencias o de exposición a esas violencias. En la medida que yo fui expresando lo que yo quería, lo que necesitaba o hacia donde iban mis inquietudes y después mi propia identidad, nunca hubo un conflicto. No hubo una cuestión de confrontarme, ellos fueron viviendo sus procesos, también a su tiempo de ir entendiendo, siempre desde el amor, de ir acompañando. Nunca me echaron de mi casa, por ejemplo.
En este tiempo actual, notoriamente hay expresiones de discriminación que se están naturalizando incluso desde el Parlamento. ¿Te preocupa que vayamos a un escenario de retroceso en materia de derechos conquistados?
Me da tristeza este Uruguay y también me preocupa. Se veía venir, pero este contexto de la emergencia sanitaria aceleró bastante esos procesos. Eso de dejar en la libertad consciente de la gente es una forma de no hacerse cargo por ejemplo de la crisis económica en la que estamos y no dar ningún tipo de herramienta para poder sobrellevar eso. Ni la comida, porque el gobierno no se ha ocupado ni siquiera de que la gente tenga comida para llevar al plato. Además, todos los discursos de odio que estamos viendo, este retroceso, tiene que ver -según mi perspectiva- con que durante los años pasados no se construyó conciencia cívica ni política en la gente. Se han instalado ciertos relatos de esta gente que ya venía haciendo campaña, por lo menos desde el primer periodo del Frente Amplio y siguió haciéndola permanentemente, intentando desprestigiar al FA que obviamente ha tenido sus errores, como todos los partidos y todas las personas. Pero insisto en que faltó conciencia y educación cívica y política para que la gente pudiera comprender que los derechos no cayeron del cielo y que si no cuidábamos lo que teníamos, las cosas iban a empezar a cambiar. Nos costó mucho cada logro. Yo recuerdo la época en la que estaba lleno de niños pidiendo en las calles por todas partes y eso se pudo superar. Se lograron muchísimas cosas. Ahora vemos con cierto dolor lo que se está retrocediendo y cómo están en riesgo los derechos y hasta hay miles que no pueden llevar un plato de comida a sus casas.
En esta pandemia quedó evidenciado el tejido solidario de las organizaciones sociales, el movimiento sindical, la cultura, para sostener las ollas y distribuir canastas de alimentos. ¿Crees que por ello son atacados desde los sectores más conservadores y la ultra derecha del gobierno?
¡Obvio! Les molesta que la gente se organice, que los pobres se organicen, que la clase obrera se organice, me parece que tiene que ver con eso que hablábamos y que deja expuesto que el Estado no está cumpliendo su rol, que está dejando al abandono a la gente, porque es eso básicamente lo que está sucediendo. Este es un gobierno que está fijándose en los empresarios y en las empresas, piensa en ellos y en cómo pueden venir desde afuera, y no se ocupa de la gente que la pasa mal. Y además de todo esto, hay milicos en el Parlamento, eso es algo que nunca me imaginé vivir.
Con voz potente en el gobierno, además
Exacto, no es que están ahí y nada más, están explicitados y visibles, con voz firme y con discursos del orto. (Guillermo) Domench cuando habla de la discriminación dice mil cosas discriminatorias. (Guido) Manini que fue a votar en el referéndum para derogar la Ley Trans o sea, tanto los integrantes de Cabildo Abierto como la mayoría del gobierno son gente que no ha acompañado ninguna ley relacionada con la agenda de derechos que se promovió en los últimos años.
¿Te preocupa que quienes está trabajando en la calle puedan vivir momentos complicados en materia de represión con esta nueva política de mano dura y a partir de la aprobación de la LUC?
Sí, claro, obvio, porque no estamos lejanos de eso. Porque también la gente se piensa que solo vamos avanzando, que la historia es avanzar y nos olvidamos de que hay procesos en el medio con retrocesos. Yo al nuevo gobierno lo veo como un retroceso y no nos olvidemos que esto recién empieza. Me preocupa bastante, obviamente por las que están paradas en una esquina que están muchísimo más expuestas, pero a mí también me da miedo caminar por cualquier lado. Antes lo hacía, ahora no. Antes podía llegar a salir con o sin la cédula, ahora hay que salir siempre con la cédula. Trato de estar atenta, no solamente por el tema de la policía en sí, sino por estos discursos de los propios políticos que están hoy en el poder, que habilitan a que cualquier cara de loco después salga a ejercer la violencia impunemente, como ya lo han hecho, porque después no tienen consecuencias.
Estamos a pocas horas de una nueva Marcha por la Diversidad. ¿Qué reflexión te merece el proceso que han tenido las marchas en Uruguay?
La primera marcha que fue en el 92, yo tenía 4 años, obviamente no participaba. Eran un puñadito en la Plaza Libertad que marchaban hasta la Universidad de la República, ahí terminaba y la mayoría estaba con la cara tapada. Tenían miedo de perder sus trabajos, perder sus familias, que los echaran de sus casas. Nada que ver con el momento que se vive hoy. Está buenísimo que la marcha sea multitudinaria, pero tenemos que hablar de los motivos y los contenidos. Si la gente va solamente por los papelitos de colores y la brillantina y porque quede linda, prefiero que seamos menos y las pocas personas que vayamos, vayamos con una conciencia de por qué vamos, por qué todavía tenemos que seguir marchando. Es una marcha que se caracteriza por la celebración, porque también celebramos estar vivos en este mundo de mierda todos los días. También está bueno celebrar con orgullo quiénes somos. Porque toda la vida se nos dijo que éramos lo peor, por eso es necesario tener orgullo de quiénes somos. También creo que tenemos que mirar con ojos de clase y la cuestión de las desigualdades dentro de la propia comunidad LGBT porque no es lo mismo ser un gay blanco empresario que ser una travesti de Cerro Norte que está changando en Bulevar Artigas. Hay mucha gente de fuera de la comunidad que viene y celebra, se acuerda una vez al año y después no existimos. Tampoco hacen acciones concretas para acompañar esa lucha más allá de cargar una bandera, un cartel y pintarse la cara ese día y decir que lindas que son las travestis. Porque también hay una cuestión de la mirada exótica como que somos eso y no que somos personas que tenemos que comer, vivir, pagar la pensión o lo que sea. A mí me viene haciendo un poco de ruido todo eso. Me parece que es importante poner sobre la mesa el tema del racismo y del clasismo dentro de la propia diversidad que no es algo en lo que estemos pensando tanto y creo que tenemos que pensar un poco más sobre eso. También está bueno empezar a preguntarnos qué herramientas podemos llegar a tener para revertir eso o dar oportunidades. La casi totalidad de la población trans que es afro está en la prostitución o sobrevive con un laburo precarizado.