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Editorial gobierno | Luis Lacalle Pou | Astesiano

"Yo no sabía"

Mientras el gobierno se hunde, Pompita flota

A 35 meses de que asumió la presidencia, Luis Lacalle Pou y el gobierno tienen muy poco para mostrar: la pobreza aumentó, los salarios bajaron, la inversión pública cayó, se concentró la riqueza y la mentira pasó a ser moneda corriente en la Torre Ejecutiva.

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La intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, se quedó corta cuando afirmó que este gobierno navega sin rumbo. En verdad se hunde. Ya corrieron 35 meses desde que asumió Luis Lacalle Pou y el gobierno tiene muy poco que mostrar. Si acaso algunas obras viales que fueron proyectadas y en buena parte ejecutadas en el gobierno anterior, una gestión de la pandemia que el oficialismo presenta como su mejor logro y que analizada en profundidad es más que polémica, la reducción del déficit fiscal a costa de una reducción muy sensible de la inversión estatal, de los salarios de la administración pública y las pasividades, la aprobación de la Ley de Urgente Consideración por un reducido margen de votos y la reciente media sanción de la reforma de la Seguridad Social, cuya aprobación por el Senado está más que dudosa, al menos en sus extremos más polémicos y cuestionados. Si los logros no son para tirar cohetes, hay cada vez más motivos para afirmar que el margen de acción del gobierno está agotado.

Las últimas encuestas conocidas, aun en las empresas de opinión pública que han sostenido la imagen del gobierno, han ido marcando un deterioro de la popularidad de la coalición oficialista y del propio presidente Lacalle Pou, una verdadera debacle en la popularidad de dos de sus principales ministros, Francisco Bustillo y Luis Alberto Heber, un crecimiento del Frente Amplio que hoy parece tener un piso de un 40% en las próximas elecciones, una tendencia ya inocultable a la desaparición del Partido Colorado y un debilitamiento sensible en las simpatías por Cabildo Abierto que no se sabe si alcanza o no a la popularidad de Guido Manini, su eventual candidato presidencial. La economía tampoco da tregua al gobierno. La pobreza sigue muy por encima de los niveles de 2019 y se concentra especialmente en la población infantil y en mujeres con hijos menores, la desocupación también y amenaza con volverse cada vez más estructural, los precios internacionales de nuestras exportaciones tienden a debilitarse, la riqueza se concentra cada vez más y la masa salarial se reduce sensiblemente mientras los depósitos en el exterior de los más ricos se acrecientan a un ritmo sostenido y poco menos que escandalosos. El gobierno asiste pasivamente a la caída de la competitividad de nuestros productos exportables, deja caer la cotización del dólar sin intervenir, aumenta la tasa de interés intentando contener la inflación sin mucho éxito, no atina a adoptar políticas que mitiguen el impacto de las diferencias de precios en el litoral con Argentina y se encuentra desbordado por adversidades como la sequía, la inflación internacional y las consecuencias geopolíticas de la guerra en Europa, con una política exterior errática, cada vez más aislado en el continente y en particular con sus dos grandes vecinos.

En este cuadro, el presidente hace vida de soltero, pasa la noche de fiesta en fiesta, se retrata con Tinelli y se levanta a las diez de la mañana, se mantiene cada vez más al costado de la campaña electoral en la que no puede ser candidato y en la que procurará quedar cada día más distanciado, reservando lo que quede de su popularidad de estadista para un eventual retorno en 2029. Y por si fuera poco todo esto que anotamos, es ya vox populi que el núcleo chico que rodea a Lacalle Pou no tiene un plan de gobierno, sino un plan de negocios, lo que ha quedado en evidencia en distintos beneficios y prebendas a empresas que incluso han financiado su campaña electoral, como los canales privados de televisión y, sobre todo, la tabacalera Montepaz, que cabe destacar porque fue reconocido impúdicamente por el propio presidente de la República. Mientras el gobierno se hunde, el presidente flota. Flota, flota, pero ya no hace pie.

Parece ya perfectamente probado que Francisco Bustillo, ministro de Relaciones Exteriores, estaba informado de que Sebastián Marset, quien estando preso en una cárcel emiratí obtuvo un pasaporte uruguayo, era un conocido narcotraficante. Aun así, Bustillo lo negó ante el Parlamento en circunstancias en que estaba siendo interpelado. También es sabido que el ministro del Interior Luis Alberto Heber, o al menos su subsecretario, Guillermo Maciel, estaban en conocimiento del mencionado trámite y procedieron a otorgar el documento que le permitirá a Marset viajar por el mundo durante diez años. El episodio motivó que la subsecretaria de Relaciones Exteriores, Carolina Ache, renunciara a su cargo y que Pedro Bordaberry acusara a ambos ministros de mentir y ser responsables inequívocos del mencionado trámite con todas las irregularidades que se detectaron en los procedimientos. También es conocido que el Dr. Rodrigo Ferrés, prosecretario de la Presidencia, pretendió engañar al Senado afirmando que Alejandro Astesiano no era el jefe de la Seguridad de la misma. También se sabe que por resolución suya le fue otorgado a Astesiano, irregularmente, un pasaporte diplomático que no le correspondía. Se conoció que Alejandro Astesiano poseía numerosos antecedentes penales y anotaciones policiales por diferentes delitos y aun así fue nombrado para tal cargo por el presidente de la República. Se supo, el propio Álvaro Garcé lo reveló ante el Senado de la República, que la Dirección de Inteligencia Estratégica del Estado había advertido al presidente de los antecedentes de Alejandro Astesiano. Se conoce que Astesiano mantenía vínculos con los más altos jerarcas de la policía y que en muchos casos traficaba con esos contactos, utilizando los medios públicos para espiar a algunos legisladores, a periodistas y dirigentes sociales, vender servicios de una empresa de seguridad de su propiedad y facilitar la obtención de documentos falsos o en la colaboración para sustituir la identidad de ciudadanos. Se ha divulgado que uno de los servicios prestados por Astesiano fue a Juan Seré, un empresario que se desempeña como asesor en la Presidencia de la República, que cumple tareas en dicha dependencia y que ha viajado con el presidente en algunas de sus misiones en el exterior.

Recientemente se han difundido algunos de los WhatsApp que contenía el celular secuestrado durante la detención a Astesiano, en que este dialogaba con el secretario privado del presidente, Nicolás Martínez, compartiendo información sobre el seguimiento con las cámaras policiales que estaba realizando en circunstancias en que se produjo un accidente en el que participó el presidente del Pit-Cnt, Marcelo Abdala.

En otro WhatsApp se revela que el propio Luis Lacalle Pou participa junto a Astesiano en la vigilancia de su expareja Lorena Ponce De León, procurando saber a qué país viajaría, en qué vuelo y en qué circunstancias lo haría, requiriendo para averiguarlo la participación de personal de seguridad de la propia esposa vigilada, de funcionarios policiales y de Migraciones. También se ha sabido que el secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, firmó la autorización para ingresar al país en el curso de la pandemia a una pareja de ciudadanos rusos sin que se puedan establecer los motivos que justificaran esta excepción ni la urgencia, ni la necesidad. La lista puede llegar a ser infinita, pero en pocas líneas hemos revelado que Luis Alberto Heber, Juan Seré, Francisco Bustillo, Álvaro Delgado, Rodrigo Ferrés, Nicolás Martínez y Maciel deberían alejarse del sus cargos por hallarse de una u otra manera involucrados en engaños, arbitrariedades, delitos o irregularidades que han sido conocidos por la opinión pública y que no pueden ser negados ni menospreciados.

Semejante suma de circunstancias no puede justificarse como hechos aislados ni clausurarse por el reconocimiento del error. Se trata de una conducta irregular de todo un equipo incrustado en la Torre Ejecutiva en donde probablemente haya alguno que ha sido inducido inocentemente pero cuyos extremos irregulares y políticamente inaceptables no podían ser ignorados por el conjunto. En particular, por el presidente de la República, quien ostenta ser el más vivo de todos.

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