Se han dado dos pruebas de fuego para chequear nuevamente el acierto científico de predicciones, precauciones y medidas sanitarias que, en general, no han acertado mucho, pero han sumido a la humanidad, sin razón suficiente para ello, en lo que será la peor catástrofe socioeconómica de la historia.
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En los próximos 15 o 20 días veremos si hay más brotes del virus en Montevideo debidos a la multitudinaria multiviolación de las medidas sanitarias pandémicas por la Marcha de la Diversidad, durante varias horas seguidas. Apuesto a que no pasará nada, les juego botellas de whisky a los especialistas; ¿qué piensa usted?
También serán testadas las consecuencias del relajamiento de los encierros, de las mascarillas y de las distancias con motivo de las elecciones departamentales y municipales en todo el país; especialmente en los lugares de alta densidad poblacional, con más gente reunida, más llenos los vehículos privados y públicos, menos distanciamiento constante, menos mascarillas ubicuas. De nuevo, apuesto que no habrá brotes porque las violaciones sanitarias no serán tan fuertes como en la marcha, aunque el promedio de edad será mayor.
El mundo presencia hipócritas aplausos al personal de la salud, que no ha hecho más que lo que debía hacer, se ha preparado para hacer, y sabía que tendría que hacer cuando eligió las profesiones que eligió. Falsos aplausos para los investigadores médicos, que estuvieron pésimo, regular, bien o excelente, pero nunca maravillosos; todos conocemos historias, hemos presenciado, y hasta existen numerosos audios y videos de médicos violando obscenamente las medidas que tan celosamente imponen con gesto épico a los no médicos. Sin siquiera hablar del happening de los médicos recién recibidos, violando, masivamente y a la luz del día, en el parque Batlle, todas las medidas sanitarias pandémicas y muchas otras cotidianas anteriores a esas. Y solo los critico por políticamente incorrectos, porque seguramente sabían lo que hacían, que todo era exagerado y con lucro en buena parte para médicos e industriales farmacológicos; entre bueyes no hay cornadas. Yo hubiera hecho lo mismo, lo mismo que pasó en la marcha. Más abajo explicaré.
Porque todo empezó, más que con el descubrimiento del virus contagiable, con los descomunales errores ‘científicos’ de previsión de contagios, muertos y necesidades hospitalarias, con el susto cobarde del gobierno inglés, con la alarma poco justificada de la OMS, con la obsecuencia voraz y acrítica de la prensa, y con la pobre gente que se comió la pastilla, corrida con el poncho por la propaganda de los beneficiarios de la pandemia así retratada; y del coro carroñero de la prensa.
Estamos viviendo una enfermedad que parece ser la única que cuenta: por ninguna otra se aplaude al personal de salud ni se hacen minutos de silencio antes de los partidos de fútbol globalizados por televisión. ¿Qué decir, entonces, de Médicos sin Fronteras, que hace años combaten las peores enfermedades y epidemias en los más desprotegidos lugares del mundo, como en el África subsahariana, cuyos muertos epidémicos parecen no contar, salvo que sean por covid-19? Por ninguna otra enfermedad se postergan citas médicas, atenciones, cirugías y lugares hospitalarios. De ninguna otra enfermedad se sigue la cantidad de infectados a diario y la de fallecidos; no se subrayan tanto las de la mucho mayor cantidad de no contagiados, de contagiados insignificantes o de contagiados recuperados frente a los empeorados. ¿Hay alguna otra enfermedad por cuyos muertos se haya planteado la erección de un memorial? Y, claramente, consultada cualquier estadística de cualquier país del mundo, hay enfermedades con muchos más contagiados y fallecidos; lo puede ver usted mismo, en su computadora y en su celular, en Uruguay y en otros países.
Casi nada de lo dicho y hecho se justifica. Hay una histeria colectiva, una pandemia comunicacional mucho peor y mucho más perjudicial que la biosanitaria, que le hará mucho más mal a la humanidad que ella, y a usted; solo que sus efectos no son tan inmediatos y visibles como los de los síntomas o las complicaciones de los contagiados del virus; serán tremendas en la economía, en el empleo, en el poder adquisitivo de sueldos, salarios, jubilaciones y pensiones, en la soledad de los ancianos, en la educación y la convivencia de los niños y adolescentes, en las artes, letras, deportes y cultura; catástrofe inigualable y que empeorará, aunque el virus pase, como ya lo está haciendo, pero sin que por ello cesen de asustar con ‘segundas olas’ que las estadísticas no muestran.
Si usted mira, por ejemplo, cifras europeas, o hasta uruguayas bien miradas, en los lugares en que hay más contagiados, hay muchos menos muertos por contagio que antes; si hubiera segunda ola, sería mucho más benigna; el virus ya se llevó a la mayoría de los que tenían menos defensas para enfrentarlo; ahora quedamos los que mejor estábamos para recibirlo; no le tema a una segunda ola que solo está en los deseos de sus beneficiarios, cuervos y buitres al parecer insaciables.
Para que no disminuya el pánico hasta que no haya lucrativos tratamientos o vacunas, se aumentan las medidas, recrudecen multas y cierres de lugares infractores. ¡Hasta está siendo aprobada en el Parlamento una ley que vuelve delito con cárcel a cualquier incumplimiento de una medida sanitaria o a quien ponga en peligro la sanidad humana o animal! Con toda la peligrosísima vaguedad con la que eso puede ser usado por los denunciantes o los que lo juzgan. ¡Menos mal que en Uruguay no se actúa autoritariamente y se apela solo a la responsabilidad y a la solidaridad voluntaria! Ya hay medidas municipales que, además de multas y cierres de locales, prevén denuncias penales, seguramente sabiendo lo que se estaba cocinando en el Parlamento, porque, al día de hoy, no hay ley contra la cual hacer denuncias penales por esos motivos; se ve que sabían, municipalmente, lo que se haría nacionalmente; en esto sí que no se pelean las coaliciones.
De peatonales, marcha de la diversidad y elecciones
Ha habido varios gritos en el cielo durante estos 6 meses y medio de pandemia, pronosticando catástrofes para eventos futuros, ninguno de los cuales, vale la pena que lo recuerde, resultó en el desastre sanitario predicho por los infalibles científicos que rasgaron sus vestiduras ante esos letales eventos futuros.
Hagamos memoria porque en estos días tendremos aun mejores oportunidades de chequear el acierto pronóstico de algunos de los que nos metieron, con sus errores científicos, en esta pandemia comunicacional y política que destroza a la humanidad, y no el pobre virus, tanto menos dañino y malintencionado que los humanos que se aprovecharon de él, con sus malas artes, para sus oscuros fines. Veamos.
¿Se acuerda del pánico previsto por la realización, en Salto y en Paysandú, de unas fiestas que originarían brotes letales, como el mítico, fundacional casamiento del que dicen que salieron los primeros infectados? Pues bien, no pasó nada. Como no pasó nada consecuentemente a los creo que 3 sábados de 13 a 18 en que 18 de Julio se volvió ‘peatonal’, pese a que los médicos pusieron el grito en el cielo advirtiendo del apocalipsis sanitario. Que no ocurrió. Pero los sábados peatonales fueron prohibidos; y está bien, eran muy peligrosos, pero no para la salud de la población, sino por miedo a que no hubiera brote alguno y que los médicos quedaran ‘pegados’ con sus oscuros pronósticos; y que se dudara de la fuerza del virus, de la eficacia de las medidas y del saber médico, extremos mucho más peligrosos para ellos, para los políticos que decían basarse en ellos, y para la prensa y las vanguardias comunicacionales que lucran con miedo y encierros. Sí, había que cortarlos, eran muy peligrosos, aunque no hubieran provocado brote alguno; por eso mismo, que no debía seguir pasando ‘para no avivar a la gilada’.
Ahora, estemos atentos a la ausencia de brotes que probablemente habrá en Montevideo, en los 15 o 20 días posteriores a la Marcha de la Diversidad; y a las elecciones departamentales y municipales en todos los lugares de densidad urbana del país. Si hay, se lo adjudicarán a la marcha; si no hay, dirán que fueron las medidas y la prudencia de la gente; no podrán decir que fueron las medidas, y al aire libre, en el caso de la marcha: más de diez cuadras de gente apretada, sin distanciamiento alguno, tomando, fumando tabacos varios, abrazándose, gritando, cantando; absolutamente transgresor; si no hay brotes en 15 días en Montevideo y en los lugares fuera de la capital a donde volvió un porcentaje de los marchistas, está usted en todo su derecho de dudar de la potencia del virus, de los diagnósticos médicos de peligro y de las medidas sanitarias impuestas. De nuevo, y como en el caso de los médicos recién recibidos, no es una denuncia, porque estoy de acuerdo con lo que hicieron; sus fines son más importantes que el susto por una enfermedad tan poco importante como magnificada.
Será un ‘experimento natural’, de los escasos que las ciencias pueden aprovechar sin violar los derechos de tantos animalitos que deberían estar protegidos por esa misma ley penal que ahora sancionará a los humanos que descrean del disparate que en unos días espero que quede resplandecientemente claro en su alucinada exageración, casi falsedad.
Esperemos unos días para que se produzca ese chequeo o test natural, espontáneo, imposible de ignorar, de las consecuencias de la marcha y de las elecciones, como ya lo fueron antes los tests negativos de algunas anunciadas fiestas y de los sábados peatonales. El miedo es abstracto y se mantiene con un gran operativo; la pérdida del miedo por la real ausencia de males previstos es más natural e irrefutable. A no ser que se pongan a preparar muertes ‘truchas’ y a adjudicarle al virus cualquier muerte, cosa que ya ha ocurrido en el mundo, para mantener el pánico. Esperemos que no. Ahora, lector/a, si hay brotes en los próximos 15 días, tendré que pagar varias botellas y correr con el desprestigio de haberme jugado tanto y errado. Bueno, lector, son las leyes del juego, y las acepto. Esté atento porque a usted también debe interesarle lo que suceda, aunque más no sea que como criollo timbero.