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Editorial historia | Reforma | derecha

Maquillando represores

La historia a medida

La reforma busca imponer una interpretación de la realidad, y en este caso, de la historia reciente, funcional al proyecto ideológico de la derecha.

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Los cambios en la bilbiografía del programa de Historia de Uruguay definidos en la reforma que impulsa el gobierno dan cuenta de un objetivo político concreto que se persigue. La mentada transformación curricular ya no tiene que ver con “modernizar” la currícula para adaptarla a los tiempos que corren, hacerla más pertinente y llevadera para los estudiantes ni toda la parafernalia de fundamentos místicos que se ventilan: la reforma busca imponer una interpretación de la realidad, y en este caso, de la historia reciente, funcional al proyecto ideológico de la derecha.

Es tan grotesto el empeño que ni siquiera la dibujan: sacan, por ejemplo, de la bibliografía la obra del mayor historiador del país, Carlos Demasi, y la sustituyen por una obra del secretario general del Partido Colorado, Julio María Sanguinetti, principal promotor de la teoría de los dos demonios, político en actividad y ministro del pachecato.

Lo que señala la asociación de profesores de Historia del Uruguay abunda en otras consideraciones de idéntica gravedad: se elimina el concepto de “terrorismo de Estado” y se promueve la teoría de una “guerra civil” que nunca existió, que no tiene ningún respaldo en la investigación académica y que, por lo pronto, exime de responsabilidades a los represores toda vez que en la lógica de la guerra, se mata y se muere sin espacio a la reprobación penal o moral de las conductas que hasta pueden llegar a justificarse o convertir actos miserables en acciones heroicas revestidas de gloria.

Este adefesio de reforma en los programas de historia que busca introducir en las clases un conjunto de patrañas políticamente funcionales a los golpistas y a la derecha, constituyen más que una violación puntual de la laicidad, un verdadero escándalo comparable a la sustitución de la teoría de la evolución por el creacionismo o la sustitución de la ciencia por la verdad revelada de alguna confesión.

La derecha uruguaya, que ya consagró la impunidad, ahora quiere institucionalizar la amnesia o, lo que es peor, la ficción histórica que transforma a los victimarios en héroes y a las víctimas en victimarios. Y lo quiere hacer con los adolescentes, con los más jóvenes, para ir moldeando a las nuevas generaciones en una realidad paralela que les favorece a sus cometidos y a esa indispensable distribución de culpas que los deja a ellos como santos y, especialmente, a la izquierda social y política, como responsables de la tragedia.

Ahora bien, el cometido es un espanto, pero la estrategia que eligieron es tan obtusa, que tiene la doble virtud de dejarlos pegados y ser, básicamente, inaplicable e insostenible. Casi no hay docentes para esos planes. Lo que se puede esperar es una reacción masiva del cuerpo docente ignorando esta bestialidad, rebelándose contra ella y, finalmente, en no mucho tiempo, el retorno de la rigurosidad académica a las aulas.

Hace tiempo que tenemos que tener claro que no gobierna simplemente un gobierno, sino un rencor. Una voluntad de restauración y venganza, que considera que la izquierda es más que adversario político, es una desviación inaceptable de las lógicas de conducción de la sociedad que imaginan. Todo este gobierno ha sido un espectáculo de revanchas, una gobierno vacío de ideas y proyectos construido en una suma de auditorias y persecuciones, y el único propósito que ha tenido ha sido favorecer a las clases altas y destruir cultural, política y materialmente el legado de la izquierda.

Salvo juntar plata para los ricos, todo le ha salido mal. El legado de la izquierda está muy vigente. Este período, que se revelará como un paréntesis ingrato de un tiempo de progreso innegable, ha servido para ver en acción la profundidad conservadora y hasta reaccionaria de la derecha uruguaya. La gente los ve actuar, los ve perseguir, negar lo evidente, hacer negocios raros, manejarse como una caterva de imprecadores, insultantes, cínicos, y producir a cada paso más pobreza, más desigualdad, más injusticia. Y esta experiencia amarga, finalmente es algo que produce una conciencia que se extiende, como un aprendizaje con base en el dolor.

Es probable que ya no importe lo que hagan en términos trascendentes. Han hecho daño y seguirán haciéndolo un tiempo más, pero la mayoría de la gente ya abrió los ojos y los que todavía no quieren abrirlos ya lo harán. Están derrotados históricamente, aunque todavía gobiernen por dos años más.

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