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Editorial enojado | enojo | Gobierno

La gestión del enojo

«No se puede vivir enojado»

El filósofo Séneca fue uno de los primeros en reconocer el carácter destructivo de la ira y la denominó 'enfermedad de la naturaleza humana'.
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El enojo parece ser una cuestión personal manejable. Es una de las emociones naturales del ser humano. El enojo -según cada quién- puede ser gestionado en forma adecuada, durar poco, una semana o más. El problema es cuando es permanente o esa molestia inicial se transforma en ira, una de las emociones con impacto destructivo hacia afuera y hacia adentro de cada uno. Ahora bien. Hay tres fenómenos a examinar desde esas perspectivas. El primero: cuando el enojo alcanza a muchas personas y es por la misma causa. Ahí pasa de ser un fenómeno personal a un fenómeno colectivo o social. El segundo: cuando el enojo se transforma en ira, con un fuerte componente paralizante y destructivo desde la obsesión. El tercero: cuando el enojo y la ira operan en términos políticos y no dejan levantar la mira, tener perspectiva, pensar en el día después, ser creativos y constructivos. (El enojo y la ira como obstáculo para imaginarse un mundo mejor; para tener fe y confianza en proyectos personales en clave colectiva).

Después de la derrota

La aventura política del Uruguay -desde los comicios de 2019 cuando una coalición multicolor le ganó a la izquierda- tiene mucho de enojo, ira y odio cruzados. La pandemia atenuó la tristeza y enojo de la izquierda por haber perdido; también produjo un efecto tranquilizante -que neutralizó la euforia de la victoria- entre los partidarios de la coalición gobernante (sin embargo, la exitosa gestión comunicacional del presidente Luis Lacalle Pou le trajo al oficialismo un pretexto para sacar pecho). A la izquierda le costó -y le cuesta- digerir aquella derrota. No estaba preparada para perder y menos para ser oposición, en tanto había gobernado 15 años. En plena pandemia se aprobó una ley ómnibus (la LUC) que produjo distintos movimientos. Uno de ellos fue: usemos esta ley para sacudirnos el enojo y pasemos a la ofensiva. Fue un movimiento interesante porque unió, abroqueló a los iguales y ordenó la tropa. Se perdió y se ganó. La LUC quedó validada y la izquierda ganó en lo que mejor le sale: movilizarse. Pasada la pandemia, comenzaron a aflorar distintas decisiones del gobierno que son controvertidas y que generan rechazo en la oposición progresista. Los comentarios de los votantes de izquierda en los portales de noticias y en las redes muestran un estado de opinión francamente de enojo y, cuando no, de ira. Las calificaciones, los adjetivos, el uso desmelenado de la crítica al gobierno -hay pretextos de sobra- son moneda corriente y la dirigencia de izquierda parece interpretar ese humor y se pone al frente de la masa y golpea un día sí y otro también. Al tiempo que se registra esta situación, hay un dato no menor: la izquierda está en proceso de recambio de liderazgos, de renovación de cuadros, de nuevos actores en la “élite intelectual de izquierda”. Todo eso en movimiento y sin dejar pasar una al gobierno.

La gestión del enojo

No hay que perder la perspectiva ni la paciencia. Tomás Borge, que fuera comandante sandinista en al derrocamiento de Somoza, hizo un libro cuyo título es “La paciente impaciencia”. Un enorme acierto en tanto tiene un componente estratégico de enorme relevancia. Ramón Cabrera, que fuera el último secretario general del Partido Comunista del Uruguay (PCU) en dictadura y edil comunista, solía hablar de la “paciencia”, de “no apurarse”, de “levantar al adversario para volver a pegarle”. O sea: flexibilidad táctica e inflexibilidad estratégica. Pongo un tercer ejemplo desde la izquierda y quizás el más influyente. Liber Seregni es propietario de un concepto que encierra un virtuosismo político sin arrugas: “la mañana siguiente”. Él sostenía que cada acción que se adopte tiene que estar fundamentada en la elaboración de los posibles escenarios ulteriores, tras la toma de decisión. De eso se trata: pensar el día después. Alguien me escribió: “no se puede vivir enojado”. Este humor -generalizado- tiene un telón de fondo que está desarrollando la derecha en el mundo y es el discurso del odio para enmascarar la ausencia de programa. (Cuando vos denunciás este discurso, decís que tal cosa es una calumnia o una injuria, salta alguien diciendo que se quiere limitar la “libertad de expresión”). “Tomar decisiones en estado de enojo no se recomienda”, dice el terapeuta con la libreta de anotaciones en la mano y un cuadro de Freud a sus espaldas. Jugar en el campo del odio -ligado a enojos e ira- es dar por perdida la batalla por la radicalidad progresista. “Nos llevaron a ese terreno. No somos lo mismo. Perdimos”. Leo un autor: “A través de la historia de la filosofía y de la psicología, los especialistas han reconocido las consecuencias negativas tanto físicas como interpersonales y sociales, asociadas a la experiencia intensa de esta emoción. El filósofo Séneca fue uno de los primeros en reconocer el carácter destructivo de la ira y la denominó ‘enfermedad de la naturaleza humana’. También relevó la importancia de los factores cognitivos tales como la interpretación y la evaluación de las situaciones, como llaves para padecerla o controlarla”.

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