¿Qué balance hace el movimiento sindical del rol que desempeñó durante estos cinco años de gobierno de la Coalición Republicana?
-Creo que hemos tenido un movimiento sindical con un elevado grado de protagonismo en la vida nacional. Obviamente, hubo distintas fases y etapas. Durante la pandemia enarbolamos una bandera de alta responsabilidad al combinar las necesidades de planteo y acción del movimiento obrero con los cuidados necesarios para proteger a la población trabajadora y a nuestra gente. Recuerdo el nivel de organización y disciplina que implicó el desarrollo del 1º de mayo de 2020, en plena pandemia, así como la movilización significativa del 4 de junio de ese mismo año, en la que se reclamó un mayor protagonismo del Estado para sostener la vida de los sectores más vulnerables. En esa ocasión, el movimiento obrero prácticamente se encolumnó por la avenida Libertador, respetando el distanciamiento personal establecido.
También destaco la gran responsabilidad demostrada por las trabajadoras y los trabajadores de la salud pública y privada, quienes, además de su labor, exhibieron un altísimo grado de humanismo. Asimismo, llevamos adelante planteos que trascendieron al movimiento obrero en sentido estricto. Por ejemplo, el armado de la Intersocial, nuestra visión crítica hacia la Ley de Urgente Consideración (LUC) y una actitud democrática que acompañó esa postura crítica. Desde el movimiento sindical impulsamos un proceso para cuestionar 135 artículos de la LUC, lo que culminó en movilizaciones importantes, ya una vez finalizada la pandemia. Esto de la LUC es muy importante porque operó como un factor de cambio en el estado de ánimo de los sectores populares. Las 800.000 firmas, la posterior votación, pero, sobre todo, el diálogo con el pueblo, el recorrido por los distintos lugares, la búsqueda de las firmas y las conversaciones que surgían en torno a otros temas, claramente marcaron un proceso significativo. Fue una contribución impresionante para transformar un estado de ánimo de tristeza y perplejidad y, en ese sentido, el movimiento sindical cumplió un rol central. Fue una labor que enfocó sus esfuerzos en la perspectiva de la larga duración histórica, promoviendo el diálogo con todas las organizaciones sociales, tanto nacionales como locales. Este intercambio generó insumos de reflexión muy valiosos que se plasmaron en el Congreso del Pueblo, una metodología que consideramos fundamental y que, desde nuestra perspectiva, debe mantenerse en el movimiento sindical.
La defensa del trabajo y el salario en los distintos ámbitos de negociación colectiva ha sido un eje fundamental. Es importante destacar que, en muchos casos, los criterios del Poder Ejecutivo en esta materia, que a menudo proponían ritmos de recuperación salarial más lentos de lo que finalmente se logró, fueron modificados gracias a la movilización de las trabajadoras y los trabajadores en los Consejos de Salarios.
Nuestra oposición a la reforma jubilatoria del Poder Ejecutivo fue fundada y se llevó a cabo con una metodología bien definida, que invita a reflexionar sobre cómo enfrentamos este proceso. Esta reforma, además de confirmar los planteos que expusimos el 1º de mayo de 2023 y 2024, evidenció un ajuste contra los derechos y los ingresos de los sectores populares en el marco de las políticas actuales. La reforma jubilatoria se configuró como un ajuste fiscal encubierto, mostrando el aspecto más grosero del modelo de desigualdad: un crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) acompañado de una disminución en la participación de la masa salarial dentro del mismo. Y hay que señalar que nuestra oposición no sólo se expresó en términos formales, sino también a través de acciones democráticas en el terreno: cientos de asambleas en los lugares de trabajo, paros parciales y talleres de información. Estas acciones colectivas cumplieron un rol fundamental en la crítica a la Ley 20.130 y sentaron las bases para nuestra última gran iniciativa: promover un plebiscito que buscara convertir la seguridad social en un derecho humano fundamental.
Estoy convencido de que el movimiento sindical ha desempeñado un papel democrático, de resistencia frente al modelo de la desigualdad, pero también ha sido un actor que propone alternativas y una visión programática de los cambios necesarios para nuestro país. Ya ha transcurrido casi un cuarto del siglo XXI, y hemos trabajado siempre de manera capilar, entrelazando las decisiones de las estructuras sindicales con las necesidades y el sentir más profundo de la población trabajadora y popular.
Desde mi punto de vista, el Pit-Cnt emerge de este proceso fortalecido y prestigiado, constituyéndose en una garantía ética de una perspectiva emancipadora para nuestro país.
Una de las críticas que se le hace al movimiento sindical desde el Gobierno es que le “cacerolearon” apenas 15 días después de haber comenzado su gestión.
-Sí, esa fue una acción que se adoptó, si mal no recuerdo, a instancias de la Intersocial, aunque el movimiento sindical en ese momento estaba en una práctica de ensayo y error. Es importante recordar que, en esas condiciones, la gente no podía movilizarse libremente en las calles. De hecho, para el 1º de mayo de 2020 hubo propuestas de movilización distintas. Fue la Dirección del Pit-Cnt la que intentó combinar la necesidad de expresión con una actividad que priorizara el cuidado de la salud de las personas. Por eso, el 1º de mayo se transformó en una enorme caravana. Desde mi perspectiva, esa acción del «caceroleo» debe entenderse como parte de la búsqueda de formas alternativas de libre expresión de la ciudadanía en un contexto donde no era posible realizar actos masivos.
¿Y el balance del trabajo que desempeñó la Presidencia hasta ahora?
-Me siento tranquilo por el deber cumplido. También miro el desarrollo de algunas compañeras y compañeros en la vida del movimiento sindical, lo que me hace pensar que el movimiento obrero tiene un futuro, porque eso significa que estamos actuando en la lucha, pero, al mismo tiempo, haciendo un gran esfuerzo por generar experiencia, formación y capacidad de relevo. Esto es fundamental, ya que la lucha de la clase trabajadora trasciende generaciones. La verdad es que, en los aspectos clave, me siento honrado por el deber cumplido. Obviamente, eso no significa que no podamos ser críticos y autocríticos respecto a errores que se hayan cometido en el camino. Sin embargo, en las cuestiones fundamentales, puedo decir con certeza que nunca, en ningún momento de nuestra actividad, hemos vacilado en cuanto a de qué lado debemos estar.
Se termina el “modelo de la desigualdad”, según lo definió el Pit-Cnt. ¿Qué modelo cree que comienza?
-Bueno, veremos si se termina el modelo de la desigualdad. No es que no quiera ser optimista en un momento donde distintos sectores muestran luces de esperanza, pero no quiero ser la manzana de la discordia. El problema radica en lo siguiente: hasta cierto punto —y por eso es tan importante la reflexión crítica—, el modelo de la desigualdad se produce y se reproduce bajo las actuales condiciones del capitalismo financiero y transnacional. Esta base, sustentada en las relaciones sociales que la gente establece para producir su vida, genera en una sociedad capitalista, una reproducción cada vez más ampliada de la desigualdad. Esta desigualdad se puede estimular o atemperar, incluso neutralizar, mediante políticas públicas. Sin embargo, la desigualdad es inherente al desarrollo capitalista. Por eso digo, hay que ver qué sucede. Naturalmente, el ABC del movimiento obrero es la lucha por los intereses inmediatos de la población trabajadora. Sin embargo, en Uruguay existe una concepción según la cual el sindicato es la unión libre y voluntaria para la defensa integral del interés de clase de la población trabajadora.
Yo sostengo que no es posible desarrollar completamente las reivindicaciones inmediatas sin que se desarrollen también transformaciones más profundas, históricas. Es decir, podrán existir buenas intenciones o políticas públicas que busquen resolver una serie de problemas, pero, mientras no se transforme el modelo de acumulación capitalista dependiente ni su modelo de distribución, la desigualdad seguirá estando en la base de nuestra sociedad.
Por eso te digo, depende de qué tan profundas sean las políticas públicas transformadoras. Y este es un proceso que se abre en este período. En el período anterior, el movimiento sindical, sin dejar de tener alternativas, desarrolló principalmente una labor defensiva, más centrada en la defensa que en la iniciativa. En este período, probablemente haya mejores condiciones para la iniciativa, pero todo dependerá de una constelación de fuerzas muy compleja.
¿Cómo ve la integración del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social del próximo gobierno de Yamandú Orsi, encabezada por Juan Castillo como ministro y Hugo Barreto como subsecretario, un académico, catedrático y grado 5 de la Facultad de Derecho?
-Desde una perspectiva humana y también afectiva, es una buena noticia para el movimiento sindical, porque son dos personas ampliamente conocidas que sabemos que van a honrar la labor de promover relaciones laborales basadas en el respeto mutuo y en relaciones laborales de calidad. Yo nunca le pediría a los compañeros Juan y Hugo que desarrollen en el Ministerio de Trabajo la misma labor que llevarían a cabo si continuaran dentro del marco del movimiento sindical, pero sí sé que harán una contribución importante a la democratización de las relaciones laborales.
Hay quienes se preguntan si no habrá una «interferencia» de los sindicatos en el Gobierno, dado que el ministro de Trabajo y Seguridad Social es un exsindicalista.
-Bueno, pero quienes se hacen esa pregunta primero deben conceder que ha habido algo más que interferencia en estos años que se están terminando. Nosotros caracterizamos al Gobierno saliente como uno del gran capital. Por lo tanto, hasta para promover el éxito de la democratización de las relaciones laborales, el movimiento obrero, obviamente, tratará de influir de todas las maneras posibles. Sin embargo, no creo que ese sea el rol que estos compañeros vayan a desempeñar.
Particularmente, en estas últimas semanas se han producido despidos de dirigencias sindicales en el sector industrial y han surgido diversos pronunciamientos con notoria hostilidad hacia algunos sindicatos. ¿Son reacciones destempladas ante el pronunciamiento de la ciudadanía?
-Sí, es probable que sí. Aunque esa ha sido la actitud permanente de ciertos sectores. Siempre digo que, debido al carácter dependiente de nuestra formación social en Uruguay, hay muchos patrones y pocos empresarios. Permanentemente, hay quienes consideran que el mejor sindicato es el que no existe. Esta mentalidad se expresa de distintas maneras en diversas coyunturas. Hemos atravesado cinco años de una prédica sistemática antiobrera y antisindical y, tal vez, en el momento en que un Poder Ejecutivo sale, antes de que asuma el siguiente, se estén llevando a cabo algunos ajustes de cuentas que son rechazables desde todo punto de vista. Pero creo que, justamente, cuando nos referimos a que no se puede avanzar hasta sus últimas consecuencias hacia una sociedad más democrática, más igualitaria, más capaz de hacer las cosas y más culta, también estamos hablando de estas cuestiones. Porque hay una contradicción: si se tiene un comportamiento antisindical, se están vulnerando los derechos básicos del colectivo de trabajadores, y eso es paradójico, dado que la fuente más importante del aumento de la capacidad productiva del trabajo —es decir, la productividad— depende del saber hacer de los trabajadores. Entonces, hay que tomar otro camino.
El exdirigente sindical Richard Read dijo en una entrevista que la política partidaria es un problema que tienen los sindicatos en Uruguay hoy. ¿Qué opina al respecto?
-Tengo una visión totalmente distinta. La experiencia ha demostrado que independientemente de las preferencias político-partidarias de las direcciones sindicales —que, por otra parte, son elegidas democráticamente por los trabajadores—, el movimiento sindical se maneja con la debida y sana autonomía para tomar sus decisiones. Esto no significa que todo el mundo tenga que estar de acuerdo con cada una de sus resoluciones, pero sí que se intenta actuar desde una perspectiva de independencia de clase. En mi opinión, la independencia de clase no es apoliticismo, sino un esfuerzo constante por valorar los intereses del movimiento en su conjunto, enfrentando la ideología dominante, que es la del capital, no la nuestra. Buscamos manejarnos en términos de valores, conceptos, elaboraciones y categorías que prioricen el interés de la clase trabajadora. Creo que en Uruguay esto se cumple a cabalidad. Si no fuera así, considerando la actual composición del movimiento sindical, bajo los gobiernos del Frente Amplio habríamos tenido un movimiento sindical prácticamente paralizado. Sin embargo, lo que tuvimos fue el movimiento sindical más movilizado de América Latina. Al mismo tiempo, si el movimiento sindical funcionara como una simple 'polea de transmisión' mecánica entre los partidos políticos y la masa social de los trabajadores, no se podrían explicar acciones como el plebiscito en defensa de la seguridad social. Tampoco se entenderían las acciones que el movimiento obrero va a desarrollar en el período que viene, cuando le toque actuar.
¿Por dónde pasan los ejes programáticos que el Pit-Cnt le presentará al presidente electo Yamandú Orsi? Además de hablar de la matriz productiva, salario decente, la reducción de la jornada laboral, ¿se retomarán los proyectos y propuestas de compras públicas —como el planteado a Lacalle Pou— o la reinserción en la sociedad de adolescentes en conflicto con la ley penal, a través de los sindicatos, según la experiencia ya desarrollada por la UNTMRA, SUNCA y SUINAU, entre otros?
-Sí, totalmente. Porque estas propuestas forman parte de la concepción ética del movimiento obrero. Obviamente, frente a los conflictos con la ley, el Estado tiene una naturaleza represiva, pero la experiencia demuestra que esto no es suficiente si no se resuelve de manera simultánea un conjunto de cuestiones económicas y sociales que permitan a la gente construir su vida de forma digna. Estamos convencidos de que uno de los aspectos centrales para lograr esto es el acceso a un trabajo de calidad y a la formación. El tipo de educación, los valores y los mecanismos de socialización que se promueven desde el ámbito laboral son fundamentales. Todo el quehacer educativo es clave para avanzar en esta dirección. Es necesario garantizar que la población tenga resueltos sus derechos básicos: vivienda, salud, educación. Sin embargo, el mundo del trabajo, cuando es respetuoso de los derechos, y más aún cuando el movimiento obrero está presente de manera activa, genera valores positivos y buenas pasiones, como diría (Baruch) Spinoza. Este entorno laboral tiene tanto aspectos cognitivos como un impacto en la construcción de una alternativa al delito. Por eso estamos convencidos que propuestas de este tipo no sólo son viables, sino también necesarias para el desarrollo social.
El 1º de mayo de este año, el movimiento sindical presentó un planteo programático integral, y uno de los aspectos clave de las propuestas del Pit-Cnt no se limita simplemente a enumerar una serie de medidas, sino que apunta a la convocatoria de un diálogo nacional hacia una estrategia de desarrollo. Este tipo de planteo, además, tiene respaldo en la experiencia internacional: la historia ha demostrado que no existe un país desarrollado que no haya utilizado las compras gubernamentales como un factor clave para promover el desarrollo de proveedores nacionales. En ese sentido, Uruguay, con las particularidades de su escala y tamaño, no tiene por qué renunciar a una herramienta que podría contribuir significativamente a fortalecer su estructura productiva y a fomentar el empleo de calidad.
¿Cómo se está procesando la actividad de cara al XV Congreso del Pit-Cnt de 2025?
-Pienso que el próximo año, ya en febrero, comenzará con un proceso de elaboración estratégica. A veces lo urgente tiende a ocultar lo importante, pero quiero destacar la relevancia clave de la Comisión que está trabajando en la definición de criterios para una Estrategia de Desarrollo Nacional. Esto implica que hay una primera etapa centrada en la elaboración estratégica, que sentará las bases para las discusiones hacia el XV Congreso Nacional Ordinario. En este marco, se están considerando distintos niveles: por un lado, la mirada programática, que es el objetivo principal de esta Comisión para Promover el Desarrollo Nacional; por otro, la orientación estratégica, que incluye definir el perfil de las acciones a desplegar, las prioridades reivindicativas y programáticas, y las formas de organización.
En ese sentido, el movimiento sindical deberá, ni bien iniciado el año 2025, lanzarse a una campaña masiva de sindicalización y organización de trabajadores. El objetivo será llegar a la totalidad de la población dependiente de la Población Económicamente Activa (PEA), es decir, entablar un diálogo con toda la población trabajadora y encontrar formas efectivas de incorporar a más personas a la vida del movimiento sindical. Ya tenemos referencias importantes en ese aspecto, como el casi millón de personas que respaldó nuestra iniciativa en el plebiscito. Esto demuestra el potencial para alcanzar un movimiento sindical más fuerte, democrático y poderoso desde la perspectiva de clase. Ahora bien, será fundamental analizar y definir las mejores formas de lograr este objetivo.
Hay que organizar todas las aplicaciones, los sectores de trabajadores que hoy están insuficientemente organizados. Hay que convertir nuestros plenarios departamentales en la Dirección departamental del Pit-Cnt, y dar una mano para contribuir a fortalecer la organización de los asalariados rurales. Hay que organizar a los changadores, cuentapropistas, monotributistas, feriantes. Es decir, a todo aquello que sea el mundo del trabajo tenemos que encontrar la forma para incluirlos. Yo no digo cuál, pero esos son criterios políticos y organizativos.
Si tienes una estrategia programática orientada a generar las condiciones para transformar el modo de acumulación dependiente y su modo de distribución, diversificar la matriz productiva, lograr una inserción internacional favorable para América Latina, edificar igualdad, distribuir la riqueza y profundizar la democracia, entonces necesitas plantearte una estrategia clara. Esa estrategia debe incluir prioridades como: comenzar con determinados puntos clave, articular una movilización efectiva, fomentar el diálogo con la población y estructurar una organización sólida.
Tenemos que mejorar nuestras formas de comunicación, porque la batalla ideológica es central. También debemos crear condiciones para asegurar mecanismos de financiamiento de la lucha. Todo esto estará en discusión de cara al Congreso. El primer paso es la elaboración estratégica y, como es habitual aquí, construir colectivamente a través de mucha conversación y diálogo, considerando las opiniones de todas las compañeras y compañeros. Esto implica promover reuniones intersindicales lo más amplias posible, propiciar la interacción entre todos los sindicatos, y también fomentar el diálogo entre las distintas corrientes que participan en el Pit-Cnt.
Creo que la Mesa Representativa de febrero, que ya está definida, debería acelerar este proceso. Primero centrándose en la elaboración estratégica y el fortalecimiento de la democracia interna, y luego en el desarrollo del Congreso, que será clave para definir las próximas acciones.
¿Cree que llegará a ver la sociedad sin explotadores?
Ahí estoy con el maestro Óscar Washington Tabárez. Ese es nuestro horizonte, pero el camino es la verdadera recompensa. Ojalá esa sensación que tengo —y creo que sí—, que debe ser compartida por muchísimas compañeras y compañeros, sea la misma. Porque esa sensación del deber cumplido realmente te llena el alma.