Sin embargo, a pesar de esta vieja operación de la derecha, todos los integrantes de la “comisión de los 17” que hemos consultado, enfatizan la importancia de que en estos dos meses de elaboración, con discusiones y circulación de documentos, no se han filtrado a la gran prensa ni materiales ni comentarios. Además de un logro político, no tiene antecedente en la historia de la fuerza política.
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Esta “comisión de los 17”, integrada con representación de las bases y los sectores y organismos del Frente Amplio, fue definiendo los criterios para que luego una comisión más reducida, coordinada por el secretario político, Rafael Michelini, sintetizara. Dicha comisión estuvo integrada por Cecilia Chiflet, Agustín Canzani, Daniel Marsiglia y Eduardo Bonomi.
No es un documento oficial del Frente Amplio, no compromete la opinión de los integrantes de la comisión, que cumplieron el rol de ordenar los temas para su discusión.
En ningún pasaje del documento se utilizan nombres personales, aunque puedan deducirse, priorizando la lógica de discutir los contenidos evitando personificar, ya que cambia radicalmente el eje de la discusión. Esto es lo que intenta por ejemplo el diario El País, cuando expone que el documento habla de Graciela Villar o Raúl Sendic.
Siendo un documento disparador de la discusión de cara al congreso, la redacción ha respetado las distintas sensibilidades y visiones que conviven en la coalición de izquierda, evitando mencionar incluso situaciones que provoquen tensiones, como sería aludir expresamente en el capítulo internacional a Venezuela, por ejemplo.
El otro elemento importante, en que los consultados de distintos sectores hicieron énfasis, es que el balance es sobre la fuerza política y no sobre la gestión de los tres gobiernos, aunque dialécticamente su análisis surge naturalmente; de allí que el período comprendido para el análisis es 1999-2020.
El documento viene divido por bloques temáticos, siendo ellos:
1) Coyuntura internacional y regional
2) Balance
3) Evaluación crítica y autocrítica
4) Perspectivas
5) Consideraciones finales
Fuera de fronteras
“El análisis de lo ocurrido en las elecciones de 2019 no se puede separar de un análisis más global; no solo nacional, sino regional y mundial. Nadie es una burbuja aislada en este mundo y creer que solo efectos nacionales determinan las consecuencias de lo que pasa en nuestro país sería un profundo error”, comienza analizándose en el capitulo internacional.
Describe la situación general del continente señalando: “América Latina, el continente más desigual del mundo, que posee las principales reservas de recursos naturales del planeta, cuya explotación es imprescindible para las transnacionales, empieza a ser un territorio en disputa, en que EEUU con sus prácticas imperialistas no acepta que nadie cuestione su hegemonía en esta parte del planeta”, y haciendo un primer balance de lo que se conoció como la “era progresista”, señala: “Más allá de las experiencias diversas, los gobiernos progresistas y de izquierda y la lucha de nuestros pueblos democratizaron América Latina y la hicieron sin duda más justa. La incapacidad para avanzar en las reformas estructurales imprescindibles, de generar niveles de unidad y organización popular que permitieran a los pueblos empoderarse de los cambios -más cuando en algunas experiencias la llegada al gobierno dependió fundamentalmente del liderazgo de una figura-, junto a la insuficiencia para construir una perspectiva estratégica que en países periféricos como los nuestros pudiera superar las injusticias de las lógicas del capitalismo, son algunas de las causas profundas que explican el reflujo provocado por la contraofensiva de la derecha, encabezado por el imperialismo norteamericano, a lo largo y ancho de toda la región”.
Describe las nuevas estrategias de la derecha política enfatizando que “el regreso de la derecha no se ha hecho como antes a través de las FFAA locales, el desconocimiento de las constituciones nacionales, con miles de muertos, asesinados, desaparecidos y terrorismo de estado, sino usando estrategias para desprestigiar a los movimientos populares, acusando de corrupción masivamente, judicializando la política para enlodar figuras de enorme prestigio popular, prohibiéndoles comparecer a los actos eleccionarios o aplicando los impeachment como forma de tirar abajo los gobiernos progresistas. Abundan los ejemplos estos últimos años”.
Balanceando
“La victoria de 2004 no fue fruto de la casualidad o producto de la campaña electoral, sino un proceso político más largo que comenzó bastante tiempo atrás. Cuando el Frente Amplio fue derrotado en el año 1999, nuestra fuerza política asumió un camino que implicó un proceso de balance, autocrítica y perspectivas similar al que hoy encaramos”, dice a modo de introducción en el bloque de Balance.
Analizando los factores que contribuyeron al primer triunfo del gobierno nacional en 2004, el documento plantea: “No se ganó en 2004 como producto de la crisis, sino como resultado de una acumulación que se fue construyendo desde que se realizó la valoración de la derrota. Para lograr esa acumulación política, el FA debió acordar un comportamiento colectivo que supuso gestos políticos de fuerte impacto simbólico, un programa que fuera lo suficientemente transformador a la vez que viable política y electoralmente, una alianza política que permitió generar esa Nueva Mayoría, y una alianza social lo más amplia posible que se constituyera en el soporte de ese proyecto de cambio (…) El FA tuvo la sabiduría política de ser una fuerza claramente opositora y, al mismo tiempo, no bloqueó al gobierno durante y luego de la crisis, permitiendo el manejo natural de sus competencias para preservar la institucionalidad. El comportamiento político estuvo basado en la responsabilidad para posibilitar las salidas institucionales a la crisis, no apoyando, pero tampoco bloqueando las acciones que el Ejecutivo de la época debió llevar adelante para evitar una quiebra económica más profunda. A la vez, canalizó el desencanto social que se manifestaba a través de expresiones políticas opositoras de todo tipo, siempre pacíficas, apoyando el mantenimiento de la integración social a través del fortalecimiento de la organización colectiva y la solidaridad social (…) Esa síntesis política construyó el acuerdo programático y sirvió como hoja de ruta para la campaña electoral de 2004, que se complementó de manera virtuosa a través de instrumentos de divulgación masiva como fueron la presentación de los ciclos ‘Uruguay’: Productivo, Democrático, Social, Cultural, Integrado e Innovador. Sin ellos, hubiera resultado de difícil comprensión para ciudadanos y ciudadanas el proyecto igualitario que el FA quería llevar adelante”.
La síntesis de lo planteado por el documento en este capítulo es el rol preponderante jugado por la fuerza política, desde la fuerza política.
Mea culpa
Evitando caer en una crítica autocomplaciente o autodestructiva, el capítulo sobre Evaluación Crítica y Autocrítica señala un aspecto primordial reconocido por todas las visiones frenteamplistas.
“Es claro que el escenario de 2004 no se repitió en las siguientes elecciones de 2009 y 2014, y mucho menos en la de 2019. Ni hubo un grado de acumulación política superior que debió haberlo en función de los logros obtenidos (…) Los éxitos electorales, aunque porcentualmente cada uno menor que el otro, permitían lograr el gobierno, pero no nos dejaban ver la desacumulación política y social que, paso a paso, iba sucediendo. Hay que reconocer que no fuimos capaces de crear conciencia social en un grado suficiente como para que la gente se apropiara de los logros alcanzados y tampoco supimos ayudar a crear conciencia de que esos logros estaban fuertemente vinculados a las políticas públicas”.
Señala tres períodos claramente marcados por la paulatina pérdida del Frente Amplio en su rol de guía y articulador político con el resto de la sociedad.
El período 2005-2010, primer gobierno de Vázquez, cuando el ejercicio de gobierno desplaza a la fuerza política.
El segundo gobierno de Mujica (2010-2015), en que la articulación posible se respaldó en el movimiento sindical y un tercer período, el segundo gobierno de Vázquez, en que desapareció toda forma de articulación.
Entre los aspectos de crítica y autocrítica, que la derecha espera con ansiosa voracidad, no elude los problemas éticos: “Es necesario reafirmar y no olvidar el rol central de la ética en nuestra visión y ejercicio de la política, y ser conscientes de que eso requiere atención especial a nuestras actitudes y comportamientos. En algunas circunstancias apreciados compañeros y compañeras no registraron que ejercer un cargo público es una responsabilidad de primer orden. Cuando algún frentista se apartó de ese camino, las más de las veces nuestra reacción fue defender al compañero a rajatabla o aceptar de plano, como buena, su versión. Aunque tuviera razón, no se sopesó políticamente que, de permanecer en la función que desempeñaba, erosionaba la visión que muchas personas podían hacerse de nuestra fuerza política (…) Esa valoración política debe poner al FA por encima de todo, teniendo en cuenta la ética a la hora de ejercer los cargos públicos que siempre hemos pregonado y que debemos seguir defendiendo. Muchas veces se trata de una línea muy delgada, porque tampoco se puede aceptar que mediante calumnias o mentiras se erosione el buen proceder de servidores públicos ejemplares como son la enorme mayoría de nuestros compañeros y compañeras. Pero tampoco puede quedar todo en manos de nuestro Tribunal de Conducta Política y que sea este, con la rectitud que lo ha caracterizado siempre, quien tome las decisiones para salir de situaciones políticamente inexplicables (…) No nos puede volver a pasar que actuemos a destiempo.”
Como se puede leer, no se menciona el nombre de ninguna persona, tendiente a poder debatir lo conceptual.
También menciona autocríticamente actos de gestión de gobierno que fueron motivo en su momento de tensos debates internos:
“Es necesario plantearse hasta qué grado escuchamos a la sociedad en sus múltiples planteos sobre las políticas públicas que llevábamos adelante. Temas relevantes para la gente como seguridad, economía y educación, donde se implementaban políticas muy sensibles para la población, debieron merecer intercambio y discusiones más activas por parte de todos, y no solo de quienes ejercían esas políticas públicas (…) La declaración de servicio esencial en la educación, como otras tantas medidas que se tomaron sin sopesar adecuadamente las consecuencias, es un ejemplo demostrativo del alejamiento con la sociedad en general y con los sectores sociales en particular. Nadie dice que, en muchas ocasiones, el gobierno no tuviera razón en el fondo del problema. Pero es que no se trataba de eso, de quien tenía razón, sino de que eran decisiones políticamente inviables. A la sociedad se la escuchó mal en reiteradas oportunidades. Esas dificultades en la escucha o en la sintonía fina para conectar con la gente, hicieron que en más de una ocasión el gobierno quedara aislado y nuestra fuerza política inmovilizada. Inmovilización que también fue, muchas veces, el resultado de cierta inoperancia política para discutir algunos temas a fondo, dejando que la realidad resuelva por nosotros. Cada vez que la fuerza política no discute y no acuerda, se inmoviliza”. No escatima críticas en cuanto a las campañas electorales, sin aludir personalmente a ningún dirigente, permitiendo un debate maduro: “Es evidente que una campaña electoral perdedora no puede calificarse de exitosa. Se deben identificar los errores para intentar no volver a repetirlos, pero evitando a toda costa caer en personalizaciones, buscando ubicarse siempre en la perspectiva del aprendizaje para fortalecer a la fuerza política y a sus integrantes. Es necesario reconocer que además de la dificultad para admitir que arrancábamos en el punto más bajo de apoyo ciudadano en los últimos 15 años, los primeros pasos luego de dirimirse la interna -como el manejo público en la conformación de la fórmula, por nombrar uno- no fueron los más adecuados, y nos hicieron perder un tiempo valiosísimo tanto para crecer hacia octubre como para lograr la heroica remontada en noviembre”.
El documento finaliza con el capítulo de perspectivas y las conclusiones finales, donde tal vez una de las más importantes expresa: “A esas tareas fundamentales para el Frente Amplio -el relacionamiento y diálogo estrecho con sectores sociales y políticos, acompañar y conducir la resistencia pacífica y preparar la nueva era progresista- se le agrega la conmemoración durante todo 2021 de los 50 años de nuestra fuerza política. Ese momento histórico debe transformarse en una oportunidad para combinar la recuperación de la mística frenteamplista hacia adentro con un nuevo diálogo fecundo con toda la sociedad, dejando en claro que somos una parte fundamental de la democracia uruguaya actual”.