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El limbo

Por Eduardo Platero.

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Caras y Caretas Diario

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Creo que es una “categoría”, creo, no me siento muy seguro en la terminología filosófica.

Lo ubico como “categoría” porque lugar no es. No hay un espacio físico que se pueda considerar como el limbo. Por lo menos, un espacio físico importante en este mundo transnacionalizado y globalizado uno no puede estar seguro de nada.

Cabe dentro de lo posible que a alguien, en algún lado, se le ocurriese denominar como “limbo” a su comercio, sea este una zapatería, un puesto de chorizos o una casa non sancta.

Esta última opción tiene algo de sentido, pero nada impide que a un zapatero se le ocurra.

Volviendo al asunto, el limbo creo que surgió luego de Juan el Bautista y toda la incursión de Jesús, único hijo de Dios, enviado a la Tierra para traernos la salvación.

A “este mundo” ya se apresuró el papa de entonces cuando el Sputnik llegó al espacio y se empezó a especular con la posibilidad de entrar en contacto real con otras vidas que pudiese haber en universo.

Ray Bradbury tiene un precioso cuento en el cual el personaje central, ansiando convivir con la prédica de Jesús y sus discípulos, recorre “mundos” en los cuales la historia, en distintas etapas, se puede estar repitiendo.

Su máximo logro fue llegar a un mundo en el cual recientemente lo habían crucificado.

La “Santa Madre” cortó de un bulazo toda especulación en caso de que existiese vida inteligente en otros mundos y de que llegásemos a contactarnos: lo del evangelio había sido para acá, para y en esta Tierra.

¡Nada de historias repetidas! Lo de acá fue como lo cuentan los cuatro evangelios canónicos y nada de nada.

Fue un corte necesario a la tendencia intrínseca de los humanos a divagar y teorizar.

En la vida terrenal de Cristo, la doctrina la dictaba el mismo hijo de Dios, con lo cual no había problemas. La cosa se empezó a complicar cuando se perdió esa referencia directa e incuestionable.

Transcurrido poco tiempo de su vuelta al seno de su padre, con la expansión de la doctrina hecha por sus apóstoles, en las nuevas comunidades las cuestiones empezaron a aparecer, con respuestas diversas, lo que ponía en peligro la unidad de los fieles. En cada una surgieron interrogantes que, por ejemplo, no preocupan a los leones ni a las gacelas. Los primeros, únicamente preocupados en comerlas y las segundas, en evitarlo. Sin andar filosofando. Sin ocupar sus mentes en cuestiones teológicas que no tienen nada que ver con el asunto de comer o ser comida, lo que acerca mucho a estos animales con los grandes capitalistas a los cuales les preocupa solamente el agrandarse comiendo a los más débiles y evitar ser comidos por los más fuertes.

Una de las preocupaciones que surgió primero estaba relacionada con el destino de los fallecidos “antes”. Sin bautismo y sin conversión, pero que habían sido buenas persona, merecedoras del cielo, del cual la muerte prematura los había dejado fuera.

Surgieron, entonces, creo que por separado pero complementarias dos ¿categorías? El limbo, en el cual esperarían las almas buenas pero no cristianas, y el juicio final (cuya existencia es canónica), en el que en el “Final de los Tiempos” se salvaría a los justos y se condenaría a quienes no lo habían sido.

Pronto, la piedad y el dolor llevaron a que se hiciera una excepción de los bebés muertos. ¡Directo al cielo!

De allí la costumbre, ahora un poco chocante, de que hasta no hace muchos años, se festejaran los “velorios de angelito”.

Estarían en  “La Gracia del Señor” sin haber pasado por este “Valle de Lágrimas”.

No es fácil entender cómo funcionaban las cabezas en los tiempos de las primeras comunidades cristianas.

En general, eran pobres. Desheredados y marginados a los cuales ese “otro mundo, pasado este Valle de Lágrimas”, les otorgaba esperanza.

Es que el mundo de violencia, opresión e injusticia en el cual vivían les parecía muy, pero muy antiguo.

Cierto, la injusticia, la opresión y la violencia eran “viejos como el tiempo”. Lo que los pobres no sabían era cuánto más iba a durar ese mundo del cual ansiaban el final. Porque ¡tenía que haber otro mejor!

Confiaban, llenos de ingenua ilusión, en que el fin del mundo, estuviese a punto de suceder y contaban con pasar al otro ¡inefablemente feliz!

Algo similar nos parece ahora que sentimos como que hace años nos gobierna el joven Lacalle y su elenco de empresarios rurales.

¡No cumplió el primer mes y ya nos parecen abrumadores los cambios!

Asumió y desfiló con su caballada escoltando la voiturette del bisabuelo.

¡18 metros cúbicos de bosta juntó la intendencia! No muy bien oliente, pero será muy útil en los viveros.

Esgrimió la LUC que aún empuña porque… ¡la están mejorando!

Trabajosa y prolijamente equilibró las tensiones de la coalición multicolor y designó a casi todo el elenco de gobierno.

Ministerio “rural” con nombres que han sido discutidos, pero sostiene. Siguiendo el viejo consejo de Alfonso el Sabio para cuando una decisión es cuestionada: “No enmendalla, ¡sostenella!”.

Alentó una subida del dólar, que podrá decir que es mundial y producto del coronavirus. Pero porcentualmente fue la más alta de América Latina.

Lo que me habilita a pensar que, además del coronavirus, al cual recurren como chivo expiatorio, todos para sacarse responsabilidades, en algo influyeron sus discursos. La satisfacción inocultable de Uriarte y la estratégica ausencia de los dólares con cuya venta el Banco Central moderaba los saltos.

¡Un diez por ciento en 8 días! Todo un récord.

Este mandato ya nos parece abrumadoramente largo y apenas tiene unos días. Lo que abruma  son las medidas.

Subió el IVA en dos puntos a todos los que pagamos con tarjeta. La ministra Arbeleche, dicen que calculó que serían aproximadamente unos 45 millones de dólares de ganancia.

“Vellón de mi cuero”, como cantaba Zitarrosa.

Puede ser, en todo caso, “ganancia para el Fisco” y pérdida para el consumidor. Somos quienes vivimos de un salario o jubilación quienes gastamos la mayor parte de lo que cobramos en pagar el consumo diario.

¡Pagando con tarjeta! Porque nos convenía y porque ellos, que ahora son gobierno, pero fueron oposición vociferante, nos convencieron de “la inseguridad”.

Mejor tarjeta que plata, ¿no?

Ahora un dos por ciento “menos mejor”.

Espero que los comerciantes a quienes compramos, porque no todos vamos a los supermercados, se den cuenta de que la inclusión financiera nos beneficiaba a nosotros y también a ellos.

Si el ciudadano gana poco, el comerciante de barrio ganará menos.

En tanto el Dr. Larrañaga no nos asegure la vieja y tranquila “seguridad” que nos hacía dormir sin poner llave en la puerta, la tarjeta es mejor que andar con plata.

Y la inclusión financiera tenía mucho más controlados a los evasores de impuestos.

Las ventas de carne a China cayeron casi a la mitad, pero la carne subió diez pesos el kilo. Pese a que, para mitigar la sequía que amenazaba con perjudicar algunos departamentos, llovió.

Poquito, pero llovió, y las ayudas siguen en pie. Los “ayudados” de ahora, ¿tienen pagadas las “ayudas” recibidas cuando otras secas o excesos de lluvia las habilitaron?

Cierto, “el pichaje” al que ayuda el Mides no tiene que devolver. Pero tienen hijos, los alimentan, visten y mandan a la escuela.

Tema para otra vez. La escuela es para que los niños se eduquen. Su principal tarea es formar uruguayos con una buena base educativa y una formación sólida como ciudadanos libres de una patria democrática en la cual “nadie es más que nadie”. Ni menos que nadie.

Pero, a lo largo de los años, hemos ido solucionando bien un problema que venía creciendo. Alimentar a los que lo necesitaban.

No estoy en contra. Señalo que son pocos los edificios adecuados para que una cosa no interfiera con la otra y que tampoco contamos con los medios adecuados para liberar a los docentes de las cuestiones logísticas.

Como nuestros docentes son muy buenos y no le sacan el cuerpo a la tarea, se las ingenian.

Te quiero ver sin ese esfuerzo y sin comisiones de fomento.

No vale la pena seguir enumerando lo que hace que el período del Dr. Lacalle Pou se nos esté haciendo largo.

Es como cuando te agarra un tremendo aguacero al descampado. ¡Los minutos parecen horas!

Y todavía, ciudadanos, ¡falta lo mejor!

En tanto ya parece que enviaron al limbo el ahorro de 900 millones de dólares este año. ¡Que no saldrían de aumentar la contribución de los ricos, sino de quitar prestaciones a pobres y medio pelo!

¡Será el coronavirus!

Trump ya manifestó como “posible” la recesión en la que estamos desde hace más de un año, ¡culpando al coronavirus!

También “al limbo” por ahora la seguridad del Dr. Larrañaga, que se resolverá en una guardia rural para cuidar las vaquitas y mucho patrullaje con pedido de documentos.

Y también al limbo la mejora general de la economía que milagrosamente produciría un benefactor “derrame” de la mesa de los ricos que beneficiaría con sus migajas a los de abajo.

No hay nada nuevo bajo el sol. Dijo, exceptuando el sol de la patria que puso Tabaré como fondo de las cuestiones oficiales que fue quitado.

Dicen “¡la gente dice cualquier cosa!”. Dicen que se pensó en cambiar el color del caballo del escudo. Cambiar el oscuro por un tordillo, pero ¡precisa ley!

¡Al limbo!

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