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Editorial

Profetas del odio

Los derrotados

La distopía de ultraderecha que se instaló en América del Sur con Jair Bolsonaro y Javier Milei parece estar llegando a su fin.

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La irrupción extravagante que marcó el paréntesis fascista en Brasil comenzó con el golpe parlamentario que destituyó a la presidenta Dilma Rousseff imputándole una minucia contable intrascendente como si fuera causal de impeachment y continuó con el encarcelamiento del principal líder de la izquierda brasileña, Luiz Inácio Lula da Silva, por más de quinientos días merced a la actuación de fiscales y jueces entongados con la CIA que promovieron una causa de corrupción insostenible para correrlo de la escena e impedir que se presentara a las elecciones.

En ese contexto, con Lula preso, Bolsonaro fue elegido presidente frente a la candidatura de Fernando Hadad, y desde la presidencia dio rienda suelta a una pesadilla antediluviana que, por si fuera poco, expuso al pueblo brasileño a la pandemia de covid-19, embanderado en un negacionismo anticientífico escandaloso que se saldó con casi un millón de muertos en un territorio doblemente golpeado: por el virus y por la ignorancia de un presidente impresentable.

Gracias a investigaciones periodísticas, la causa amañada contra Lula cayó y debió ser liberado el ahora presidente de Brasil y, además, primero en todas las encuestas para las elecciones del año próximo. Bolsonaro no aceptó la derrota y promovió un golpe de Estado, al mejor estilo de la toma del congreso de los trumpistas en Estados Unidos, protagonizado por los más radicales de sus seguidores, pero con una trama secreta, militar, política y económica que, de haberse salido con la suya, habría hundido a Brasil en una nueva dictadura como la que imperó durante décadas. Pero Bolsonaro fracasó, y la democracia brasileña y sus instituciones no. Por eso ha sido juzgado y está siendo condenado a más de cuarenta años de cárcel por la comisión de graves delitos contra la democracia y el pueblo de Brasil.

La debacle de Milei

En Argentina, el desborde psiquiátrico, anarcoliberal y cruel representado por Javier Milei comenzó a encaramarse en los medios de comunicación, a la vez que en un atentado intentaban terminar con la vida de la más importante líder del peronismo, y en ese momento vicepresidenta de la Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. La bala no salió, como reseñó el principal grupo comunicacional del poder, el diario Clarín, pero, como tambie adelantaron, los fallos judiciales sí saldrían, y desde este año cumple pena de prisión domiciliaria Cristina Fernández, en su departamento de San José 1111, en pleno barrio de Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Antes de este fallo, ya había ganado Javier Milei, en las elecciones de 2023, impulsado por el voto bronca, especialmente de los jóvenes varones, sumado al electorado antiperonista tradicional, que respondieron así a varios años de inflación muy alta, dólar limitado y devaluaciones permanentes.

En ese marco, un sujeto entronizado por los medios, notoriamente desequilibrado, logró reunir las adhesiones de una mayoría social dispuesta a un salto al vacío con tal de cambiar, de explorar la posibilidad de un cambio radical. Desde entonces, el gobierno de Milei ha sido un ajuste infinito, adornado de una sucesión perversa de medidas contra los sectores más débiles y un permanente discurso de agresión contra todos, en nombre de un programa impracticable que solo beneficia a pequeños grupos, a la casta más corrupta, y que ha sobreendeudado un país ya de por sí muy endeudado con organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional.

Tras casi dos años de gobierno, la elección en la populosa Provincia de Buenos Aires, donde vive el 40 % del padrón electoral nacional, marcó un antes y un después en el panorama político del país vecino: la derrota clamorosa de los candidatos de Milei y de Macri que, juntos, reunieron casi 15 % menos que el conjunto del peronismo, agrupado bajo el lema Fuerza Patría, significa el principio del fin de la experiencia austríaca trasnochada de Javier Milei y su hermana cleptómana, y significa también el resurgimiento del peronismo de la mano del gobernador de la provincia, Axel Kicillof; la expresidente presa, Cristina Fernández; el líder social Juan Grabois; el excandidato Sergio Massa; los intendentes y los gobernadores del peronismo.

El juicio a Bolsonaro

Con el fallo del TSJ en Brasil, confirmando la prisión de Bolsonaro por más de 40 años, y el resultado electoral en la provincia de Buenos Aires, todo sugiere que la película de terror que representan estos hombres en poco tiempo habrá pasado. Pero si las alternativas que reflejan la sensibilidad del campo popular no toman las responsabilidades y logran dar solución a los múltiples problemas de desigualdad, empleo, educación y, en general, dar satisfacción a las demandas de las grandes mayorías sociales, más temprano o más tarde reaparecerán con otros rostros estos falsos profetas del odio que reclaman la adhesión de lo peor de nosotros mismos

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