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El segundo rearme de Alemania

Por Joselo Olascuaga.

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Hace muchos años que venía logrando no volver a recurrir a la gastada frase del 18 Brumario…: “La historia se repite al menos dos veces; la primera como tragedia, la segunda como farsa”. Es que han sido tantos los plagios con pretenciosos corroborando el aforismo de Marx, que citarlo hubiese sido “llover sobre mojado”, otro lugar común.

Pero esta vez es distinto. Alemania no pretende una dimensión mayor a la farsa de rearmarse, y esto no lo hace por tributo al genio de Tréveris, próxima a Berlín, ni porque Zelenski sea comediante y farsesco: tiene que ver con que el canciller alemán Olaf Sholz está solo, verde y debilitado.

Lo primero que constató, a regañadientes, tras las elecciones del año pasado, es que el verdadero ganador fue el Partido de los verdes, que creció. El partido de Sholz, el Socialdemócrata, lo impuso canciller, pero en sociedad con los verdes. No podía reeditar la coalición con los demócratas cristianos ni hubiese sido eficiente, porque Angela Dorotea Merkel había perdido el liderazgo con el derechista Friedrich Mers, a quien le fue mal en las elecciones. Y en política interna pueden tener coincidencia de discurso, pero en la verdadera política, que es internacional, los verdes y los socialdemócratas alemanes -especialmente los de la fracción mayoritaria, la de Gerhard Schröder, el excanciller anterior a Merkel, a la que responde Sholz- son el aceite y el agua. Sholz hubiese necesitado mayoría parlamentaria absoluta para hacer su política.

Schröder es el presidente de Nord Stream, gasoducto rusoalemán, que pasa por Ucrania, en funcionamiento, es socio de Gazprom, empresa estatal rusa de hidrocarburos en Nord Stream 2, gasoducto que conecta Rusia con Alemania directamente a través del Báltico, terminado pero no inaugurado por falta de certificación alemana, donde se invirtió más de cien mil millones de dólares. En 1999, siendo canciller, Schröder detuvo la participación alemana en los bombardeos de la OTAN a Yugoslavia (que en 1995 habían tenido en Alemania parte de sus pistas de lanzamiento), sumándose así al bloque eslavo que condenó los bombardeos (primera coincidencia, tan temida por Kissinger, de Rusia con Alemania). Luego fue socio del gobierno de Angela Dorotea Merkel, en tres de los cuatro períodos consecutivos (16 años) que gobernó esta última.

El gobierno Merkel se opuso siempre a que Ucrania ingresara a la OTAN, precisamente porque sabía que la consecuencia sería la defensa de Rusia ante la amenaza nuclear en un territorio que se interna en el de Rusia, que asedia a la mitad de su población, que es rusoparlante y a tres minutos de Moscú instala misiles sónicos. En 2008 fue la entente franco-alemana la que vetó el ingreso de Ucrania junto al de Georgia. El martes de esta semana, Zelenski se sumó a las acusaciones del canciller de la Unión Europea, Joseph Borrell, contra Merkel (y Sarkozy) poniéndole tono de tragedia al reproche y a un montaje televisivo de fake news.

Merkel le contestó que seguía pesando lo mismo que en 2008 y hubiese hecho lo mismo en esta ocasión, evitando la guerra. Habría que agregar que en 2014, Merkel se negó a obedecer a Victoria Nuland, por entonces secretaria del Departamento de Estado para Asuntos Europeos y recibió por respuesta el famoso “Fuck Europe”. Hoy Nulad es la número 2 del Departamento detrás de Blinken, una rehumillación a Europa.

Pero Joseph Borrell escondía otros reproches en su declaración de “error de la UE por no aceptar a Georgia y a Ucrania”. El 23 de enero de 2019, el único país de Europa que cumplió en tiempo y forma la orden de Trump de reconocer como presidente encargado de Venezuela a Juan Guaidó fue el reino de España, cuyo canciller era el actual de la UE, Joseph Borrell. El presidente del reino, Sánchez Pérez-Castejón, llamó por teléfono ese mismo día a Guaidó para reconocerlo y ponerlo a disposición, pero Merkel se adelantó a decir que esa medida debía tramitarse en la burocracia de la UE, antes de tomar una decisión. Así, le manejó los tiempos políticos a Trump, impidiéndole el impacto y dejó pegados a Sánchez y a Borrell.

 

Los verdes, la paz y el medioambiente

Annalena Baerkob, la líder de los verdes, ganó la llave del parlamento y su designación como ministra de Exteriores, con un discurso anti-OTAN (además antirruso y antichino, pero en dinero contante y sonante, contra el pago de 6.000 millones de dólares anuales para la OTAN), contra el “neoliberalismo” y a favor del medioambiente. Hoy sostiene que Alemania debe rearmarse a un costo de 80.000 millones de dólares de presupuesto anual, aunque esta estimación oficialmente se maquilla, se habla de 13.500 millones de dólares, más los 6.000 millones a la OTAN.

 

La presión mediática de DW es tan fuerte, que el partido de izquierda Die Linke (literalmente “La Izquierda”, que obtuvo el 6% de los votos) hace dos semanas se pronunció a favor del rearme y del envío de misiles ofensivos de la OTAN a Ucrania. Este pronunciamiento provocó la renuncia de su líder, Oskar Lafontaine, diciendo: “Yo no fundé este partido para terminar en un belicista. La paz era el principio de Die Linke”.

El gobierno socialdemócrata-verde tiene dos caras. La del vicecanciller verde diciendo a los ciudadanos “ahorremos electricidad para ayudar a Ucrania”, aunque no se trata solo ni tanto del ahorro de los ciudadanos, sino de la paralización de la industria. Si Rusia cierra el grifo del gas por falta de pago en rublos y en banco ruso (que es la única forma en que lo puede cobrar, debido a las “sanciones”, de EEUU, Reino y Unido y la Unión Europea), la cuarta economía del mundo hasta ayer, Alemania, entra en receso. La otra cara es la de los industriales, que presionan al ministro socialdemócrata de Economía para que declare que “Alemania debe reiniciar una política independiente pensando en sus propios intereses”.

Me da la impresión que, de todos modos, desde la última entrevista Lavrov-Baerbok en Moscú a principios de febrero, Rusia dejó de mover un dedo por el Nord Stream 2 (cuya certificación quedó suspendida por orden de Sholz, haciendo parte de las “sanciones”) y decidió volcar su producción en los tres gasoductos que pactó con China el 4 de febrero en Beijing. Esto sepulta los planes del Partido Verde sobre energías limpias y potencia el de China, porque cualquiera de ambos necesita combustible de transición para no aumentar o reactivar los más contaminantes, el carbón chino o la Selva Negra alemana, debido a que las proyecciones de desarrollo de energías renovables resultaron fallidas. La potencia que primero se independice de los hidrocarburos va a controlar con ventaja la economía mundial. A este paso va a ser China, compartiendo sus avances tecnológicos con Rusia.

 

La primera vez y esta

Al igual que el asqueroso racismo de permitir ingresar a las fronteras de la UE a “los blancos, europeos, de ojos azules” y no a los afros, árabes o latinos y de visibilizar, de las 16 guerras que asolan al mundo (algunas desde los años 90, unas menos, pero otras más cruentas que la de Ucrania) solo la que ocurre en Europa, el racismo poco entendible de eslavos contra eslavos entre Kiev y el sureste prorruso de Ucrania, se basa en la aporofobia (fobia a los pobres). La rusofobia es antesala al antisemitismo moderno, porque los judíos era gran parte del proletariado de Europa central y oriental y de Rusia en los primeros años de la revolución bolchevique. Cuando Stephan Bandera (el héroe nazi de la Ucrania del Euromaidán) decía, en tiempos en que formaba batallones de las SS para combatir a los soviéticos en Kiev, que los ucranianos auténticos eran originariamente germanos o escandinavos, ni eslavos, ni tártaros ni judíos, recogía la vasta teoría de los años 20 y 30 de la conspiración judeo-comunista-masónica-liberal, que ponía especial énfasis en el financiamiento judío alemán de Lenin.

En esa campaña, no alcanzó con la intervención de 14 ejércitos mercenarios occidentales y orientales para tumbar al Ejército Rojo. El imperialismo tuvo que armar la implacable maquinaria nazi. París siguió cotizando al alza los bonos de deuda zarista que Moscú repudió en enero de 1918 y financiaron industria bélica alemana junto a los Krupp y socios de toda Europa occidental, central y también EEUU, a través de las empresas Ford, General Motors y la Fundación Rockefelller financiando científicos nazis en Alemania, entre otras. Después le dieron tiempo a Hitler con el pacto de Múnich y luego se sumó el tiempo que le dieron los propios errores criminales de Stalin. El rearme fue para fortalecer las capacidades ofensivas de Alemania.

Esta vez es al revés. En 1947, con el plan Marshall de la doctrina Truman, EEUU produjo el milagro alemán. Hizo su gran negocio de la reconstrucción, pero además dejó un país fuerte y desendeudado (le condonó las de guerra) para enfrentar al bloque comunista. Para mejor apalancar la economía alemana, argumentando que los tratados de Versalles habían originado el rearme en los años 30, le impidió armarse y, por tanto, gastar en tiempo de trabajo socialmente innecesario.

Ahora EEUU encontró la coyuntura perfecta, propiciada por los servicios que captó en el corredor de ratas por donde habían huido de Berlín los servilletas nazis en 1945, cuando el ejército soviético se acercaba a las puertas de Prusia. Ahora EEUU concreta su plan para desvalijar al teutón de la prosperidad prestada, más aún teniendo en cuenta que es un país ocupado (hasta enero había 10.000 tropas yanquis en Alemania; hoy quedan 7.000, tras el traslado de 3.000 a Europa del este) y el marcaje de agenda a través de DW, repetidora de CNN. El rearme actual se inscribe en esa pauperización.

Europa sigue queriendo ser lo que casi siempre fue en sus pocos siglos de civilización, comparada con India, China, Persia, Asiria, e incluso con la cultura grecorromana precedente (“el colonialista que todo europeo lleva dentro”, escribió Mario Arregui, exagerando), pero más acá de semejante ilusión, se ha convertido de hecho en el lugar que EEUU destinó manifiestamente a nuestra América. Hoy Europa es el patio trasero de Estados Unidos. Y los aliados que les quedan a esta hora de los hornos no llegan a presentar un equipo de 11.

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